Julián Herbert (Acapulco, México, 1971) es un escritor, poeta, novelista, cuentista y ensayista, músico, profesor y promotor cultural mexicano. Tuvo una infancia difícil, con una madre con la que vivió una vida ambulante por algunas ciudades de México. Esta vivencia (ella murió de leucemia en 2008) la convirtió más tarde en su novela Canción de tumba, elegía a «la muerte de su madre, una vieja y agonizante prostituta”. Estudió literatura española en la Universidad Autónoma de Coahuila, estado en el que reside desde 1989, particularmente en Saltillo.
¿Qué has hecho?, ¿dónde has estado? Te hemos perdido la huella.
Me clavé, este año estuve encerrado en la casa, casi no he salido y antes de eso, publiqué en el 2019 un libro de cuentos de no ficción.
¿Quién te lo publicó?
El último se llama Ahora imagino cosas y salió en Random, los últimos son de Random.
¿Entonces te la has pasado encerrado?
Pues mucho plan casero, he salido muy poco, he hecho un solo viaje de chamba, he estado en la casa…
Haciendo cosas hogareñas, instalando estufas y esas cosas, ¿no?
(Risas)… Sí, le he metido mucho por ese lado, no le sabía a esa madre…
Y qué miedo, ¿no? A mí me dan miedo esas cosas del gas.
Sí, a mí también me daba chingadera, pero ya le fui agarrando el gusto. He estado instalando la biblioteca también…
¿Quiénes consideras que son los narradores vivos más importantes?
Es una pregunta bien difícil (risas)… Uno que me parece muy consistente es Enrique Serna, es un escritor a quien le tengo mucho cariño, mucha fe, lo leo mucho; y creo que una escritora que es muy poderosa que está en un momento muy chingón es Cristina Rivera Garza. Acabo de escribir un texto sobre Yuri Herrera y sobre Cristina y se me hacen muy chingones. La última novela de Guillermo Arriaga me gustó mucho, Salvar al fuego, pero su obra anterior no me es tan… Y me preguntas un poco para entrevistar, ¿no?, porque vi que entrevistaste al Crosthwaite, que es buenísimo.
Y está loco, y esa es una gran ventaja.
Está bien pinche loco mi carnal, pero sí es muy chingón.
Quería que me platicaras también sobre Canción de tumba y un poquito la vida de tu mamá.
De repente batallo porque me queda un poco lejos el libro, es de hace diez años… Pero, este…pues más bien últimamente he estado pensando en mi mamá en otros términos que no tienen nada que ver con la novela, es más bien con el rollo de ser papá y la chinga que es ser papá y cómo tratar de espejear eso con mi mamá, para mí ha sido… he estado clavado en el rollo de la paternidad. Mi mamá tenía un humor muy chingón, era una mujer muy divertida, se burlaba mucho de sí misma y no se tomaba las cosas en serio y eso es lo que más me gustaba de ella, hasta la fecha, es lo que me ha influido más de su vida, ese sentido del humor. También hay una cosa que me gusta mucho de pensar en mi mamá, y es que luego uno se inventa las cosas y como que ya no sabes que pasó y que no pasó…
La memoria es muy curiosa.
(Risas)… Sí, es muy cabrona…
Tú piensas que algo pasó, pero luego resulta que no, pero tú tienes la imagen ahí grabada.
Claro. Por ejemplo, me preguntan del libro: “Oye, ¿y esto pasó o lo inventaste?”, “no me acuerdo, wey…” (risas). Hay cosas que inventé y las recuerdo como si hubieran pasado y hay cosas que sí pasaron y las recuerdo de otra manera. También hay un rollo que tiene que ver con mi jefa y tiene que ver con el norte, esta sensación con el leguaje, que para mí no hay tanta diferencia entre lo que puedes llamar un lenguaje coloquial y un lenguaje culto, o decir chingaderas o hacer citas cultas, es un mismo plano del lenguaje… y no sé hasta qué punto viene eso de mi mamá, que era un poco así, le gustaban ciertas palabras domingueras y al mismo tiempo era bien malhablada, no sé hasta qué punto es ella, y hasta qué punto es el feeling de los pueblos norteños, hay mucho de eso.
Pero tú naciste en Acapulco, ¿no? ¿Cómo fue que llegaste al norte?
Mi jefa nació en San Luis Potosí, se vino con su familia a Monterrey y luego se fue a Acapulco, allá nací yo, pero la primera vez que salí de Acapulco tenía dos años, pero después regresamos cuando yo tenía 5 años, y esos son los recuerdos que tengo de Acapulco, entre los 5 y los 9 años; luego nos vinimos a Monclova. Me la he pasado tripiando entre Acapulco, Monterrey y Monclova, yendo y viniendo.
¿Recuerdas una infancia feliz o una infancia caótica?
Pues las dos cosas (risas)… No te puedo decir que tuve una infancia feliz, en el sentido de cómo la quiere vivir la gente o la idealiza. La infancia que recuerdo era una en la que podías salirte de tu casa y andar en la vagancia todo el pinche día y agarrar un raite e irte a nadar al río. A los 10 años vivía a 40 minutos de Cuatro Ciénegas, ahora es una reserva, ya no puedes entrar, porque hay especies endémicas y la chingada. En ese sentido fue una infancia muy desprotegida y me pasaron muchas chingaderas muy desagradables, pero también la gocé mucho y, además, creo sobre todo que me dio una capa de desvergüenza que me ha ayudado mucho a vivir.
¿Has ganado dinero con la música?
Sí, no muchísimo, pero he ganado y he perdido. Se me hace que ha ganado más lana con la poesía…(risas)…
Y eso ya es mucho decir…
(Risas)… y eso ya es mucho decir, cabrón, sí.
¿Existen capillas literarias en México?, y ¿qué piensas de que dicen que tú perteneces a esas capillas-mafias literarias?
No sé qué decirte; de que existen, yo creo sí existen, pero yo vivo en Saltillo, cabrón (risas)… y es muy difícil estar en una capilla literaria sin estar ahí, digamos en el ajo, ¿no? Y yo siempre he vivido en Saltillo. Lo que sí es que yo siempre le entro a la discusión y a las confrontaciones por las cosas en las que creo y en las cosas que me gustan. Sobre capillas literarias, hay unos batos que tienen una cosa que se llama Círculo de Poesía y esos weyes se dan premios entre ellos, se publican entre ellos, y tienen nombres y apellidos, Mario Bojórquez, Alí Calderón, etc., y, por ejemplo, yo nunca he formado parte de un grupo así. O sea, como que me haya juntado con compas a hacer una revista y dar premios, pues no. La única vez que un compa mío ganó un premio y yo era jurado, yo dije: “¿Saben qué?, yo no puedo votar porque yo conozco al autor de ese libro”, era Luis Jorge Boone, y yo les dije que no podía votar.
Eso habla muy bien de ti.
Pues es lo que es. También entiendo que hay cierto privilegio ¿no? Tengo una relación de muchos años con mi editor, Andrés Ramírez, pero con Andrés me pasó una cosa muy chistosa, yo le propuse el libro Cocaína, manual de usuario, y me dijo: “Sí te lo publico, pero si le cambias el nombre”, y le dije: “No, no se lo voy a cambiar”, y no lo quiso publicar, pero se publicó en España y allá me lo contrató Random. Luego, es como muy loco, porque dicen: “Tienes mafia”, pero ni modo que tenga mafias en España, o en Estados Unidos. Ahorita se acaba de publicar el de Tarantino en inglés y le fue muy bien con la crítica y las reseñas y ni modo que tenga mafia en Estados Unidos. Yo creo que sí hay muchas mafias, muchos intereses, y pues yo soy un bato de Ciudad Frontera, Coahuila, crecí en el barrio de la Sierrita, tampoco es como que me crie en la Condesa.
¿Qué tan importantes son las drogas a la hora es escribir o a la hora de vivir? ¿En el tiempo en que las usaste tuvieron que ver con tu escritura?
Yo creo que sí. Pero me acuerdo mucho de una cosa que decía John Lenon: “Ya no me acuerdo qué canción escribí después de meterme un ácido y después de tomarme un vaso de agua”. Yo creo que tiene qué ver el proceso en el que uno vive, creo que lo que uno se mete en el cuerpo, desde las verduras, lo que sea, está como conectado con un pedo emocional, lo erótico, gastronómico, todo está conectado con ese pedo emocional y a la vez con la escritura.
Todo influye, todo lo que te metes, sea bueno o sea malo.
Sí, y ni siquiera creo que se trate tanto de que sea bueno o malo, sino hasta donde se enfoca. Déjame que te diga, una de las cosas por las que dejé de beber fue porque me estaba puteando mucho el estómago y yo escribo con las tripas. Yo puedo escribir con dolor de cabeza, pero no con dolor de intestinos. Lo que te digo es neta, una de las cosas que más me afectaban para escribir era que siempre estaba puteado del sistema digestivo por tanto pinche alcohol. Los últimos dos meses le he entrado machín a la comida y luego, luego sentí el madrazo, y con las cenas navideñas, dije ya, tengo que entrar a régimen otra vez.
¿Andas gordito ahorita?
Fíjate que bajé 40 kilos y en estos últimos meses, con la pandemia, subí como 10.
Herbert debutó en la literatura con la recopilación de cuentos Soldados muertos (1993), luego escribió cuatro poemarios antes de publicar su primera novela, Un mundo infiel (2004). Ha escrito ensayos literarios y ha hecho tres compilaciones de poesía hispanoamericana y mexicana. Sus obras han obtenido premios tanto nacionales como extranjeros y algunos de sus textos han sido traducidos a varios idiomas.
¿Cuál crees que sea el futuro de la industria editorial en México? Luis Humberto me decía que pronto ya no existirán los libros y Carlos Velázquez que no nos tocará ver la desaparición de los libros impresos.
Yo creo que es una discusión que no tiene sentido, porque hablando en términos de lo que uno ve, es como cuando te preguntan si va a durar más la fresa o el chocolate, porque te clavas en lo que más te gusta. Creo que no tenemos instrumentos reales para juzgar eso, más que nuestra preferencia. Lo que sí creo es que los mecanismos de distribución van a ser necesariamente distintos y lo que sí está muy puteado es lo del consumo de lo independiente y de lo local. Lo que veo es que si yo hago una revista local de poesía nadie la quiere leer, y eso sí le pega de lleno a la industria local inmediata, a lo más chiquito, a lo más básico, y distribuir un libro de una editorial independiente es una chinga, pero Random House distribuye lo que les da la chingada gana, porque tienen un chingo de poder y un chingo de dinero. Lo que sí creo es que el mundo en el que estamos viviendo, más allá de la industria editorial, es un mundo de grandes corporativos y la preocupación no es si el libro va a ser digital o impreso, no creo que sea esa la discusión, yo creo que la discusión es cómo el consumo cultural es controlado por estos grandes corporativos, llámense Random House o Disney.
¿Y cuál crees que sea la soluciona a eso?
Es que no sé, porque no creo… ¿cómo te diré?, yo no creo que haya una solución única, y no creo que lo que haga o lo que diga un bato como yo, vaya a influir en ese gran mecanismo. Si me preguntas, trato de consumir mucho a editoriales independientes. Acabo de coeditar con un bar que se llama El Cerdo de Babel, una antología con autores nuevos, hicimos un ejercicio de preventa y el libro se autofinanció, el libro ya está impreso y lo estamos distribuyendo. Yo tengo un seminario que se llama Seminario Amparan, dedicado a Paco Amparan, y a través de este seminario comencé a dar cursos. Quien coordina eso es mi morra, Silvia Georgina Estrada, y claro, yo colaboro con ella en todo. El libro que sacamos con este bar se llama Villa Diodati, lo sacamos el 23 de diciembre. Pero si a mí Random me invita a publicar, yo publico con ellos, porque me dan un anticipo y también vivo en este mundo capitalista salvaje y no me quiero hacer wey (risas)… Ahorita tengo la beca del Sistema Nacional de Creadores de Arte. A mí me la dan como autor, pero yo preferiría que me la dieran para hacer trabajo de promotor, pero me la dan como escritor, pero digo, chingue su madre, recibo la beca, pero hago mi trabajo como promotor sin cobrar un sueldo, pero lo sigo haciendo, sigo coordinando talleres, haciendo dictámenes y publicando libros, porque me gusta y tampoco es que sea yo un benefactor, lo que pasa es que creo que en este país no tenemos industria cultural, y siento que eso nos está jodiendo a todos. El problema es de autoconsumo.
¿Entonces tienes la intención de seguir publicando con este proyecto?
Sí, tenemos la intención, pero no sabemos bien cómo ni cuáles serían los títulos. Hicimos un tarot, por ejemplo, con un artista plástico y tarotista que se llama Miguel Canseco, él lo diseñó y le quedó super bonito, y yo escribí el manual.
Te quería preguntar, ¿qué tanta relación hay entre tus personajes, a veces muy oscuros, que hacen cosas extrañas, como los de Tarantino?, ¿qué tanta relación hay entre esos personajes y tu vida personal? ¿Existe un reflejo?
Ándale, esa está… (risas)… pues en algunos casos sí y en otros no, varía mucho en cuanto a… creo que hay unos textos que están escritos directamente como en primera persona, como Canción de tumba o este último Ahora imagino cosas, totalmente autobiográficos. Pero lo de Tarantino son personajes de ficción, pero sí, digamos que hay cierta oscuridad que es mi manera de ver el mundo, pero lo que les pasa no tiene nada que ver conmigo.
¿Y cómo has visto el trabajo de la 4T en cuanto a cultura?
Pues de la chingada, ¿no? (risas)… Mira, creo que hay un mal sistema de comunicación, hay mucho resentimiento, hay decisiones que pudieron tomarse bien y que no se tomaron bien, con tal de estar en contra de algo. Lo que sí creo, que es el grandísimo error, es concentrar tanto presupuesto con Gabriel Orozco, es un desastre ecológico, administrativo, habla muy mal de un gobierno que se supone popular; me parece una cosa faraónica la inversión en Chapultepec. Será un gran error como lo fue la “suavicrema” con Calderón. Y hay un dictamen muy chingón de un grupo de arquitectos e ingenieros como contabilizando los defectos que tiene ese proyecto. Le han pegado durísimo al sector que más los fortaleció en el proceso de la campaña, que fueron una gran cantidad de artistas, digo, yo fui a marchar contra el desafuero y me parece muy cabrón ver que los arribistas que se subieron al barco de la 4T hace cinco minutos le endulzan la oreja a Andrés Manuel, y uno que lleva ahí 20 años tratando de que sea presidente… sí se siente muy cabrón.
Sí, se están equivocando en muchas cosas.
Sí. Por otra parte, es muy fácil el discurso anti 4T y tampoco me quiero subir en ese tren, porque hay una razón por la que Andrés Manuel llegó al poder y es que los partidos tradicionales han sido una tremenda decepción para este país y lo siguen siendo.
¿Crees que existe el clasismo en la literaria mexicana?
Yo creo que el clasismo es uno de los temas que más está presente en la cultura en general, el clasismo y el racismo, son temas que echan a perder una nueva cultura. Lo que pasa es que también el resentimiento tiene el mismo peso, vivimos en un país muy racista y muy resentido al mismo tiempo. En la vida son valores que siempre han jugado un papel semejante y complementario. Yo creo que la sociedad mexicana es sumamente clasista, pero también solemne, y también somos muy melodramáticos, y todo eso confluye para hacer un caldo medio raro, donde el clasismo podría ser el único valor criticable. Y si tú ves lo que pasa en Monterrey, simplemente este wey como candidato, este señor, Samuel García, o sea, el hecho de que alguien como él pueda llegar a la candidatura por la gubernatura…
Ese tipo está de risa loca, vive en una burbuja.
¡Claro!, hace rato que fui a dejar a mijo al aeropuerto, vi un espectacular con la mitad de la cara de este bato y la otra mitad es la cara de su morra.
De gente bonita.
Exacto, chantaje frívolo, pseudofeminista de redes sociales, muy jodido por donde lo veas y, ¿por qué tiene que tener posibilidades alguien como él?
Es reflejo también de la sociedad.
Sí, yo también creo que el pedo va más allá del clasismo y va a un punto donde nos tomamos muy en serio y al mismo tiempo muy a broma, como muy raro, como muy frívolo todo.
Terminamos hablando de Samuel García, que horror…
(Risas) ¡Qué horror!…
Platícame que estás escribiendo.
Estoy armando un guion de cine que ya tengo que cerrar ahora en enero porque estoy atrasado…
¿Es un proyecto personal o te lo pidieron?
Es un proyecto que estoy haciendo con un director a quien le tengo mucho cariño y llevo trabajando un año con él, y es las dos cosas, es un jale, pero se volvió un proyecto muy personal, el director es Alejandro Springall.
El director que hizo Sonora.
Sí, ese bato.
¿Se puede saber el nombre del proyecto, no, ¿verdad? (risas)…
(Risas)… es que está muy verde, y prefiero que sea él quien hable de eso. Estoy terminando un libro de poemas y estoy escribiendo una novela. Eso es más o menos las cosas en las que ando, y algo de crítica literaria.
¿Y un día cotidiano para ti?
Me levanto a las 6 y media de la mañana, hago una serie de cosas, leo, hago una tirada de tarot, medito una hora.
Ah, ¿meditas? Qué bueno.
Sí, hago yoga y meditación. Dos o tres veces por semana hago pesas…
¿Ahí en tu casa?
Sí, con unos pinches botes de agua… (risas)…
Botes con piedras (risas)…
Haz de cuenta. A las 5 pm, más o menos, me pongo a escribir, leo, reviso cosas, doy clases a veces, en línea, termino a las 9, veo uno o dos capítulos de una serie con mi morra y como a las 11 y 12 nos acostamos y me vuelvo a levantar a las 6 y media.
Duermes muy poquito…
Procuro dormir seis horas y media. Pero sí lo tengo muy estructurado como rutina. Es que estuve en rehabilitación tres meses…
¿Por drogas o alcohol?
Por todo, canasta básica le decimos (risas)… Ahí agarré una estructura.
Pues muchas gracias, Julián…
No, al contrario, que chido platicar, hacía añales desde la última vez, estábamos hasta la madre…
Ni siquiera me acuerdo (risas)… A ver como pinta este año, para coincidir.
Sí, habrá oportunidad.
¡Feliz Año!
Julián ganó el Premio Nacional de Cuento Agustín Yáñez 2008 (compartido con León Plascencia Ñol), el Premio Jaén de Novela Inédita 2011 por Canción de tumba, el Premio de Novela Elena Poniatowska 2012, entre otros.