Angélica Santa Olaya, nació en la Ciudad de México en 1962. Es poeta, escritora, historiadora y maestra de creación literaria en minificción, cuento y haiku para el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBAL). Es egresada de UNAM, ENAH y SOGEM. Ha sido publicada en 130 antologías internacionales de minificción, cuento, poesía y teatro, así como en diversos diarios y revistas en América, Europa y Medio Oriente. Homenajeada en mayo de 2015 por la Universidad Autónoma del Carmen en Campeche, durante la Feria Nacional del Libro de esa ciudad.
-¿Qué es la poesía?
Es una espiral de palabras donde la emoción de autor y lector se deslizan en un ciclo tan largo como el posible número de lecturas. Es un árbol azul en el que nos reunimos a hablar del dolor o del hálito enfermo que emerge del mundo, diría mi maestro Saúl Ibargoyen. Es el ave cuyo vuelo refresca y alimenta el espíritu de los amantes de la belleza, diría Rabindranath Tagore. Como toda bella arte, es nutrimento del alma. La clave está en dos elementos: la emoción y la belleza. La belleza conmueve. Cuando me preguntan: ¿Para qué sirve la poesía? Les pregunto: ¿Para qué escuchas música? La que sea, la que más te guste. Casi siempre responden: Porque me gusta esa melodía o esa canción. Y vuelvo a preguntar: ¿Por qué te gusta? Y ahí caen con la palabra mágica: Porque me hace sentir alegre o triste; según el caso o estado de ánimo. Y ahí respondo: La poesía sirve para sentir. Todo se reduce a la emoción. ¿Por qué nos gusta La Piedad de Miguel Ángel o La noche estrellada de Van Gogh? Porque esa belleza nos emociona. Tuve oportunidad de ver de cerca los girasoles de Vincent en el museo D’orsay y esas pinceladas gruesas, cargadas de pintura reflejando emoción, me hicieron llorar. De modo que la poesía es emoción convertida en bellas palabras que, a su vez, provoca emoción. Es la resonancia del alma con la palabra, diría Bachelard.
-¿Crees que exista elitismo en la literatura en general?
Por supuesto. Es un fenómeno que no puede negarse. El oficialismo es elitismo. Hay grupos, no sólo oficiales, muy definidos y conformados que difícilmente abren sus puertas a quienes no pertenecen a él. Es un mal de siempre, de la historia de la literatura en general, porque es la historia de la humanidad. El humano es así. Tiende a formar celosas cofradías que soslayan, ignoran, excluyen, invisibilizan e, incluso, ponen obstáculos a otros para andar el camino. Son como familias donde los miembros se ayudan unos a otros en el círculo de sus particularidades y objetivos. Parte de esta exclusividad tiene su base en los privilegios de que gozan algunos de estos círculos por parte de la cultura oficial, así como en un sistema de intercambio de favores al que no todos los no pertenecientes a esos círculos -oficiales o no- tienen acceso por no tener algo que intercambiar: Una publicación, una inclusión, una invitación, un libro, una reseña, una recomendación, etc. Yo te doy, tú me das. Tú me invitas, yo te invito. Todo se reduce a poder, diría Foucault. El poder de decir quién sí y quién no, al menos; que no es poco. Si no perteneces a un círculo y no eres editor, o no estás a cargo de una revista, o de algún evento trascendente, si no diriges algún espacio cultural estás prácticamente fuera y tendrás que luchar con mucho ahínco y perseverancia para hacerte un lugar en la literatura. Tú, tus letras y el tiempo que todo lo decanta.
-¿Cómo fueron tus inicios en la literatura y cómo fue que te convertiste en escritora?
Aprendí a leer a los cuatro años, gracias a una abuelastra que había sido maestra y que, cada vez que nos visitaba, me sentaba con un libro para aplacar un rato mis travesuras. Así comencé a leer los cuentos de los Hermanos Grimm, Hansel y Gretel, Rapunzel, que me despertaron la imaginación y, más tarde, Mujercitas. Jo, la hermana que quería ser escritora era mi heroína y yo quería ser como ella. Antes de entrar a la primaria ya sabía leer y escribir. Las maestras se desesperaban conmigo porque me aburría en clase. En mi casa siempre había libros porque mi padre leía mucho. Recuerdo haber leído algunas páginas de Archipiélago Gulag y poesías de Sor Juana Inés de la Cruz. En mi casa había problemas muy graves y la literatura fue siempre un remanso para mí, una tablita de salvación. Cuando las cosas se ponían difíciles, me encerraba en mi habitación y me iba a otro mundo leyendo. El mundo afuera podía caerse, pero yo estaba a salvo en ese mundo de palabras. A los nueve años escribí mi primer cuento, una noche muy triste, sentada bajo un árbol de Navidad del que colgaban figuritas de madera. Imaginé una historia donde esas figuras eran los personajes. Debo decir, también, que fueron lecturas inolvidables de mi niñez las historietas La familia Burrón, El Memín Pinguín, La pequeña Lulú, Periquita, Los Agachados. A mi familia le hacía gracia que me gustara esta historieta por ser política. Creo que ahí me nació el interés por los sucesos sociales de mi país. Me gastaba mis domingos en estos cuentos, como las llamábamos, o las pedía prestadas. En la secundaria leí a Neruda y su Poema Veinte que aparecía en la antología del libro de Español, en un apartado con hojas azules. Neruda me hizo desear ser poeta. Todavía conservo ese libro y el de Mujercitas. Un libro que me marcó fue el Demian de Hesse. Es un libro al que vuelvo y que he dado a leer a alumnos jóvenes con problemas en casa. El que quiere nacer, debe romper un mundo. Si te cae el veinte de la frase, ya la hiciste. Puedes comenzar a salir de un círculo vicioso y dañino, tal vez. La Literatura salva. A mí me ha salvado.
Seguí escribiendo cuentos y poemas y a los 18 años me gané el Premio de Cuento Breve del Diario El Nacional, en 1981. Cobré mi lana, me la gasté con mi novio y seguí con mi vida sin poner demasiada atención al hecho; aunque seguía escribiendo. Fue hasta 2004 cuando gané el Premio de cuento Infantil Alas y Raíces a los Niños cuando dije: Ah caray, creo que sí puedo intentarlo. Fue una gran alegría porque el jurado fue Francisco Hinojosa a quien admiraba, y admiro, y Bertha Hiriart. En ese momento comencé a tomarme en serio esto de intentar ser escritora. Y aquí estoy, intentando.
–¿Cómo ves el futuro de la industria editorial en México?
Bueno, no soy editora, nunca he estado involucrada en estos menesteres. Pero, como escritora, lo que veo es que las editoriales grandes, de renombre, no están muy interesadas en dar a conocer a escritores nuevos. No quieren arriesgar su negocio, lo cual lleva a un reduccionismo mercantilista que no vela por la calidad, sino por la cantidad de libros comprados y esto depende de todo un sistema de marketing basado en el bestsellerismo escrito por personas que pueden ser famosas, pero no necesariamente literatos de calidad. Si no eres un escritor famoso -entiéndase por “famoso”, una persona con muchas ventas y apariciones en medios de comunicación y renombre oficial o canónico- no te pelan. Yo tuve una muy mala experiencia con JUS cuando me publicó mi novela Bajo la Sombra del Encino. Realizaron una sola presentación en las oficinas de Donceles y nunca más hubo promoción alguna. La encargada de publicidad en ese momento quería que yo le compartiera mis contactos de medios cuando se suponía que ella debía tener una agenda. Luego me pidieron que les proporcionara una lista de Ferias de Libros donde pudiera ir pagando yo misma mi pasaje y viáticos. Y, el colmo, que dirigiera un Círculo de Lectura basado en publicaciones de la editorial de manera gratuita. Absurdo e indignante todo. Terminamos muy mal. Sólo una vez me dieron regalías y la segunda vez que las pedí, me dijeron que yo les debía dinero. Maltrato total. Los escritores estamos muy desamparados a ese respecto, porque ¿cómo compruebas que se han, o no, vendido libros cuando, además, ellos no hacen el trabajo de difusión que les corresponde? Muchos de nosotros, además de escribir, nos promocionamos, conseguimos presentaciones, hacemos flyers, vendemos libros, etc. Hay que ser muy necio para estar en esto.
Es preciso decir que quienes están haciendo un trabajo muy importante en México son las editoriales independientes que, con pocos recursos, hacen un trabajo de edición, publicación, distribución, promoción y venta, mucho mayor que algunas editoriales grandes, creando un movimiento que permite, a los escritores que, como yo, no pertenecemos a ninguna élite, ser conocidos y leídos. A veces con excelentes resultados. Puedo mencionar a La Tinta del Silencio y a Eterno Femenino Ediciones en las que he publicado poesía, cuento y minificción con muy buenos resultados de difusión y venta. Es gente que hace su trabajo con mucho compromiso y amor a la Literatura y a su oficio. Ahora están surgiendo algunas otras que prometen un serio trabajo editorial como Voz Lírica de Hortensia Carrasco. Hay muchas otras más.
-¿Te has sentido alguna vez relegada por ser mujer en el ambiente literario?
Sí, varias veces. Hay colegas que te miran con desprecio y condescendencia. Creen que el hecho de ser mujer equivale a escribir mal. Existe quien no te publica porque no quisiste dar a cambio tu cuerpo o algún faje. Un editor me prometió publicar mi novela a cambio de convertirme en su amante. Otro echó a tierra la publicación porque, luego de dos horas de excelente plática literaria, me preguntó si era casada y dije que sí. En su mirada supe que no me publicaría y así fue. Un profesor, ya fallecido, en la Escuela de Escritores de SOGEM, me dijo, por defender a una compañera a la que estaba dando de baja, luego de un aborto no deseado, por no ir a tres clases consecutivas: “No sé para qué se meten de escritoras si se van a embarazar”. Esas fueron sus palabras y nunca las voy a olvidar. A ella, por supuesto, la reprobó y a mí me cobró la defensa en la calificación final. Si hubiera aceptado algunas proposiciones indignas hoy tendría más libros de los que tengo ahora. Pero son eso, indignas del respeto que como personas y escritoras merecemos e indignas del respeto que merece La Literatura.
Para muestra, el botón de hace algunos años en que se promovió un curso de Creación Literaria, organizado por una importante instancia gubernamental, conformado sólo por hombres escritores porque “no había escritoras disponibles”. Muchas escritoras nos manifestamos en redes. Como resultado de ese escándalo surgió el Mapa de Escritoras Mexicanas Contemporáneas, con la finalidad de difundir y visibilizar a las escritoras mexicanas cuyos nombres no son canónicos. Es increíble, a veces, el grado de machismo existente en el medio literario mexicano. El proceso de visibilización es lento y difícil, pero hay que insistir. Lo conseguido hasta el momento en materia de derechos femeninos se ha logrado a lo largo de muchos años. Apenas poco más de un siglo, para conjurar un maleficio de dos mil años, es muy poco. Habrá que tener paciencia.
-¿Qué piensas de las aplicaciones de inteligencia artificial? ¿Es válido utilizarlas para escribir?
Sinceramente, me asusta todo esto de la IA y los usos que pueden dársele. Creo que el humano se está metiendo en camisa de once varas de la que después quién sabe cómo saldremos. Hace poco leí por ahí un “poema” escrito con IA. Era muy malo. Hasta daba risa de lo malo que era. Estoy convencida de que el espíritu humano no puede ser reproducido. Puede haber programas que, de manera sistemática, reúnan conocimientos y datos, pero la emoción requerida a las bellas artes, no sé si algún día pueda ser igualada por una máquina. No satanizo. Los avances tecnológicos nos han obligado a adoptarlos de manera vertiginosa y habrá que asomarse a ver de qué se trata para no ser ignorante. Pero, de ahí a utilizarlos para reemplazar la escritura de un humano en la literatura, hay un trecho. Yo no pienso hacerlo. Quizá como banco de datos pueda ser útil, pero sustituir el arte humano por arte IA, me parece, además de arriesgado, poco auténtico y falto de, como dije, ese espíritu que los humanos vertemos en lo que hacemos. Esa chispa emocional que es el fin último de la literatura. Pero para todo hay gustos. Por lo pronto, la IA va a dar lugar al desempleo de personas y a una proliferación de productos de dudosa autenticidad.
-¿Cómo es un día ordinario en tu vida?
Muy normal. Soy una persona muy común que se despierta, desayuna, realiza quehaceres domésticos, atiende asuntos familiares, convive con sus amigos, a veces cocina, etc. Y se duerme muy tarde. Soy nochera. A veces me dan las dos de la mañana leyendo o escribiendo. Pero no tengo horarios ni patrones para escribir. No me gustan los esquemas inflexibles. A veces cocinando, caminando en la calle o comiendo un helado en el parque me surge una idea para algún cuento, minificción o poema. A veces sucede leyendo un libro, viendo una película o escuchando música. Una vez que surge la idea entonces sí hay que sentarse a escribir. Si no puedo hacerlo en el momento, escribo la idea principal en un papel o en el teléfono para que no huya y, en cuanto puedo, me siento frente a la máquina. Me gusta nutrirme de otros géneros literarios y extraliterarios. Hay una interconexión entre todos los géneros artísticos y en la vida cotidiana misma. ¿De qué hablamos los escritores sino de todo lo que nos rodea? Solamente hay que estar atentos para observar y encontrar la llave que dispara la creatividad.
-¿Existe una buena crítica literaria en México?
Hay algunas personas como Eve Gil y Evodio Escalante a quienes respeto porque tienen una trayectoria que les otorga argumentos y autoridad. Pero abundan los elogios entre amigos de los que hay que prevenirse. Sobre todo, creo que, antes de preocuparnos por la crítica literaria, deberíamos preocuparnos, como escritores, por la autocrítica, cuya carencia, muchas veces, es evidente al publicar. Si no nos autocriticamos, ¿cómo podemos decir que tal o cual crítico es bueno o malo? Creo que la crítica debe comenzar, de manera responsable y honesta, en nuestra propia máquina de escribir y por propia mano. Yo doy cursos de poesía y narrativa y es bien común que las personas no gustan de ejercer la autocrítica ni de aprender de qué va la Literatura. Para escribir literatura hay que saber de qué se trata, qué la caracteriza, cuáles son sus elementos y herramientas esenciales. Es lógico que a nadie nos gusta ver lo mal hecho en nuestros textos, pero luego eso mal hecho, no revisado, no corregido, no trabajado, sale a la luz en la publicación, que hoy es demasiado fácil en las redes. Y luego estamos ahí, despotricando de los críticos cuando no hemos tenido el valor de hacerlo nosotros mismos.
-¿Para qué sirven los encuentros literarios?
Para escuchar a tus compañeros y ver cómo va el asunto. Para nutrirte de ellos cuando es posible. Para crear lazos que pueden ser amistosos o productivos, literariamente hablando. He tenido experiencias enriquecedoras en ambos sentidos en algunos encuentros. Otros pueden ser nefastos, dependiendo de quién y cómo los organice. A veces son sólo pretexto para divertirse, beber, comer y conocer lugares. Particularmente, a mí lo que me gusta de los encuentros y lecturas presenciales es poder mirar el rostro de las personas que te escuchan mientras lees. Es interesante ver su reacción, ya sea gestual, corporal o auditiva. ¿Sonríen, fruncen el entrecejo, se incomodan moviéndose en la silla, tienen cara de aburridos, resoplan, aplauden? Es un termómetro que te dice qué tanto estás moviendo emociones. Cuando el lector te lee en la privacidad de su espacio, lejos de ti, no es posible saber eso. Yo me inventé un álbum en Facebook que se llama: ¿Qué te pareció? Ahí posteo los comentarios de los lectores que me hacen llegar su parecer. Creo que poner atención a los lectores es justo, aunque lo que escribas no esté determinado por complacerlos. Si una persona compró tu libro y te leyó, es justo publicar su opinión. Sin ellos, sin los lectores, no cerramos el círculo.
-¿Qué proyectos tienes en puerta?
Tengo tres proyectos. El primero, presentar mi libro Morfología de la Sed, ganador de la Mención Honorífica para México del Primer Certamen Internacional de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz 2022, promovido por Arte Poesía por la Paz y la Asociación de Escritores de México. Ya tengo los libros en mis manos, sólo estoy esperando la respuesta del INBAL para otorgarme espacio. Este es un libro muy importante para mí, pues lo escribí en 2011 estando fuera de mi país. Lo trabajé diez años y es una satisfacción muy grande este premio, pues la estancia de seis años fuera de México, en Medio Oriente, fue muy difícil para mí. Esa experiencia está plasmada ahí. El segundo es publicar, el próximo año, un libro de prosa poética o minificción o relato; no sé qué será y no me interesa, llamado Alas del Sueño, al que también tallereé durante diez años. El tercero es publicar una antología de minificción de los alumnos de mi Taller de Minificcción que está conformado por exalumnos del Curso de Minificción Creando Brevedades que he impartido en diversos lugares de la República Mexicana. Llevamos trabajando seis meses y tenemos proyectado tener la antología lista para enero o febrero del próximo año. Los alumnos están muy emocionados, y yo también, porque será mi primer fruto en papel como maestra de Creación Literaria. Finalmente, seguir tallereando dos libros inéditos que tengo archivados y que aún no están listos para ver la luz.
Ha sido jurado en diversos concursos literarios a lo largo del país. Es autora de Habitar el tiempo (Editorial Tintanueva, México, 2005); Miro la tarde (Editorial La Rana, Guanajuato, 2006); El Sollozo (Ed. Tintanueva, México, 2006); Dedos de agua (Ed. Tintanueva, México, 2006); El lado oscuro del espejo (Editorial La Bohemia, Argentina, 2007), Del aprendizaje del aire (Editorial Fivestar, Brasil, 2009), entre muchos otros títulos. Participó en el Primer Recital Hispano-Árabe de Poesía de la Feria Internacional del Libro de Abu Dhabi 2015 y del evento internacional Poetic Heart 2015 y 2021, Poesía por la paz, representando a México, en Dubai. Traducida al rumano, portugués, inglés, italiano, catalán y árabe.