-¡Ei, ei! Suben.
Juana sube al camión. Las luces del camión están tuneadas parece disco de los sesentas, huele mal, el ambiente es húmedo y el chofer viene de malas. El pasillo del camión es enorme y hay mucha gente. Manos y culos sudados que se embarran por todos lados. Un túnel de cabezas neuróticas. Ella avanza entre la masa de gente y sólo piensa en llegar a esa ventana del final del camión donde puede ir tranquila viendo las calles semivacías de las cinco de la mañana. Jadeos, ronquidos de viejos, bebés lloriqueando, chicles en el asiento; intenta avanzar pero el túnel nunca acaba. “Sólo necesito pasar, comper… aagg… comper”. Tope… tope… ¡TOPE!. Codazos y manos amorosas que la rozan “accidentalmente”. “Compermiso, comper comper”. Mira al fondo del camión y lo ve, un hombre a lado de la ventana, su ventana, la ventana de la vista de las calles semivacías de las cinco de la mañana. Inmovilidad. Silencio. “¿Qué?” Cric. Crac. Boom. “Mi corazón.” Bombea bombea. Juana comienza a reaccionar como hipnotizada. “Él es grande y fuerte”. Avanza en el inmenso pasillo. “Sus manos son grandes; venas marcadas, uñas impecables”. Avanza más. “Su cabello es de un negro profundo, muy profundo, brilla, me llama”. El túnel se vuelve denso y difícil de caminar.“¿Có…mo… te… lla…mas?” cree estar susurrándole, pero las cabezas se han hecho más grandes, los culos escupen fuego, las axilas entrelazan sus bellos para atraparla por los brazos, los ronquidos resuenan por los pisos hasta voverse arenas movedizas y los chicles se vuelven tenzas para sus zapatos. “¿Qué música te gusta?”. ¡Turbulencia!; las cabezas se acumulan, se reproducen, se regeneran, chocan e impiden su paso. Él voltea distraído, sonríe. Ella lo mira fijamente, le sonríe e imagina que le habla. “Hola, soy Juana”. Él cacha su mirada, la seduce. Ella se aproxima aún más y sonríe pero las cabezas comienzan a mutilarse entre ellas: se muerden y se arrancan los ojos, escupen sangre, las muelas rompen los tabiques, las orejas vomitan tejidos, explotan las fosas nasales con residuos de líquido cefalorraquídeo, las lenguas en pedacitos vuelan rozando los tubos con semen, los culos empiezan a devorar los restos y todo va desapareciendo. Solo ella y él. Cric. Crac. “Estoy segura de que me gusta tu voz”. Tope…tope…TOPE. Ella avanza, y ahora el túnel enorme de cabezas es tan solo un metro de distancia. Cric. Crac. Da el último paso, lo mira y… “Pero…tu…cara… ¿qué pasa?” Boom. “Su semblante cambia, él no sonríe”.
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Mariana Hernández Rossier (1994). Egresada de la carrera de Literatura Dramática y Teatro en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
Ganadora del concurso Coloquio Internacional de Teatro y Fútbol 2020.
Diplomado de Formación de proyectos de impacto social impartido por Foro Shakespeare, El 77 Centro Cultural Autogestivo, Compañía de Teatro Penitenciario, y otorgado por Secretaría de Gobernación, Secretaría de Desarrollo social y Procuraduría General de la República.
Actualmente realiza taller de Biodrama en reclusorios y espacios para públicos en situación de calle o población vulnerable.