La historia de la literatura cuenta con muchas anécdotas, que van desde escándalo hasta la locura. Escritores se han visto involucrados una y otra vez en situaciones increíbles, que parecen sacadas de cuentos o novelas.
Oscar Wilde (1854-1900) y Ernest Hemingway (1889-1961), no sólo son conocidos por El Retrato de Dorian Gray y El viejo y el mar, sino porque pasaron gran parte de sus edades tempranas vestidos de mujer, debido a la terquedad de sus madres, porque querían que sus hijos hubieran sido niñas.
En el caso de Wilde, sabemos que su madre era Lady Jane Wilde (1821-1896), una luchadora del independentismo irlandés y autora excéntrica que gustaba vestir trajes extraños adornados con joyas y plumas, entre otros elementos, que la convertían siempre en el centro de atracción en cualquier lugar donde apareciera. De Hemingway, existen hasta estudios psiquiátricos sobre el odio que le tenía a su mamá, a quien relacionaba con el suicidio de su padre ocurrido en 1928, escena que repetiría el gran Ernest para quitarse la vida en 1961.
Podríamos acudir también a las escandalosas historias de Charles Bukowski, la más conocida fue la entrevista que le hizo el periodista y crítico literario Bernard Pivot, en Apostrophes, un mítico programa literario de la televisión francesa, cuyo formato fue copiado en varias partes del mundo. Ahí, en pleno programa en vivo, el autor de El Cartero salió a la mitad de la transmisión en completo estado de ebriedad.
Video: Así hartó Bukowski ebrio a periodista francés en entrevista en vivo
Hay encuentros a golpes, amoríos, robos y otras experiencias que habitan el mundo literario, pero, ¿inventar un secuestro? Vicente Huidobro (1893- 1948) sacudió al mundo con una de las ocurrencias más extremas que se tenga memoria.
El poeta chileno, iniciador y exponente del creacionismo, es considerado uno de los más destacados poetas de su país, junto con Gabriela Mistral, Pablo Neruda y Pablo de Rokha.
La historia sucedió el 11 de marzo de 1924, año en que vio la luz El proceso, la primera de las grandes novelas de Franz Kafka. Por esas fechas en el mundo de futbol, durante un partido entre Argentina y Uruguay, el futbolista Cesáreo Onzari hizo el primer gol olímpico.
Ese día, Huidobro, el escritor que vivía en París, Francia, no regresó a su casa. Manolita, su esposa, recibió un mensaje que le indicaba que su marido se encontraba secuestrado: “Tu marido está encerrado bajo siete llaves”. La mujer fue a la Policía para denunciar el hecho y después se dirigió a la representación diplomática de su país. La noticia se esparció rápido y en unas horas el asunto ya era parte de las pláticas en todos los cafés y bares parisianos.

Como abejas a un panal, periodistas de toda Europa comenzaron a llegar a la vivienda del escritor. Juan Gris, el pintor e ilustrador español que desarrolló su actividad principalmente en la capital francesa como uno de los maestros del cubismo, fue a brindarle ayuda la esposa de Vicente. Él fue quien atendió a la prensa.
Presionada por artistas y el gobierno de Chile, la policía de París inició un gran operativo para rescatar al autor. Pasaron tres días mientras que la desaparición del poeta acaparaba los principales titulares de periódicos, hasta que Huidobro apareció en su casa muy quitado de la pena. Lo esperaban decenas de periodistas. Quienes lo vieron, plasmaron en sus notas que el autor de Altazor, se veía mal, cansado y sucio. Sin embargo, hubo algo que les llamó la atención y que era bastante absurdo: traía su pijama preferida.

“Sé que muchos se rieron del atentado de que fui víctima. Los periodistas echaron el asunto a la broma. Y créame que solo fue despecho. Cuando regresé a esta casa, un centenar de gacetilleros me esperaba. Los había de todos los periódicos del mundo: ingleses, americanos, franceses, rusos, suecos, italianos… Todos querían saber. Todos querían ser los primeros en dar la clave. Y a todos los eché de casa sin decirles nada”, confesó el escritor, en una versión recogida en el libro Chilenos en París (La Novela Nueva, 1930).
La locura de Huidobro no se detuvo. A la prensa le contó que integrantes de un grupo secreto lo habían retenido en esos tres días en cautiverio.
Los reporteros escucharon de la voz del chileno, que debido a un romanticismo político había escrito un libro como miembro de una sociedad secreta irlandesa, pero que otro grupo inglés antagonista, lo había atraído a la estación del metro Porte d’Auteil, donde fue obligado a entrar a un auto tras ser cloroformizado. Dijo que apareció en una casa que no conocía y que durante 72 horas lo amenazaron para que publicara que él no había escrito ese libro, pero se negó una y otra vez. Hasta que lo volvieron a drogar y fue dejado a tres cuadras de su casa (con su pijama preferida).
Los jefes policiacos indicaron que no podían continuar con la investigación, pues el hecho era novelístico. Los amigos de Huidobro, sobre todo Gris, quedaron muy enojados. El pintor no volvió a verle después de ese día. La última anécdota conocida en torno a este caso, fue que cuando Juan se encontraba a punto de morir, Huidobro intentó irse a despedir de quien alguna vez llegó a ser su mejor amigo, pero el español herido por esa broma, se negó a recibirlo.
Además de esta historia, a continuación te presentamos algunos de sus poemas:
Ella
Ella daba dos pasos hacia adelante
Daba dos pasos hacia atrás
El primer paso decía buenos días señor
El segundo paso decía buenos días señora
Y los otros decían cómo está la familia
Hoy es un día hermoso como una paloma en el cielo
Ella llevaba una camisa ardiente
Ella tenía ojos de adormecedora de mares
Ella había escondido un sueño en un armario oscuro
Ella había encontrado un muerto en medio de su cabeza
Cuando ella llegaba dejaba una parte más hermosa muy lejos
Cuando ella se iba algo se formaba en el horizonte para esperarla
Sus miradas estaban heridas y sangraban sobre la colina
Tenía los senos abiertos y cantaba las tinieblas de su edad
Era hermosa como un cielo bajo una paloma
Tenía una boca de acero
Y una bandera mortal dibujada entre los labios
Reía como el mar que siente carbones en su vientre
Como el mar cuando la luna se mira ahogarse
Como el mar que ha mordido todas las playas
El mar que desborda y cae en el vacío en los tiempos de abundancia
Cuando las estrellas arrullan sobre nuestras cabezas
Antes que el viento norte abra sus ojos
Era hermosa en sus horizontes de huesos
Con su camisa ardiente y sus miradas de árbol fatigado
Como el cielo a caballo sobre las palomas.
Camino
Un cigarro vacío
A lo largo del camino
He deshojado mis dedos
Y jamás mirar atrás
Mi cabellera
Y el humo de esta pipa
Aquella luz me conducía
Todos los pájaros sin alas
En mis hombros cantaron
Pero mi corazón fatigado
Murió en el último nido
Llueve sobre el camino
Y voy buscando el sitio
donde mis lágrimas han caído
Días y noches te he buscado
Días y noches te he buscado
Sin encontrar el sitio en donde cantas
Te he buscado por el tiempo arriba y por el río abajo
Te has perdido entre las lágrimas
Noches y noches te he buscado
Sin encontrar el sitio en donde lloras
Porque yo sé que estás llorando
Me basta con mirarme en un espejo
Para saber que estás llorando y me has llorado
Sólo tú salvas el llanto
Y de mendigo oscuro
Lo haces rey coronado por tu mano
El célebre océano
El mar decía a sus olas
Hijas mías volved pronto
Yo veo desde aquí las esfinges en equilibrio sobre el alambre
Veo una calle perdida en el ojo del muerto
Hijas mías llevad vuestras cartas y no tardéis
Cada vez más rápidos los árboles crecen
Cada vez más rápidas las olas mueren
Los récord de la cabeza son batidos por los brazos
Los ojos son batidos por las orejas
Sólo las voces luchan todavía contra el día
Creéis que oye nuestras voces
El día tan maltratado por el océano
Creéis que comprende la plegaria inmensa de esta agua que cruje
Sobre sus huesos
Mirad el cielo muriente y las virutas del mar
Mirad la luz vacía como aquel que abandonó su casa
El océano se fatiga de cepillar las playas
De mirar con un ojo los bajos relieves del cielo
Con un ojo tan casto como la muerte que lo aduerme
Y se aduerme en su vientre
El océano ha crecido de algunas olas
El seca su barba
Estruja su casaca confortable
Saluda al sol en el mismo idioma
Ha crecido de cien olas
Esto se debe a su inclinación natural
Tan natural como su verde
Más verde que los ojos que miran la hierba
La hierba de conducta ejemplar
El mar ríe y bate la cola
Ha crecido de mil olas