Dedicado a Luis Aguilar
Ahí están los cinco en el pedo más loco alrededor del lago. Hugo pesca quién sabe qué mientras Pedro orina. Hay una nostalgia de árboles alrededor de donde han levantado la tienda y el sol espiando entre los cerros aún convoca sus siluetas. Finalmente parece aburrirse de los bebedores y abandona la pista. Permanecen los gajos desprolijos de su paso. Luis hurga en su bolsillo y saca un envoltorio pequeño, sus dedos juegan al abrirlo y percibe el olor del tabaco. Nadie va a morirse, grita. Las quebraduras de los montes repiten el imperativo. Enrique les hace eco mientras ríe. Un escarabajo trepa sobre su brazo. Ni por fumar ni por chupar. Nadie va a morirse. No, no es un escarabajo, es una arañita. La arañita de la vida. Y Lety pregunta qué arañita y Hugo se desafora qué vida. Uno va por el camino, uno sueña los cuentos que escribe, uno que no es uno si no tú o tú, se preocupa por sobrevivir. ¿Preocupa? Yo nunca me preocupé. De más está decir quien lo señala, el omnipotente, el que hace un segundo lanzó la orden fulminante Nadie va a morirse. Y las risas se mezclan con las dudas porque hay unas ganas de morirse justo en este instante, justo ahora cuando se percibe la descomposición del paisaje, justo ahora cuando sería tan fácil confundirse con las brumas. La arañita ha alcanzado la zona este de Enrique y se dirige hacia el centro. Hay una araña en mi pecho. No es una declaración de principios. Simplemente algo vivo sobre un corazón gastado. Y la lechuza chista, una vez, otra vez y por tercera. Qué lechuza, Lety ha dejado caer los brazos y se entretiene en buscar la mejor forma de estirarse por completo. Con las manos hace círculos concéntricos en su derredor como si inventara los nuevos jeroglíficos para un cuento memorable. Nunca fumo y Pedro acepta el cigarro y se atraganta. Va tomando norte la arañita. Del corazón a la cabeza y…No me digan que la hora no merece un tango. Uno de Adriana Varela, la que le gusta a Guillermo ¿será? Che Enrique ayúdame con esto. Hugo atrapado en su pesca o en su cuerda ha atorado el anzuelo en la hierba. Tiene dedos largos cuando desenreda los hilos. No puedo moverme. Sin embargo se cerciora que oye cantar un grillo, uno solo, y se tranquiliza. Che Enrique, insiste Hugo, y luego se queda absorto, Creo que Letty ha terminado por dormirse, está tan quieta que da miedo. Luis aprovecha para darle una patadita en el culo a la que ella no responde. Aquí nadie va a morirse, porque le gusta repetir la frase que inventó hace un rato. Hasta está a punto de proponerlo como el título del cuento que están viviendo cuando Enrique se desploma.
Coral Aguirre es dramaturga, narradora, ensayista y académica. Nació en Bahía Blanca Provincia de Buenos Aires, Argentina. Radica en Monterrey, Nuevo León. Ha recibido numerosos premios y su obra es ampliamente reconocida. Su más reciente libro Pasión y combate (FENL 2023)