Tantos corifeos flotan con sus caparazones cáusticos hacia el mar que es el morir. Algo que se torna fúnebre y sideral. Organilleros de overoles blancos. Toca esa música para ganar la guerra. No. No fuimos el Rock. Fuimos la flema gongorina. Dómine. Campo Marte. Lobos con ilegibles crespones de unicel. El tajo empírico. Paquebotes teledirigidos al culo de los ingenieros protofuturistas que reconfortan a las cortes glaciares. Oraciones raras para títeres de estaño. Fui criado por Osamento. Todas las palabras que amo las escribió Fernando Persona, Fernando Peceras, Fernando Pezones. Álvaro de Campos equivale a un organismo mamífero amigo de los paquebotes. Todas las palabras que amo las escribió Fernando Peluca, Fernando Pesario, Fernando Pestillo. Orden de cagar a todos los mandarines de México. Fuera. Todas las palabras que amo las escribió Fernando Pigricia, Fernando Peldaño. Fui criado por Osamento. Fui criado por una alfombra japonesa vestida de elefante que volaba rehiletes en bosques acerados. Ahora era el héroe y mi caballo sólo hablaba inglés. Proxenetas de la cartelera purulenta de la patria. El pueblo pigmeo se desploma en el pleonasmo, en el pabellón del plagio. Alfayate de los muertos. Sastre del huerto del horror. Modisto eunuco de la fragua. El 25 de abril de 2001, Francisco Cervantes escribió en mi ejemplar de Drama en gente: a Sergio Ernesto Ríos, ojalá sean tajos. No Arno, no Lerma, no Verdiguel, no San Luisito, no Támesis.
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Vivimos en la era de los antimonumentos
y solo queremos levitar entre esos jardines de polígonos colgantes, que había en Babia y Babilonia, tan abuelitos de los pixeles, con la bella o fea dama, dulce o amarga,
de las caracolas sin piedad.
Vivimos en la era de los antimonumentos
y en la era de la anticreatividad
y, por supuesto, vivimos en la era de los antimurales.
Somos archiduques siderales
y nuestros ojos se volvieron fieltro en el espacio exterior, éramos dos archiduques siameses coronando águilas imperiales y águilas republicanas
pero en pico cerrado no entran sierpes.
Somos archiduques con los cráneos rasurados
y tatuajes o descubrimientos del tercer ojo en forma de estrellas (obviamente muy obvias y cheguevarianas).
Y debimos detonar todos los antídotos
y todas las tapaderas
y los tapojos
y los taparrabos que borlan flojos mitos genésicos.
El caracol en el hombro es el nuevo perico del pirata, somos el ciempiés hacker ultraísta.
Es la era del ultimátum.
La era de los escarabajos sibaritas.
La era del cuervo que espía dos huevos kínder sorpresa orgánicos eternamente blancos y minimalistas.
Todo lo aborrecemos,
todo nos borra y nos desnuda.
El cráneo como una pieza desmontable,
quiero decir afuera de la calavera todo nos dice muertos vivientes. Cascos.
Caperuzas ciberpunks.
Yelmos biónicos.
Morriones retrofuturistas con wifi.
Extras monocalavéricos de alguna película de Carpenter.
Ni eso, una coreografía de zombis bailando el meneíto.
Qué haría frankenstein con el hueso frontal expuesto
a la danza de una libélula sirena
o colombre
o centauro de un tornillo.
Vivimos en la era de los antimonumentos debimos detonar la palabra creatividad, repetirla al revés como un exorcismo, repetirla tres veces dadivitaerc, dadivitaerc,
dadivitaerc.
Vivimos en la era de los antitítulos en la era de los lugares comunes.
Debimos volver nuestros ojos los capullos de algún pulpo mimético, debimos domeñar una manada de escarabajos.
Debimos saber que no era el París de Leopoldo Flores
el París que Leopoldo Flores contemplaba extasiado
en los ojos de Arturo Montiel Rojas en el año 2004.
La era del escriba que traza un astrolabio
o la era del escriba que nunca termina de hacer una larga a roja y anarquista.
Este es el ________ del anacronismo.
Los ritos de Trent Reznor en el año de 1996: el hombre que come moscas a cucharadas, los cuencos saltimbanquis
y las zarpas del guepardo de los sueños
de juguetería yanqui.
Debimos crecer en cardos,
en anélidos,
en cuervos como olas de mutilación
o como hélices,
como olas de mutilación o como hélices.
La guitarra cíclope
neurótica
nunca más amará la trova,
promete que nunca jamás volverá a amar la trova.
Vivimos en la era de los antimonumentos
y solo queremos levitar entre esos jardines de polígonos colgantes, que había en Babia y Babilonia,
tan abuelitos de los pixeles,
con la bella o fea dama, dulce o amarga,
de las caracolas sin piedad. Vivimos en la era de los antimonumentos
y en la era de la anticreatividad
y, por supuesto, vivimos en la era de los antimurales.
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Sergio Ernesto Ríos (Toluca, 1981). Es director de la revista de literatura Grafógrafxs de la Universidad Autónoma del Estado de México. Publicó los libros: POE/CIA (Herring Publishers, 2024), El ganador del primer premio del centro de estudios interplanetarios (Periferia de escribidores forasteros, 2019); Larga Oda a la salvación de Osvaldo (Universidad Autónoma de Nuevo León, 2019) en coautoría con Minerva Reynosa; máquina portadora de cabezas (edición digital, 2018); Quienquiera que seas (FOEM, 2015); Brazuca (Palacio de la fatalidad, 2015); Obras Cumbres (Bongobooks, 2014); La czarigüeya escribe (Editorial Analfabeta, 2014), en coautoría con Diana Garza Islas; Muerte del dandysmo a quemarropa (Universidad Autónoma de Nuevo León, 2012); Mi nombre de guerra es albión (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2010); Searching the toilet in juárez av.(Pimp m(t)y poetry, 2007), en coautoría con Minerva Reynosa; SEMEFO (Mirabilis, 2006), De cetrería (Bonobos, 2004) y Piedrapizarnik (Centro Toluqueño de Escritores, 2004).
Tradujo del portugués: Pasen las legiones con los huesos expuestos + Algunos prefieren batallas perdidas apuntes para una poética de Donizete Galvão (Viralata, 2024), copia_de_seguridad_3.1 (Grafógrafxs, 2021), de Érica Zíngano, Una confesión en la boca de la noche, de Danilo Bueno (Grafógrafxs, 2021); Boa sorte, 7 poetas brasileñas (Grafógrafxs, 2020); Apocalipsis sustentable & otros poemas (Grafógrafxs, 2022) y Bruno Brum a ritmo de aventura, de Bruno Brum (Palacio de la fatalidad, 2017); Droguería de éter y de sombra, de Luís Aranha (Palacio de la Fatalidad, 2014); Oda a Fernando Pessoa (Palacio de la Fatalidad, 2017), Paranoia (Palacio de la Fatalidad, 2013) y Voy a moler tu cerebro (Red de los poetas salvajes, 2010), de Roberto Piva; y la antología de poetas brasileños nacidos en los ochentas Escuela Brasileña de Antropofagia (Kodama Cartonera, 2011). Tradujo del inglés, con Diana Garza Islas, Una noche, senté a Donald J. Trump en mis rodillas/Y otras teorías estéticas del siglo XXI (Oficina Perambulante y Palacio de la Fatalidad, 2017), a partir de un ejercicio de Chris Rodley.