Ahora que las grandes casas editoriales están devorando todo sello independiente, aquellos que sobreviven se han vuelto una rareza en el panorama literario. La editorial Candaya, con un catálogo finísimo de autores, ha llevado a la literatura a una de sus expresiones más elevadas con el prestigioso Premio Bienal de Novela Mario Vargas Llosa, otorgado este 2023 a uno de sus escritores, el mexicano David Toscana por su novela El peso de vivir en la tierra, arrebatándoselo a la gran favorita, la también mexicana Cristina Rivera Garza con su indiscutible El invencible verano de Liliana, publicada en la todopoderosa Literatura Random House.
Y los grandes orquestadores de esto, desde hace 19 años, han sido Olga Martínez y Paco Robles, profesores de instituto que un día decidieron fundar una editorial en Barcelona por el puro amor a la literatura latinoamericana, sin ganar un solo centavo por ello.
Durante trece años fue un proyecto mío y de Paco Robles, quien murió el pasado 30 de enero —comentó Olga en un café de Madrid—. De repente se desplomó y todavía estamos todos muy afectados. Yo, que fue mi compañero de vida de 38 años, y todo el equipo Candaya. Paco y yo compaginábamos a media jornada con nuestros trabajos de profesores de instituto. Sí que hubo algunos momentos de mucho éxito en Candaya, de mucho dinero, pero nunca quisimos renunciar a nuestros trabajos de profesores porque esto nos daba la posibilidad de publicar lo que quisiéramos. Ya teníamos nuestra casa y con dos medios sueldos podíamos comer, y por lo tanto nos permitíamos el gusto de publicar sólo lo que nos gustaba mucho.
¿Y cómo surgió Candaya?
Surgió de dos viajes y de conocer a escritores. El primer viaje fue a Paraguay. Asunción, en ese momento, el año 2000, era una ciudad en estado de sitio, con toque de queda, con un centro colonial muy hermoso, pero muy degradado. Y allí en medio de esta dureza, de esta pobreza, había un pequeño oasis en un lugar que se llamaba El Cafetín Literario, que era nuestra segunda casa. Después de las caminatas por la ciudad, o cuando queríamos leer un rato, íbamos allí, una especie de café y librería. Y un día que estábamos en El Cafetín Literario nos informaron que ese lugar lo habían creado paraguayos exiliados en Buenos Aires, y que habían regresado a Paraguay, y quien les había apoyado en ese proyecto era el gran poeta paraguayo Elvio Romero, que era el poeta más joven de ese momento de grandes poetas y escritores. Él había sido amigo de Pablo Neruda, de Lima Quintana, y de todos los grandes poetas de la generación. Y realmente es el poeta paraguayo del siglo XX. Entonces Elvio Romero, que vivía en Buenos Aires, venía a Paraguay y hacía lecturas en El Cafetín Literario y nos impresionó muchísimo, lo que contaba y su poesía. Hablamos con él un rato y nos dio su teléfono y dirección…
¿Quieren tomar algo? —preguntó una muchacha a lado de nuestra mesa.
Voy a tomar un café —pidió Olga
Yo un americano con mucha azúcar, pero de esa que no engorda, por favor —agregué.
Y nada, quedamos muy impresionados con eso —continuó Olga—. Volvimos a casa y nosotros a lo nuestro. Y al año siguiente queríamos ir a Venezuela y seguimos un artículo de Vilas Matas que nos impresionó mucho, y que se llamaba Un hotel en las nubes, y que citaba a un escritor que se llamaba Ednodio Quintero, andino, y un hotel, que pronto descubrimos que ese hotel estaba en la transición de ese camino que lleva de los llanos venezolanos a los andes. Un lugar mágico porque pasas de un calor horrible, del calor llanero, hasta llegar al frío andino. Y en Caracas, antes de llegar al hotel, compramos todos los libros que encontramos de Ednodio Quintero, al que Vilas Matas citaba como el mejor escritor venezolano.
¿Esos viajes explica ese fetiche de Candaya por los autores latinoamericanos?
Sí, el 70 por ciento de nuestro catálogo son de autores latinos. Y algo muy bonito que nos dijo una vez Eugenio Montejo, uno de los grandes elogios que nos dijo un año antes de que muriera de ese cáncer tan fulminante, fue que “la singularidad de Candaya es que conocen la geografía sentimental de sus escritores.”
Esa frase podría ser la portada de un libro
Sí, sí, eso fue una cosa muy bonita. Entonces, Paco en esa época tenía un proyecto faraónico donde había creado una página de literatura latinoamericana que se llamaba “sololiteratura.com”, y que llegó a tener más visitas que la página del Barça (el equipo de futbol). Fue una cosa impresionante. Por esa página conocimos a Roberto Bolaño y a muchos otros escritores que después te contaré. Esos viajes y la página de Paco fueron el germen de Candaya. Descubrir que nunca un poeta paraguayo había sido publicado en España, nos conmocionó. Queríamos devolverle un poco al continente americano todo lo que nos ha dado. Ahí te lo conté un poco desordenado todo (risas).
No te preocupes. Comentaste que sólo publican a los autores que te gustan. Ahora que las editoriales publican a muchos youtubers, tiktokers, instagramers para poder sobrevivir financieramente, ¿cuál es el secreto de Candaya para sobrevivir publicando a autores tan finos, pero que tal vez no tienen las ventas necesarias para ser rentables?
Cuesta un montón. Sí que es verdad que hemos vivido 19 años, pero Paco y yo nunca hemos ganado con Candaya. Nos han invitado un montón a Argentina, a México, a Venezuela, a Ecuador varias veces. Pero nunca hemos ganado un duro. Ahora, sí que hay personas que cobran medio sueldo, un medio sueldo haciendo varias cosas, pero trabajan mucho más de media jornada. Mi obsesión es que alguna vez Candaya sea tan rentable como para que Eduardo, Víctor y Miquel tengan un sueldo entero, un sueldo digno. Pero te puedo decir que cuesta y que no es un gran negocio. Pero yo qué sé, al final la buena literatura encuentra a sus lectores. Es creer en los libros que publicas, en tus autores, y luchar por ellos.
¿Tiene un precio Candaya? Si llega Planeta o Random House con un cheque importante, ¿cederías la editorial?
No… bueno, no sé (risas). A ver, antes de la muerte de Paco, nuestra idea era pasar a segundo plano cuando Candaya cumpliera 20 años, en diciembre de 2023. Ahora que ha muerto Paco de una manera tan inesperada para todos, yo pienso que debo seguir por lo menos hasta donde él siguió, por lo menos dos años más. Y luego vendrán los jóvenes de Candaya que son muy potentes, ya veremos que orientación le dan a Candaya, seguramente otra porque son de otra generación, porque son distintos, pero yo creo mucho en los tres.
Entonces si te llega una propuesta de una persona que tiene millones de seguidores, pero a ti no te convence…
No lo vamos a publicar —me interrumpe tajante—. A ver, yo tengo con qué ganarme la vida, tengo una jubilación decente que me permite vivir. No estoy en esto para publicar novelas que no me gustan ni libros en los que no creo. Tampoco sabría defenderlos.
¿Crees que este “americanismo” en Candaya pueda desaparecer una vez que dejes la dirección?
N’hombre, segurísimo que no. Está Eduardo Ruiz Sosa que es mexicano, y está Víctor Minué que es chileno, y Miquel que es nuestro hijo y ha crecido en esto. Candaya es, y quiero remarcarlo para terminar, un espacio de encuentro entre la escritura más comprometida y arriesgada de América y España. Mi ilusión es completar el mapa. Todavía no tenemos, por ejemplo, ningún autor guatemalteco, tampoco ningún autor salvadoreño. A mí me gustaría, poco a poco, completar el mapa de todos los países latinoamericanos. Y perdona que me enrollé muchísimo, voy de un tema a otro siempre.
No te preocupes, no te preocupes —le dije antes de que se levantara de la mesa con la sonrisa más grande que he visto para coordinar la presentación de uno de sus autores. Detuve la grabadora y terminé mi café de un solo sorbo. Se había enfriado de manera criminal.
Editorial Candaya actualmente es operada por Olga Martínez como directora, los editores Eduardo Ruiz Sosa, Miquel Robles y Víctor Minué, y el diseñador Francesc Fernández. Todo a la memoria de Francisco Robles.