Indran Amirthanayagam nació en 1960 en Colombo, Ceilán (ahora Sri Lanka). Cuando tenía ocho años, se mudó con su familia a Londres, Inglaterra, y a los 14 años, su familia se mudó a Honolulu, Hawaii, donde comenzó a escribir. Luego estudió literatura inglesa en el Haverford College, donde también fue capitán de su equipo de cricket durante su último año. Amirthanayagam tiene una maestría en periodismo por la Universidad de Columbia. Es diplomático del Servicio Exterior de los Estados Unidos, con sede actualmente en Washington, DC.
En tu poesía, ¿cómo logras esa unión entre lo cotidiano y lo profundamente humano?, sin rebuscar las palabras, sin buscar la palabra erudita, con mucha naturalidad. ¿Cómo logras esa unión?
¿Cómo lograr esto? Bueno, yo creo que mi español viene de mis lecturas y yo empecé a leer español leyendo a Borges, a Neruda, a José Emilio Pacheco, a Rosario Castellanos, a Ernesto Cardenal, Nicanor Parra. Todos esos poetas en español, escriben con un lenguaje claro, lenguaje nítido, no buscan vocabulario rebuscado, retórica compleja, quieren escribir de manera clásica, depurada, lenguaje que llega directamente al cerebro, al pensamiento, al corazón. El decir es el decir al andar, el andar lentamente, caminar por la mañana a un ritmo mesurado, pero determinado por la persona que camina. No quiero que el lenguaje sea un muro entre el lector y el poeta. El lenguaje más bien es algo que fluye entre el lector y el poeta, como un río, como una conversación abierta. En ese sentido, juego con la idea de que cada lector puede ser una persona muy querida para mí, como mi amor o mi compañero de vida, mi socio en la empresa de la vida. Entonces, hay una colaboración, sí o sí, íntima, una entrega y una búsqueda de un idioma en común. Yo crecí leyendo periódicos, siempre interesado en el lenguaje de los noticieros; entonces yo veo el poema así: la noticia del espíritu, del corazón, del pensamiento para cualquier lector. No quiero escribir solamente para los poetas o solamente para los eruditos. Todos tenemos que aprender en el camino. La noción del camino, de la caminata, andar, es muy importante para mí. Muchas veces compongo mis poemas caminando.
Entonces un poema para ti es como informar algo, como darle información a alguien en formación.
Y uno descubre la información que uno tiene que dar en el proceso de escribir. El viaje inicia, pero no sabemos a dónde va a llegar. Pero es el viaje lo que es importante, no necesariamente el destino. Ese es un concepto que viene de la lectura de Kavafis, el poeta.
Tengo una curiosidad respecto a ti, ¿en qué idioma piensas?, porque creo que hablas cinco idiomas.
Pienso en el idioma en que escribo el poema, a veces me levanto pensando en un verso en español o bien en inglés o francés. A veces pienso a propósito en un idioma. Por ejemplo, cada semana escribo un poema en francés para un periódico donde tengo una columna en Haití, y puedo escribir el poema en criollo también, pero en estos días estoy más cómodo con mi francés. Entonces, escribo un poema en francés a propósito, pensando en aquella columna, después traduzco el poema, a veces al inglés y envió las dos versiones al editor. En español, tengo un espacio en el periódico dominicano El Acento. Cuando escribo un poema no necesariamente lo traduzco a otro idioma. Claro, cada traducción es un nuevo poema, es una reescritura del original. En el último año, por ejemplo, escribí un poema en portugués y evidentemente se pierde un poco el ritmo y se cometen más errores. Es como un músculo que no está ejercitado. Pero es un desafío interesante, intelectual, para mí, mantener en buena salud en todos los idiomas en que escribo.
Pero tus pensamientos ordinarios, así, diarios, de levantarte y pensar: “me voy a preparar un café…” Tu lenguaje interno, tu comunicación contigo mismo, ¿en qué idioma es?
Eso depende de la geografía donde estoy viviendo. Los últimos años he vivido en Estados Unidos. Yo creo que el inglés domina mi pensamiento al inicio del día. Pero vivo con mi madre, y mi madre está un poco enferma y necesita apoyo, entonces yo tengo a una persona que me ayuda con mi mamá durante el día y a veces en las noches, entonces, esa persona habla criollo, haitiano, y con ella hablo en criollo.
¿Ese es tu idioma natal?
No, no, mi idioma natal es tamil y cingalés. Pero con mi mamá de niño hablaba más inglés que tamil. Hablaba tamil en la escuela, en Sri Lanka, pero cuando me fui del país, a los 8 años dejé de hablar tamil, entonces se perdió el tamil. Es una causa de ansiedad para mí esa pérdida, pero esa pérdida yo creo que es la razón por la cual me he acercado a otros idiomas con tanta pasión, tanta obsesión, porque es un poco raro escribir y publicar en tantos idiomas al mismo tiempo, es simplemente algo que hago. En ese sentido siento orgullo de ese hecho, lo admito.
Claro, claro. Es muy difícil. Claro que debe ser un orgullo.
Debo mencionar que cuando pienso en un idioma, digamos, en español, escribo un poema en español. Pero el poema depende de alguna lectura previa, de alguna persona o poeta que su idioma nativo sea el español. Entonces, hay idiosincrasias en el uso del español que viene de mis aprendizajes; he vivido en Argentina, he vivido en México dos veces, en el DF y en el norte, en Monterrey. Entonces, inevitablemente mi idioma español tiene mexicanismos, tiene argentinismos, tiene peruanismos. Mi español es global y viene de diversas fuentes.
¿Alguno de tus poemas se podría considerar como narrativa poética o poemas narrados?, porque algunos manejan hasta fechas, sin tener la estructura de la narrativa. ¿Te has interesado alguna vez por la narrativa? ¿Has escrito cuento alguna vez?
He escrito cuentos, hace mucho que no los escribo, pero cuando empecé a escribir poemas también empecé a escribir letras de canciones, fui punk…
Entiendo que también eres músico…
Fui músico muy joven, a los 19 años fundé un grupo de punk que se llamaba The End y escribí las letras de las canciones y fui el cantante.
¿En Londres?
En Estados Unidos, en la Universidad de Haverford College, cerca de Filadelfia, pero con mucha influencia de la música inglesa, porque estaba escuchando mucho a los grupos como The Clash, The Chams, The Members, y eso me inspiró. Esos grupos me inspiraron con mi propio angst de adolescente, mis propios desafíos, mis propias agresiones, porque la música punk es rebelde y básica, de muchos gritos (risas)…
Y un poco monótona, ¿no?
Puede ser. Por eso los músicos en el grupo tocaban inspirados por Led Zeppelin, heavy metal pesado, ¿no? Era punk, pero con influencias de metal pesado y también de rock and roll. Y esa fue mi primera experiencia con la música. Después, en Monterrey, colaboré con músicos de jazz, Omar Tamez y Milo Tamez, hicimos varios conciertos y grabamos unas canciones y después, años después, en Haití, colaboraré con músicos haitianos e hice un álbum, un disco que se puede escuchar en Spotify, se llama Rankont Doud, quiere decir, encuentro en agosto o encuentro con la duda, algo así, es un juego de palabras.
¿Eres guitarrista? ¿Tocas la guitarra y cantas también?
Recito, más bien, no pretendo ser un cantante puro, soy más bien poeta… en francés es poeta declamador, poeta que canta los versos.
Slam le dicen ahora, ¿no?
Puede ser, pero es importante para mí el oído, escuchar el poema y con la colaboración de instrumentos es maravilloso, se presenta el poema de otra manera, es una cosa muy bella. De hecho, de mi último libro en inglés, uno de los poemas fue musicalizado por una cantante española. Mis poemas se pueden musicalizar fácilmente. No todos los poemas, pero varios.
¿Quiénes son para ti los poetas mexicanos vivos más importantes en este momento?
Bueno, ¿vivos?, es una cosa… todos están vivos para mí (risas)…
Ah, bueno, claro, claro…
Tengo que empezar con los muertos: José Emilio Pacheco, Efraín Huerta, Carlos Pellicer, Rosario Castellanos, ella es muy importante para mí. Entre los vivos es muy difícil porque he perdido un poco el contacto con la poesía mexicana en los últimos años, pero claro, conozco varios poetas: Jorge Contreras, José Eugenio Sánchez; hay poetas que tal vez no son tan conocidos. Es un poco peligroso señalar a un poeta y no mencionar a otro, porque…
Luego se enojan, ¿no? (risas)…
Yo soy diplomático, je. Pero yo creo que la poesía está en buena condición. Natalia Gómez es una joven poeta, creo que vive en Campeche, que me han gustado sus poemas. Hay varios en el grupo de Poetas sin fronteras que escriben bien. Entonces, en ese sentido, yo creo que México es un país que apoya a sus creadores, más que algunos otros, en cuanto a apoyo de becas, programas, creación literaria, hay estados más adinerados que otros, por ejemplo, Nuevo León, eso es bastante bueno para sus creadores. ¡Ah!, también está Margarito Cuéllar, Claudia Luna de Saltillo. Hay un montón, creo.
¿Cómo fue tu encuentro con José Emilio Pacheco?
¿Cómo lo encontré?
Cómo fue su encuentro, cómo se dio ese, digamos, como padrinazgo.
Sí, José Emilio. Primero leí a José Emilio en inglés, en los sesentas. Sabía, antes de llegar a México, que José Emilio era uno de los poetas que quería saludar, quería conversar con él, y claro, en aquel entonces también conocí a Octavio Paz en Nueva York y me dio su dirección, Reforma 367, pero tuve miedo de escribirle, pensaba que era demasiado grande para recibirme. Si yo hubiera sabido de su conexión con Ceylán, con Sri Lanka, con la India, en aquel entonces le hubiera escrito; pero bueno, finalmente llegué al DF, pero llegué tarde, Paz había muerto un año y medio antes. Eso también me sucedió en Argentina, llegué a Buenos Aires un poco después de la muerte de Borges, entonces yo soy… llegando siempre un poco tarde (risas)… Pero bueno, llegué a tiempo para conocer a José Emilio Pacheco. Le escribí y empecé, dos meses después de mi llegada, a escribir en español. Bueno, entonces, le escribí una carta a José Emilio, me respondió y nos conocimos. Solíamos vernos para comer en un restaurante cerca de la embajada estadounidense en Reforma. Ahí almorzamos varias veces y conversamos. Y después empecé a compartir mis poemas con él, y, no sé, él respondió positivamente a esos poemas, los envié a Siempre! y me publicaron. Ese fue un hito importante en mi carrera en México. Tal vez fue mi primera experiencia con un ritmo muy acelerado de creación literaria. Porque en dos años escribí un libro bastante grueso de poesía en español y lo publiqué a principios de 2001 con la editorial Resistencia que estaba en la Condesa, ahora se mudó a otro lugar, pero sigue publicando libros en México.
¿Cómo se llamaba el libro?
El infierno de los pájaros, ese fue mi primer libro escrito en español.
Pero cuando tú llegaste, ¿ya hablabas español o llegaste a aprenderlo?
Ya hablaba español cuando llegué, pero a un cierto nivel, aquí mejoré. Una deuda importante que tengo en México es con Manuel Ulacia, el poeta fallecido, que fue mi mejor amigo en aquellos años, y Manuel me enseñó muchas cosas, incluso el idioma. Fue el nieto de Manolo Altolaguirre y Concha Méndez, poetas de España que llegaron exiliados a México. Manuel tenía un lenguaje muy bello en sus poemas, como con mucha influencia de Cernuda. Cernuda vivió en la casa de Manuel cuando llegó de España exiliado. Entonces yo creo que también mi poética, mi lenguaje, tienen un vínculo con lo que aprendí de la poesía de Manuel, de ir a la sencillez del dicho; también de Pacheco. Alta traición es un gran poema de Pacheco. Manuel murió en un accidente, se ahogó en el mar en 2001, unos meses después de mi partida del país. Mi último evento en el DF, fue una cena en su casa. Y al día siguiente me fui y dos meses después recibí esa terrible noticia. Ya había traducido a Manuel al inglés. La profesora Aurora Piñero Caballero, que enseña en la Facultad de Letras Inglesas de la UNAM, me ayudó mucho con mis poemas de El infierno de los pájaros. Yo tengo una deuda con ella y me gustaría reconocerla. Escribir para mí es un acto colaborativo, escribo un poema, comparto el poema y algunos responden con sus comentarios, respondo a sus comentarios y el poema crece hasta llegar a la versión definitiva. Finalmente, claro, llega en un libro con mi nombre, pero llevo muchas deudas, hay que agradecer a muchos, es un arte que se perfecciona, y no sabemos cuándo vamos a escribir ese poema perfecto.
Por eso no hay que dejar de escribir, porque nunca sabemos cuándo… Estás haciendo trabajo humanitario, ¿no?, con migrantes.
Mis trabajos han sido distintos, maestro de escuela secundaria, profesor en la Universidad dando literatura, talleres, también he sido mesero en un restaurante mexicano en Nueva York. He tenido muchos puestos, hasta que llegué a la diplomacia, tomé el examen de Relaciones Exteriores de Estados Unidos, me hice migrante estadounidense, y finalmente decidí aceptar la idea de que soy migrante, tengo un país adoptivo, padres adoptivos que son de este país…
Pero sigues en la diplomacia, ¿no?
Sigo, sí, pero en el extranjero mi último puesto fue en Haití y regresé en 2017, entonces, los últimos años he estado aquí, principalmente porque mi madre está un poco enferma, y me tocó ser responsable de ella, pero sigo trabajando, tengo un trabajo en el Departamento de Estado y al mismo tiempo estoy haciendo la revista The Beltway Poetry Quarterly y el canal de poesía Poetry Channel en Youtube. Estas son iniciativas nacidas en este regreso a Estados Unidos, iniciativas que quiero mucho y que quiero seguir expandiendo. Ya sabes cómo me alegra la vida cuando un nuevo suscriptor llega… (risas)…
Lo feliz que te hace un click (risas)…
Sí, sí, sí…
Con Jorge Contreras, con Los Ablusionistas, ¿qué estás haciendo exactamente?
También ahí estoy colaborando, soy uno de los curadores. En mi caso, soy responsable de la poesía en inglés, pero también he introducido a poetas en español al sitio. Es una plataforma para presentar poesía de todo el mundo, pero claro, poesía fuerte, esencial, importante. Es una iniciativa que me gusta mucho, por su ambición y el abrazo de todos los idiomas; aunque, claro, faltan algunos idiomas, pero es un concepto muy interesante.
Aparte de Lírica a tiempo, que ya salió en Perú, ¿qué otra cosa estás escribiendo?
Estoy trabajando en algunos proyectos en inglés, tengo tres manuscritos, uno es de poemas políticos, otro de poemas de amor y otro que, digamos, responde a la pandemia. Y tengo también un manuscrito de poemas en criollo que traduje al inglés. Una editorial ha aceptado el libro para 2022, el año entrante. Y sigo con mis actividades de Youtube, la revista… Seguro que en algún momento voy a pensar en otro manuscrito de poemas en español.
Para terminar, ¿qué esperas que pase después de la pandemia?
Primero, encuentros y reencuentros, hay muchos seres queridos que no hemos podido vernos. Yo creo que se pueden adquirir algunas lecciones útiles de esta tragedia, útiles en el sentido de vivir respecto a ti mismo y a los demás. Vivir mejor, vivir con respeto, y no desesperarse con las crisis, siempre hay un mañana, el sol todavía va a estar con nosotros 50 millones de años más.
Mientras haya sol, habrá vida…
Pero eventualmente va extinguirse y va explotar (risas)…
Ya habremos muerto nosotros… (risas)…
Su poema The Elephants Of Reckoning ganó el Premio de Poesía Paterson en 1994. El poema Juárez ganó los Juegos Florales de Guaymas, Sonora en 2006. Amirthanayagam ha recibido el Premio de Honor Superior y el Premio de Honor Meritorio (tres veces) del Departamento de Estado por su labor diplomática. Amirthanayagam es becario de poesía 2020 de la Fundación para las Artes Contemporáneas. También ha recibido becas de la Fundación para las Artes de Nueva York, el Fondo para la Cultura de Estados Unidos / México y la Colonia Macdowell.