Gerardo Lewin
Diálogo
La magia es un asunto peligroso
porque cuando la posees
deseas ejercerla.
Pero no te preocupes,
dice mi amigo.
También nosotros pasamos
(no sé si es pretérito o presente)
por tragos así, tan amargos.
Mi amigo habla —es un decir—
desde esa estrella brillante
que se aprecia, a principios de otoño,
en un rincón del patio.
Es raro: no siento necesidad de traducirlo,
aunque giros como «trago amargo»
contienen más de mí que de él.
Este fue nuestro último diálogo:
— Estoy muriendo.
— ¿Qué significa eso?
— No sabría explicarte
(intentamos un símil con recetas de cocina,
luego empleamos los de una guía turística).
— La ciencia afirma que lo que dices
ocurrió hace mucho tiempo.
— No deberías creerlo.
Ya es medianoche.
Densas nieblas distinguir impiden…
(inédito)
Der Dybbuk
me voy, me voy, me voy, pero me quedo
Miguel Hernández
¿Qué es ese ruido? Es un puente que cae.
Te han puesto preso
en un ascensor
del edificio abandonado.
Aquí estoy, aquí me quedo.
Dame, extenso mundo,
un discurrir sin paraísos
ni abismos. Eco plano,
esta cosa que alguien extravió.
De qué me vale ahora
aferrarme a etimologías,
farfullar en lenguas
con desparpajo y racionalidad.
Vienen por mí, con magia mísera,
chamanes cínicos y exorcistas posmodernos,
disparando búsquedas en google:
«¿cómo expulsar espíritus
de entre pecho y espalda?»
La carne no tolera esta duplicidad.
Contumaz, el cuerpo se agita e hincha,
despide olores, convulsiona.
Me fumigan, me obligan
a abandonar la posición,
la posesión.
Adiós, adiós a todo.
No sos vos.
(inédito)
Aquella vez
Antero, el tío postizo de Mónica,
el que descarozaba aceitunas
aquella vez. Ciego de un ojo,
con una nebladura en la pupila,
como si viese cielos.
Fue aquella vez:
el ojo sano en las aceitunas,
el silencio ante la tarea inabarcable,
las inminentes fiestas
y la certeza de haber conocido
a un santo, próximo a morir.
(inédito)
Matinée jurásico
Fétido, al bramar
T-rex expresa
una tibia metáfora
que los siglos
sólo han perfeccionado:
quiero integrarte
por la vía oral.
A qué tanta bambolla
de impreciso ballet
con que velociraptors ejecutan
los delicados pasos
de la persecución original
si ya sabemos
en qué termina todo.
Híbridos, de cadenas
nucleótidas liberados,
elevan una plegaria
a un dios inconducente
en breve vuelo pterodáctilo.
Un anuncio de lluvia,
de humedad y tristeza.
¿y qué me impediría
poner un huevo
y llamarlo
«hijo mío»?
Fósiles, coprolitos,
huellas petrificadas
sólo por diversión:
un rato amable
con muñecos monstruosos.
Adiós, adiós,
amigos gigantescos.
Ha llegado ya el tiempo
y con él la deriva,
la flor carnívora,
el estruendo del humo
y nuestra vergonzosa pequeñez.
(inédito)
Ocarina
Es el momento de escribirlo:
aquí está la ocarina
que me regalaste
cuando éramos jóvenes
y vivíamos.
Una vez se rompió,
y aunque pude arreglarla
alguna esquirla regresó al polvo.
Sé que encierra melodías,
frases que hubiera querido decir.
Ahora cuelga frente a mi ventana,
en silencio: allí descansaré.
A Adriana Genta, in memoriam
(inédito)
Sombras
Esperan en el pasillo
de un cuarto o quinto piso.
Saben qué pasará
cuando emprendan el descenso.
También yo.
Hablan en un idioma
que bien podría entender.
Quiero advertirles:
no,
no ahí,
no ahora.
No oyen. Ya están muertos,
nunca existieron
y duermen,
enterrados en los primeros capítulos
de una novela
propensa a la impiedad,
carente de erratas,
inapelable.
“¡Cierra el libro,
no sigas leyendo!”
– dice una voz en mí,
demasiado débil,
habituada al desengaño,
a la derrota
y a la indiferencia.
(inédito)
Gerardo Lewin (Buenos Aires, 1955). Es actor, poeta y traductor. Publicó “Amores muertos” (Ed. El jabalí, 2003, BsAs) y “Nombre impropio / Tránsito” (Ed. Deacá, Villa Mercedes, 2015). Codirigió el ciclo de encuentros poéticos “El orate y la musa”. Publica traducciones de poesía hebrea en el blog “decantasión” (https://decantasion.blogspot.com).
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Valeria Cervero
Poemas de Agujeros en la superficie (Kintsugi, 2021)
Alguna vez acompañaste a morir a alguien.
Estuviste a su lado cuando se iba.
Pudiste ver sus ojos entreabiertos en la mañana,
por un instante, como si quisiera llevarse
una última claridad del mundo.
Percibiste el cambio de ritmo de su respiración,
que anunciaba que faltaba poco
para que su cuerpo, esa máquina única,
finalmente parara. Cada respiro,
más lento y más marcado.
El corazón, ahí, debajo,
prolongando por unos minutos la espera,
para asegurarse de que todo estaba bien.
El timbre del teléfono de la habitación
y la voz que contaba
que el bebé estaba por nacer,
casi al mismo tiempo que en esa cama
todo se calmaba,
y la despedías.
*
Como otras veces,
por una fracción de segundo
sentí que tenía que llamar a mamá.
Quizá sea una manera de extrañar su voz.
De todos modos, por momentos la escucho;
también a mi abuela, después de tantos años.
Sus voces están ahí,
con sus ritmos, sus pliegues, su aspereza.
Es extraña esa sensación de oír pero no:
el recuerdo de un sonido parece más absurdo que el de una imagen,
más ausente en su presencia.
Pero la memoria siempre es corporal.
Por eso sé que esas voces que vuelven son reales,
una manera en que otros cuerpos
se quedan en nosotros.
*
Fingir, fingir que sos normal,
que podés hablar como los otros,
cuando es necesario,
cuando el silencio es una amenaza
que dice lo que nadie quiere oír:
que no hay quien precise sus palabras,
sus opiniones sobre todas las cosas,
sus modos de enunciar la vida correcta,
los saberes correctos,
el hacer correcto, las ganas correctas.
Fingir también, a la inversa, que no hablás solo,
lo que no es así porque siempre
hay quien escucha o habla,
aunque sea en tu cabeza,
o aunque solamente se trate
de una forma de anticipación,
de adelantarse al amigo,
la amante, la vecina;
esa voz que no duda
incluso si su cuerpo no es visible.
Fingir, sobre todo, que podés con el mundo,
las categorías, los cambios,
los modos de mostrarse,
de reconocer la belleza,
de sentir, de saber.
*
Nací el mismo día en que mi padre y que la madre de mi padre.
Esas coincidencias se dan en mi familia.
Mi abuela también murió la misma mañana
y casi a la misma hora en que nació mi sobrino.
En su agonía, ella esperaba al bisnieto
como si hubiera querido protegerlo mientras llegaba a este mundo.
Fui la última en hablar con ella, aunque tal vez no me escuchara.
Después de eso ya no despertó.
También fui la última que habló con la madre de mi madre
antes de que muriera en un colectivo.
Su corazón dijo demasiado pronto que no podía seguir.
Lo último que le escuché decir a mi mamá
fue el nombre de mi hermana pidiéndole algo.
Las mujeres de mi familia murieron solas o acompañadas,
pero dejaron sus voces sonando en el recuerdo antes de irse.
Tal vez haya sido una forma de legado,
una manera de tocar los otros cuerpos desde la lejanía.
No busco entender las vueltas que da la propia historia o la ajena.
¿Qué encanto tendrían entonces?
Dios tal vez sea todo lo que no logro comprender
pero no llega a parecerme absurdo.
*
Algunas veces conocí la oscuridad,
esa que se hace espacio todo el día,
toma nuestra cabeza, nuestro corazón,
transforma el deseo en pasto seco, alimenta
nuestro cuerpo con el miedo del miedo,
esa telaraña que tejemos con los restos
y captura cada parte del propio relato
para la araña que no quisimos ser, algunas veces
transité la oscuridad, digo,
la que hace del despojo su rutina, traiciona
nuestras ganas, nuestro nombre,
se erige en centro de todo pensamiento,
una cuña en medio de cada partida, sin arrebatos,
sólo la fuerza del nudo que se tensa
y deja su marca para que recordemos, después,
cuando nos creamos a salvo,
que nunca es así, que siempre debemos
estar alertas, en lucha
con las propias versiones que nos desaparecen.
Valeria Cervero (Buenos Aires,1972).Trabaja como correctora y editora. Publicó los libros de poemas Cadencias (2011), Escondidas (libro-álbum junto a la ilustradora Vivi Chaves, Ediciones del Eclipse, 2013), Equilibristas (Colectivo Semilla, 2014),Sin órbitas (El ojo del mármol, 2016; Ediciones Outsider, 2023); Madrecitas (Barnacle, 2017); Seres pequeños (HD, 2018); Sibilejo (ilustraciones de Juan Lima, Maravilla, 2018); Ctalamochita (Barnacle, 2020) y Agujeros en la superficie (Kintsugi, 2021). Integró diferentes proyectos de difusión de poesía para todas las edades. Es parte del equipo de la revista digital Op. cit. desde 2015.Desde 2019 también conforma el proyecto de poesía para infancias Poeplas, que realiza talleres y eventos junto a la editorial mágicas naranjas. Desde marzo de 2024 coorganiza Salvaje fruta, recital de poesía y música.
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Raquel Jaduszliwer
Tres poemas de Los diagramas radiantes (ed. Mora Barnacle, 2022):
Ya viste cómo se hunde la luz en sus esporas,
cómo la absorben íntegra y cómo fuiste testigo
de un desvanecimiento, de bruces, boquiabierto
ante la cualidad bifronte que reside en las cosas.
Porque las cosas están de un solo lado. Del otro,
en su lugar queda un cuenco de hierro,
una vasija para que deposites tu pregunta,
una moneda por la que nada te darán.
Y hay un cono de sombras con su luz más tardía
y hay un manto pesado. La noche
terminará arrojándolo sobre nuestras cabezas,
como en cámara lenta, en círculo y en cruz
***
Le pregunto a la nieve de qué cosa se compone la tibieza
-esta nieve no existe,
es una hermosa muerta que florece en el tiempo.
La nieve me responde que hay un pájaro:
hay un pájaro y cae por su peso.
Salgo entonces en busca del verano,
a su brocal de fuego y a su pozo
y al fondo de su pozo les entrego esta piedra.
Clara como una ofrenda que es a cambio de nada,
oscura bajo el filo del día.
***
Cada borde, una orilla. Lo que le sigue se atraviesa a nado.
Es el sobresalto de tu corazón en la brazada olímpica
cuando te dabas cuenta de que ya no llegabas.
Y todo lo sumergido bajo el espejo de la superficie
ahora lo ves fosforecer. Brilla mil veces más
que los mil pliegues del irisado tornasol
por encima de la demolición de tu cabeza.
Persiste el esplendor del mundo. Desamarrado
de tu pensamiento,
a salvo de la depredación por esperanza.
***
Tres poemas de Todos los lugares se llamaban promesa (ed. Ruinas Circulares, 2023):
¿Y qué se hizo del tiempo, esa caída
de un enjambre de hojas y dónde estuve
durmiendo, en qué piedra descansó mi cabeza
mientras se demostraba
la inclinación del mundo por lo póstumo?
Ahora que el pensamiento vuela lo dedico
al resplandor secreto de este otoño
y más en general, al oro de los días.
***
Cuerpo del mundo hoy,
en el descendimiento de la luz se hizo madera
y musgo. Es tan bajo ese azul, ha descendido,
todo lo envuelve de piedad.
Ya casi has olvidado la ciudad, ahora es tan sólo humo,
esfumado de aquellos materiales
que no te pertenecen.
Lo tuyo es sólo el bosque, el bosque,
su sendero infinito que se pierde. Y un pájaro
que cruza, su vuelo tan abierto pero hermético
al ojo de quien yace.
***
Ahora ya es la hora. Ante las Puertas
aquí estamos con velas. Adentro de su aureola
la noche se ilumina -en su extremo más alto
pernoctamos.
Velas somos. Un velamen ardiente
ante las Altas Puertas. Y soñamos
con una gran fogata
–el yo se consumía
en su corola en llamas,
en su cofia de fuego.
Y en la bandera alzada
de la eternidad.
Raquel Jaduszliwer (San Fernando, Provincia de Buenos Aires, 1946). Reside en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Es Licenciada en Psicología por la UBA y se formó como psicoanalista. Publicó una novela, La venganza del clan de las banderas de acero (2018) y nueve poemarios: Los panes y los peces (2012, Primer Premio Poesía Ed. De Los Cuatro Vientos). La noche con su lámpara (2014, Primer Premio Poesía Ed. Fundación Victoria Ocampo). Persistencia delo imposible (2015, Premio Edición Ed. Ruinas Circulares). Las razones del tiempo (2018, Ed. Lisboa); En el bosque (2018, Ed. Modesto Rimba). Ángel de la enunciación (2020, Ed. Barnacle). El árbol de las especies (2022, Ed. Barnacle), Los diagramas radiantes (2022, Ed. Barnacle), Todos los lugares se llamaban promesa (2023, Primer Premio Rubén Reches, Ed. Ruinas Circulares).