Carlos Juárez Aldazábal, es un poeta y escritor argentino nacido en Salta, en el año 1974. Es Doctor en Ciencias Sociales, Magíster en Comunicación y Cultura y Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires, en donde se desempeña como docente. Obtuvo, entre otros, el Premio Alhambra de Poesía Americana (Granada, España, 2013), el XLIII Premio Ciudad de Irún de poesía en castellano (Gipuzkoa, España, 2019) y el Premio Olga Orozco del Fondo Nacional de las Artes (Buenos Aires, Argentina, 2021). Su poesía ha sido traducida a varios idiomas e incluida en antologías nacionales y extranjeras.
—¿Qué es la poesía?
Cuando pienso en esa pregunta me gusta acordarme de un árbol de la infancia. En ese árbol yo solía proyectar lugares mágicos, desde naves espaciales hasta barcos piratas. Tiempo después, alguien decidió talar ese árbol, pero mi imaginación lo mantuvo vivo, y alguna vez se convirtió en un poema. Creo que la poesía es ese lugar de la imaginación y de la infancia.
—¿Cuál es tu motor para escribir? ¿Qué te motiva a tomar la pluma?
La curiosidad frente al mundo, sus misterios, sus maravillas. Pero a veces también la indignación frente a las injusticias, frente a la crueldad.
—¿A dónde va la industria editorial en el mundo? ¿El libro físico?
Creo que va hacia una coexistencia entre el libro físico y el libro digital.
—¿Prefieres lo digital o lo impreso? Y, ¿cuál fue el primer libro que te impresionó en la vida?
No soy fetichista del libro en papel, pero sí me gustan como objetos. Supongo que a la larga ocurrirá como con el vinilo y las plataformas de música. En la infancia, mi abuela me regalaba una colección de libros populares que salía en los kioscos. De esa colección recuerdo, especialmente, Viaje al centro de la tierra, de Julio Verne.
—¿Cómo es un día ordinario en tu vida? ¿Cuáles son tus rutinas o actividades diarias?
No tengo nada predeterminado. Sólo trato de vivir como puedo, y de escribir cuando me es posible, o imposible, pero inevitable.
—Pero, más o menos a qué hora te levantas, ¿qué desayunas?, ¿cuántas horas trabajas?
Hay días que madrugo, pero usualmente arranco mi día a las 11:00 de la mañana. Aquí se desayuna con mate, y en principio es mi energizante diario. Algunos días de la semana me toca dar clases en la Universidad de Buenos Aires, y me paso todo el día trabajando. Intento tener días libres en la semana para poder escribir.
—¿Cómo es el barrio donde vives?
Es un barrio del centro de la ciudad de Buenos Aires, rodeado de facultades de la Universidad. El barrio se llama Facultad de Medicina, y es práctico, sobre todo porque está el subte (lo que en México llamarían metro) a mano.
—¿Quiénes son los poetas o narradores contemporáneos más importantes para ti? ¿A quiénes lees?
Alguien de México, a quien pienso como narrador y poeta al mismo tiempo, es el Maestro Juan Rulfo. Para mí, nadie que escriba en español puede escribir sin haberlo leído.
—¿Crees que los poetas nacen o se hacen?
Las dos cosas. Creo que sin cierta predisposición innata no se puede escribir, y sin formación tampoco. Quizá eso es algo que la literatura comparte con el futbol.
—¿Existe solidaridad entre poetas? Específicamente en Argentina.
Yo veo muchas redes solidarias entre los poetas, y si las redes sociales tienen algo de bueno, es esa posibilidad de potenciar la solidaridad. Además, en este presente político de la Argentina, la solidaridad es un valor invaluable.
—¿Cómo visualizas el futuro de la cultura en general en Argentina?
Con el gobierno de Milei, el futuro de la cultura argentina es muy sombrío. Desde que asumió, hace pocos meses, ha desfinanciado todos los organismos del estado que apoyaban a los artistas y hacedores del arte y de la ciencia, desde el Instituto del Cine, hasta el Fondo Nacional de las Artes. Incluso el sistema universitario argentino está en serio peligro. Pero hay anticuerpos, por suerte, y la gente está reaccionando frente a estas políticas.
—¿Qué te preocupa? ¿Cuál es tu mayor miedo en la vida?
Supongo que pasar por este mundo sin haber dejado nada que valga la pena para las generaciones futuras. Y no lo digo sólo como escritor, sino también como ser humano.
—¿Qué opinas de la poesía mexicana? ¿Crees que tenga buenos expositores o consideras que le falta algo?
Creo que la poesía mexicana es una de las tradiciones más importantes de Hispanoamérica. Yo agradezco haber leído a grandes maestros mexicanos, y también agradezco tener amigos y amigas que escriben desde México, queridxs y admiradxs.
—¿En qué trabajas actualmente? ¿Qué proyectos tienes para el futuro?
Tengo varios proyectos: desde un poemario que habla de viajes y de perros, hasta un posible libro de cuentos de tono nostálgico. Pero no tengo apuro. La escritura, en mi caso, se adapta a la necesidad de decir algo, y para que ese algo valga la pena, la maduración en el tiempo suele ser imprescindible.
—Una curiosidad, ¿cómo pasan la Navidad sin frío ni suéteres feos?
Uno se acostumbra. La comida es como si fuera europea, pero se compensa con bebidas frías. Los suéteres feos se usan en el invierno, más allá de la superstición en la que se crea.
Tiene publicados los poemarios: La soberbia del monje (1996), Por qué queremos ser Quevedo (1999), Nadie enduela su voz como plegaria (2003), El caserío (2007), Heredarás la tierra (2007), El banco está cerrado (2010), Hain. El mundo selk´nam en poesía e historieta, con ilustraciones de Eleonora Kortsarz (2012) y Las visitas de siempre (2014). Sus libros más recientes de poemas publicados son: Piedra al pecho (2013), Camerata carioca (2016), Mauritania es un país con nieve (2019) y Paraje (2021).