iii. entre paréntesis
La coreógrafa Valentina Castro montó e interpretó Luz detenida en el aire, un solo basado en el poema del mismo nombre del autor Jaime Labastida que forma parte del libro Con un sitio en la tierra (1965) que consta de 11 poemas y este es el numero 8. El poema se publicó apenas 5 años antes del estreno de la coreografía, entre el fin de la década de los 60 y principios de los 70.
ii. hoy ella baila
El solo se remontó en 1989 para estrenarlo en el IV Encuentro Metropolitano de Danza Contemporánea en la ciudad de Monterrey N. L. con la compañía Valentina Castro Danza Teatro Mexicano. Yo apenas iba a cumplir 20 y formaba parte de esa compañía participando de una manera entusiasta y disciplinada, y tal vez por esa actitud, me correspondió ser la solista e interpretar el papel de Valentina Castro dos décadas después.
El vestuario muy simple, mas con tintes deportivos que escénicos, consistía en un leotardo azul sin mangas y sin mallas, decorado con pequeñas tiras de gasas y listones azules y morados en el torso, el personaje usaba una vara en cuyo extremo tenía sujeto una banda de tela en color azul como de 2 metros de largo, similar a los que se usan en la gimnasia rítmica. La coreografía exigía que la cinta debía estar en movimiento durante toda la ejecución sin tocar el suelo.
La música que bailé es de Mirna Bazán (ignoro si usamos la original); la pieza estaba conformada por varias transiciones que dividan la obra en oscuros, y durante cada oscuro había un silencio musical, con la intención de darle mayor énfasis al texto, y en ese vacío se escuchaba un fragmento del poema recitado por una voz masculina, y cuando volvía la luz, la música acompañaba los movimientos de la bailarina en el escenario, así hasta la declamación total del texto.
i .colibrí ante la flor
Recordando el montaje con la coreógrafa Valentina Castro, mis mayores preocupaciones durante los aproximadamente 7 minutos que duraba la obra, fueron mostrar el dominio técnico de la danza; es decir, un buen atiitude y unos eficientes jeté y todo el programa escolar de disciplina y perfección, gracia y sin olvidar la postura, el peinado, la sonrisa, etc; y además el dominio de la vara cuya tela larga debía ser una extensión de mi brazo que llegara a los puntos más lejanos del escenario. Otro detalle que me mantenía concentrada era que tenía que ser exacta a la hora de colocarme en los cenitales para no perder la magia que debía mostrar la coreografía, cuyo efecto de la tela debía de ser justo y exacto, pues la coreógrafa me pedía un peculiar movimiento de la mano, porque era muy importante y requería de cierta ejecución para apreciar los efectos, del fraseo de la tela y las figuras que permitieran al espectador, ver más historias dentro de un poema y una coreografía.
Valentina Castro planteaba que la pieza estuviera impregnada de un rigor de virtuosismo y velocidad, para que la acción y los efectos técnicos imitaran ciertos momentos de la naturaleza, como el vuelo de un colibrí cuando se suspende en el aire, nervioso, ágil, frente a una flor. Algunos de los trazos de la coreografía eran círculos, y para la tira de tela eran círculos dentro de otros círculos, como una escena de vértigo o un dibujo de la coraza de un caracol. Las evoluciones de precisión y vuelo, eran constantes y exigían una condición física bastante aceptable.
La tira de tela fue otro asunto que me mantuvo preocupada, porque ya sea desplazándome en horizontal o en vertical; me resultaba complejo concentrarme en que el movimiento del objeto no intercediera con los movimientos de la danza, que exigían ciertas evoluciones y a su vez me obligaban a mostrar limpieza, orden y autonomía del objeto con relación a mí y a mí como un ente libre: intérprete de un poema y del lenguaje.
También recuerdo que Valentina Castro me insistía mucho en los pies, en los pasos, en cómo colocarme en el escenario y centrar mi proyección para desplazarme con confianza en el personaje, que transitaba entre la sensualidad y elegancia de las geishas, que intentan casi nunca tocar el piso.
Las muestras que me puso Valentina Castro al inicio del montaje las recuerdo nítidamente: su diminuto cuerpo, perfecto y preciso con movimientos rapidísimos, definidos y cargados de emoción y pasión.
Recuerdo que cuando Valentina Castro me hablaba de cómo se auto-montó la pieza y me contó sus puntos de conexión con el texto y la manera en la cual deseaba proyectar la intimidad y movimiento del poema al escenario, me bastaron para entender mas o menos a dónde deseaba ella llegar, y cómo yo podía explorar estos elementos; la luz, el texto y tira. También comprendí que me tocaba interpretar un lenguaje que ella había hecho propio, y había construido a través de miles de pequeños triunfos y fracasos del cuerpo ante las posibilidades de exhibir y declarar la esencia de la humanidad, y aunque me daba libre interpretación de emociones y calidad de movimiento; era muy rigurosa en que no se perdiera el estilo original. Todo el montaje estuvo acompañado de sus palabras llenas de cariño por su orgullo creador y también de nostalgia por las vivencias que acompañaron la pieza en su primera versión.
Al final creo que logré hacer una obra satisfactoriamente buena que le encantó a Valentina Castro y a todos mis amigos, y fue bien recibida por los asistentes. Después de esa función logramos presentarla en varios foros y festivales de la república con resultados afortunados. Además la pieza fue “exitosa” ante los ojos de la prensa, que sin ser crítica era bien criticona, y alguna vez publicaron en primera plana que la bailarina realizó un trabajo limpio y muy cuidado.
Así era aquel entonces. Hoy baila mi mujer y desaloja la discordia.
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Judith Téllez. Nace en Monterrey, Nuevo León. Fundó del grupo Arte Móvil Danza Clan en 1989. Algunas de sus obras más importantes: “El alma secreta de las cosas”, “Otros viajes inesperados”, “Colores”, “Nuevos viajes inesperados: danza para niños”, “In-doors” (2000) “puzzle” , “Es tan blanco que no me deja dormir“, “Balada para un desayuno”, “Polvo”, y “Cómo decir árbol sin mencionar su sombra”. Miembro del SNCA del FONCA.
Valentina Castro (Amecameca, Estado de México, 19 de enero de 1935) es una bailarina, maestra, coreógrafa, directora, promotora e investigadora de danza escénica mexicana, que ha experimentado dentro de la danza moderna, contemporánea y posmoderna.