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Saborea la inocencia y perversión de mi oasis

jugo de amor prohibido que surge de tu selva / Alina Velazco-Ramos

Por Alina Velazco-Ramos | 28 noviembre, 2020

BEDUINO

Recorre con tus dedos,

la superficie de arena de mi piel

y haz que de ella surjan flores color violeta,

frutos de exótico sabor.

Dame la vida que se perdió en otro cuento.

Convierte mis noches,

en ese intercambio prohibido, lascivo.

Creado para ambos

en la parte de la luna que no podemos ver.

Hunde tu lengua en el arco de mi espalda.

Lámelo cada noche. Paladéalo.

Saborea la inocencia y perversión de mi oasis.

Avasállame hurgando en las ruinas

que el enemigo de otra era dejó.

Libera a besos, la salina humedad

que brota de entre las columnas

que sostienen mi ser,

dulce hombre del desierto.

PRINCESA

Tu dulce humedad en mi boca,

jugo de amor prohibido que surge de tu selva

y baja lentamente por la curva de tus hermosas nalgas.

Aprisiono mis piernas a tus muslos,

pues quiero conservarte cerca por un momento más.

Me permito asir mi lengua a tu pecho,

para que me alimente y me de vida.

Tu cabello de dóciles serpientes se enreda en mis dedos,

acariciándolos con deseo.

Y te celebro. Tu vida en mi ser. Tu risa iridiscente. El amor que me profesas.

Sueño de amor que comparto con el hijo del militar

que vive en medio de terremotos.

Deseo de piel con piel contigo, hermosa, llena eres de Gracia,

princesa bailarina del medio oriente.

Siento.

Lamento esa otra piel rozando tus labios.

Los pezones que lamen tu lengua

y la hacen gemir.

El sexo que se abre a tu lanza,

que recibe la generosidad de tu vida.

Me sueño siendo quien descansa sobre tu cuerpo

después del catártico piel con piel.

Húmeda. Satisfecha y sedienta de ti.

Breve equilibrio entre quererte y desearte.

Lamento no caminar de tu mano por las mañanas,

y no ser la última imagen de tus noches

o tu pensamiento recurrente a lo largo del día.

Y aunque no puedo con lo inestable

de mi presencia en tu entorno,

es la única forma de estar en él.

Subrepticia. Respirando lento, sin ruido.

Para no ser notada: Casi sin vida.

Enlaza tu vello púbico en mis dedos.

Presérvame en la alegría

del color de nuestras auras,

que se combinan al encontrarse

en el atardecer atípico de esa playa en Brasil,

que nos unió con su sonido etéreo,

de mar pleno de ensueño.

Llena de tu cuerpo mi lengua,

sedúcela hasta paladearte 108 veces

con la paz que me producen

las cuentas de madera que cuelgan de mi cuello.

Fúndete en mi piel.

Fecunda mis sentidos con la miel que de tu cuerpo emana.

Seduce mis sentidos con esas palabras tuyas,

tan tuyas,

que te hacen ser mío tan solo imaginarlas.

Escritora nacida en la Ciudad de México (1973), autoexiliada de por vida del suelo donde ha nacido. Felina, enamorada eterna de la ilusión del amor, exfumadora empedernida en no volver al vicio. A veces malvada madrastra y siempre mami amorosa de la princesa Scherezada. Amante de las palomitas de maíz y del cine, aunque no vengan en conjunto.

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