“Así no mi siela” es una expresión ampliamente usada por distintos grupos sociales para decirle a una persona que no se confunda, que no le gusta algo o que te niegas a hacer algo, de la cual se ha derivado otra de cuña reciente y cuya ambigüedad entraña un posicionamiento político respecto a los sucesos ocurridos en la toma de las instalaciones de la CNDH por un grupo de madres de hijas violadas, asesinadas, desaparecidas o amenazadas, quienes piden que se lleven a cabo los procedimientos judiciales necesarios para fincar responsabilidades a los agresores que, en estos casos, siguen libres.
La problemática se gestó en las instalaciones de la CNDH luego de que el pasado miércoles 2 de septiembre, hubiera una reunión con Rosario Piedra Ibarra, presidenta de la Comisión, a la que acudieron Marcela Alemán y Silvia Castillo, madres de una niña víctima de violación sexual y de un joven asesinado, respectivamente. Sin embargo, el encuentro no dio frutos porque la titular les dijo que “las carpetas estaban mal integradas y tendrían que volver a San Luis”. Así fue como Marcela decidió amarrarse a una silla, mientras que Silvia amenazó con suicidarse, según relato de Delia Quiroa, hija de María Icela y activista también.
Luego de este hecho, las mujeres quedaron dentro de las instalaciones, en tanto la titular salió del sitio. Al paso de las horas y días, se sumaron feministas, feministas anarquistas y otros grupos. Al respeto, los medios de comunicación se han encargado de informar y de generar una visión negativa en torno a las actuaciones de las madres que han ocupado el lugar, acusándolas de vándalas, violentas, irrespetuosas, por la manera como han actuado. El clamor de los medios ha sido: “Así no mi siela”, es decir, “no estoy de acuerdo con la manera que tienes de pedir justicia para tus hijas asesinadas, violadas o desaparecidas”.
La respuesta de las madres ha sido: tomar la CNDH, permanecer en las instalaciones, quemar papelería, intervenir pinturas de héroes patrios (Benito Juárez, José María Morelos y Pavón, Francisco I. Madero y Miguel Hidalgo y Costilla), y llevar a cabo La Antigrita, así con “a”. De las acciones anteriores, la que más repudio genera es la intervención de los óleos de los héroes patrios. Pero si no es así, entonces cómo. ¿No han sido visibilizadas luego de esa “afectación” a los agentes históricos, por demás ya muertos?
Y me pregunto si no es que también en la muerte hay clases sociales y diferencias de género. ¿Cómo es que una persona puede ofenderse porque ridiculicen la imagen Benito Juárez (una imagen, a fin de cuentas) y no indignarse por una mujer asesinada? ¿No estarán enrevesados los cánones de la cultura? O bien es que unas muertes valen más que otras, tal vez así sea.
Aunque, pensándolo un momento, la historia literaria nos muestra cómo suponen los entes del poder que deben actuar las mujeres, dejando en segundo término sus derechos y los motivos de su clamor. Está, por ejemplo, el caso de Sor Juana Inés de la Cruz. “Así no mi siela”, conjeturo pudo haber dicho el padre Antonio Vieira a la monja cuando ella escribió Crisis sobre un sermón, mejor conocido como Carta Atenagórica, nombre dado por Manuel Fernández de Santa Cruz al publicarla junto con la Carta de Sor Filotea de la Cruz, del propio clérigo en 1690. Un año más tarde, Sor Juan emitió la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz (1691), escrito que la llevaría a juicio con la Inquisición y que pondría fin a la escritura maestra de una mujer. El tema, sin duda, se volvió político, acto que no se le perdonó a la monja.
Y, quizá, Sor Juana se preguntó: «y si no es así, entones cómo»: “Así no mi siela”, fue su respuesta; la que subyace en sus escritos, obras de teatro, canciones, loas y poemas. En réplica, los clérigos novohispanos y el Santo Oficio (autoridades y gobierno) juzgaron y sentenciaron a la mente más luminosas que ha dado México. ¿Qué respuesta esperaban los sacerdotes de Sor Juana? Ésta la encontramos en el propio Manuel Fernández de Santa Cruz, quien dice: «Lástima es que un tan gran entendimiento, de tal manera se abata a las rateras noticias de la tierra, que no desee penetrar lo que pasa en el Cielo; y ya que se humille al suelo, que no baje más abajo, considerando lo que pasa en el Infierno». Es decir, que ella debía ocuparse de los temas de mujeres y dejar los asuntos teológicos (políticos entiéndase) a los hombres. Cuestionar una idea masculina fue el equívoco de la jerónima, que le costó un juicio, una condena y, poco tiempo después, su propia muerte (1695).
Cuando se le dice a una mujer “así no mi siela”, en realidad se le quiere imponer de manera tramposa una visión de cómo considera el otro que debería actuar en función de las “normas sociales”, pese a la violencia o injusticia que padezca. Mas me pregunto cuántas de las personas que dicen que no es así como deben actuar las anarquistas, han sido asediadas como estas mujeres.
“Así no mi siela”, también se le dijo a Simone de Beauvoir, novelista francesa, representante del existencialismo ateo y figura de algunos movimientos feministas a nivel mundial. Sin duda, a partir de su libro Le deuxième sexe (1949), la percepción sobre la autora operó en dos sentidos: denostada y corregida (como Sor Juana), por su manera de pensar. Sin embargo, ciertas condiciones sociales (ser de origen burgués y pertenecer a la intelectualidad de su momento) le ayudaron a publicar su obra, no sin detrimento, ya que las ediciones y traducciones de El segundo sexo fueron tergiversadas y sufrieron recortes importantes, esencialmente de aquellos párrafos donde se ve claramente expresado su pensamiento, en países como Japón, Estados Unidos, Argentina, entre muchos otros.
Asimismo, para evitar esta censura, las mujeres han empleado seudónimos en el arte como usan máscaras en las protestas. Así, por ejemplo, está el conocido caso de J.K. Rowling, autora de Harry Potter, quien publicó con el nombre de Robert Galbraith. “Así no mi siela” le dijeron a la autora inglesa recientemente, por su negativa a aceptar que los hombres transgénero operados sean nominados como mujeres. La escritora señala que las mujeres víctimas de la violencia, misoginia y discriminación son borradas cuando se elimina el planteamiento de la diferencia anatómica de los sexos. Es decir, el borramiento que los trans quieren ejercer sobre el género no radica en eliminar la masculinidad, sino en borrar la feminidad y, por tanto, la lucha de la mujer por un derecho: el derecho a vivir libres de violencia y en igualdad de condiciones. Pese a ello, las críticas no se hicieron esperar y la andanada de actores hollywoodenses cayó sobre ella, sepultando de tajo el razonamiento de la autora.
Como puede observarse, cada que una mujer (su capacidad crítica, política, creativa, ideológica o de talento) no se acomoda a la perspectiva de su momento, se le dice cómo actuar, cómo pensar o cómo ocultar su enojo, inteligencia, talento, etcétera. Es a la mujer (a diferencia de a los hombres) a quien se le dice continuamente cómo comportarse, en qué pensar y cómo debe manifestar sus ideas, inquietudes, necesidades o, francamente, injusticias de las que es objeto.
Las feministas anarquistas (enfadadas, violentadas, a quienes se les ha criticado por tomar las instalaciones de la CNDH de la Ciudad de México) han decidido actuar, en tanto la sociedad (incentivada por los medios de comunicación) las critica porque “ridiculizaron” a los héroes patrios (todos hombres): Miguel Hidalgo y Costilla, José María Morelos y Pavón, Francisco I. Madero o Benito Juárez.
La polémica desatada en las redes sociales (virtuales y no) dio rienda suelta a una inquisición moderna. Esencialmente se argumenta que las mujeres feministas (madres de hijas desaparecidas, violadas o asesinadas) “tienen derecho a protestar, siempre y cuando lo hagan con decencia”. El argumento proviene de personas, cuya hegemonización ideológica quiere imponerles la manera como ellas deben actuar. “Así no mi siela”, les dicen. Pero si no es así ¿entonces cómo?
Sin duda, el puritanismo de muchos (al indignarse por ver a Morelos con cuernos, cola y trinche) intenta eliminar las demandas de las madres afectadas y de las mujeres víctimas de violencia. El escándalo, como teoría y maquinaria puesta en marcha en contra de ellas, primero ha dramatizado sus acciones, al calificarlas como malas (“Así no mi siela”), logrando desacreditar su imagen y, por ende, su lucha. El ajuste institucional, luego de este paso mediático, será ingresar a un “fiscal o juez”, quien juzgará si sus acciones fueron válidas o no y, finalmente, vendrá la estigmatización, donde la opinión pública ya no dudará del carácter podrido de las implicadas, borrando el origen de su demanda, devolviendo de esta forma credibilidad a los violentadores (CNDH, Estado, jueces, policías, etcétera).
Como la historia lo dicta, con el tiempo y otras generaciones (quizá más racionales o entendidas), devolverán, como sucedió con Sor Juana Inés de la Cruz, su dignidad y genio a estas madres y admitirán que su capacidad crítica sobrepasaba a la de sus contemporáneos. De igual forma, con el tiempo, otros más comprenderán que sus hechos estaban sustentados en una razón esencial e insoslayable: “justicia para sus hijas y castigo a los responsables”. También quedará en la historia sombra y vestigio de los torpes pasos de personalidades como Manuel Fernández de Santa Cruz o Rosario Piedra.