Ulises Paniagua nació en la Ciudad de México en 1976. Es narrador, poeta y dramaturgo, ganador del Concurso Internacional de Cuento de la Fundación Gabriel García Márquez, en Colombia (2019), y ha sido considerado en una antología, en Rusia, como uno de los más interesantes poetas contemporáneos de Latinoamérica.
Poetripiados tuvo la oportunidad de charlar con él y esto fue lo que resultó:
¿Cómo fue tu infancia?
Nací en la Ciudad de México. Tengo una familia numerosa; la familia de mi papá es de la Ciudad de México y la de mi mamá de un pueblo de Veracruz, de Rinconada. Tengo muy buenos recuerdos de mi infancia, era un niño bien portado, pero me gustaba Veracruz porque tenía mucha libertad.
Platícame del premio de Colombia.
El cuento lo escribí en un café por el sur, que es una casa que hizo Luis Barragán, en sus cimientos tiene lava volcánica, creo que se llama Tepetitlán. Ahí me senté, ya tenía la idea del cuento. Y por la tesis me metí ahí porque andaba caminando por el Pedregal, porque una de las novelas habla de la calle Fuego, y de pronto, como un acto asombroso, como estos asuntos fantásticos, apareció este lugar y de alguna manera, ya poniéndome muy metafísico, algo me impulsó a escribir el cuento ahí. A los dos días lo envié, y no tenía muchas esperanzas, porque no me ha ido tan bien en los concursos, desconozco por qué, no sé por qué he tenido mala suerte. Y un día estaba yo en un homenaje a Agustín Monsreal y justo cuando estaba en el escenario, me llegó un mensaje diciéndome que había ganado el concurso.
¿Cuánto ganaste?
Te voy a decir cuanto gané, que siempre me gusta hacer esa broma: gané 6 millones…
De pesos colombianos.
Exacto, de pesos colombianos… (risas)
¿Que equivale como a cuánto?
30 mil pesos.
Está muy bien, y disparó tu carrera, ¿no?
Sí, pero me incomoda un poco que a los autores se les vea por los premios. Yo escribía cuentos antes y después del premio, ya que la gente no los leyera, ya es su asunto, pero yo estaba ahí. Sí ayudan los premios, fue bonito, y me hubiera gustado ir a recogerlo.
¿No hubo vuelo? ¿Crees que les halla incomodado que ganara un mexicano?
No sé, no me invitaron a la premiación en Colombia.
¿Y a partir del premio, Silvia Lemus te invitó a su programa del Canal 22?
A Silvia Lemus no la conocía. Se me ocurrió mandarle un cuento que escribí dedicado a Carlos Fuentes. Es un cuento del 2011 que aparece en Patibulario, que es el primer libro que publiqué de cuento.
¿Quién te lo publicó?
Lo publiqué con Fridaura.
Con el Valdovinos. Acaba de cumplir años, por cierto.
Sí, cumplió 56 años (risas)… Está viejo. Y esto sí publícalo, “Ulises Paniagua quiso que quedara sentado en la entrevista que Valdovinos ya está viejo” (risas)…
Que Valdovinos es un anciano (risas)…
Sí, que ya entró a la tercera edad. Sí, con él publiqué y sinceramente a mí me ha costado mucho trabajo publicar. Soy un escritor feliz, pero si me pongo dramático al estilo José José, si he sufrido muchas desventuras y poca aceptación. Y las editoriales no me han abierto oportunidades.
Hay gente muy envidiosa.
Supongo que es eso. Te voy a decir una cosa que sí aprendí mucho, Fide: me decía Saúl Ibargoyen, “hay que manejar un perfil bajo”. Yo trabajaba y hacía mis cosas, pero sin que me notaran mucho porque yo sabía que cuando me notaran iba a haber gente a la que no le iba a gustar. Lo más importante para mí, siempre ha sido el trabajo.
Claro, que tu obra hable por ti, más que los premios y…
Los premios y los guayabazos y el compadrazgo. A final de cuenta, al paso de los años, la gente va a leer la obra, y es lo que va hablar por uno.
¿Pero cómo estuvo lo de Silvia?
Ah, sí, sí, yo le mandé el cuento y le dije: “Silvia, escribí este cuento para Carlos Fuentes”, hace mucho tiempo, Fuentes ya se había muerto; le gustó mucho y me preguntó si tenía más cuentos, entonces le mandé un PDF de una novela, le mandé otro cuento y ya no hice mucho caso, y la verdad no pensé que me fueran a llamar, a entrevistar. Y un día me habló el editor de ediciones Navarra, para comentarme que me andaba buscando Tratos y retratos, que le habían pedido mi teléfono a ellos, y ya, me dieron un teléfono para comunicarme con la asistente de Silvia Lemus.
Eso fue este año, ¿verdad?
Sí, fue apenas hace como dos meses, habrá sido en octubre, noviembre. Entonces fui con Silvia, a la casa de Carlos Fuentes…
¿Hace las entrevistas en su casa?
En mi caso fue en su casa. Me habló de Carlitos, me regaló un libro de él…
De su hijo…
Sí, que ya no está con nosotros. Era un chico muy talentoso. Eso sí me gustaría comentarlo, se ha hablado poco de eso, era un gran dibujante, Silvia me enseñó unos dibujos y un libro de poemas. Carlitos, a diferencia de Carlos Fuentes, era más cercano a los Beat, como una onda más transgresora, menos formal. Y ahí me entrevistó, y después dijo que le gustaba mucho lo que escribía, y que le parecía un escritor en el cual no se había reparado mucho, y que valía la pena promover mucho más mi obra, esas fueron sus palabras, y dijo que iba a hacer, no solo un capítulo o dos, sino que incluso tres capítulos de la entrevista.
También leí que Alberto Chimal dijo que te consideraba la sorpresa literaria de tu generación, ¿no?
“Uno de los secretos mejor guardados de la literatura mexicana” … Pues ya no me guarden tanto, ¿no? (Risas)… Ahora sí que por mí no ha quedado, se oye muy heroico, pero…
Está bien, Ulises, porque ya estás saliendo y estás muy chavo todavía, tampoco eres un viejito como Valdovinos…
(Risas)… Tampoco está tan mal. A lo mejor me va a tocar ser una especie rara, como Amparo Dávila, Francisco Tario; tal vez mi destino sea así, luminosamente trágico… (risas)
Hay que aprovechar lo que te está pasando ahorita, que es muy bueno.
Sí, hay que vivirlo. Yo agradezco que a mis 44 años, siento que he vivido como 4 o 5 vidas y tengo muchas caras de lo que he escrito, tanto lo transgresor, como lo formal, como lo fantástico, el terror, la poesía social, poesía que se preocupa por la estética…
Ulises Paniagua posee dos posgrados en la especialidad de imaginarios literarios. Es autor de dos novelas, siete libros de cuentos y cuatro poemarios. Ha sido publicado en la Academia Uruguaya de Letras, en España, Italia, Perú y Venezuela. Su obra ha sido traducida al inglés, ruso, checo e italiano.
¿Quiénes son los grandes narradores vivos mexicanos?
Me han preguntado últimamente y lo he pensado mucho; bueno, vivos no, pero quiero poner Amparo Dávila, creo que es una autora que hay que leer y releer y estudiar. Me gusta mucho Mario Bellatín, me parece muy interesante francamente. De Enrique Serna me gusta el humor, me parece el Ibargüengoitia contemporáneo. Serna me genera mucha simpatía, creo que escribe verdades que no se mencionan mucho. De Héctor Carreto, que ya lo entrevistaste, me gusta que sea irreverente y que tenga sentido del humor en un mundo tan solemne. La literatura mexicana es rara, a Carreto le dan el Aguascalientes por Coliseo, cuando realmente su mejor libro es El testamento de Clark Kent y no digo que Coliseo sea un mal libro, es muy bueno, pero Testamento me parece más necesario y original y es probablemente el libro con el que identificamos más a Carreto en este momento; y es un gran conocedor de la literatura grecolatina. En México pasa mucho que se les reconoce tarde y por libros que ya no les corresponden, eso pasa también en los Óscares. Se lo dan por trayectoria, tal vez, cuando la obra con la que lo están premiando ya no es la gran obra. Alguien me dijo, no sé si sea cierto, que el Nobel te lo dan por un libro, por obra, entonces a a García Márquez le dieron el Nobel por Cien años de soledad y a Milan Kundera lo propusieron con La insoportable levedad del ser.
¿Y a Paz?
Yo creo por Piedra de sol.
No me entra Piedra de sol.
O tal vez por El arco y la lira. Yo no soy muy partidario de Paz, y la otra vez leyendo El arco y la lira reconozco que es un ensayo bien interesante, si tomamos en cuenta que se escribió en 1955, estaba muy avanzado, y realmente lo que hace Paz no es nada del otro mundo, lo que hace es juntar todas las teorías que él había leído y ni siquiera les da crédito a los autores, ahora estaría muy mal visto eso porque no pone citas. Pero más allá de eso, El arco y la lira y La llama doble, son grandes ensayos. Yo pienso más en Paz como un ensayista, muchos se van a ofender con eso.
Sí, yo también. ¿Crees que existen escritores más privilegiados que otros, con más oportunidades, aunque no sean los mejores escritores?
Sí, pero eso ha ocurrido en todas las épocas, es algo muy humano. A mí me llaman la atención dos casos: el de Miguel de Cervantes Saavedra, que quería ser reconocido como poeta, pero Lope de Vega era el poeta máximo, y Cervantes se esforzaba por estar en el círculo y nunca fue reconocido como poeta, pero a la larga, creo que El Quijote, más allá de que Lope de Vega sea extraordinario, El Quijote lo sobrepasó con mucho. Otro caso es Borges, nunca le dieron un premio Nobel.
¿Tú crees que se debe separar la obra del personaje o del escritor?
Yo creo que sí. Por ejemplo, lo de Bertolucci, El último tango en París, cuando supe de la violación, me decepcionó mucho. Entonces no sé, con algunas figuras se han empeñado en atacarlas más que a otras. Por ejemplo, Borges fue ultraísta en su juvetud, salía a pintar grafitis en las bardas en las noches.
Puede ser que al final de cuentas, la gente sea quien te construya, ¿no?
Sí, un ser humano es la construcción que él hace de sí mismo.
Hablando más de ti, ¿qué te influye más a la hora de escribir?
A mí me interesan dos temas, los libros, lo fantástico y el barrio y las personas, entonces tengo una parte como antropológica sociológica y una parte literaria fantástica, a veces me siento dividido en dos, y a veces siento esa especie de desdoblamiento pessoano, lo cual no me molesta porque he aprendido a convivir con eso.
¿Y todo el tiempo estás trabajando?
Yo creo que todo el tiempo estoy trabajando en mi cabeza, lo cual no es tan sano, te vuelves muy neurótico, y es insoportable, hay que pensar en otras cosas aparte de los libros, en la vida, en la felicidad. Pienso en la locura de Silvia Platt y de Cervantes, la vida se te va complicando por el simple hecho de ser escritor, uno no lo creería, ¿no? Escribir es una apuesta, cuando escribes te expones. Decía Borges: “Que me disculpe Víctor Hugo porque no he sabido comprenderlo”. No podemos tener todos los mismos gustos.
Sería la locura si a todos nos gustara lo mismo, así estamos bien. ¿Qué proyectos tienes a futuro?
Tengo muchos proyectos, Fide, me voy a volver loco. Ya acabé de escribir una novela que es el inicio de una trilogía, que tiene que ver con un personaje que se llama Julio Jorge Cronos, como homenaje a Cortázar, Borges y al tiempo; el personaje es un poeta que va a resolver misterios literarios, por casualidad. Y otra novela barrial que se podría llamar Esta es una novela chaca, que va a defender a toda esta cultura chaca que tiene que ver con la marginalidad y la pobreza. Y la tercera es una historia de patinetas, de dos jóvenes que les gusta patinar, que es una actividad muy subversiva y muy interesante. Y unos libros de poesía que ya escribí, Fabulación del amor, donde defiendo al amor, porque el amor, aunque se vuelva a ver de mil maneras en cada generación, no termina de asombrarnos…
Sí, hay que rescatarlo porque está muy… ha perdido mucha intensidad y mucho valor.
Claro. Yo acudí a un taller donde se decía, “no hay que hablar de amor, hay que mencionar otra palabra”. ¿Y cómo digo amor?, ¿de qué forma puedo hablar del amor sin decir amor? Hasta ahora no lo he descubierto.
Hagámonos el propósito de encontrar un sinónimo de amor, o cómo hablar de amor sin decir amor.
Vamos, entre todos los escritores, a proponer una nueva palabra.
Queda de tarea para todos los creadores, la propuesta de Ulises, ¿cómo dices amor sin decir amor?