Hoy entrevistamos a Catalina Boccardo, una figura polifacética nacida en 1961 en CABA (Buenos Aires, Argentina), que ha enriquecido el panorama literario y artístico de su país. Desde 2011, ha publicado varios libros de poemas, además de tener textos inéditos. Su obra se extiende a revistas digitales y antologías. Catalina, quien es la editora de Poetripiados en Argentina, ha sido invitada a festivales literarios y ha colaborado con La Nación Cultura, además de blogs y reseñas literarias. Su incursión en el collage y la fotografía artística complementa su producción literaria. Abogada especializada en violencia intrafamiliar, también posee una Maestría en Escritura Creativa y un Profesorado universitario, combinando así su pasión por las letras con una sólida formación académica.
Alejandra Boero: Catalina, tu poesía es tan rara avis, en estos tiempos, contiene tantas variaciones, tantas como «el pico de los pájaros». Hay un corpus que me remite a un texto de e.e.cummings: «nada que hayamos de percibir en este mundo iguala la fuerza de tu intensa fragilidad, cuya textura me somete con el color de sus campos, retornando a la muerte y la eternidad con cada respiro». Y también en lo que leo como ars poética en uno de los poemas de «El Pico de los Pájaros» : «la de la melancolía/ y la hondura/ de ese repentino hogar». ¿Cuándo decidiste hacer de la escritura poética un hogar? ¿Resuena en tu lectura el fragmento de e.e. cummings?
CB: Hace mucho tiempo que la poesía se convirtió en mi morada. Me acompañaba siendo muy chica, cuando no lo pasaba bien en la vida real. Era parte de la evasión. Pero si nos referimos a la escritura como oficio, no hace tanto, comencé a publicar con casi cincuenta años de edad. En cambio, la leo desde que me acuerdo, aun cuando no la entendía. Al llegar a mis manos “El cascabel del halcón” de Enrique Banchs, supe que quería hacer eso, escribir en esa lengua extraña. Y hoy pienso que la poesía es, efectivamente, lo extraño, lo que no terminamos de saber de nuestro lenguaje. Por allí va la búsqueda infructuosa. En “El pico de los pájaros” (una especie de ensayo) trataría de esa resonancia de otros textos en el propio quehacer. Somos seres de lenguaje. Me salvó y me salva, cada intento de reconstrucción de las palabras, cada vuelo de lecturas. El viejo anhelo de formar parte de esa comunidad infinita.
AB: El cuerpo, quizás debería decir los cuerpos (poético, político, geográfico), están tematizados en tus poemas. Y allí lo diverso, las luchas feministas, el «estado de excepción» que nos in(ex)cluyen. ¿Cómo llegás y te internás en ellos en tu obra)?
CB: Ser mujer es conocer de luchas políticas y territoriales. De las guerras en las que nos incluyen sin autorización. Conocer la desprotección en un sistema patriarcal que tabula nuestros cuerpos como inferiores a otros. Tematizar estas cuestiones, bueno, no pude ni quiero evitarlo. Uno de mis libros todavía inédito, “antropológico” de alguna manera, como casi todos los que escribí, se regodea en el análisis de este asunto de principio a fin. Si “Bailar” se ocupó de poetizar sobre sufrimientos producidos en los centros de tortura, las violaciones grupales, los femicidios, retomé los mismos asuntos otra vez.
Soy una sobreviviente según cierta bibliografía, y una persona de cuya resiliencia, aprende sobre la fragilidad y la fuerza. Ambas cuestiones pueden estar así, reunidas. Los humanos somos paradojales por definición. Hacerse cargo de que la vulnerabilidad genera lo frágil junto con la fuerza para defenderse. Porque si no lo hacés, estarías muerta, literalmente hablando. Las emociones te recuerdan, cada tanto, el miedo y la confusión provocados. A lo largo de la vida me sigo encontrando con mujeres, y no solamente, que padecimos de modo similar. Las distintas violencias están imbricadas en el orden privado con lo público. Lo terrible continuará siendo injusto por un tiempo aún, mientras no se terminen de abrir los ojos sobre los engranajes socio-políticos y económicos que producen violencia.
AB: ¿Cómo se dispara, en tu experiencia, la escritura de un poema y de un libro?
CB: Con pensamientos. Con algunas líneas que necesitan ser escritas porque aparecen obsesivamente en la mente. Y las emociones que suscitan. Y las experiencias convertidas, trasmutadas en esas obsesiones. Como bloques. Escribo libros más que poemas sueltos. Siempre comienzo con una serie, una seguidilla. Y casi todos mis libros son un poema largo.
AB: Quisiera «acceder al vuelo» de tu poética haciendo foco en la génesis de «El jardín santo», «Territorios» , «Collage», «Formosa», «El viaje y el ombligo», «El Pico de los Pájaros» y «Bailar».
CB: En “El pico de los pájaros” podrían aparecer resonancias de mis lecturas de Padeletti, un poeta meditativo. Ya le había dedicado un poema en “Collage” donde las artes visuales (y sus hacedores como era él) son centrales. Y porque me siento en sintonía con cierta forma de observar el mundo. He leído “Un pájaro se puede detener” y recuerdo que de allí tomé una imagen, la de “las nubes fugaces” para otro libro, “Territorios”. Pretendí captarlas en movimiento, en el ahora del “yo” del poema. La contemplación es esencial para nuestra inspiración. Dije “poeta meditativo” y pienso en varios especialmente, pero supongo que todos lo son. Y, por otro lado, recuerdo ese verso del poema “Nadie ni siquiera la lluvia” de Cummings, traducido como “ni siquiera la lluvia tiene manos tan pequeñas” que resuena en “El pico…”. De tantas autorías nos nutrimos… lo que no significa que siempre los estemos trayendo a nuestra conciencia; quedan en nuestro archivo intelectual y emotivo.
Hay muchos poetas centrales, y la sintonía con unos o con otros depende de ciertas etapas personales. A veces, sucede, estamos en medio de alguna escritura y vas por algún texto a tu biblioteca. Construimos enlaces, un mapa de lecturas variadísimo. Un manual de biopolítica o una novela histórica, cuentos, ensayos literarios, la interminable lista de libros de poesía, la página de Wikipedia, lo que fuere que tus ánimos te susurren. Sin prejuicios, sin limitaciones.
AB: Leo «he decidido arrojarme/ a búsquedas poco controladas» («Collage»). ¿Cuáles de ellas se sostienen y cuáles van apareciendo en cada uno de tus proyectos de escritura?
CB: Buena pregunta. Cada proyecto de libro lleva a indagaciones diferentes. Y me refiero, sobre todo, a las formas, no a las temáticas. Si en alguno se trató de la síntesis en su esplendor, en otro fue el uso de la puntuación, o el ritmo, en otro, los espacios y el silencio en los blancos de la hoja. O a qué imágenes voy a darles prioridad. El conocimiento de los elementos, de la estructura en la poesía, colabora para pensar la escritura.
También investigo al leer a otros poetas. Miro mucho cine y asisto a muestras pictóricas, voy al teatro. Consciente de una patética ignorancia, tomo seminarios literarios. Parecería un estado de necesidad constante. Los viajes son otra fuente de placer y de ideas escriturales.
Lo de las “búsquedas poco controladas” surgió de una experiencia al hacer un taller de collage de otra época. Si bien no trabajaba con palabras, otro tipo de rigurosidad en la forma era necesaria para “decir” algo. No cualquier recurso, no cualquier procedimiento, en tal o cual collage al igual que en tal o cual poema.
Puede suceder que primero comenzás a tantear el “qué”. O que en medio del enchastre de versos o de materiales, tu tacto o tu ojo u oído descubran algo. Y esto último me llevó a escribir ese verso de lo poco que controlamos (por suerte) cuando estamos haciendo arte. Para los escritores, la lectura es nodal, no puede faltar. Y los artistas visuales “leen” otras cosas o de otras maneras. Este campo sigue siendo un espacio de incógnitas para mí; collageo, experimento con manchas, presto atención a técnicas desconocidas, nuevamente en un taller que imparte una amiga, Ana Adjiman Gache. Y hasta co-coordinamos ambas, otro taller de entrecruzamientos de la escritura creativa y las artes visuales.
AB: En «Formosa» «a campo abierto/ la lengua oculta/ puede gritar». ¿Qué gritos libera la/tu poesía?
CB: Voy a contestar sin entender del todo cuáles gritos. En este libro con nombre de provincia, de jurisdicción, se trataría de la voz de los migrantes muy pobres. Indios o mestizos. De los que recorrieron geografías diversas porque no podían hacer otra cosa para sobrevivir. No fueron ni son vidas fáciles, no hay un consentimiento del migrante forzado a irse de su hogar, en ningún lugar del planeta. Si no se elige ni dónde vivir ni a dónde ir, si sólo hay hambre y desesperación, eso es como la esclavitud aunque te puedas movilizar.
Existen formas de sojuzgamientos y esclavitudes a lo largo de la historia humana. Lamentablemente, una realidad que no termina de desaparecer. A mi propia familia primaria le tocó la indigencia del campesinado, el trabajo a destajo sin descanso, abandonar el terruño. En realidad, más allá de que nací y viví en CABA siempre, y que la elijo, el desarraigo forma parte de mí. No puedo no escribir desarraigada, me digo, me constituye su melancolía. En “Formosa” introduzco vocablos en guaraní como fragmentos sonoros de esa historia familiar. Idioma que no me enseñaron, salvo algo, mi bisabuela, y que terminé de olvidar. Pero me resuena lo que escuchaba en mi casa de la infancia y la adolescencia, cuando paraba la familia materna que venía desde allá. Una lengua doméstica, no pública. Y fue la primera lengua de mi madre, la lengua madre. Un tema político que retomo en otro libro todavía inédito: la jerarquía de las lenguas, impuesta en cualquier Estado. Lo que conlleva una invisibilización de las consideradas menores. Las que no representan al poder triunfante parecen sentenciadas al olvido.
La lengua materna silenciada como esas “ánimas” que revolotean por los pueblos
oscuros de uno de los poemas. Cual médium, el “yo” poético la escribe en pleno
trance. La lírica del sojuzgamiento. La misma que reaparece en “Territorios” y en “El Viaje y el Ombligo” , textos de estirpe mexicana, que la poeta Alicia Silva Rey reseñó junto a “Formosa” como un tríptico, al comprender ese nexo subterráneo en nuestro continente.
Me interesa la poesía “antropológica”; soy mestiza (supongo que como casi toda la
población del planeta, aunque no se asuma del todo), y el mundo no se termina de
integrar en este plano. Somos capaces de discriminar en nombre de una homogeneización pretenciosa y pretendida. Como el asunto no va a dejar de rondarme, escribí una ponencia al respecto de textos poéticos argentinos sobre pueblos originarios, migrantes internos, campesinado. Fue un inicio, sigo trabajando en ello.
Si bien “Formosa es irreal” en un punto y como dice uno de los versos, al mismo tiempo se refiere a cierta realidad social que se nutre de leyendas míticas (cada vez, menos, creo), y sufrimientos actualizados constantemente por el poder económico y político. La impertinencia brutal de la discriminación y el sojuzgamiento. Incomprensible desde la sensibilidad.
AB: En «Territorios», «la síntesis de nimios hechos cotidianos». ¿Cómo tracciona esa síntesis en tu poética?
CB: En ese libro fue específicamente buscado lo sintético y lo nimio como recursos de escritura.
Lo cierto es que la síntesis me parece bienvenida en la escritura de poesía. La síntesis y la condensación. Mi estilo va por ese camino. En la escansión necesaria se produce algo que quiero mantener de lo que no se termina de mencionar expresamente. No sé bien cuál es el mecanismo colaborativo con la producción de sentidos variados, diferentes. Sintetizar es paradojal, dicho así.
Intento, de esa manera, la polisemia que de lo contrario, si fuera por el lado de la explicación o largas descripciones, me llevaría a otro terreno, a quedarme en el regodeo discursivo de frases o versos.
AB: Tus inquietudes intelectuales están en el orden de la mistura con otras artes y los territorios de sentidos (pienso en un mundo íntimo kinestésico) corren por la realización y gestión de actividades culturales, participación en festivales, encuentros y la colaboración en revistas y suplementos literarios.
¿Cómo te abrís a estos espacios y cómo los vas habitando?
CB: Un temperamento proactivo y una necesidad de hacer, me llevan a las diferentes participaciones que mencionás. Por otro lado, vengo de trabajos y profesiones pragmáticos (e institucionales con su correspondiente burocracia). Por épocas, me gusta participar de actividades así. Aunque ahora, prácticamente, no. Sí me inclino por lo comunitario, cada tanto, cuando nos juntamos alrededor de un fogón de intercambio de lecturas, la participación vital, cuando se produce el desprendimiento de los egos. Lo opuesto, que lo hay, me aburre.
Ahora, si estoy concentrada en un libro, podría no salir a la calle por semanas. Me
gusta encerrarme a leer y escribir y pensar, mientras escucho música, o en total silencio.
No sólo escribo poemas. También importan mucho los afectos de la intimidad, compartir con ellos largas charlas y comidas. Por otro lado, menos mal que existen las redes sociales que articulan tantas de las cuestiones de la divulgación de textos y autorías.
AB: Sos abogada, tenés una Maestría en Escritura Creativa. ¿Qué aportan estos saberes a tu obra poética?
CB: Estudié varias cosas a lo largo de mi vida. He abandonado más posgrados que los que finalicé. Y cuando estudiás por necesidad intelectual o por curiosidad apasionada, algo se cuela en la escritura. Al mismo tiempo, lo anterior, se tensiona. Escribir implica poner a distancia cierto tipo de saberes que podrían obstaculizar, más que colaborar en el hacer.
La escritura se trata de invención así que no sé hasta qué punto terminan por servir ciertos saberes. Es un quehacer tan raro, si lo pensamos bien. Desde ya, no negaré la sofisticación de leer mucho y bien, ni el conocer sobre las herramientas literarias. Me refiero a eso de “creativa”, es un enigma, ¿no cierto?
AB: Mi última pregunta es una que, con ligeras variantes, repito de entrevista en entrevista. En «La muerte de la tragedia», George Steiner afirma (palabra más, palabra menos) que la poesía se ha vuelto un asunto privado esencialmente lírico y que, por lo tanto, se ha divorciado de la memoria histórica de los pueblos. Puesto en otros términos, la poesía es escrita y leída por poetas y quizá, también leída por alguna de sus amistades… Hace largo tiempo que el llamado «gran público» ha quedado fuera de este juego. Lo llamo a esto el «lazo perdido». ¿Qué sería necesario, en su opinión, para reparar en alguna medida esa pérdida?
CB: Conozco gente que gusta de la poesía y no es poeta. He visto el placer de quienes sin entender (supuestamente) nada sobre ella, han pasado por la experiencia benéfica de escucharla leer. Las personas entramos en trance, resurge la oralidad que le dio origen a este arte.
Hay algo de cierto en la pregunta, pero no totalmente. Investigando sobre la poesía china, tomé nota de la importancia de ella en ese pueblo. No solamente aquello de que los funcionarios de ciertas dinastías antiguas, tenían como requisito formal para ejercer su función, la de saber escribir poesía. En los hitos importantes de su historia, la poesía estuvo presente y de manera popular. Los poetas clásicos, los de la revolución roja y los contrarrevolución. Las mujeres, como siempre, solapadas por el sistema patriarcal en ciertas épocas, pero que, desde ya, la escribían. Pero, acaso, ¿esto se diferencia de cualquier otro pueblo? ¿No sucede lo mismo acá? Sarmiento era un escritor poético, además de lo otro, de la política, de una ideología criticable sobre el nativo. ¿No hay poetas que siguieron escribiendo adentro de los pozos de los torturadores en nuestra última dictadura militar? Bajo cualquier sistema alguien escribe poesía. Y alguien aparecerá a leerla alguna vez.
Y lo poético, como una fase mayor, se encuentra en todo arte. Decimos “sublime” como sinónimo de poético.
Lo del “gran público” podría ser otra discusión sobre la masividad, o aquello que puede parecer (o ser) de “elite”, y lo considerado “popular”. Con la variación epocal de esos significados.
La poesía puede ser encontrada por los niños y niñas que todavía no saben leer o escribir. No se divorciará de ellos como tampoco se divorcia de la memoria histórica de los pueblos. Es parte de ella más allá de sus formas estilísticas, puede estar en el himno épico de un Estado. O en el escritorio de una mujer cuando las “señoritas” no debían escribir y menos podían publicarla.
Formo parte con cuatro amigas más, de un club de lectura llamado “El Club de Alfonsina”. Leemos sus textos como los de otras poetas mujeres. En esos simples actos, la lectura de poemas se redimensiona en un efecto multiplicador. Pero, bueno, lo mío son sólo pequeñas conjeturas, sospechas sobre la inmensidad de la poesía. Tampoco sé cuánta gente haya que guste del cine como arte, de la fotografía como tal, y así sucesivamente.
¿A qué llamamos “arte”, qué tenemos en mente al debatir sobre el acceso a las artes? Sin ir más lejos, la lectoescritura masiva no tiene tantos siglos y tampoco los libros. Si nos referimos a un “público lector”, implicaría sólo a la gente que sabe leer. Nos obliga a contextualizar. Los poetas escribimos porque si no, nos faltaría el aire. Y la leemos por el mismo motivo. Y creo que seríamos muy capaces de ofrecer nuestra sangre, si a cambio se nos otorgara el don de escribir buenos poemas.
————————————–

Catalina Boccardo (1961) nació y vive en CABA. Publicó varios libros de poemas desde el 2011 y otros textos continúan inéditos. Editora de Poetripiados en Argentina. Sus poemas también se encuentran en múltiples revistas digitales y forman parte de antologías, así como su narrativa.
Fue invitada a numerosos Festivales, Encuentros y ciclos de lecturas.
Colaboró en oportunidades en La Nación Cultura.
Colabora con blogs de difusión de poesía y realiza reseñas literarias.
Editora desde Argentina para la revista mexicana Poetripiados.
Incursiona en el collage y la fotografía artística, y algunos de estos trabajos forman parte de sus libros y de obras de otros autores/as.
Co-coordina un taller de artes combinadas. Ha participado en convocatorias y muestras de Artes Visuales.
Abogada (UBA) de formación interdisciplinaria, ejerció principalmente en el área de
Violencia intrafamiliar. Dictó seminarios sobre la temática en varias instituciones.
Tiene también los títulos de Maestría en Escritura Creativa (UNTREF) y el de
Profesorado universitario (UAJFK).
Ex Miembro del Comité de Bioética de la SAU.
Ex docente en diferentes niveles de la Educación Formal.
***

Alejandra M. Boero (Rafaela, Prov. de Sta. Fe, Argentina, 1968). Comerciante, Profesora de Lengua y Literatura, escritora y editora de la revista «Gilgamesh: poesía y poéticas». Autora de los libros de poesía «Desarmadero» (inédito) y «Otomana» (en proceso). Ha colaborado con reseñas en las revistas «Cine y Literatura» (Santiago de Chile), «La Primera Vértebra» (Lima, Perú), «eXtramuros» (Montevideo, Uruguay) y en los Ciclos de Poesía y Festival de Literatura de 2017 a 2019 en la ciudad de Rafaela, Provincia de Santa Fe, Argentina.
SELECCIÓN DE OBRA:
De «FORMOSA» (Suri Porfiado, 2015)
1
morir de pena no es algo que mi familia haya permitido
la vida es una tristeza dura muchas veces
su coraza en círculos gira sobre el agua
ojos al ras
de yacaré sobreviviente
a lo sumo creemos en el temor de niñas marrones
niñas cantando cuando la ropa golpea las piedras
y resuenan cántaros al sol
donde se producen salvatajes
nuestras piernas a velocidad
la jornada de sed y de rodillas
el tin tín del jarrito
por allí bebemos sapos amarillos
inflan el estómago
con una astucia anfibia
muy personal
respiramos el nuevo día
2
un hombre cruza los tabiques
olor gallo
transpiración de la siembra
y la clueca (palabra nueva
abro los ojos como una nieta recién llegada)
sigue lombrices
me acerco
y me alejo
con un palito
y el solazo
pronto
viscoso
mandarina la piel
mitâkuña
jaiguyru kuarahy
(niña salgamos al sol)
a reptar frutos venenosos
no se te ocurra ponerlos en la boca
pero son una boca
la cara los hombros los brazos
hasta las patas y los picos
soban el aceite
4
de vaca luminosa
carne la noche
tus imágenes revolvían mi cerebro de ternera
el cordón untado en la pesadilla
dentuda me defendía
del meridiano rojo
a mordiscos
después lavábamos la sangre
5
tus cuentos
como la vaca exigida por su leche
me empujaban
pueblos de cañas
la doña que habitaba el humo
y un calor interminable de los grillos
por el sembradío
alguien ordeñaba
temía a las ubres
su leche grasienta
el día bravo empezaba con la aguja del sol
pero se derrumbaba con el agua
ácida de frutas
palpando la humedad
ser imaginario del bananal
vivía al fondo
la que predecía el futuro de las nietas
¿sabés que una vez las escuché a ella y a la abuela
hablando de mí?
¿sabés que entre los trastos vacíos y las botellas extrañas
supe quién iba a ser?
¿sabés? los pueblos son oscuros porque esconden palabras en otro idioma
¿y quién no conoce sus ánimas? después de muchas vidas todavía los pedidos de auxilio
algunos podemos abducir los becerros de sus madres
llevarlos al día seco y amarillo
de antes de ayer
del pasado
yo atisbé el camino de regreso en tus relatos que anunciaban la lluvia
lo aprendía de memoria
cada detalle debajo de las sábanas
sssshhhhhh estoy allí
De «EL PICO DE LOS PÁJAROS» (Barnacle, 2021)
ENCUENTROS
Acá no hay palabras que hablen de los pájaros,
hay pájaros.
El ronquido,
piar,
en medio de lastimeros fracasos
del vuelo,
nido primigenio
romperse un ala
o una pata,
caer,
este mundo no dará reparo alguno,
aves trastornadas,
mismo aire,
desfallecen en verano sobre el pavimento.
Yo encontré la salvación, un pájaro herido.
Pía, siempre pía de felicidad.
Alegre y profundo, ni siquiera encoge sus plumones ante la lluvia.
Y ella se habrá creído muerta pero tenía dos vidas:
la de la melancolía
y la hondura
de este repentino hogar.
***
Queremos acceder al vuelo.
Un deseo se asemeja a la dirección
hacia la cual nos movemos
y escapamos de la orfandad,
veloces.
Un pájaro herido. Un pájaro huérfano.
Sus plumas cambian cada día,
se eleva apenas puede.
La forma que toma eso amado,
hecho carne,
se sostiene con tu mano
al vaivén del viento.
***
Encontrar lo animal en lo humano,
lo humano en esa animalidad.
Puertas o tranqueras, candados
simbólicos. Se demuestra inteligencia
por los vericuetos
y la sensibilidad,
pata extendida,
dentro de ninguna jaula podríamos
ser endebles o tristes, sin morir.
***
Ésta es una crónica de sobrevivientes. De pájaros golpeados.
Cómo resuena el mundo en su aire y cómo podría escribirla.
Sin manos, cerebrito alado.
Este espacio real
entre seres vivos empujados
al borde.
Dónde termina aquello visto desde los límites del lenguaje.
La historia humana pasa por colapsos inentendibles.
La de las aves, seres memoriosos,
parte del recuerdo de cada una de sus caídas.
Seguiré preguntando: cuál lenguaje.
De «TERRITORIOS» (Del Dock, 2012)
1
abre un campo virtual
tu punta de obsidiana
flecha negra
la herramienta
la minería precolombina
el escalpelo
cinco veces más fino
tu cirugía de mis ojos
absorta miro a través
imperceptibles yemas
aguardan la penetración
de una frase
2
cuándo dioses saquearon
la intemperie de cuarzo
precisión milimétrica
teotihuacan
mensajeros
con permiso de construcción
bandera celeste de lino
y el esclavo de jade y de oro
maxilares divinos
la historia furibunda
teotihuacan
y aquella tribu ofreció mujeres
unión al invasor
a lo desconocido de tu lengua
4
escupo oráculos frente a tu puerta
DIANE DI PRIMA
despertás un millar de leguas
tu materia vital quieta
ahí apunto perezosa la mirada de pájaro hambriento
a nada podemos rebelarnos
ni ondularme dentro de tus brazos
quetzalcóatl de maíz
ilusorio
¿por qué tu pena?
¿por qué los escondites?
esos campos de tu abuela
la perenne
ojos de refugio
la del pelo en lluvia
puso el fruto azucarado tus encías
panes rojos del día de los muertos
un camino de ajíes y cebolla y frijoles
el baño termal
tu cuerpo son especies
mi cuerpo almíbar con una flor extraña
existen piel y glándulas
espíritus
dictan nuestros nombres
de arroz dulce
la carne de los puercos
y el augurio equivocado
pájaro y serpiente
frágiles se masturban
se tocan la pared del tiempo
resurrección sin salvarnos
la violencia de estar sagradamente vivos
De «COLLAGE» (En Danza, 2015)
“Trabajo en lo visible y lo cercano / –y no lo creas fácil– / No quisiera ir más lejos. Todo esto / que palpoy veo / junto a mí, hora a hora / es rebelde y resiste. / Para su vivo peso / demasiado livianas se me hacenlas palabras” Circe Maia
FIGURA UNO
las mujeres tienen sus piernas rotas
o se les cae un ojo y nacen flores diminutas
yo construí esas ideas
mis propios ojos suelen ser trampa
metal de la tijera
quién desea
una clave
en el fondo
quién puede humanamente astillar papel
reconfigurar aristas
matarse el centro
la física
desaparición por el corte
FIGURA TRES
hacer personitas lleva un tiempo considerable
cada mujercita es ella y es universal
les busco la vuelta
al acrílico
el papel
las tintas
aprieto el doblez con pegamento
pruebo
pienso
si las flores si el color rosa
un exceso
desnudos que prefiero cubrir
y las telas cambian de comportamiento
mecen o arrugan las texturas
falta esa experiencia con la máquina de coser
de las feministas
el horneado
y saber cómo cuidar aquello gestado durante meses
las personitas en este caso
nacen de pronto
por obra y gracia
una apertura de la cabeza
una palas atenea
no parece el mismo sufrimiento carnal
otra índole
el esfuerzo de nuestras manos
tocar nos reconstruye
o permite obrar al grito
o gritar durante la obra
FIGURA CUATRO
aparece una rara avis
su necesidad lleva a plasmar figuras
dignas de comprensión
al menos no carentes de sentido
siempre el mismo entuerto
qué digo
o qué no digo
encima
aquí las palabras huelgan
matan entre sí
el pico por el cual centrar el alimento
absorber la vida
lo dibujo con lápiz ni siquiera mencionable
más tarde el silencio
un entendimiento de otros planos
de varios lenguajes
KUSAMA y BACON
he visto a kusama en orgías
pintar el falo
una etapa de su arte
corriendo desnuda dentro de una multitud
(luego atraparon a la artista
que deseaba alguna vez ser atrapada)
nunca entendí lo suficiente
ir al extremo
otorgar un salvoconducto al cuerpo
esa guarnición no termina de romperse
frente a los ataques
no es matar o violar de manera directa
el material de la fotografía sobrevive
hasta que alguien logra su captura
como la pintura
o los golpes de la escultura
bacon sabía mucho de esto
se llevaba los pedazos y sus obras parecen frigoríficos
De «BAILAR» (GG, 2021)
Diálogo con Kazuo Onho
travestido:
tus mujeres lucen sombreros
y a esas flores les falta seguridad
máscaras blancas que nunca había visto arder
lloran y ríen
mórbidas
me tocan la nuca si intento bailar
y otro physique du rôle
sobre puntillas
del músculo
medias de nylon
chis-chis al tocar
(nosotras calzamos
nuestra propia vida)
tarso metatarso
contracciones
paren
los huesos
forma de flor
calcáreo jazmín
De (Inédito)
PUEBLO FANTASMA
En el brazo una fístula
la infancia rompe
el dolor rompe
los rastros de la vacuna
de la niña
con los dedos se cierra
un hueco
por las púas
El alambre separa el terreno
abre llagas de una pobreza
de allá, lejos
Naineck Naineck*
Esteros delgados
hedor
sapos intensos
se escuchan gritos
fantasmales
Una niña fantasma aparece
ni aquí ni allá
Lenguas
víboras
mboi, mboi, mboi**
Piso de tierra
y una docena de cerdos
y un idioma al que habría que limpiarle
la suciedad
las semillas
Un trapo, un desinfectante casero
El brazo herido con pus
Fragmento de las madres que migran
sobreviven, mientras otras quedan
y cada cual intuyó la tristeza
a través del aire
Naineck Naineck Naineck
Sin riesgos no habría una secuencia vital
no habría hijos o alimañas
De boca al mundo trasmigran
Que el brazo se pudra
las palabras se pudran
¿Se puede desinfectar el desarraigo
la melancolía abierta
un día agusanado?
Al otro día
cada madre
se cuelga
clava el clavel del aire
una jeringa
al árbol
respiro por ellas
para que les cicatrice
sus ecos inflamados
la pérdida y el monte
el auxilio