Ramiro Padilla es nativo de Ensenada, Baja California. Ha escrito los libros de cuentos “A tres pasos de la línea” (traducido al inglés),” Esperando la muerte”, “Cuentos de la zoociedad», “Playboy para adolescentes imberbes”, “Maradot”, que ha sido llevado al teatro y “Los rituales”. En Novela ha escrito “Días de agosto”, “Historia de una ficción breve”, y “José Tlalli”.
-Para quienes no te conocen, ¿quién es Ramiro Padilla Atondo?
Soy un ensenadense, se puede decir que en toda la extensión de la palabra. Cuando nos preguntamos quiénes somos podemos llegar a ciertas conclusiones. Describirme puede ser complicado porque la mirada propia siempre estará cargada de subjetividad. Primero me refiero al espacio geográfico porque define ciertas características de la propia visión del mundo. Claro está, también estaría el contexto en el que has vivido, entorno familiar, educación, y sobre todo las experiencias de vida. Jean Paul Sartre diría una frase genial, “tú eres lo que haces con lo que hicieron de ti”. Y con eso puedo empezar a describirme. Diría en el sentido más puro que soy un trabajador de la construcción que le gusta escribir. Padre de tres hijos y abuelo de dos nenes. Melómano y con una infinita curiosidad por la manera en la que funciona el mundo.
-¿Cómo definirías tu forma de escribir y cómo ha cambiado con el tiempo?
Mi primer libro de cuentos fue uno sobre migrantes, titulado “A tres pasos de la línea”. Lo escribí hace ya 23 años. Había cierta inocencia en la manera en la que trataba los temas. Me interesaba sobre todo explorar la parte oscura de la migración, esa que lleva a la soledad, al desarraigo, a la muerte en la frontera. Comparado con mi último libro de cuentos titulado “Los rituales”, hay mucha diferencia en el tratamiento de los temas. En este último libro trato las historias familiares con un dejo de ironía. Escribir es un oficio que debes ir puliendo, a fuerza de lecturas y teclazos, aunque últimamente he dejado de escribir ficción para dirigirme a otros temas que me interesan, sobre todo en el campo del ensayo.
Mi forma de escribir se puede decir que era muy rulfiana en sus inicios. El fantasma de Rulfo está presente en todos los escritores mexicanos que nacimos después de los cuarentas. Aunque después me decantaría por otros autores.
-¿A quiénes lees?
Fui sobre todo un buen lector del boom latinoamericano. Cortázar, García Márquez, Borges, el Vargas Llosa novelista y cuentista que me parece muy logrado. En alguna reseña me acusarían de estar más emparentado con los autores rusos que con los autores fronterizos. Eso me agradó. También debo confesar que hubo un tiempo en el que me leí a Faulkner y Raymond Carver que me parece un cuentista maravilloso.
-¿Consideras que el periodismo es una vocación parecida a la del médico, que en dado momento se puede desvirtuar y llegar a afectar en vez de servir?
El periodismo padece una crisis existencial. No hay certezas. Eso no quiere decir que no haya buenos periodistas, atenidos a las líneas editoriales de sus medios que pueden llegar a ser una camisa de fuerza.
Enrique Dussel en “Filosofía de la liberación”, diría que el 80 % de la información que consumimos proviene de los aparatos hegemónicos de Estados Unidos, y eso de manera obvia tiene un elemento ideológico implícito porque tiene que ver con la manera en la que se estructura el lenguaje. Noam Chomsky lo explicó en su libro “Piratas y emperadores”.
La información como se está viendo con la irrupción de los medios alternativos desnuda por primera vez ese enorme revoltijo en el que está envuelto nuestro mundo, entre lo que creemos que es información y lo que es simple y llana propaganda.
Son los gobiernos los que determinan lo que el público tiene que saber. Y sí, más que nunca hace falta un periodismo ético y responsable, pero es más difícil hacerlo hoy. Porque el periodismo debe ser una vocación, un apostolado tal y como el de los maestros rurales, los médicos que llegan a los lugares más remotos.
-¿Y qué papel juegan ahí las redes sociales con esos maremotos de información, muchas veces información fake? ¿Cómo podemos discernir las personas de a pie, entre la verdadera información y la basura?
Tiene que ver sobre todo con la manera en la que estructuramos nuestro pensamiento. A los regímenes neoliberales les interesa sobre todo que el pensamiento se vaya empobreciendo. Paulo Freire lo diría, palabras más palabras menos, que es imposible que las élites estén preocupadas por una educación de calidad. No les conviene. Nuestro país, los últimos cuarenta años, vivió la pauperización del pensamiento crítico. Era parte del colonialismo cultural, vía los Estados Unidos. Preparar técnicos para las grandes corporaciones. Relegar las humanidades o desaparecerlas. Nuestro país dio un salto cuántico hacia adelante cuando la sociedad descubrió que había sido engañada durante décadas. Las redes sociales se convirtieron en el fiel a la balanza. Quiero aclarar que no necesariamente todo lo que venga de los canales de YouTube con una agenda pro gobiernista es buena, pero se han hecho avances. Parte de la cultura televisiva migró a las redes sociales porque es con lo que crecimos. Y si observamos bien, descubrimos que ya solamente la gente de cierta edad ve televisión abierta. Así que las redes sociales serán cruciales en el futuro. Aunque también hay que recordar que los grandes consorcios que controlan las redes sociales tienen una agenda ideológica y que limitan la libertad de expresión hacia los contenidos que no son afines.
En ensayo ha escrito “Poder sociedad e imagen”, “La verdad fraccionada”, “Lectura y contra lectura”, “México para extranjeros”, “Ensayos literarios del fin del mundo”, “Pequeño chairo ilustrado” y “Cartas a un facho”. Ha escrito ensayo literario para el suplemento cultural Palabra de El Vigía, la revista La Piraña y revista Anestesia. Ha escrito Columna de opinión para Sin Embargo, SDP noticias, Regeneración y Polemon.
-¿Qué tan alejado te sientes del ruido del centralismo capitalino en Ensenada?
Todos los lugares tienen su encanto. Estuve un poco más de un año en la Ciudad de México donde todo sucede. Acá en Ensenada se vive en un remanso de paz. Para alguien como yo que vivió casi la mitad de su vida en Estados Unidos, no deja de sorprender la belleza del país, el colorido, las tradiciones y sobre todo los diferentes códigos culturales. Diría yo que el gran pendiente de Octavio Paz en “El laberinto de la soledad”, fue retratar de manera fidedigna a los norteños que tienen otra manera de ver la vida. Pero cada lugar de nuestro país, por sus propias características, es enriquecedor.
-Escribes novela, cuento y ensayo, ¿con cuál género te sientes más cómodo y cuál de tus libros es el que ha tenido más éxito o ha sido el más polémico?
En cuento, el libro de “Maradot” fue llevado al teatro por una compañía de Guadalajara. “Maradot” es un anti héroe, el tipo al que califican del loco del pueblo, pero en realidad es el único cuerdo. Filosofa acerca de la vida acompañado de un borracho y un perro. En novela, el libro de “José Tlalli”, que se puede decir es un jesucristo indígena de ocho años, que descubre la crueldad del mundo de los mestizos a su llegada al norte.
Y en ensayo, obviamente “El pequeño chairo ilustrado”, aunque hay otro que escribí hace años que ha recibido muy buenas recomendaciones, titulado “Hojas sin ruta”, donde hablo de medios de comunicación y colonialismo cultural.
-¿Qué opinas de las apps de Inteligencia Artificial, crees que es válido utilizarlas para escribir?
Me parece un tema farragoso. Dudo que en corto plazo la inteligencia artificial vaya a remplazar el trabajo del escritor. Porque en la escritura no se puede remplazar la fuerza de lo vivido. Quizá en el ensayo se pueda hacer porque el ensayo remite al análisis de datos o situaciones específicas. No sé si la IA pueda escribir algo como, “un tipo alto y ligeramente jorobado, con una chaqueta raída y una mirada que anunciaba desesperanza…”
-Platícanos sobre tu faceta de músico.
Hace un par de años se nos ocurrió a Fran Toyos y a mí, trabajar algo bailable. Nos gusta la salsa y la cumbia, pero también el rock. Decidimos nombrar nuestro proyecto Latin Grunge porque es música de raíz profundamente latinoamericana, pero con guitarras distorsionadas. Queremos conjuntar los elementos de música que puedes bailar en una fiesta, pero con un mensaje social. Y ya estamos a punto de sacar los primeros dos sencillos que tienen sendas críticas para los que usualmente se han creído los dueños del país.
-¿Y cómo lo van a lanzar? ¿Redes sociales? ¿Existirá el disco en físico o sólo son algunos sencillos sueltos?
A través de redes sociales. Ya estamos a semanas de sacar el primer sencillo.
-¿Cuáles son los retos del periodismo en México frente a las próximas elecciones?
Seguiremos viendo a los poderes facticos intentando descarrilar un proyecto que ya no tiene reversa. Los medios tradicionales han perdido la mayoría de su credibilidad. Eso no significa que no dejen de ser peligrosos por su capacidad y alcance. Pero hay una ciudadanía más consciente, que ya tiene claro que es lo que ya NO quiere. Y muchos de los actores políticos y dueños de medios se tendrán que replantear su lugar en la sociedad. Será emocionante.
-¿Estás satisfecho con lo que has logrado hasta ahora?
Por el momento estamos enfocados en el disco y nos iremos una temporada a la CDMX a promocionar. En el intermedio seguiré escribiendo. No imaginé terminar como cantante en un grupo y lo estoy disfrutando mucho. Cuando estábamos componiendo las canciones nos teníamos que detener para reírnos a carcajadas. Me gustan las ferias del libro. Ojalá pueda seguir recorriéndolas. Y seguir en el intento de despertar conciencias por medio de la literatura y la música.
-¿Son sólo tú y Fran?
Por el momento sí. Pero el concepto es una sonora, 16 músicos en el escenario.
– ¿Se llaman Latin Grunge o ese es el nombre del estilo musical?
Así nos llamamos y al mismo tiempo es el estilo musical.
– Ya para terminar, ¿cómo te gustaría ser recordado?
Como alguien que quiso hacer de este mundo algo un poquito mejor.
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