“Para mí es aterrador… anoche me dio un ataque de locura, de locura en el hospital Cuernavaca. No me interesa su figura histórica, me interesa mi padre, al que yo quería mucho”, contestó Helena Paz Garro a la prensa en abril de 1998, horas después de la muerte de su padre Octavio Paz.
Años después, en el 2014, la revista Quién publicó una charla con la hija del Nobel mexicano, justo cuando el país estaba volcado en la celebración de los actos conmemorativos por los 100 años del nacimiento del autor de Piedra de sol.
“De niña me cargaba en sus piernas, en su espalda, y jugábamos… Lo quise mucho. He aprendido a perdonarlo”, manifestó la mujer que en ese entonces tenía 74 años de edad.
La mala relación entre Helena y su padre fue del dominio público a partir del movimiento estudiantil de 1968. Paz era embajador de la India, puesto al que renunció tras los hechos en Tlatelolco. En ese año el escritor ya se había divorciado de Elena Garro, quien junto a su hija Helena, criticó el abandono y la indiferencia del poeta.
Las dos mujeres fueron señaladas por la Dirección Federal de Seguridad como agitadoras del movimiento que culminaría con la peor matanza que se tenga memoria en el México reciente.
Entre 1970 y 1980 ambas se marcharon primero a Estados Unidos y después a España. Luego vino una reconciliación a medias entre padre e hija, cuando éste la invitó a Londres, donde Helena conoció a Marie-José Tramini, esposa del autor.
“Cuando ganó el Nobel, me llevó con ellos a Suecia. Fui muy feliz, le agradecí ese gesto. Se merecía el reconocimiento”, agrega en la entrevista con la revista.
En el 2014, la hija de Paz vivía con 35 gatos en una casa de descanso en Cuernavaca. Ya no podía caminar y tenía que usar una silla de ruedas, y según aseguró a la revista, el fideicomiso que le dejó su padre, originalmente de 36 mil pesos mensuales, se había reducido a 12 mil pesos.
Se quedó huérfana en 1998. El 19 de abril falleció su padre y su madre el 22 de agosto.
Hay una anécdota que Helena relató a varios medios. Cuando Paz enfermó, ella le escribió un poema que fue publicado en el libro La rueda de la fortuna, (FCE, 2007). El texto fue fechado el 16 de enero. Helena contó que se habrían despedido por teléfono y ya no pudieron verse. Tres meses después el poeta falleció.
El texto evoca lo que ella intuía que iba a suceder:
La naturaleza ha tocado tu frente, borrando toda enfermedad, y los que te quieren te verán, joven partícula de sol en una isla griega. El antiguo mar de color vino te espera, no lo olvides.
La entrevista hecha por Quién, se publicó el 14 de marzo de 2014, Helena falleció el 30 de marzo. Un día después, Octavio cumpliría 100 años, el 31 de marzo.
El olvido y abandono padecido por Helena la acompañó hasta el final, incluso por quienes deberían haber hecho todo lo contrario, ya que ella falleció un día antes de que su padre hubiera cumplido 100 años. En voz de algunos intelectuales, como Guillermo Zamora Carranco, la muerte de la hija de Octavio fue una bofetada a todos los organizadores del centenario del Nobel mexicano, ya que ninguno la tomó en cuenta para los festejos.
Hay un libro epistolar que retrata su dolor: Helena, la soledad en el laberinto, el cual recoge la correspondencia inédita entre la poeta mexicana y uno de los pensadores más importantes del siglo XX, el escritor alemán Ernst Jünger (1895-1998).
Las cartas de Helena evidencian su soledad y la búsqueda incesante para obtener el reconocimiento de sus padres.