ALBOROZO
I
Silbos, alaridos, gritos vacíos,
breñas en llamas y ojos muertos.
Desgarros de navajas hundidas
hasta el mango en la piel desollada
de todos los mortales que han sido y serán.
II
No importa bajo qué mundos habitemos,
ni qué lenguaje, ni qué profundidad del agua o la tierra,
quiero andar con paso ligero y saludar
la colorida procesión humana.
III
Entre los carrizales y las peñas del límite
quiero ser el animal más grande que haya existido.
Pero al final lo que quiero
es el fondo acuoso.
IV
Inmigración, cruzar el río, la sangre de nosotros.
Como un vals y estar destinados a oscilar así,
que también nosotros somos inmensos y llamamos
a gritos.
PESTAÑEO
La habitación cruje.
Como el fondo de una catacumba:
el juego de piernas de un ballet mecánico.
Nadie sabe cuándo fue la primera vez.
Nadie sabe el tiempo de una imagen póstuma.
En una órbita arqueada,
nadie tiene idea en realidad
de cuanto dura un minuto.
RECOGIMIENTO
Lo que soy verdaderamente en ti,
de repente me guarda a través de tus ojos.
El clamor de uno de ellos le llama al otro,
no hay quien pueda impedir que se haga escuchar.
Qué cálido resplandor inunda
lo que el alma contempla en el misterio.
Un goce de naturaleza ignorada
abunda en lo que vive, elevándolo,
siente en sí más amor del que es posible esparcir.
Más electricidad y fuerza,
descargar el cuerpo en su acto más violento.
El cielo enciende, la tarde antoja una caricia.
Recién nacidos son los colores
cuando el dulce final de los tormentos
ha devuelto a la vida eso que extrañamente
es parte de nosotros.
SUSURRO DE CENIZAS
Al principio era el sueño. Animal dormido,
historia de permanencia inexpresable.
Escucho mi fragilidad, y mi mutismo
se extiende frente a mí.
El reposo del suspiro cautiva,
a través de la máscara de olvido
que exhala los murmullos
de una existencia inmóvil.
Los ojos se han acostumbrado
a sus tinieblas que truecan una nada.
Tentativas de aliento,
burdo llamado a la resurrección.
El cansancio se esparce por el cuerpo,
Nadie lo pronuncia ante nadie, y hay
un reclamo, un amor, una súplica,
un balbuceo aislado en el universo.
INOCENCIA PRIMERA
Las memorias de la infancia
un lenguaje secreto,
sueños de mujeres que ríen como niñas alegres
estremeciéndose en las eras de un paraíso extranjero.
Con suplicante susurro se procura despertar de un mal sueño,
con el anhelo de ser arropado y te den las buenas noches.
Fue la música con la que amamanté mi infancia
cuando el mudo aullido de las tinieblas yacía a mi lado.
En esa lengua secreta: una lengua seductora
que la oscuridad es capaz de iluminar.
Guadalupe Aguayo es psicoanalista, ensayista y poeta. Especialista en Cine Documental, Literatura Hispanoamericana y Maestra en Historia y Crítica del Arte Contemporáneo. Ha participado en diversos Festivales Internacionales de Poesía. Colaboradora en diversos catálogos y revistas dirigidas a la Cultura, la Filosofía y el Psicoanálisis, y en otras más en torno a la Poesía, Arte, Diseño y Arquitectura. Así como en los libros: Miradas: La Contemporaneidad del Arte en Guadalajara (2014), Un Oponente formidable: Crítica de arte hoy en Guadalajara (2017) y los poemarios Horizonte Impar (2018); Hermetismo Cristalino I: Susurro de Cenizas y Hermetismo Cristalino II: Murmullo de sombras (2021).