Nora
florece
en la cavidad de la concha y convierte la perla en pico
crece pájaro
como crecen los mitos
y cae al agua antes de volar
se inventa mujer
en los barrancos grises
habla la historia de sus muslos oceánicos
y las palabras doradas
de su coño rojo
bañan de amor esta isla
un dieciséis de junio.
The last word (human, all too human) is left to Penelope
-James Joyce
Nora caminaba castaño rojizo caminaba alta caminaba ostiones y Guiness por el centro de Dublín. La calle Nassau se extiende al costado de Trinity College y actualmente es un hervidero de turistas, camiones de pasajeros, tours, tiendas de chucherías, algunos cafés y tiene 3 estrellas en Trip Advisor. El 10 de junio de 1904 Nora apenas había llegado de Galway hace unos días. Su nombre de familia era Barnacle, que en español significa percebe, pero que en Irlanda, también significa un ave. El apellido viene de barnacle goose que en español se conoce como barnacla cariblanca o ganso percebe. Estos gansos aparecen solo en el invierno cuando migran a la costa atlántica de la isla esmeralda. Los habitantes explicaban el misterio de su aparición drástica y la falta de nidos con la historia que los pájaros nacían de un abeto que daba al mar, donde la goma formaba los polluelos protegidos por conchas hasta que les crecía el pico y caían al agua. James Joyce llamaba a Nora my little fuckbird.
Jim se acercó a Nora y quedó cautivado por su acento nublado de la costa este y ella lo pensó un marinero suizo. Después de escucharlo se dio cuenta que era solo un capitalino más
cotorreándose a una chica de provincia. Hablar como irlandés se trata más de pintar un paisaje que señalar el punto de fuga, significa evitar la estructura inicio-clímax-desenlace y se parece más a un largo edging. Nora hablaba como irlandesa. Joyce, fascinado por la deconstrucción de lenguaje, sentía una sublimidad en el encanto de las conversaciones cotidianas de Nora. Igual que su discurso, sus cartas carecían de puntuaciones y mayúsculas como si el objetivo fuera pintar la atmósfera y el mensaje estuviera entretejido entre el tapiz de sus anécdotas. El discurso, registro y cadencia de Nora inspiraron los personajes femeninos principales de Joyce, como Anna Livia Plurabelle en Finnegans Wake, Gretta Conroy en Los Muertos y la emblemática Molly Bloom de Ulises. El soliloquio de Molly Bloom se compone de 22 mil palabras divididas solamente en 8 frases sin casi ninguna puntuación, es una cascada de texto que oscila entre apasionados encuentros sexuales, la infancia en Gibraltar y reflexiones sobre la sombría caracterización de su esposo Leopold Bloom. Esta manera de escribir fue inspirada por las cartas de Nora. Cuando a Nora le preguntaban si ella era Molly Bloom, solía responder “no, Molly Bloom es mucho más gorda.” Las cartas de Nora han desaparecido y solo sabemos de su existencia por las respuestas de Jim donde la deificaba como la epítome de la mujereidad, alabando los recovecos de su cuerpo, su espontaneidad y jurándole un amor trascendental mientras se emborrachaba en Dublín tratando de publicar Dublineses. Nora se había quedado en Trieste cuidando a sus dos hijos. En una de sus correspondencias le dijo a Jim que andaba por todo Trieste sin calzones con el propósito, sí, de calentarlo, pero también de que le mandara dinero. Joyce proveía y Nora protegía. A pesar de no poder librarse del todo del estereotipo católico de la época, la infame correspondencia de Joyce a Nora son un rastro de una cogedera amorosa que celebraba los detalles grotescos que involucra la intimidad. Aunque solo conocemos a Nora a través de la pluma de Joyce, la presencia de su voz tiñe toda la literatura de su marido y a ella, según Joyce, le pertenece la última palabra.