Esta es la segunda parte de la entrevista que Poetripiados le hizo a Federico Bonasso (Buenos Aires, 1967), fundador del grupo mexicano de rock El Juguete Rabioso, en 1988, banda que se desintegró en 1999, después de su segundo disco profesional:
Te quería preguntar, siguiendo un poco con la música, ¿crees que se está haciendo buen rock en México y en Sudamérica actualmente o estás un poco decepcionado después de pertenecer a una generación tan importante del rock en español?
La respuesta es sí, siempre se hace buen rock. Lo que pasa es que de las generaciones que vinieron después de los grandes monstruos… en Argentina, después de Spinetta, Charlie García, Gustavo Cerati, Fito Páez, lo que hay son buenos imitadores, son chicos que surgen o chicas que surgen con ideas nuevas, padres, buenas, pero que es muy difícil plantear un camino novedoso, alternativo, pero eso pasa con el rock anglosajón también, con el rock mundial. ¿Qué banda crucial para la música ha venido después de los grandes monstruos como Led Zeppelin, The Beatles, Pink Floyd? Creo que la última gran banda que ha renovado el lenguaje es Radiohead.
¿No te gusta Coldplay?
Me gusta mucho Coldplay, pero no me gusta el camino estilístico que escogió, me encantan los primeros discos, además, soy un tipo que valora mucho el pop, no tengo miedo al pop, hay gente que se aterra, “¡carajo, esto es pop!” (risas)… hay pop mucho más bravo que cierto autodenominado rock.
De acuerdo.
México logró un camino muy original que abrió Maldita Vecindad y Café Tacuba, y después todos los híbridos como Lila Downs o la misma Natalia, que son gente con una gran capacidad creativa. Lo que ocurre es que me resulta difícil conmoverme, ¿me explico? No hay un artista o una nueva banda que me conmueva; por ejemplo, un tipo como Silvio Rodriguez, que es un tipo que hace melodías extraordinarias, es muy difícil que haya otro, no sé si me estoy explicando, o un tipo como Spinetta, esa combinación entre melodía, armonía y letra que propone, me gusta mucho. Me cuesta conmoverme.
Es que es difícil, después de tantas cosas que han salido, hacer algo mejor.
¡Eso!, es como… digo, tú eres una excelente poeta y debes entender esto que te voy a decir: para los que intentamos hacer poesía, bueno, tú eres de los que lo intenta y lo consigue, yo soy de los que lo sigue intentando, cuando lees de golpe a Neruda o Vallejo, Miguel Hernández, Alejandra Pizarnik, te puede gustar o no, pero dices: “¿Cómo voy a hacer yo para colar un poema que se ocupe de un tema y con una originalidad que no haya sido tocado ya por alguno de estos monstruos?”. Y eso es un poco lo que sucede. De todas maneras, sería una tontería inhibir el impulso creativo porque ha habido otros genios antes que uno, eso es una estupidez. La poesía es un caso muy difícil, no sé si coincidirás, pero para mí, tiene qué ver con un don, está el que lo tiene y esta el que no lo tiene.
Pero tiene que ver también con la constancia y con el trabajo.
Yo tenía un amigo editor que decía que la poesía, más que ningún otro género literario demandaba la excelencia, y a priori me suena muy coherente, pero eso también me lo dijo Juan Gelman. Borges decía: “ese brusco don del espíritu”, así definía la poesía, criticando la suya propia, ¿no?
Sí tiene qué ver con lo que estás diciendo, que la gente nace así. En mi casa no había libros y de pronto me sorprendí en la primaria escribiendo versos, es inexplicable para mí.
Ahí está. Yo creo que el poeta es un traductor de un estado de sensibilidad, todos tenemos un cierto estado de sensibilidad, salvo, quizás, Trump o Bolsonaro (risas)… Pero en general, todo ser humano tiene un estado de sensibilidad, pero el problema es que no tienen el código de la traducción, y el poeta es alguien que nació con ese código, de golpe logra traducir, porque no es racional la poesía. Aunque el poeta Efraín Bartolomé dice que es mitad y mitad, porque si no, no se explicaría uno a Miguel Hernández, y al poner ese ejemplo, hay que concederle cierta razón. Hernández es un gran poeta de la sensibilidad y del sentimiento, pero con una cantidad de raciocinio grande también.
Claro. Pues es lo que te decía, tiene mucho que ver la inspiración y el don, pero también hay que trabajar los poemas.
Sí, hay que trabajar, siempre hay que trabajar.
Bueno, platícame de tu Diario negro de Buenos Aires, dónde anda, cómo va.
Sí, desde luego, pero no es una autobiografía para nada… mi propio editor se burlaba de mí, en la presentación del libro en Bellas Artes, dijo: “A pesar de que lo diga Federico…” (Risas).
¿Quién te lo publicó?
Penguin Random House a través de uno de sus sellos independientes, Reservoir Books, que es donde algunos músicos que escriben publican, como Fernando Rivera Calderón. A ver, primero, es el sueño cumplido de haber pasado por los filtros de una editorial importante que haya decidido apostar por el libro. ¿Qué significa esa obra para mí?, de alguna manera es difícil haber debutado con una obra tan rara, tan simbolista, porque tú la puedes leer como un anecdotario de alguien que regresa a su país natal y no se encuentra, pero es mucho más que eso, es una obra que reflexiona sobre la muerte, de alguna manera, sobre la angustia que nos produce la gente que hemos perdido, la angustia de la muerte prematura de los que fueron secuestrados y asesinados. Este cuate es hijo de esa generación. A diferencia mía, mi personaje es un hijo de desaparecidos. Hay una reflexión permanente con la muerte, tanto, que el cuate se enamora de una tumba y empieza a tratar de escuchar si la tumba todavía tiene algo qué decir, y se da cuenta de que tiene más dialogo con los muertos; en eso es rulfiana, mencionando distancias insalvables con un genio como Rulfo, pero sí hay hibridaje entre Borges y Rulfo, dos influencias grandes para mí. Es una obra muy dura, en algún punto hasta repugnante, es una obra que, a diferencia de muchas otras, al terminar de escribirla no sentí la catarsis, si no que sentí asco. Terminé asqueado por lo que rememora, por los sótanos del alma de los que se ocupa, de las cloacas del alma. Me angustia que lo lean mis hijos…
¿Tienes hijos?
Tengo dos hijos, una niña de 16 y el enano de 14. Ya están en edad de leer y son buenos lectores. Me da cosa, porque es un libro horrendo. Yo creo que el libro está plagado o pretende estar plagado de una capa de humor que protege, es la epidermis del horror que subyace.
Me gustaría leerlo, pero pues, alguien me lo ha prometido y nunca me lo ha… (risas)…
¡Te lo voy a mandar!… Cuelgo esta entrevista y me das tu dirección por WhatsApp y te mando por Uber un libro dedicado.
Ay, no seas simple…(risas)
¡Por favor! Yo tengo el tuyo dedicado y tú no tienes ninguno mío.
Y me muero de ganas de leerlo, porque he leído muy buenos comentarios.
Sí, ha tenido muy buenos comentarios. De todas maneras, fíjate que son raros los lectores que lo pescan a fondo; y lo hice a propósito, hay todo un simbolismo subyacente. Bueno, ¿qué ha ocurrido con él comercialmente? Por un lado, íbamos muy bien hasta que la pandemia irrumpió y cortó toda la publicidad que le estaba haciendo. Enmudecí en mis redes sociales porque se me hacía de muy mal gusto andar promoviendo un objeto comercial, finalmente, en medio de este horror.
Pero ahorita ya todo está más tranquilo, ya se pueden hacer más cosas.
Sí, además, esto va para largo y tampoco puedo condenarlo a que muera. Yo creo que el libro debe encontrar todavía muchos lectores y voy a trabajar para que así sea. Diario negro de Buenos Aires ha hecho un recorrido muy bueno y ha tenido una cantidad impensada de buenas críticas.
Yo creo que es momento de retomar todo eso, porque se trata de empezar a levantarnos, como se pueda, ¿no? Guardando las medidas necesarias, pero es importante que la vida se empiece a normalizar.
Sí, sí, y sobre todo no postergar los sueños de uno, porque de ese alimento vivimos. ¿De qué nos sirve sobrevivir sin nuestros sueños?
Exactamente. Entonces, escribes poesía también.
Sólo he publicado en antologías y revistas. No me atrevo a publicar un poemario porque dudo de que soy poeta.
¿Dudas? Eso lo van a decidir quienes te lean.
Tienes toda la razón.
Tú no te limites, deja que otros lo hagan…(risas)…
No, soy hipercrítico con mi poesía, mucho más de lo que lo soy con mi prosa. Mi primera novela la escribí a los 15 años. Tuve la fortuna de ganar el premio de Punto de Partida de la UNAM cuando era chavo, con un cuento muy bonito. Pero luego me ganó la música, Juguete Rabioso, toda esa vorágine me apartó de la carrera literaria, que hay que hacerla, hay que construirla, hay que juntarse con los del gremio, tejer redes. Mira, tengo un poemario y llevo 20 años corrigiéndolo, y cada vez que leo un poema de nuevo, digo, pe… ¿cómo se te fue este título?, ¿no?…
(Risas)… Es que tienes que dejarlos ir de una vez.
Sí, hay que dejarlos ir. Ahora voy a estar en el Max Rojas, ¿tú no vas a estar?
No me he enterado.
Ahí nos conocimos, en el Max Rojas de hace dos años.
Sí, sí, con Leticia Luna.
Que estaba el poeta francés, traductor de Gelman…
Sí, este, el… ¿cómo se llama?
¡Ay!, este hombre… Cenamos en tu casa… Bueno, ahora me voy a acordar.
Ponente, Potente…
Sí, como Potente (risas)… Buen poeta, ¿eh? Leyó, ¿te acuerdas? Muy bueno. Y nuestra querida Lety…
Sí… y Federiquito también andaba ahí, Federico Campbell.
Sí, bueno, mi tocayo loco.
Y el otro loco, ¿cómo se llama?, el… ¡ay, otra vez!
¿El Valero?
Sí, Sergio Valero.
Que es hermano del guitarrista de Santa Sabina.
Sí, puro personaje llegó esa noche.
(Nota aclaratoria: Los locos mencionados, no están locos de verdad, es de cariño).
Cuando leí tu libro, lo leí con enorme agrado; dije: “Guau, he aquí una poeta”, y es siempre un gusto descubrir poetas. El aliento poético es el don del que hablábamos, se tiene o no. Es otra manera de usar el lenguaje. El poeta usa el lenguaje de manera metafórica, no lo usa de manera literal, y ahí está la clave.
La poesía no es un género literario, es un lenguaje.
Exacto, exacto. La poesía es otro lenguaje; la gente se confunde porque usa las palabras, pero es otro lenguaje. Apela a otra zona del cerebro.
¿Cómo has pasado la pandemia? Bueno, los primeros meses, porque ahorita uno ya puede salir a tomar un café, ya estamos un poco más libres.
La pasé muy encerrado. Agarré a mis hijos y a mi familia y unos 15 días antes de que el gobierno, que fue bastante precavido, propusiera la sana distancia, antes de que todos mis amigos se encerraran, nos encerramos nosotros. Y así los tengo, en un régimen de encierro desde febrero, muy estricto, muy estricto. Hasta que no se sepa bien cómo es este bicho…Tenemos la fortuna de que nos llevamos muy bien como familia. Yo tengo mi estudito aquí arriba, me puedo aislar, y cada quien tiene un área en la cual se puede aislar.
¿En dónde viven?
En Olivar de los Padres, digamos, de Televisa San Ángel para arriba. Hay como bosquecito…
Ah, pues qué padre. Por lo menos tienen naturaleza.
Hay naturaleza. Ahora mismo estoy hablando contigo y veo una bugambilia gigante a través de la ventana y eso es muy importante.
Muy importante. Bueno, ya para terminar, Fede, ¿qué proyectos tienes, aparte de seguir con lo del libro?
Gracias por dejarme hablar de mis proyectos. La verdad tengo un chorro de proyectos y nunca paro de tenerlos y tengo miedo de que no me alcance el tiempo vital. Tengo dos novelas en la cabeza que se están peleando por ser escritas, dos historias muy diferentes, y no sé con cuál voy a arrancar, y estoy a la mitad de mi segundo disco solista. Esos son mis tres proyectos importantes. Tengo una obra de teatro también, que la tengo a la mitad, creo que tiene su sustancia y está un poco en el tono de Diario negro, sobre todo en la burla de mí mismo…
¿Cómo te organizas en el día? ¿Eres madrugador?
No soy madrugador, pero me estoy levantando temprano desde hace unos años ya. Porque era noctámbulo, pero la paternidad cambió un poco eso, tienes que vivir un poco al ritmo de tus hijos. Trabajo por obsesiones, no logro nunca ser disciplinado y dedicarles a todos los ámbitos que me gustan, un tiempo. Ahora estoy obsesionado con grabar mi disco aquí en mi casa, porque no puedo ir a un estudio, y la sala se ha convertido en un estudio donde vive una batería y he tirado unos cables desde mi estudito de arriba hasta la sala, un delirio total… Entonces estoy como loco estudiando teoría del audio, perfeccionando mis habilidades como mixer, grabador, para poder generar un buen disco aquí en casa. Por eso tengo un poco suspendida la escritura y eso, pero tengo que hacer un espacio para escribir.
Pues bueno, ya se nos pasó la hora.
¡Qué bárbaro!, soy un charlatán desenfrenado (risas)…
Charlatán de charla, dices, ¿no?
Sí, claro; además, cuando se trata del tema de mí mismo, me fascina… (risas)… Le pones en la entrevista: “Nos dimos cuenta de que Federico es argentino cuando nos confesó que había disfrutado mucho de estar hablando de sí mismo durante una hora” … (risas)…
Y ya, poniéndonos un poco al día, fuera de entrevista, platicamos de mi colonia San Pedro de los Pinos, donde él vivió algunos años, de su ambiente pueblerino y su mercado de mariscos, a donde, prometimos, ir a comer con nuestras vacunas puestas. Y cierra Federico con esta ingeniosa y humorista cita de Borges: “A menos que uno tenga la precaución de ser Withman o Neruda, conviene no fomentar el verso libre”.
Aquí te compartimos la primera parte: