En 1989 estudiaba para ser ejecutante en la carrera de danza contemporánea de la Escuela Superior de Música y Danza en Monterrey, pero ya había realizado 2 obras escolares más o menos exitosas y con calificaciones altas. Mis compañeras me comentaban que les parecían afortunadas las propuestas que yo hacía en cuanto al manejo de ciertos temas y que les agradaba la experiencia de la exploración del movimiento que nos llevaba hacer una “coreografía”: la escuela los llamaba trabajos creativos.
Mi actitud intuitiva aunada a la ignorancia que tenía sobre la danza, me hacía absorber cada movimiento que acontecía a mi alrededor y mentalmente creaba situaciones y atmósferas con la intención de intervenir espacios, modificar la vida de los personajes y sus vestuarios, y musicalizar la realidad. De una manera naiv y con muchas limitaciones técnicas, compartía con mis compañeras mis ideas y terminábamos realizando trabajos ingenuos, de lenguaje simple, con planteamientos básicos, piezas tituladas: Ataduras, Ausencia, etc. Eran temas en los que trataba, según yo, el problema de las mujeres; quizá porque en la clase solo éramos alumnas.
(Una de las piezas se trataba sobre cinco mujeres y su rol en el mundo: una religiosa, una oficinista, una mujer de la vida nocturna, una modelo, y una mujer de alta nivel económico, ataviadas con vestidos negro, pero cada una portaba un artefacto que (a mi parecer) le daba una identidad: una cruz, una maleta, una estola roja, un sombrero elegante, y unas alhajas. El manejo de las transiciones de la pieza, se realizaban en duetos o tríos, haciendo alusión a las rutinas sociales que hacen que coincidamos y convivamos con la gente; los temas de esas piezas eran el desasosiego y la búsqueda de la libertad. Al final todas las bailarinas rompían sus estigmas y complejos y se mostraban felices de ser individuos únicos.)
En ese año conocí a Ruby Gámez y por él conocí a otros estudiantes de danza de otras escuelas y nos juntábamos a improvisar, coincidimos en edad, gustos, ideas. En ese entonces la maestra Valentina Castro nos sugirió que le entráramos al Premio Nacional de Danza. Yo no estaba muy segura de estar preparada y sentirme coreógrafa, pero me convenció el entusiasmo de mis amigos que creían en mí y en mi pobre capacidad para realizar este montaje, también estaban tan entusiasmados y asustados como yo.
Las reglas decían que las obras debían ser en un formato breve, más o menos entre 10 a 15 minutos y con más de dos bailarines. Nosotros éramos cinco, y fue así que la amistad me aportó un concepto estético, e incorporé en esta obra a 2 hombres y 3 mujeres, que sin saber estábamos creando la compañía Arte Móvil Danza Clan. Nos reuníamos por las mañanas y dividíamos los horarios. Primero ensayo de la coreografía de Ruby y después la mía, y la obra la estructuré en 2 duetos y una mujer solitaria. Los duetos estaban formados por Magaly y Miguel, y Ruby con Alicia. Emma era la solista. La obra: una mujer vestida de rojo, y los otros cuatro con ropa blanca. Una tela roja, como alfombra, dividía el escenario en diagonal pero de manera horizontal, una franja, una frontera, un camino rojo en el espacio, una ruptura, esa tela o ese camino o esa grieta, llegaba hasta la mujer solitaria (Emma), y era una prolongación de su vestido. En un principio lo hice para cubrir el banquillo feo donde estaba sentada la mujer solitaria, y a la vez, quería dividir el escenario y manejar esa imagen con la idea de reversionar una foto que vi en una revista de Vogue. Me gustó bastante y lo hice, obvio en mi naiv idea de lo que era ser original y novedoso.
El montaje lo realizamos durante mas o menos cuatro meses, teníamos que enviar documentación y yo no tenía idea del titulo que llevaría la obra, pero quería demostrar que era culta, que sabia de trazos, de movimientos, del manejo del espacio, y deseaba contar una historia. Quería mostrar algo novedoso en el mundo de la danza en la capital del país, y el título tenía que ser algo super genial y espectacular. Un día entré a la biblioteca de mis padres, que era un lugar serio, con olor a encerrado y por lo tanto aburrido, y que ni ellos tenían acceso a ese lugar, ya sea porque no tenían tiempo o porque era bien visto que en todas las casas de todas las personas tenían que tener un cuarto lleno de libros sin hojear ni usar, y allí vi el titulo de un libro de pasta dura color rojo, típico de enciclopedia en serie, y estaba uno de un tal William Faulkner llamado mientras agonizo, esa frase se me hizo genial, ultra original, contundente y evocativa, y con ello podría darle un toque cool a la obra. Yo ni sabía que Faulkner había escrito ese libro en 6 frenéticas semanas, ni que lo narran 15 personajes distintos, ni que una parte se trata de que una mujer se resistía morir hasta llegar a su pueblo donde iba a ser enterrada. Mi pieza igual se trataba de una mujer solitaria que va a morir y se encuentra en la antesala de todas las tristezas e igual se resiste a creer que la vida sea una tragedia.
Llegó el estreno de Mientras agonizo. No recuerdo el día pero a los foráneos nos programan los jueves y viernes, por si acaso pasábamos a la final, los gastos de hospedaje y viáticos, no se dispararan. Los ensayos, montajes y preparación eran por la mañana y en la noche fue el estreno, todo iba estupendo, pero llegó la hora de nuestra presentación y fue un desastre. Uno: yo llevaba mi grabación en cinta de cassette, era fino pero al final cassette, los demás lo llevaban en cinta de carrete, y no había una reproductora de cassette para esa noche. Y aunque se consiguió una, al reproducir el tape se provocaba un sonido de estática e interfería una estación de radio. Los organizadores me propusieron participar con la obra en silencio, cosa que para mí era absurdo, porque nos colocaba en una posición de nervios y estrés, por lo que preferimos la música aunque siempre se escuchara encima la radio en AM, ¡puag!. Dos: Tal vez fue por nervios, novatez o demasiada “energía”, dos de los ejecutantes la pasaron mal, en un pasaje de la pieza perdieron el equilibrio y exhibieron una actitud evidente de error y frustración, que provocó la reacción instantánea del público expresando un ssssssss largo, sostenido y miserable. La obra prosiguió sin más contratiempos, y los bailarines se pudieron reponer y concluir la pieza. Y yo en cabina sudando horrores, al terminar la función, una buena parte del público, se mostró empático y la aplaudieron.
En ese viaje la pasamos bien. Hicimos un recorrido larguísimo, con muchas horas de asiento, y limitaciones económicas, mala comida y poco descanso, pero tuvimos muchos comentarios favorables con la obra de Ruby y pasamos a la final. Yo estaba como bailarina y me sentía feliz, pero mis compañeros estaban tristes por lo que había pasado en la noche anterior con mi coreografía Mientras agonizo. No recuerdo que sentí, no sé si decepción o tristeza, o enojo o frustración o desgracia o mala fortuna, no sé, porque mis padres me enseñaron a ser reservada con mis sentimientos, así que me lo tragué, intenté olvidarlo y fingí no sentir nada. Eso me bastó para continuar con mis estudios, y definirme como artista escénica. Ya pasó mucho tiempo de este fascinante, terrible y loco debut en la coreografía, y parece que no me rendí, me hice mejor coreógrafa y cada aprendizaje lo ejercí con valentía.
Al final, con la fortuna de contar con estos amigos: Magaly, Miguel, Emma, Ruby y David, y en su momento Dora y Alicia, que creían en mis propuestas y estaban dispuestos a ensayarlas y luego a bailar maravillosamente, me dieron la posibilidad de seguir averiguando sobre la creación y la magia en el escenario, donde abordé temas que me preocupaban o me interesaban plasmar, ya no solamente sobre la mujer (temas de mi adolescencia), sino que me involucré, como todo artista, en contenidos diversos, universales e íntimos, y aunque superé en todos los ámbitos e incisos aquellos simples “trabajos creativos”, sigo sin saber bien a bien de qué se trata la obra Mientras agonizo de un tal William Faulkner.
Judith Téllez. Nace en Monterrey, Nuevo León. Fundó del grupo Arte Móvil Danza Clan en 1989. Algunas de sus obras más importantes: “El alma secreta de las cosas”, “Otros viajes inesperados”, “Colores”, “Nuevos viajes inesperados: danza para niños”, “In-doors” (2000) “puzzle” , “Es tan blanco que no me deja dormir“, “Balada para un desayuno”, “Polvo”, y “Cómo decir árbol sin mencionar su sombra”. Miembro del SNCA del FONCA.