Jair Universo Cortés, es poeta y nadador, nacido en 1977. Renacido en 2017. Fue becario del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Tlaxcala y de la Fundación para las Letras Mexicanas en el área de poesía. Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta 2006 por Caza. Desde el 2018 colabora como ciudadano voluntario en la Casa Internacional del Escritor de Bacalar, coordinando diversas actividades literarias y culturales, muchas de ellas dirigidas a las niñas y niños de diversas partes del mundo que viven en Bacalar y en diversos pueblos de la selva de Quintana Roo.
-¿Qué es la poesía?
Es un continuo responder a las preguntas que la humanidad se ha planteado desde el principio de los tiempos, un revelar las secretas correspondencias entre los seres y las cosas que habitan el Universo y que se revelan y se hacen visibles gracias al poema, ese extraño organismo que tiene mucho de lenguaje, y cuando me refiero a lenguaje no sólo pienso en lenguaje humano, humane, sino en el lenguaje de los animales, los árboles, las nubes, la Naturaleza misma. La Poesía no debe confundirse con la literatura, la literatura es sólo una de las muchas formas que la Poesía encarna. Puede encontrarse en la combinación de ciertas palabras, pero también es lo inefable, lo indecible, un gesto, un paisaje. La Poesía está más allá de un fin meramente estético, la Poesía es curación, profecía, salvación y extravío. La Poesía es la substancia que le da sentido a la vida, que oculta y revela, al mismo tiempo, su misterio, haciendo concreto lo abstracto y viceversa. La Poesía, para mí, es más que un oficio, es un don sagrado que nos ha sido conferido como especie para tratar de alcanzar un estado de sabiduría que justifique nuestra existencia (y la del lenguaje) en este tiempo histórico y en ese estado atemporal llamado instante.
-Según tu definición de poesía, ¿qué relación encuentras entre poesía y filosofía?
La etimología ayuda mucho para establecer la primera diferencia entre ambos ejercicios del espíritu: la Poesía es hacer, crear, la Filosofía es amor por el conocimiento, por el saber. Pero podríamos decir que eso no es una diferencia, y que más bien la filosofía es un movimiento implícito en el acto de hacer, de crear. Quien ama saber busca, por decirlo ingenua y genuinamente, la Verdad, esa fase última de la realidad que percibimos; la Poesía, al revelar otra realidad en la realidad crea una nueva y toca esa Verdad en sus momentos más sublimes. Las preguntas que la Filosofía plantea, la Poesía las responde con poemas, testimonios de una experiencia que proviene de la suma de la razón y del instinto, es decir, de la intuición. El poema al ser lenguaje en rebeldía, revela esa otra realidad, una verdad que estaba ahí y que por estar distraídos no habíamos visto. Pero si observamos bien, y leemos a Sócrates en las palabras de Platón, sólo hay Poesía (y aunque los poetas son expulsados de la República, en el Fedro Sócrates se habla como un poeta raptado por las Musas), hay “lenguaje cargado de sentido” (Ezra Pound dixit) que nos lleva a examinar una realidad y a la posterior conmoción de descubrir una Verdad a través de las palabras. La Filosofía tiene un fin: encontrar el saber; la Poesía es su fin mismo: encontrar lo poético en el mundo y el saberse viviendo, pues, más allá de la moral o la ética presenta un testimonio: esto me sucede a mí y al escribirlo dejo de ser el centro de atención para que hable el lector y comulgue con esa experiencia. El Filósofo pregunta qué es el Amor, el Poeta responde con un poema que habla sobre amar y ser amado. “Odi et amo. Quare id faciam, fortasse requiris. Nescio, sed fieri sentido et excrucior. (Odio y amo. Por qué hago esto, quizá preguntas. No lo sé, pero siento que es así y me torturo)”, como escribió un jovencito romano de hace 2000 años llamado Catulo. Pero el poeta no sólo retrata una situación, al revelar una realidad la transforma y crea una nueva, de ahí su esencia revolucionaria, así arroja luz sobre las sombras, clarifica una situación, y percibe los cambios por venir de una manera anticipada pues está conectado con la naturaleza de una manera más profunda.
Por último, hay que recordar que casi siempre entendemos por Filosofía aquel ejercicio del conocimiento ejercido en Occidente, remitirnos a los griegos es inevitable, y luego a Europa; pero ¿qué hay de los filósofos orientales? Lao Tsé se parece más a un poeta que a un filósofo occidental; hay que preguntarnos ¿qué sabemos de ese amor por el conocimiento en África? Muchas civilizaciones ancestrales no distinguen a la Filosofía de la Poesía, es un hábito occidental separarlo todo hasta matarlo.
-¿Existe una buena crítica literaria en México?
Desde el 2018 dejé de leer lo que se escribía y publicaba en materia de crítica literaria en México, lo que leí antes me pareció, en la mayoría de los casos, una crítica tendenciosa y poco argumentada, preocupada más por encumbrar o sepultar autores y autoras. Y ni hablar del centralismo intelectual en el que viven los llamados críticos: creen que México es la CDMX y el resto una extensión de ella. Ahora que vivo en Bacalar, en la frontera con Belice, destino mi tiempo a la lectura de autores que siempre tuvieron mi atención en materia de reflexión profunda: Lao Tsé, Heráclito, Lucrecio, María Zambrano, Pound, Simone de Beauvoir, Borges, Paz… Y mantengo los oídos atentos a lo que dicen las abuelas y abuelos mayas a mi alrededor. Además, convivo diariamente con Ramón Iván Suárez Caamal y Berenice Huerta, quienes han sido verdaderas guías para mí en materia de crítica y análisis de la literatura y también de la vida. En estos años de mi vida creo que le hemos dado demasiada importancia a la figura del Crítico; ahora pienso, por ejemplo, que todo prólogo debe ser un epílogo, darle poder al Crítico es subestimar nuestra capacidad como lectores.
-¿Cuál es tu postura sobre los concursos y premios literarios?
La sociedad en la que vivimos ha hecho del dinero un dios y del poder una religión. Los concursos y premios literarios ofrecen dinero y reconocimiento, pero, el que alguien obtenga un premio por un texto no ha de convertir ese texto en una obra de arte. Muchos libros de poesía premiados son sólo prosa (mal) cortada en (mal llamados) versos. La obra de arte es definida no sólo por el tiempo, sino por la sensibilidad e intuición de quienes se acercan a ella. Basta leer los libros del premio Aguascalientes en las dos últimas décadas, ¿cuál se le compara a Espejo humeante de Juan Bañuelos, o a No me preguntes cómo pasa el tiempo de José Emilio Pacheco, o a Mar de fondo de Francisco Hernández, o a Los hábitos de la ceniza de Jorge Fernández Granados? Un premio, para mí, sólo representa un ingreso para pagar las cuentas que la sociedad no me permite pagar de otra manera, pero no me creo el cuento de que obtener un premio me hace mejor o peor poeta.
-¿Qué opinas del uso de la inteligencia artificial para escribir? ¿La usarías?
Para escribir Poesía no se requiere inteligencia, se precisa intuición. Y hasta donde sé no hay intuición artificial. El punto más alto de inteligencia humana pasó ya hace años, ahora la especie va en picada hacia la estupidez. El uso de internet y del llamado teléfono inteligente mermó las capacidades cognitivas más importantes de la humanidad: la memoria y la imaginación. La humanidad evoluciona hacia el Homo Cyborg, mientras que la humanidad pensante es una especie en extinción… Pero, de todas formas, la inteligencia humana no ayudó mucho, ¿para qué sirvió? ¿para construir la bomba atómica? ¿para inventar la inteligencia artificial? Hace algunos años que busco ser lo más natural posible. Aquí en Bacalar renací en la selva, me sincronicé con la Luna, el Sol y las Estrellas, aprendí a escribir, a bailar, a cantar de nuevo. No necesito de una máquina para sentirme vivo.
-Ahora que estás en el sur del país, ¿qué diferencias encuentras entre ser poeta en el norte, centro y sur? ¿Crees que exista discriminación geográfica?
Desde las instituciones centralistas sí, pero eso es un asunto de la burocracia y de quienes (aunque no laboren ahí) piensan como burócratas. Ahora que no me preocupo por eso es cuando más libertades he alcanzado, no sólo como poeta, sino como ser. El Estado y sus instituciones ya no significan una “autoridad” para mí. Si yo me siento en mi Centro, vivo en el Centro, más allá de lo que el mapa geográfico o mental diga. El Caribe no sólo es una zona geográfica, es una identidad en constante destrucción y construcción, es una tierra de piratas que se asume como tal. Ahora con la construcción del tren militar (mal llamado maya) se ha trazado una ruta de colonización disfrazada de bien popular, y más que una ruta es la delimitación de una muralla que busca contener y dominar a la Península de Yucatán, una zona que siempre se ha caracterizado por sus movimientos de resistencia. Esto es lo que hay de fondo en nuestra circunstancia histórica, lo que hagan los poetas oficialistas es completamente irrelevante.
-De los poetas o autores contemporáneos o de tu generación, ¿quiénes te parecen los más importantes?
¿Importantes en qué sentido?
– Que te parezcan mejores o que los leas más porque te gustan.
Yuri Herrera es un autor que me parece sublime. Su trilogía de novelas contiene todo: un lenguaje poético (que oscila entre lo culto y lo coloquial) que cuenta una historia contemporánea que, gracias a su trabajo en el lenguaje y a su aguda sensibilidad, se vuelve mítica.
-¿Crees que van a desaparecer las editoriales y los libros físicos, ahora con tanta tecnología y libros digitales?
No. Lo que pienso es que en algún momento serán los formatos digitales los que desaparecerán súbitamente un día, con todo y contenidos, cuando un apagón digital cause el ataque de pánico colectivo más grande del mundo y la extinción de media especie. Y lo anterior no me parece en absoluto fatalista, por el contrario, la humanidad podrá volver a entender el lenguaje de los astros.
-¿Para qué se escribe? ¿Te interesa o te preocupa la trascendencia?
Uno de los motivos por los cuales escribo ahora es para hablar de cosas que quizá veamos por última vez: la sensibilidad humana pura despareciendo junto con miles de hectáreas de Selva, por ejemplo. Otro es para hacerme comprensible el mundo que habito.
La trascendencia no me preocupa; al escribir, por el simple hecho de hacerlo, trasciendes.
-¿Cómo es tu proceso creativo?
Escribo todo el tiempo y redacto cuando es impostergable hacerlo. Escribo mentalmente, por ejemplo, mientras nado. Cruzo todos los días un enorme Cenote sagrado y los versos vienen a mí, y a cada brazada viene otro y se acomodan y reestructuran. Ya cuando regreso a la orilla de la cual zarpé, hay una libreta esperándome y un bolígrafo. Otras veces siento el llamado a sentarme a escribir y lo hago, sea la hora que sea. La Luna y sus fases influyen en mi proceso creativo de manera muy evidente.
-¿Planes? ¿En qué estás trabajando?
Trabajo en poemas. Los escribo y corrijo diariamente. Los pulo pacientemente. Elijo cada palabra de manera artesanal, por su música, por su impacto, por su peso o ligereza. Me divierto muchísimo y como no tengo prisa, pues el estado de gracia se prolonga.
Se asume como un No se permite copiar el contenido de este sitio “bacalarense nativo del mundo”, según palabras de Arturo Montes. Y de él se ha dicho que es “no citadino, pero evidentemente cosmopolita”. Autor de Historia solar / Solar history, traducción de Don Cellini, y de Laboratorio tropical, de próxima publicación.