El arte como espejo
El arte es un espejo de la vida. De las desgracias y venturas de muchas épocas tenemos noticias a través de pinturas, textos, esculturas, o cualquier otra manifestación artística que perdure ante el fuego o la ignorancia, esas ratas atemporales que roen el cuerpo del arte.
Recordemos El Guernica de Picasso que capturó de manera singular y creativa los horrores de la Segunda Guerra Mundial en España. O el Leningrado de Shostakóvich, sinfonía que atrapó en su telaraña de sonidos los avances del ejército nazi al corazón de Rusia. Por cierto, este compositor ruso fue bombero voluntario en esa guerra, ya que debido a su estatura artística no lo dejaron enlistarse como soldado. En la curiosa portada de una edición de su 7ma sinfonía aparece Shostakóvich entre cenizas y una lánguida manguera en la mano (pero ésa es una historia para otra nota de Por la libre).
Traigamos a esta hoja en blanco al general Tucídides y su Guerra del Peloponeso, en que plasmó con elocuencia y rigor histórico las correrías de griegos contra griegos. En ese sentido esas guerras virales llamadas pandemias han mermado a ciudades enteras a lo largo de la historia: la Peste en Atenas durante la guerra con Esparta en el año 431 A.C.; la peste bubónica en Londres; la peste negra en Italia, éstas últimas acontecidas en la Edad Media. Todas las anteriores han contado con su calca en el arte: los Diálogos platónicos donde se menciona esa ominosa plaga, los Cuentos de Canterbury de Chaucer o El Decamerón de Boccaccio; todos ellos han dado cuenta, a través de sus obras, del sufrimiento humano. No por nada Homero llegó a decir que: los dioses permiten las desgracias sobre los hombres para que los poetas tengan qué cantar.
Una pintura sobre la Gripe Española
En este caso, como se promete en el título, nos interesa destacar una obra poco conocida de un artista bastante conocido, ya que el olvido es esa otra rata que roe el cuerpo mnemónico del arte: Edvard Munch, precursor del expresionismo y autor de ese emoji famoso con las manos sosteniéndose la cara y una boca en actitud de alarido (sí, ya sé que el emoji está inspirada en su pintura homónima El Grito).
Resulta que en 1919 el famoso pintor noruego enfermó de Gripe Española, esa plaga que mató a más de 50 millones de personas en el mundo, (ejem, sí Coronavirus, tú no eres la única gripe con mal carácter importada de Asia que ha diezmado este planeta) y dejó para la posteridad una pintura casi desconocida: Autorretrato después de la gripe española, donde se ve a un Edvard Munch cetrino y convaleciente después de haberse infectado y superado dicha enfermedad viral. Por desgracia, no fue esta la única adversidad acontecida en la sufrida y loca vida de Edvard Munch, quien llegó a exclamar: “La enfermedad la locura y la muerte, fueron los ángeles que rodearon mi cuna y me siguieron durante toda mi vida”.
Es así como el arte se ha vuelto un espejo de la vida y, cuando estamos dispuestos, nos permite acceder a través de sus resultados a ventanas de nuestro pasado que nos muestran de manera creativa las vicisitudes de nuestros congéneres.