No creo poder abarcar de un solo vistazo todo lo que sé sobre la obra y la vida de Octavio Paz, rica en facetas y transformaciones. Desde su nacimiento hasta su fallecimiento, estuvo rodeado de literatura, arte y vida pública, dedicado por completo a las palabras. No profundizaré en el privilegio que significaba crecer en una familia donde la lectura era importante, con bibliotecas desde el abuelo hasta el padre, y una devoción materna. El conocimiento adquirido y expresado. Al igual que Juana Inés de la Cruz, Octavio Paz también vivió inmerso en el tráfico y el tráfago de la literatura durante toda su vida, como lo mencionó en Sor Juana Inés de la Cruz. Las trampas de la fe.
A los 23 años, Octavio Paz experimentó un conflicto intelectual con el mundo. La crisis que vivió al tener que decidir entre dos ideologías reales lo llevó a romper con su ideología original, la cual criticó, y optó por otra. Su principio fue la tradición de la ruptura. Una forma de ser un oxímoron en sí mismo, manteniendo una ruptura constante. “Inmóvil en la luz, pero danzante” era el principio de su filosofía poética. Tanto en sus ensayos como en sus poemas, Paz era poeta todo el tiempo, transmitiendo la música de su pensamiento y de sus ideas.
Octavio Paz no dejó de lado el ritmo, la metáfora y las imágenes en sus ensayos, al igual que no evitó pensar en los poemas. El Mono Gramático es una fusión del ensayo novelado con un poema en prosa. La poesía, en la obra de Paz, está conectada a todo, desde el mundo hasta el Cosmos, mostrando las correspondencias. A lo largo de su vida, Octavio Paz reflejó una autobiografía intelectual en sus ensayos y críticas, así como un testimonio sensible y perceptual del mundo en sus poemas. En cada faceta suya, mostró la convicción de ser parte de su tiempo, sabiendo que era parte de la esfera pública y que una conversación privada se anima en un terreno público.
Paz se insertó en la tradición de la ruptura, siendo un hombre en su siglo, apasionado por el cambio y lo que permanece. “Inmóvil en la luz, pero danzante” fue una guía para él, insertándose continuamente en la tradición de la ruptura. Su pasión crítica formaba parte de su dimensión en este siglo, mostrando cómo la voluntad humana es un motor de ruptura y continuidad. Su mirada a la realidad era multifacética y dinámica, abarcando disciplinas específicas como la poesía, la historia, la filosofía y el arte.
Octavio Paz se veía a sí mismo como amante, amigo, contrincante, crítico, apasionado y radical. Fue rebelde, capaz de elaborar sintéticas sinalefas y extensas argumentaciones rítmicas. Su poesía confesional no era intimista, sino una extensión de su vida y de su pasión intelectual. Su obra y su vida estaban entrelazadas, representando una lucha constante entre la ruptura y la continuidad. Revisando su obra, interiorizándose en su existencia, Paz entendió que la poesía era una extensión de la vida, cargada de pasado y futuro con raíces en el presente.
En un libro de homenajes le dediqué a Octavio Paz estas palabras:
Para ti, un momento es el presente convertido en noticia.
Lo canta el pájaro en sus múltiples tonos.
Porque el pasado es presente y contiene el futuro.
Con determinación, sin temor a volar,
de este a oeste y de norte a sur,
pusiste el acento en los conjuntos contrarios.
Personal e impersonal al mismo tiempo,
adoptaste un enfoque radical y equilibrado,
escuchando a los árboles, hablando con los pájaros.
Era tu forma de ser, ramas, seres volátiles,
aire, lenguaje de cartílagos.
Te creció en la frente un árbol.
Convertiste la poesía en acción que estalla,
una textura plástica en la trasparencia del aire.
Inflexible, con voz niña,
comparable al sonido que superpone lo inmaterial,
supiste ver y escuchar la cuarta dimensión
en las palabras, constancia perpetua del tiempo.
Guiado por las palabras y erotizado por el lenguaje,
interiorizaste la presencia del árbol
y dejaste que en tus cinco sentidos captaran
de manera insólita el mundo.
El momento congelado se convirtió en el retrato
de los pensamientos en su siglo
donde te convertiste en ave.
Escribiste las palabras del árbol
siguiendo las sílabas del animal alado.
Ahora se te puede ver en tus libros,
que son tu armadura y tu arma dura:
convicciones, argumentos, canto.
Ahora tu espíritu habita en ese pájaro
que se posa en la cubierta térmica
sobre la alberca en Cuernavaca, sol de obsidiana.
(Ciudad de México, 30 de marzo de 2024)
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Josué Ramírez nació en la ciudad de México en 1963. Es autor de Multiverso, Deniz, random, Ulises trivial, Los párpados narcóticos y Hoyos negros –entre otros libros de poemas–. Muestras de su obra han sido incluidas en varias antologías, entre las que se encuentran: 359 Delicados (con filtro). Antología de la poesía actual en México, de Pedro Serrano y Carlos López Beltrán; Reversible Monuments: Contemporary Mexican Poetry, de Mónica de la Torre y Michael Wiegers; El turno y la transición, de Julio Ortega. Desde 1984 ha colaborado con poemas, reseñas, entrevistas y ensayos en diferentes revistas y suplementos literarios. En 1997 obtuvo la beca de la Fundación Rockefeller y el CNCA. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Fue editor de La Gaceta del FCE y Saber Ver.