Rubén Meneses Jiménez es poeta, músico y narrador, originario de Sahuaripa, Sonora, México. Es doctor en Humanidades y profesor investigador en la Universidad Estatal de Sonora (UES), en San Luis Río Colorado. Fue director de la Revista Literaria Papel y actualmente es coordinador de las Jornadas Binacionales de Literatura Abigael Bohórquez, que se realizan en esa misma ciudad. Fue fundador y compositor del grupo de rock Lucrecia en los años 90.
-¿Qué es la poesía?
Esa pregunta es bien difícil para mí. Lo primero que me viene a la mente es que no lo sé. Con certeza no sé. Puedo reconocer un poema, ser tocado por éste… y sé que eso que me provoca una emoción extrema, es la poesía, y que ésta está contenida en los versos del poema.
Luego puedo decir que es un estado de ánimo, es decir, el hombre, la mujer, está allí frente al mundo. Éste les pica las costillas, les da una patada, un grito, un abrazo. El poeta busca la manera de responderle y crea. La poesía es creación, es lo nunca dicho antes. En su apoyo están la música, la pintura, la danza, etcétera. La poesía es arte, es la emoción que provoca percibir lo grandioso de un objeto o la palabra.
En conclusión, la poesía está en el aire, y a veces rueda por el mundo. El poeta sabe reconocerlo y se conmueve. Luego, puede o no lograr el poema, pero eso es otra cosa; el poeta percibe y vive la poesía, es suficiente. Por otro lado, puede alguien estar frente a un gran poema y no hallar la poesía en él, le pasa a mucha gente que no tiene esa capacidad, ni modo. Es como un cantante desafinado; no todos pueden reconocerlo; nadie puede hacer nada por ellos.
Mas allá de todo lo que he dicho, la poesía es libertad, la libertad del poeta de poner en entredicho la relación entre el significante y el significado. Por ello es por lo que no se lee la poesía; se prefiere la certeza de la prosa, da seguridad al lector de comprender lo que está diciéndole el escritor.
En conclusión, la poesía está más allá del texto, está en la relación que hace el poeta (creador o lector) con el mundo a través del poema.
-¿Los escritores tienen una obligación ética, poética, emocional con su entorno?
Y moral. Como todos los seres humanos. Todos tenemos un compromiso con los otros, con nosotros mismos. No podemos, no debemos permanecer al margen de los problemas que suceden a nuestro alrededor; en la familia, en el barrio, en la ciudad; tenemos la obligación ética y moral de procurar crear un mundo mejor, aunque suene a canción de John Lennon. Por ello es importante, debería serlo, buscar que nuestra voz se escuche y nuestra obra trascienda a nuestra muerte; ese es el gran compromiso del poeta. No por la vanidad de ser inmortal, sino porque debemos estar seguros de que dejaremos algo que va a contribuir a mejorar la humanidad. Si no, no tendría sentido que exista, ni la obra ni el poeta.
-¿Qué te pone a escribir y dónde está la música? ¿Por qué ya no tocas?
Me pone a escribir el reto de poder descifrar aquello de mi alrededor que me conmociona, el porqué, y ver si puedo preservarlo tal como lo he captado. Me pone a escribir el ver la suerte del mendigo, del perro hambriento, el dolor del vencido; y también los sonidos de la mañana, las voces de mis seres queridos, mis amigos, la ilusión del futuro al ver los niños. Me ponen a escribir las noticias, los avances de la ciencia (recuerda que yo estudié química), los libros, la vida que observo y siento, en su gozo, su miseria y esperanza.
Hablas de la música. De todas las artes que mencioné antes, la música es la que veo más cercana a la poesía. Siempre viene a mí la imagen de mi padre (él era violinista) en su afán de atacar las notas una y otra vez: ejercitando, variando tiempo, staccato, intensidad, hasta lograr traducir esa emoción que le produjo al leerla por vez primera. No siempre lo lograba, no lo decía, pero se notaba en su estado de ánimo. Yo, como poeta, con él me identifico.
Yo no he abandonado la música, no puedo hacerlo. Si no acudo más de un día a un instrumento me pongo inquieto. Ya no toco en público porque no ejercito lo suficiente para eso. Pero dentro de mis planes, si llego con salud y vida, dentro de algún tiempo me tomaré un año para organizar mis composiciones, rescatar algunos audios, concluir otros proyectos musicales que se han ido postergando. Es un ciclo que debo cerrar.
-¿Dónde quedó Lucrecia?
Murió hace tiempo. En realidad, en los últimos tiempos le estuve dando respiración artificial. Fue muy estresante.
-¿Quiénes son los poetas que te inspiran?
Quien me acercó a la poesía fue Juan Rulfo. Tendría cerca de 10 años cuando llegó mi hermano mayor de la secundaria con Pedro Páramo. Lo leí, porque yo leía todo lo que tenía cerca, pero más porque en mi casa no había libros, sólo revistas y novelas ilustradas que estaban muy de moda en los años 60. Rulfo me mostró que había otra forma de nombrar las cosas que yo de alguna forma había experimentado; a escuchar el silencio, por ejemplo, o ver el sol colgado del cielo. Él me ayudó a acercarme a la poesía, a la literatura en general.
Ya en mi adolescencia me acerqué a los surrealistas, Paul Éluard sobre todo, y empecé a escribir poesía; si no hubiera sido por los surrealistas me hubiera sido difícil llegar a la escritura de poemas.
Como músico, admiro la poesía de Dylan, Serrat y Silvio Rodríguez. Por ellos es que empecé a escribir canciones. Luego me entusiasmaron los Contemporáneos, Pellicer y Gorostiza y por la gran poesía latinoamericana del siglo XX: Neruda, Vallejo, Huidobro… y Abigael.
Me inspira leer a Poe, Whitman, Seamus Heaney, Seferis, Cummins. Admiro a los poetas mexicanos actuales: Balam, Ortega, Oscar Oliva; a los poetas sonorenses: Parra, Manríquez, Ochoa, Solís, Mondaca, Manz, Fidelia. Me emociona leer a los poetas de mi pueblo: García Flores, Fidelia Caballero, Elías Jácquez, Negor Len…
Pero también me inspira la narrativa, el ensayo y las noticias del día.
-¿Existe una buena crítica literaria en México?
Sí, de seguro; hay gente muy enterada que está haciendo una buena crítica, pero está encriptada en las revistas universitarias. Ya no tienen la difusión que tenían, por ejemplo, Salvador Novo, Octavio Paz, luego Carlos Fuentes, Monsiváis: antes, Alfonso Reyes. Están los de Letras Libres, pero nadie les cree.
-¿Para qué sirven los encuentros literarios?
Aparentemente no tienen ninguna utilidad. Solo sirven para pagarle a un escritor fulano para que se encuentre con sus cuates del medio y se emborrachen en un cierto lugar. Luego el escritor invitado le toca corresponder y promociona o invita directamente al otro; y así sucesivamente. Esa es la imagen en circulación, pero no se habla de lo que deja a la comunidad literaria y cultural del lugar sede. Ayuda a acercar al escritor en su circunstancia de ser humano y conocer su obra de forma más fraterna.
Un ejemplo son las Jornadas Binacionales de Literatura Abigael Bohórquez, un encuentro que nace por iniciativa de los propios escritores locales, sin tener muchas herramientas logísticas ni un bagaje literario regular. Nos fuimos haciendo en el camino, con el apoyo de muchos, no todos escritores, sino gente interesada en el crecimiento cultural de la ciudad. Así hemos ido caminando todos estos años, 32 ya (empezó en 1992). Este es un encuentro singular; quizá de ahí venga su fuerza. La propuesta desde el principio fue el de reunir a los académicos con los escritores, de ambos lados de la frontera. Por eso es por lo que la literatura chicana tiene un lugar importante en las Jornadas. Hemos sido testigos del crecimiento de escritores que ahora son muy relevantes en el panorama nacional o internacional; tú, Fidelia, eres un ejemplo de ello. Pero eso no es lo relevante; lo hubieran sido aun sin haber acudido a las reuniones que se realizan cada año en esta ciudad. Pero sí hemos sido testigos y nos ha tocado participar en proyectos que nacen o cristalizan en alguno de los encuentros.
La ganancia es para todos. Nos ayuda a permanecer, a crecer en nuestro trabajo literario, a fortalecer los lazos entre las regiones, apoya con la presencia de los participantes a la educación literaria de nuestra comunidad. Esa es la ganancia, no es poca.
-¿Crees en Dios o algo superior a ti?
Mmm. Otra gran pregunta.
Estoy vivo y no sé cómo ni por qué. Reviso mi organismo y detecto que todo está perfectamente coordinado para que siga por sí solo en movimiento. Detecto que hay un orden natural que se sostiene y regula por sí mismo; es asombroso.
Dan ganas de creer en Dios.
-¿Hablando de política internacional, crees que habría una guerra mundial pronto?
Todo apunta a ello. Es preocupante. Qué tan pronto, no sé. Ésa ha sido la historia de la humanidad: imperios que nacen, crecen y se desmoronan o son derrocados por otro imperio que sigue la misma secuencia; mas, en ese proceso, se llevan a gran parte de la humanidad.
Se sabe que todos los imperios necesitan de esclavos, de las tierras, de los bienes de los otros. ¿Cuánto tiempo pueden aguantar los pueblos siendo sojuzgados? Esa es la gran pregunta.
Ahora, hay una lucha por la hegemonía mundial, es la del bloque conformado por Estados Unidos y la Unión Europea contra el que une los intereses de China y Rusia. Esa es la razón de la invasión de Israel a Gaza; como lo es la aparición de los líderes de la ultraderecha en varios países de América Latina y otros, para defender al imperio de occidente. Esa es la verdadera guerra, ya está afuera de nuestra puerta.
-¿Qué lees y a qué hora?
Ahora estoy leyendo el cúmulo de libros que me dejaron o compré de los escritores que asistieron a las Jornadas más recientes, jajaja. Y me he llevado gratas sorpresas, de verdad lo digo. Muy complicado el enciclopédico libro de Saúl Cuevas, Murmullos de la barbarie; Hotel del universo, grandes poemas de un gran poeta, Jorge Ortega; los cariñosos poemas de Fidelia Caballero en La vida innecesaria… y muchos más que me ocupan por ahora en parte.
–¿Cómo es un día ordinario en tu vida?
Normalmente me levanto a las 5:30 am. Hago algo de ejercicio (una media hora de yoga). Me preparo un café y me siento a escribir por alrededor de una hora. Me levanto a regar los árboles y arbustos de afuera de mi casa. Regreso y tomo una revista (ahora es Harper de abril) y leo alrededor de 30 minutos. Me levanto y preparo un plato de fruta para mí y otro para Marina. Me baño. Desayuno. Leo el periódico del día. Trabajo frente a la computadora de 10:00 a 5:00 pm (con un receso de 2 a 3 para comer).
Descanso 30 minutos y me preparo para ir al taller de narrativa o al de poesía. Termino a las 8 pm. Me voy al gimnasio. Regreso a casa a las 9:30 pm. Me baño. Ceno algo ligero. Luego pongo una película o serie. Me acuesto a las 12:30 o 1:00 pm
–¿Cómo te gustaría ser recordado y cuáles son tus planes a futuro?
No pienso en ello. Tampoco me preocupo por lo que piensan los demás de mí. Sólo hago lo que yo considero correcto. Me preocupo por hacer las cosas bien y hacer el bien. Me gustaría que mi obra ayudara a alguien a sonreír o provocara una emoción positiva. Es todo.
Planeo terminar en septiembre el libro en el que trabajo y, si se puede, publicarlo pronto. En verano tengo un viaje con Marina. Tengo cuatro encuentros a los que estoy invitado. Espero poder ir a todos.
Ha publicado: Literatura del Gran Desierto (2023), El Desierto Transfronterizo (2019), El hermano de Haydn. (2015); Muro de noviembre (2014); Que nadie me llame cobarde (2010); Pídele a Dios que te toque buena muerte (2002); Bluesin´ (1998); Give me one penny (1996) y Sombras de vuelo (1994), entre otras publicaciones.