Oraciones
Por fin bautizaron mi vacío, mi silencio, mi
ademán de idiota enamorada del aire.
Alejandra Pizarnik
Por fin, una dulce melodía invadió mis sentidos,
la brisa cobijó mi ser, atravesó el sin sentir
que me mantenida en el suelo
las sombras se desplegaron conmigo,
gloriosas me levantaron y mi exilio se cubrió de luz,
me abrí ante el grito ciego del porvenir.
A qué parte de mi cuerpo te aferras
A qué azaroso destino te has recomendado
si ya arroje tu mundo hacia el mío.
Todo tiene otro semblante
y el desasosiego que me carcomía
jamás volverá a pesar sobre mis huesos
nos vamos, querida,
me voy como quien ha cumplido ya
con todas sus tristezas.
Ahora, todas las noches serán como ésta
Con desgarbo me elevaré hacia la copa del árbol
Y abrazaré tu canto
Cielo en calma, querida mía
Que nunca más me hagas falta
No me perderé con los pies desnudos
y medio cuerpo en pedernal
arañando el silencio de mis muertas
no caeré de nuevo al silencio
no me detendré.
Por fin bautizaron mis palabras
Reconocí ese vacío, un libro abierto
un ir y venir
un ir de incertidumbre
de desencuentro
por necesidad de pensar
de actuar, de pensar
de salir, de pensar
de cambiar, de pensar
de asumir
la realidad
leída desde tus ojos
manera sollozante y única de posibilitar acción.
Bienvenida entonces
a esta nueva vuelta al destiempo.
Bienvenida la luz
Bienvenidas sean todos sean todas
al “no lugar”.
Doler
Aquí viene; lo veo asomarse,
me busca con sus pupilas abarcadas
inmensas de lujuria,
en medio de las sombras veo su silueta,
su gesto abanicándose el miembro
mientras desprende un aroma a corteza de árbol.
Se acerca hasta mis muslos arrastrando su lengua
carcomiendo mi desesperanza,
me toma por la cintura
y bebe mi néctar de flora de castilla
–a él, no le importa cuántas llagas le conciba–
escandaliza con sus manos extendidas sobre mi cuerpo
con su arrogancia de macho perturbado
por las horas huérfanas
viejas espigas rozándole la garganta.
Inconscientes despedidas
Quiero del poema, evocar la esencia
de mil pétalos encendidos
al alba de mi vuelo,
que me destierre de este mundo si así lo desea
pero que me guarde en su mirada
precedida de mínima agonía
donde aún existo.
¿Por qué me niego a la idea de escribir?
acaso existe algo más que me haga palidecer
de incertidumbre o de celo
o de éxtasis o lo que sea que se produce cuando
me dejo llevar por las palabras.
Ellas hablan y yo, sólo soy una especie
de inconmensurables silencios atorados en
su por-venir
la prueba bondadosa sobrevolando
con alas rotas.
¿Cómo decirlo de nuevo?
si ni con mi propio nombre me pronuncio
inventamos a alguien de asuma el papel protagónico
de esta voz
–necesitamos un cuerpo, pero el tuyo
es flacucho y dolido
ya no importa,
te enseñaré a mirarte a los espejos–, me dice.
De nuevo me garantiza un tipo de satisfacción
que no sé admitir
agua de rosas y palo seco
nos marchitamos y reverdecemos bajo la lluvia
siempre con intención caduca
inconcebible en esta realidad
y amamos esos reflejos que se parecen cada vez
a alguien/ algo más.
Mis dedos entumidos al sonido del teclado
mis ojos sumergidos en la noche
seguimos buscando en el lenguaje
las palabras
la idea que nos hemos hecho de
todas nuestras muertes;
sin pensar que a su paso
dejamos un sinfín
de inconscientes despedidas.
Para nombrarse
Hay que transgredir las experiencias
mirarse,
no desde fuera
no a través de los espejos
no tras las máscaras.
Habitar todas las posibilidades
sin negar la misma condición de su verdad.
¿Podríamos entonces,
nombrarnos y reconocernos en nuestra verdad,
entre el límite de las pasiones,
el delirio, la soledad, el mismo lenguaje,
el amor?
Provocación
Justo esta noche se me rompió
la soberbia en la cara:
las palabras (creí tontamente por un momento)
no dicen nada sino te muestras casi o totalmente
vulnerable / dispuesta
como haciendo una invitación perversa
con esa imagen que ya has desgastado bastante.
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Betzuara Reyes nació en la Ciudad de México, y es socióloga y escritora con perspectiva de género. Mediadora de lectura por parte de Secretaria de Cultura; imparte cursos y talleres sobre fomento a la lectura, cuenta-cuentos y joyería para mujeres. Poeta y columnista en RAB Revista de Arte Boticario, ha colaborado en otras revistas electrónicas como Revista Anestesia y Aleteo Poético. Incluida en la Antología Poética de América Latina y Europa de Ediciones Azalea: “La flor en que amaneces”. Publicó el cuento: “La niña que se convirtió en pájaro”, Escritura de cuentos de hadas en Ediciones Morgana –Marisol Vera Guerra–. Libro digital, 2018.