Los títulos de los tres primeros poemarios de Jorge Márquez aluden a una poesía auténtica y al mismo tiempo huraña de sus contemporáneos: Asir y atar, 3D y Eleusys zen, títulos que encierran un misterio que debemos tratar de descifrar en sus poemas. Cada uno de sus libros representa una búsqueda particular pero que sumados tratan de integrar las preocupaciones del autor, el cultivo de una poesía filosófica, emocional y contemplativa. Su arte poética posee una respiración en espiral que contiene la aspiración legítima de la suma.
Su primer libro publicado, Asir y atar, está conformado por poemas donde el autor muestra una preocupación por el ser, la esencia del lenguaje y la confusión del signo; lo cual se expresa mediante juegos verbales que nos descubren las paradojas, los cuestionamientos y las dudas. La ironía, el uso del oxímoron, la preocupación por la metafísica y por lo sagrado ya señalan las búsquedas filosóficas del autor. Asir y atar es un poemario ontológico, donde el autor conjuga elementos de la filosofía occidental, elementos de la cultura prehispánica, dioses y poetas de oriente para tratar de entender su lugar en el mundo. Sin embargo, más allá de los recursos verbales, sonoros y plásticos que caracterizan su obra, su vocación ya apunta a la metapoesía; es decir, no se ocupa solo en construir un discurso poético, sino que cuestiona la esencia misma del lenguaje. Para usar un término de Nicolas Bourriaud, el poeta asume su vocación de semionauta. Es decir, se asume como un artista radicante que inventa recorridos entre los signos.
Este semionauta tiene el privilegio de descubrir que escribe “el significado de otra forma. De alguna forma/ Otro significado.” (2011, p50). Reconoce la cualidad ourobórica del lenguaje: sus vocablos se muerden la cola del sentido. Las palabras se escuchan a sí mismas y al ocultarse se revelan. Pero en esta etapa su poesía es descriptiva, conceptual, por tanto, el semionauta aún no reconoce plenamente el rumbo. Al borde del abismo, el poeta advierte. “La palabra abre la boca/ Queda en ese instante suspendida/ Abismada en sí/ Ensimismada” (p51) Asir y atar ya contiene las ecuaciones que signarán el rumbo de su poesía, enuncia sus alegorías, su metafísica, sus espirales filosóficas y sus riesgos hermenéuticos.
En 3D, Márquez se despoja de su disfraz de semionauta y emprende la construcción de una poesía que se plastifique, una poesía vívida y palpable que emerja de la página. En parte, deudora del José Gorostiza de Canción para cantar en las barcas, pero también del imagismo norteamericano, este poemario advierte que la lectura de poemas requiere de cristales de la imaginación para reconocer la tercera dimensión del poema, pero al mismo tiempo sugiere que podríamos descubrir una cuarta dimensión siguiendo el sendero de las sinestesias y el hermetismo de las contradicciones. En 3D prevalecen las emociones, la plasticidad, la armonía, sus líneas nos enseñan a tactar el lenguaje de la luz y a escuchar el silencio del contra-canto. Su lectura, además de requerir de los lentes especiales, nos exige agudizar la sensibilidad, afinar el oído y disponerse a “no dejar de mirar dentro de todo.” (2012, p 50)
Eleusys zen es el tercer poemario de Jorge Márquez. En sus 85 páginas este libro condensa las búsquedas de sus dos primeras obras: el sinuoso camino de la filosofía, los misterios griegos y el misticismo oriental. Si con 3D el poeta invita a tener una conexión veloz con los sentidos para contemplar una cuarta dimensión, con Eleusys zen sugiere que nos desconectemos del pensamiento tradicional; en sentido estricto, nos pide que apaguemos la mente, para que intentemos el viaje a los misterios mayores de Eleusis, pero no con precipitación, sino con los pausados pasos del budismo.
No se trata de un conjunto de poemas sino de un poema largo, dividido en 24 fragmentos, un prólogo, un epílogo y una presentación que contiene 5 textos que funcionan como umbrales del viaje. Estos umbrales, es decir poemas que enmarcan, están signados con una letra del alfabeto griego: phi, chi, psi y omega. De diversas maneras, cada una de las letras alude al lenguaje cifrado que se emplea en los poemas. Aunque el conocimiento previo del simbolismo mítico y mitológico de la cultura griega y el budismo zen podrían contribuir a una mejor comprensión, la sensibilidad y el despejamiento del ser serían suficientes para gozar de este maravilloso libro, que a través del misterio nos lleva a la experiencia de la meditación.
Desde la presentación de Eleusys zen, advertimos que se trata de un poema que rastrea la metafísica del amor, pero al mismo tiempo indaga el camino mágico religioso para aceptar su impermanencia. Para ello acude a diversos horizontes culturales para entender por qué el amor es una contradicción mediante la cual se busca la conciliación. El convenio amoroso requiere siempre que se traiga “lo necesario y lo que siempre falta, / el sueño que despierta en el ocaso/ y El oro en incienso transmutado.” (2017, p 7)
Decir poesía y metafísica no es una contradicción, porque como nos advierte Beuchot: “La poesía ha sido muchas veces el camino hacia la metafísica” (2003, p 16). En la poesía, el contenido metafísico se transmuta en metáfora, “sugerencia, insinuación, misterio y enigma, casi en ocultamiento” (p17). El poeta, por tanto, convierte la poesía en experiencia ontológica: revelar su esencia es ocultarla. Nos obliga a apagar el pensamiento para que otra vez tactemos la luz, pero ya no para alumbrarnos sino para develar la otredad y al mismo tiempo reconocer que siempre vamos a la deriva.
En el poema que se signa con la letra phi, el sujeto de la enunciación dicta: “Llegamos donde nada llega/ ni nada hay. / Somos soma// Suma, cima/ Salmo somos.” El intento por explicar la experiencia amorosa obliga a juntar tradiciones que concilien sus contradicciones. Zen, hinduismo, cristianismo, musulmán, paganismo y animismo: todos los deltas de las religiones confluyen en esta quietud del lago de la poesía. Sin embargo, las disímiles referencias no se colocan para mostrar la amplia erudición del poeta, sino como la ingenua sabiduría del chamán que junta plantas diversas para encontrar la cura.
Por muchas razones, el amor es uno de los misterios eleusinos; porque amar es una forma de descender al Telesterion para evocar al fantasma de Perséfone, hija de la semilla que guarda el viaje, la alucinación. Evocar a la amada es apostar por la iniciación, mediante el baile y el canto, es decir la danza que antecede a la embriaguez. El subtítulo del poema sugiere que este viaje no debe realizarse con los enteógenos tradicionales sino con la planta superior de la filosofía.
En el umbral de la letra chi, el poeta desarrolla el tema de la perseverancia, la preservación de la paz y la paciencia. El sujeto lírico, en este caso el amante, continúa la búsqueda pero ahora con la oración; es decir, mediante la “palabra- nula del no-pensamiento”. Buscar no para encontrar a la otra, sino para reconciliarse consigo mismo. Multiplicar la búsqueda para singularizar el pensamiento. Edificar el camino de la luz y comprobar que nada existe antes y después de su transparencia. Enamorarse es iluminarse: hacerse intangible al mundo y en el ocultamiento revelarse al otro.
El siguiente fragmento, psi, desarrolla el tema inevitable de la ruptura. El viaje, el descenso, la iniciación han servido para confirmar que todo acto amoroso termina en el fracaso, en un no tiempo y espacio. Reconocemos que el amor es justamente una ilusión: matrimonio de luz y oscuridad. Sin embargo, las semillas de la granada han dado un fruto y se debe buscar un punto intermedio en el camino. El fracaso amoroso lleva al caos, la disolución de la ilusión. De los misterios eleusinos, de su canto y su baile queda el eco que se multiplica en la nostalgia del sujeto lírico.
Sin embargo, en el último poema umbral, intitulado con la letra omega, el sujeto lírico nos mostrará que no busca conciliación con el fantasma que ha descendido para siempre al Hades, sino que, por medio de la poesía, el no pensamiento buscará alcanzar la ayouidad: el sueño de la no existencia. Para no permanecer en el dolor o en el recuerdo, el sujeto lírico vuela hacia el horizonte zen, lejos de la “paja que cubre el mundo de las apariencias”. Ahí el alma puede distenderse y desentenderse del tiempo y el espacio. Ahí se está en el anverso del universo, pero dentro del ser. La poesía se vuelve entonces meditación: contener la respiración es una vía para comprender el entorno que nos rodea. Invertir las palabras es abonar al estoicismo.
En el poema titulado “Prólogo”, encontramos el arte poética del autor. La lúcida y lúdica reflexión sobre lo incidental de la poesía. “No todos los días se escriben poemas maravillosos” nos recuerda el poeta y enseguida reconocemos que, además de su arte poética, se trata de una crítica al quehacer poético de nuestros días. Escribir poesía en México puede ser una forma de tomarse vacaciones nos recuerda el poeta:
“Así sería esta forma informal de vacaciones,
vacaciones pagadas por el estado de introspección más
/incisivo,
en donde apareceríamos distintos,
aligerados de nosotros mismos,” (:18)
El poeta se convierte en un crítico feroz sobre esta realidad; de acuerdo con su poema, a veces, se escribe poesía para no hacer nada más, para obtener fama y echarse a dormir sobre la almohada del estado. Escribir poesía para no ver la realidad sino solo para seguir buscando la posibilidad de no trabajar mientras se obtengan los estímulos económicos que se ofrecen:
“No todos los días se escriben poemas maravillosos,
por el momento están desocupados,
haraganeando en otras dimensiones,
y ahí haciendo lo que siempre han sabido:
ascender a otros estamentos mientras esperan.
La espera implica paciencia y esa ya es una enseñanza,
singular manera de estar ociosos.” (:18)
Este prólogo asume el riesgo de ubicar el lugar del poeta frente al mundo, pero al mismo tiempo de identificar su postura frente a su propia poesía. La creación poética requiere de estados de ánimo y de sensibilidad que los verdaderos artistas saben alcanzar. No puede ser solo producto de un programa o proyecto que se sujete a horarios o metodologías. Escribir un poema es un acto excepcional que seguramente se logra después de atravesar crisis emocionales, intelectuales o espirituales. O bien en el trayecto, en la necesidad de superar esos estados. La creación poética es lo inmediato que se aleja y al mismo tiempo la lejanía que muestra su inmediatez. “Prólogo” no es un poema que desentone con el resto del libro, ni una salida involuntaria del espacio sagrado de Eleusis, sino que cumple una función metapoética, porque también la contemplación y la meditación tiene caminos hacia la lucidez. El humor de este poema también es una estrategia zen: debemos burlarnos de aquello que nos aqueja para entenderlo mejor.
En el largo poema divido en 24 fragmentos no solo encuentro poesía auténtica, sino una maravillosa historia de amor y desarraigo. Para entender el sentido global del poema, debo advertir que me apoyo en el título para realizar mi interpretación sobre uno de los múltiples sentidos del poema.
Además de que era uno de los nombres del Dionisio del cereal, el dios sobre el cual se celebraban los Grandes misterios en la ciudad sagrada, la palabra Eleusis originalmente significa “el advenimiento del niño”. Por tanto, este poema me permite leerlo como la crónica de la espera del nacimiento del hijo. El sujeto lírico apela a un referente poético que está por nacer. Los verbos que se emplean nos sugieren la idea de que el sujeto lírico desea generar en el hijo que viene una educación espiritual; por eso dominan los verbos espera, siéntate, bebe luz y calla. Es decir, transita la ruta de la paciencia, la perseverancia, la iluminación para llegar a la quietud. El poeta emplea magistralmente las referencias a la mitología griega y el budismo zen y lo cifra en un lenguaje que nos permite diversas interpretaciones. Este poema no permite una lectura rápida ni una fácil comprensión, más bien exige una total concentración para alcanzar un estado de ánimo donde podamos desprendernos de la soberanía del pensamiento y permitir que la conciencia dialogue consigo misma.
Márquez se muestra como un poeta que conoce bien el Bodhidarma, los mitos griegos, particularmente los misterios eleusinos y nos comparte su interpretación en este poema pleno de luz y de vacío. Estos poemas obligan más que a leerse a contemplarse como un mantra: todo tiende hacia el centro que desaparece. Un centro que es vacío, plenitud. Frecuentemente el enunciador anula la figura del yo lírico, como una estrategia para aludir a la impermanencia y a la ayoudidad. El enunciatario no posee muchas marcas o deícticos que nos permitan darle una total presencia o corporeidad; más bien, se esboza como una marca de agua o como una huella de luz.
A lo largo del libro, el poeta emplea diversos recursos que contribuyen más al contenido que a la forma, porque la forma varía, algunos fragmentos lo podemos leer como cantos, salmos, sutras o mantras, pero el sentido es un solo: el descenso al misterio para alcanzar la luz. La anáfora se emplea para lograr un ritmo monótono que nos lleve al trance. Las aliteraciones sirven para profundizar en la forma y esencia del lenguaje. Las preguntas y las voces interrogativas proliferan en este libro, porque como reconoce Gadamer la pregunta es lo más metafísico. La pregunta de todas las cosas es la pregunta del ser. Preguntar también es dudar de la conciencia.
En suma, Eleusy zen, es un libro que nos lleva a la pregunta y al conocimiento por el ser. Agradezco que haya editoriales que se animen publicar poemarios de esta profundidad, en estos tiempos en que lo que se publica y se vende son las ocurrencias, los malos chistes, los falsos testimonios y el culto al ego desmedido.
A pesar de poseer una voz potente, la poesía de Jorge Márquez no hace demasiado ruido.
Víctor García Vázquez (Escuintla, Chiapas) Ha publicado un libro de ensayo, Mujer de niebla (2001); cuatro libros de poesía: Raíces de tempestad (2001), Tejidos (2003), Tajos (2011) y Vuelta del húngaro (2020) Ha sido antologado en Espiral de los latidos: poesía joven de la zona centro del país (2002), Sirenas y otros animales fabulosos: antología poética (2006), Miscelánea erótica (2007) La luz que va dando nombre: veinte años de la poesía última en México, (2007) Cofre de cedro (2011). Universo poético de Chiapas (2017), La piedra del fuego, antología de poetas chiapanecos (2019). Aparece en los libros de ensayos Aristas: acercamiento a la literatura mexicana (2005) Caminata nocturna. Híkuri ante la crítica (2016), Antología del ensayo moderno en Chiapas (2018). Una tradición frente a su espejo. Estudios críticos por los 50 años del Premio Nacional de Poesía Aguascalientes, (2019). Es profesor de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla