Juan Manz Alaníz, nació en Ciudad Obregón, Sonora. Es poeta y promotor cultural. Ha recibido varios reconocimientos nacionales e internacionales a su trayectoria literaria, entre los cuales destacan los otorgados por Escritores de Sonora, A. C., en 2007, bajo el marco del III Festival de la palabra; la medalla de oro a la excelencia poética, por la Casa del Poeta Peruano, en Cajamarca, Perú, en 2009, y el otorgado por el Instituto Sonorense de Cultura, al dedicarle la XIV Feria del libro de Hermosillo, 2013. Coordina, desde 1986, el Taller de Creación Literaria de la Biblioteca Pública “Jesús Corral Ruíz”. Funda, en 2003, el Encuentro Internacional de Escritores Bajo el asedio de los signos, y en junio de 2010 Escritores de Cajeme, A. C.
-¿Qué es la poesía?
La poesía es sumamente difícil de definir. Hay tantas definiciones como poetas existen. Sin embargo, daré mi opinión muy particular al respecto, ya que tú me lo preguntas. Para mí la poesía es el vehículo que me permite expresar mis sentimientos, ideas y emociones que se manifiestan a la hora de escribir un poema. Es mi necesidad de comunicar algo de lo que siento, pienso y me emociona, y compartirlo. En resumidas cuentas, creo que, sobre todas estas consideraciones, es la manera de explicarme a mí mismo y, por extensión, a los demás.
-¿Qué estudiaste? ¿Cómo fue que comenzaste a escribir?
Estudiaba el tercer año de la carrera de administración de empresas, en la Universidad de Sonora, cuando, en agosto de 1969, muere mi padre, razón por la cual me regreso a Obregón a encargarme de la empresa agrícola de la familia. Escribí un poco entre los 14 y 15 años, pero abandoné la escritura desde entonces, hasta que, en 1974, sufro un doloroso accidente por la calle 900, calle pavimentada que cruza al Valle del Yaqui de oriente a poniente. Lamentablemente se me atraviesa una niña en las inmediaciones del Canal Bajo, a quien impacto con el fanal derecho de mi troca; la niña fallece minutos después. A partir de ahí, regreso a la escritura; al principio muy lentamente, es decir, con muy pocos textos. Ya a partir de los 80, con más lecturas, escribo más cotidianamente.
-¿Entonces crees que se deba estar triste para escribir? ¿O estar en un estado emocional frágil para ser poeta?
No necesariamente se debe estar triste o emocionalmente frágil para escribir o para ser poeta, pero sí es necesario pasar por una experiencia dolorosa para despertar a la poesía; es decir, para sensibilizarse de tal modo que todos tus sentidos se confabulen para que alcances un estado espiritual que te conducirá irremediablemente a expresarte mediante la escritura. Sin embargo, al menos en mi caso, no toda mi poesía ha nacido bajo el impulso del dolor o la reflexión, he escrito libros con temas celebrativos como Oro verde, o de exaltación de nuestras raíces como Padre viejo.
-¿Quiénes son los protagonistas contemporáneos de la poesía mexicana?
Dentro de los poetas contemporáneos más importantes que he frecuentado su obra, puedo señalar a Francisco Hernández, Elsa Cross, Luis Armenta Malpica, Coral Bracho, el maestro Oscar Oliva, Maricarmen Velasco, Balam Rodrigo y María Baranda, entre otros.
-¿Cuál es el aporte de la poesía mexicana a la poesía latinoamericana?
Grupos de poetas como Los Ateneístas, encabezado por Alfonso Reyes; Los Contemporáneos, encabezado por Xavier Villaurrutia; la generación Taller, encabezada por Octavio Paz, pueden ser considerados los escritores mexicanos que más han aportado a la poesía latinoamericana.
-¿Cómo es un día ordinario en tu vida?, ¿dónde escribes y a qué hora?
En mi vida, un día ordinario es como cualquier otro, atendiendo los asuntos de oficina, pues de la agricultura estoy jubilado desde 2009, después de 40 años dirigiendo las labores del campo. La estafeta, desde entonces, la retomó mi hijo Juan. Escribo en mi casa, directamente en la computadora, a veces en la oficina. Una vez que tengo la motivación necesaria y el tema que deseo plasmar en el papel, inicio con su escritura, continuando con esa labor cotidianamente hasta culminar en un libro de poemas, la mayoría de las veces con una unidad temática. Pasa que hay días que no escribo, pero corrijo lo ya escrito, o leo algo relacionado con el texto en proceso, siendo ésta la forma en que mantengo la cercanía necesaria con el mismo.
-¿Cómo ha sido para ti ser poeta desde el norte, o crees que ya no hay tanto centralismo?
Difícil, en principio, pero mediante el trabajo constante y las lecturas adecuadas, he ido acercándome a la poesía de otras latitudes, incluida la literatura del centro del país. Agregaré que mi participación en encuentros de escritores dentro y fuera del país, aunado a presentaciones de mis libros en la Ciudad de México y otras entidades nacionales, me ha permitido exponer mi obra poética. Es importante mencionar que el hecho de organizar un encuentro de escritores durante 21 años, primero nacional y, desde hace 17 años internacional, me ha permitido conocer autores tanto de México, como de fuera del país, que ha ido reduciendo la brecha entre los poetas de diferentes latitudes nacionales.
-¿Consideras que el Estado tiene alguna obligación con los artistas y debe apoyar proyectos independientes?
Definitivamente sí. Es obligación del Estado apoyar las necesidades artísticas de la comunidad en general, que son las necesidades espirituales de las personas más sensibles a las problemáticas sociales de su entidad de origen, las cuales se verán reflejadas en sus obras, sean estas literarias, musicales, plásticas, etc. En contraparte, el artista deberá responder con manifestaciones artísticas de calidad al apoyo recibido.
-¿Se está escribiendo buena poesía actualmente, al nivel de Novo, Nandino o Pellicer?
Sí, y no. Se está escribiendo buena poesía, sobre todo, por los poetas comprometidos con su arte; es decir, preparados para su trabajo lírico con buenas lecturas, empezando con los clásicos contemporáneos y las vanguardias, que es la fuente donde se abreva para buscar nuevas formas poéticas, que den lugar a renovadas imágenes. En contraparte, pululan aprendices de escritores, sobre todo, jóvenes con escasas lecturas importantes, que no están dispuestos a leer a los clásicos, ya no se diga a los contemporáneos, con resultados magros a la hora de escribir.
-Entiendo que fuiste homenajeado en Bellas Artes hace unos días; platícanos un poco sobre este evento.
Efectivamente, el 7 de febrero, en la sala Adamo Boari, fui objeto de un homenaje a mi trayectoria literaria y labor promocional, que el Gobierno del Estado de Sonora, a través del Instituto Sonorense de Cultura, en coordinación con el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura me otorgaron, en conmemoración de mis cincuenta años en el oficio de las letras.
-¿Qué te gustaría lograr que aún no has logrado, y qué viene este año para Juan Manz, qué planes tienes?
Me gustaría seguir escribiendo y continuar con mi trabajo de promoción a la cultura, a través de mi taller de Escritura Creativa y la organización del Encuentro Internacional de Escritores Bajo el Asedio de los Signos, con la mira de llevar buena literatura a los centros educativos regionales, tratando de mejorar el entorno social y, al propio tiempo, de difundir la obra literaria de nuestros escritores regionales, nacionales e internacionales. Asimismo, tengo proyectado publicar dos libros ya terminados, en los próximos dos años. Espero se cumplan. Mando un saludo afectuoso a los posibles lectores de esta entrevista. ¡Muchas gracias, Fidelia!
Juan Manz es autor, entre otros libros, de Oro verde, 1982, 2002; Tres veces espejo, 1996; Ciudad de siempre, 1998; Padre viejo, 2000, 2001; Sonata de tierra adentro, 2002, 2017; Agua reparada, 2005, Molinar sin aspas, 2006; Recital en fuga, 2007; Dispensario, 2012, Trashumo de mirada, 2013; Madera la mañana, 2016 y Cotidinarios, 2020.
Parte de su obra ha sido traducida al inglés, francés, italiano y alemán, e incluida en las antologías: Bestiario Inmediato, Vuelta a la casa en 75 poemas, 40 barcos de guerra, Il fiore della Poesia Latinoamericana d’ Oggi, El Lejano Oriente en la Poesía Mexicana, entre otras.