Paseaba por el parque como acostumbraba desde hace un par de años. Como casi todos los días su pareja lo acompañaba cuando se toparon con una niña que lloraba desconsoladamente. Ambos se acercaron a la pequeña, quien les contó entre lágrimas que su muñeca ha desaparecido, él intenta consolarla explicándole que su juguete se ha ido porque quería conocer el mundo, “¿cómo lo sabes?” Preguntó la niña a Franz Kafka, uno de los escritores más importantes de la literatura universal, iniciando una historia que retrata la personalidad del escritor checo y que aquí en Poetripiados te contamos.
No hay registro ni algún dato que pueda confirmar que la historia sea verídica, pero ha sido contada por escritores de la talla de Paul Auster o César Aira. Resulta que a la pregunta de la pequeña que el autor de “El proceso” encontró en el parque, lo primero que se le ocurrió contestar fue que ella misma se lo había dicho en una carta que tenía guardada en casa y que le traería al día siguiente si dejaba de llorar.
Cuenta la pareja del escritor que lo veía sufrir de la misma manera cuando escribía la carta, que cuando trabajaba en sus historias, que ponía todo su conocimiento y experiencia porque decía que no podía romper la ilusión de la pequeña con un error en el texto. Y así fue, al día siguiente cuando Kafka llegó al parque con la carta y se la leyó a la niña, ésta quedó convencida de que su juguete se había marchado, pero le hizo prometer que pediría a la muñeca escribirle todos los días para saber cómo está, promesa que el autor no pudo rechazar.
Entonces todos los días el escritor llegaba al parque con una carta nueva con la que había estado trabajando toda la tarde anterior, situación que no podía mantener por demasiado tiempo, así que siendo fiel a su maestría que tenía con la pluma llevó en sus cartas a la muñeca extraviada a una escuela donde conoció a un muñeco con el que iba a casarse, por lo cual no podría seguir escribiendo día con día. La pequeña se sintió feliz por su juguete y entendió que era tiempo de dejarla ir.
No existe registro de las cartas que Franz Kafka supuestamente entregaba a la niña todos los días, no hay nadie que pueda probar que la historia del parque sea verdad, pero todos los que han leído acerca de este pasaje del autor checo deben apegarse a esa máxima en la literatura que dice “no dejes que la realidad estropee una buena historia”.