Helena. La soledad en el laberinto recoge la correspondencia inédita entre la poeta mexicana Helena Paz Garro (1939-2014) y uno de los pensadores más importantes del siglo XX, el escritor alemán Ernst Jünger (1895-1998).
El libro es una llave para entender una parte de la relación que había entre Helena y su padre. Contiene varias misivas en las que revela su dolor por haberse distanciado del poeta. Helena fue relegada no sólo por la sombra de su padre, sino por Bona de Mandiargues, la mujer con la que el Nobel vivió en París.
La italiana vio reducido su trabajo literario y pictórico al amorío que vivió con el mexicano. Ella nació en 1926 y se le relaciona con la vanguardia surrealista, y se le atribuye la separación del poeta y de Elena Garro. La artista europea conoció a Paz en 1948 en Venecia, año en el que ella estaba casada con el escritor francés André Pieyre de Mandiargues.
La historia, contada por los mismos amigos cercanos a Paz, señala que el autor de El laberinto de la soledad era amigo de André, pero la relación surgió de la nada, lo cual se vio reflejado en algunos poemas.
Diez años después de que Paz y la francesa se habían conocido en Venecia, ella viajó a México para mostrar una exposición de arte, en la que el poeta no desaprovechó para convencerla de que viviera con él un tiempo en México.
Luego de unos meses, Paz enloqueció de amor (así lo describieron sus amigos), y cuando ella regresó a París, la siguió.
Entre 1958 y 1962, Paz y Bona vivieron una intensa relación en París, tiempo en que el distanciamiento de Octavio y su hija fue cada vez mayor.
En el libro Helena. La soledad en el laberinto, la hija de Elena y el autor de Piedra de Sol, expresa su dolor a Ernst Jünger y es en la denominada quinta carta en la que expone su situación con Bona.
La carta fue escrita en París, no está fechada, aunque por la secuencia se cree que se elaboró entre abril y mayo de 1962:
La quinta carta de Helena a Ernst Jünger
Querido Ernst Jünger,
Sin lugar a duda mi silencio lo ha de haber asombrado. Principalmente después de haber anunciado mi viaje a Alemania.
Esta semana regresé de España a donde fui con mi padre por algunas semanas. Algo muy importante ha pasado en mi vida. Yo no he visto a mi padre en los últimos tres años, aunque los dos vivimos en París. Porque él vive con una mujer italiana llamada Bona de Mandiargues, la esposa del escritor André de Mandiargues. Ahora ella me ha prohibido, bajo pena de severas represalias, acercarme o incluso llamar a mi padre. Como ella y su marido pertenecen a la secta surrealista, critican a mi madre por no compartir sus ideas sobre la moral. Ellos nos han acosado con bastante violencia, tengo que decir, calumniándonos, empujando a mi padre a lastimarnos. Incluso, aunque aparentemente nos dañaron mucho, no lo hicieron profundamente porque dejaron intacto nuestro espíritu. Y esto gracias a mi madre, quien miró sus actos con calma.
Y por haber empleado esta expresión muy española: “no debes entrar en el terreno del toro”.
Renuncié ver a mi padre durante tres años; nosotras más o menos nos hemos retirado del mundo. Usted nunca sabrá, querido Ernst Jünger, cuánto nos han consolado sus libros en ese momento.
Como todos los valores se derrumbaron alrededor de nosotras, su Diario era lo único sólido a lo cual nos aferramos. Estoy disgustada por todas estas personas de París, y así como usted lo describe tan bien, y por todos estos nihilistas que, cuando la verdadera cara de la derecha aparece, ¡son los primeros en escapar!
Todos estos adoradores del Marqués de Sade deben admirar a Adolf Hitler, el único verdadero discípulo del “Divino Marqués”, el único que se atrevió a establecer el nuevo orden demoníaco. Porque el verdadero maestro de Hitler es Sade.
Sin embargo, mi padre ha dejado a esta señora. Y yo me encuentro otra vez de cara con él, de frente como un extraño. El gobierno mexicano lo ha designado como embajador de México en Nueva Delhi, India. Y a él le gustaría llevarme ahí en septiembre. Yo no sé qué hacer. Seré honesta, prefiero quedarme en París con mi madre. Pero los papeles han cambiado; ahora nuestra vida está organizada y la de él desordenada. Él se siente muy solo porque no tiene otra familia más que nosotras.
Nosotras ya conocemos el oriente, pues mi padre fue designado en Japón. Vivimos ahí por un año.
¿Usted ama Egipto mucho, no es verdad? Yo sólo conozco el puerto Said, donde el bote se paró un día, y el canal de Suez. ¡Pero me gustaría leer lo que usted escribió acerca de las pirámides!, y sobre la civilización egipcia.
Pensando en este pasaje de Gärten und Strassen (Jardines y calles)4 que he leído hoy otra vez: “De la egiptología en general espero una explicación sobre todo en el pasaje de las imágenes a las letras: ésta es la piedra angular entre el antiguo y el nuevo mundo. Los griegos y los persas. El oriente y el occidente. Cuando considero mi estilo, me parece particularmente insistir sin duda en el hecho de que una pequeña parte de las imágenes del mundo actual están aún vivas en él, una gota de bálsamo de Heraclitus”.
Y esto es porque sus libros siempre dan la sensación de plenitud, de realidad, de belleza, como si usted hubiese alcanzado el núcleo del sueño de la vida. Sin embargo, después de haber leído a Aldous Huxley (que, por cierto, me gusta mucho), nos quedamos con un sabor amargo, como si uno hubiera entrado en un mundo plano, muy bien observado, pero con dos dimensiones. Y esto es porque Aldous Huxley está bastante aislado del mundo de las imágenes, y esto es un producto característico de nuestro tiempo. Y es también porque sus personajes, a pesar de la inteligencia y la claridad con la que los representa, tienen siempre algo artificial, algo fabricado.
¿Recibió usted el libro de mi padre? Él se lo envió en estos días, yo le he dado a él su dirección. Él se va para México en tres semanas, donde estará durante el verano y después regresará en septiembre.
Querido Ernst Jünger, usted se va a reír, pero estamos pensando en ir a Alemania este verano.
¿Estará usted en Riedlingen durante junio, julio, agosto, septiembre? ¡Yo no quiero dejar Europa antes de haber ido a Riedlingen!
Esperando impacientemente una señal de nuestro arcángel privado.
Su Helena Paz.
Helena Paz, 1962
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