Luis Manuel Pimentel nació en Barquisimeto, Venezuela, en 1979. Es escritor y editor. Estudió la Licenciatura en Letras en la Universidad de Los Andes en 2004; Magister en Literatura Iberoamericana en 2012, y es estudiante de Doctorado en Estudios Literarios por la Universidade da Coruña, España. Resultó ganador de la I Bienal Nacional de Literatura “Rafael Zárraga” en Venezuela, con el poemario Esquina de la mesa hechizada, en 2015. Es director de la Revista El Signo Invisible (elsignoinvisible.com) y del sello editorial Fuego Blanco Ediciones. Edita la Revista Literaria Filigramma.
-¿Qué es la poesía?
Hay un encuentro con ella o ella se encuentra con uno. La poesía se revela en las cosas, en el tránsito de esas cosas. Es darle forma a las palabras que aparecen en la mente, como si uno fuera un médium de una idea que tiene ahí en la cima del cerebro que explora, a veces espera y otras veces no. La poesía es una fuente inagotable, inacabable, en el decir y darle rienda suelta a la conexión entre el ser y la palabra. Entonces se unen palabras y salen los versos desde una sustancia mística, por más vagabunda o iniciática que sea, se construye para hacerse lectura, espejo de lo que se es; traducción de ese mundo mental en como creemos comprender la vida.
-Cuéntanos un poco sobre ti, ¿cómo era tu vida en Venezuela? ¿Cómo llegaste a Puebla?
Antes de ir a Puebla vivía en una ciudad que se llama Barquisimeto, allí trabajaba en la Universidad Centroccidental “Lisandro Alvarado” como profesor de semiótica visual en el Decanato Experimental de Humanidades y Artes. Y bueno, ya todos sabemos lo que pasó con la economía venezolana, y llegamos al punto que lo mejor era moverse porque el sueldo y cualquier rebusque ya no alcanzaba para mantener la casa. Hubo la oportunidad de viajar a México. Primero se vino la mamá de mi hija y mi hija, a los cinco meses llegué yo. Antes quise dejar cerrado de la mejor manera mi capítulo como catedrático en la universidad, lugar que fue un gran impulso para soñar, pero la bomba político social terminó lanzándonos como migrantes a una ciudad volcánica.
-¿Cuál es la situación actual de la cultura en Venezuela y qué diferencias encuentras con México?
El éxodo ha dejado a Venezuela a media marcha en el campo cultural, sin embargo, es muy difícil que un país se borre culturalmente, porque la cultura tiene una amplia profundidad. Venezuela es un país culturalmente rico y variopinto. Hace rato estaba haciendo un cartel para publicitar un libro y coloqué la palabra Venezuela, y me quedé frente al computador pensando en Venezuela, pero como un acto casi poseso, veía las letras y me decía, pero que bonito es el nombre de Venezuela, y pasó de ser un cartel a un encuentro ontológico con su significado.
Venezuela y México tienen mucho en común. Siempre hemos sabido que México es como el primo mayor de Venezuela, y culturalmente hemos consumido mucha cultura mexicana industrializada, desde sus cantantes clásicos de rancheras, las películas del cine de oro y del actual, las telenovelas baratas, la literatura buena o mala, la música para despechados o el nuevo corrido, y así como veo que llega México hasta Venezuela, también veo, quizá un poco más tímido, la influencia venezolana en México. Eso no quiere decir que no exista y más ahora con tantos venezolanos viviendo en México, sino que hay una fusión interesante entre dos cuerpos geográficos de padres distintos, pero de una sola madre. También veo otras dimensiones, sobre todo en la conexión de ritos y manifestaciones simbólicas entre etnias; por supuesto que es más fuerte y potente en México por la diversidad y la influencia azteca, solo que sí veo vasos comunicantes entre estas formas ancestrales de manifestaciones culturales.
-¿Cuál es tu opinión sobre el papel de la literatura en la sociedad actual?
La literatura es como esa gran capa invisible que nos da el uso de la palabra y el empeño por insistir en un oficio de culpas propias y ajenas. Al mismo tiempo es el gran catalizador de lo real, de lo ficticio, de lo comprensible y lo incompresible. Pienso en la literatura moderna y posmoderna como un manto asfáltico donde las culturas se repelen y se parecen, un lugar común de las sociedades donde la mejor documentación de las cosas sucede a través de ella.
-¿Crees que los escritores tienen una responsabilidad social en su obra?
Cada quien tiene en cierta medida un compromiso con el lector y eso ya lo hace social, pero también depende del lector lo que le guste consumir, por eso es difícil cuestionar esa responsabilidad, porque no necesariamente es lectura formativa, puede ser recreativa, ociosa, elevada, sucia, erótica, hermética, y habrá para todos los gustos. Mientras haya lectores la literatura hace su parte.
-¿Quiénes son los protagonistas de la poesía mexicana?
Te voy a nombrar lo que más he leído por una u otra razón, sin que eso sea un patrón válido, sino por mera curiosidad como lector y por deformación académica: Juan Rulfo, José Emilio Pacheco, Sor Juana Inés de la Cruz, Mario Bellatín (aunque nació en Perú, es mexicano), Octavio Paz, y se me hace muy bien leer al poeta actual José Eugenio Sánchez.
-¿Crees exista solidaridad entre poetas?
Eso no lo dudo, aunque tú sabes que siempre en el medio hay uno que otro que te da la zancadilla, pero de ahí no pasa, porque naturalmente ese poeta se aleja. Creo que los poetas venezolanos y mexicanos son solidarios por principio. Puede que ahora con este asunto de las divisiones políticas se marca cierto patrón, pero, sin embargo, la verdadera poesía transciende esos límites mortales. Si hay una noción de hermandad y cariño por el oficio; eso ya los hace auténticos. Siendo optimista, siempre triunfará el bien del poeta, porque como leí el domingo de Jodorowsky: “¡Ten valor poeta! Los pájaros vuelan sin temor de chocar contra la tierra”.
-¿Cuáles son los temas más recurrentes que tocas con tu poesía y a qué hora escribes?
Es complejo porque no es un solo tema, sino muchos que van apareciendo, solo que con el tiempo me he dado cuenta que sí hay un punto en común entre unos poemas con otros y es el tránsito. Está revelado como en calve de crónica poética, como si el verso se convirtiera en una flecha que apunta y que parece no llegar a ningún lugar, pero llega o se desvanece en el trayecto. Mi primer libro de poesía fue sobre la idea de las figuras; el segundo sobre recorridos y ciudades; el tercero sobre el nacimiento de mi hija y el sueño de tenerla en mundos imaginarios; el cuarto sobre el amor; el quinto sobre Venezuela, y tengo otros inéditos que tratan de otros temas. Me resulta difícil centrarme en uno solo. Cuando ando bien y equilibrado, empiezo a escribir de 4:30 a 5:00 am.
-¿Cómo se podría lograr que la gente lea más poesía?
Si el gobierno le metiera bastante billete a la poesía se podría lograr una expansión mayor de lectores, haciendo festivales, editando libros a bajo costo o de entrega gratuita, haciendo promoción especial de poetas. Si el gobierno apoyara a los poetas con la seguridad social y dándoles trabajo (pero no como voluntarios, sino trabajo donde ganen y tengan un buen sueldo) con talleres, clases, charlas, foros, seminarios, en espacios públicos y privados, presentaciones de libros, haciendo su labor socio-educativo, creo que esa fuerza incentivaría la lectura de poesía. Tú te preguntarás, pero, ¿cómo se logra? Y yo te digo que no habría una mejor guerrilla que tener a miles de poetas en acción educativa, tanto porque ellos lo necesitan, como los potenciales lectores. Un poeta bien tratado es un ser agradecido y buscará la forma de hacer entender su propósito en la formación de lectores. Creo que la inversión económica y humana será inversamente proporcional a la dimensión que se quiera construir en los lectores y la sociedad.
-¿Qué opinas de la Inteligencia Artificial? ¿La usarías para escribir?
La he visto y de curiosidad me he puesto a jugar con ChatGPT, pero creo que hay una separación violenta entre ese rollo de los algoritmos y sus miles de posibilidades, en contraste con la sensibilidad humana, que es a fin de cuentas irremplazable. Hay algo muy distinto entre la poesía de prefabricación artificial y la poesía que emerge de un ser conectado con otra dimensión. Nos tocó ver cómo se abrió un nuevo paradigma para aquellos que venimos cabalgando en la poesía de escritura tradicional y la cibernética, permitiéndonos ampliar el horizonte y buscar respuestas en otros meollos del lenguaje. De la Inteligencia artificial podrán salir miles de experimentos estéticos, pero siempre sus referentes van a estar filtrados por lo previamente humano. Creo que este asunto irá más por lo ético que por lo algorítmico.
-¿Qué esperas de este año que comienza?
Ando impulsando con fuerza un proyecto editorial que he llamado Fuego Blanco Ediciones. Te cuento que en diciembre del año 2023 publicamos a una poeta puertorriqueña que vive en USA, Samiri Hernández Hiraldo, con su libro Carnadas. Igual a un poeta venezolano que se llama César Seco con su plaquette Bosquejos. Estamos trabajando en enero de este año con dos publicaciones más, una novela titulada Tlacuache de Jacobo Santoyo, un escritor suizo-mexicano, y un libro del poeta chileno Luis Correa-Díaz, que ha titulado Ercilla en Concepción. Mas otros proyectos que vienen en camino. Este 2024 es el año de Fuego Blanco Ediciones y vamos con todo.
Entre sus libros de poesía están Figuras cromañonas (2007), Canción de cuna para Ananda (2016), Estuvieron cerca los almendrones mientras creímos haber amado (2021) y Falla de Borde (2023). Su obra aparece en once antologías literarias. Ha publicado los libros de narrativa Triángulos alterados (2015, 2023), La torre pájaros (2021), Una pista en el exilio (2023), y el libro de cuentos: Ventanas panorámicas (2021). Vivió en Puebla y Ciudad de México durante siete años y actualmente termina su tesis de doctorado en la Universidade A Coruña, España, misma ciudad donde radica.