LILIANA DÍAZ MINDURRY
Al cuadro LA LECCION DE PIANO de Henry Matisse
¿Quién es el niño que toca la melodía que une y desune
las cosas? ¿Qué fieras danzan sin saber la danza de las galaxias
que danzan sin saber la danza de las fieras? ¿Quién arroja
la memoria del bosque hasta volverla chispa? ¿En qué reino feliz
la tela de araña se incrusta en la sombra? ¿Quién tiró el cielo
por la ventana para que el cielo cayera en el cielo con forma de espacio
inútil?
(Del libro “Sinfonía en llamas”, Municipalidad de Puerto Madryn, 1990)
Primer cazador
Uno cree
Que hay un cazador en el cuadro que marcha hacia alguna parte
que hay un amanecer que oscurece la torpeza de los camiones de otros mundos distantes de Brueghel,
que en el cajón duermen papeles, balas para incrustarse en algún cerebro,
que los hombres avanzan con pasos, vacilantes, forzados, atrapados en mecanismos
idiotas o lúcidos
que la boca es una lastimadura que pronuncia palabras,
que las hormigas custodian el Caos,
pacientes,
sin desmayo,
que las cabezas se llenan de infiernos y cielos como espumas cambiantes,
que en las trampas de las arañas caen insectos, pozos, proyectos de vida,
que hay reyes locos en palacios invisibles clavando agujas en la luz,
que la tristeza tiene sabor a té con dulces,
que las frases se reúnen como alimañas
oscuras,
venenosas
para inventar libros referidos a cuadros referidos a mundos, referidos a nada.
(Del libro “Cazadores en la nieve” LA LETRA EME, Buenos Aires, 2014)
Siestas
Hay una hora liviana en que todo se detiene (y hay quien le llama siesta),
todavía la Niña oye eso que es la voz del Padre y que se extiende
como un jarabe suntuoso corriendo por los cuartos,
El jarabe le habla de la fatuidad de un príncipe de Elsinor,
el que es y el que parece. Que parezca
un día cualquiera que zumba en la jaula del mundo,
sus juguetes desparramados
en el piso. Es en la terraza y alguna mujer de servicio cuelga la ropa
mientras la Niña, desentendida,
piensa en Hamlet. Le han contado su historia
para ella. Las contradicciones
se mueven
entre el olor del pescado frito. Hay una felicidad de Niña
tirada boca arriba en las losas de la terraza,
los edificios lejanos,
las estrellas escondidas por la luz de la siesta
mucho más
lejanas. El Hermanito ha salido a la calle en bicicleta
para preguntarse si él es Hamlet. (“¿Yo soy Hamlet, vos Ofelia?”)
le ha dicho o ella ha creído oír. No se acuerda. No le importa. El silencio
se vuelve líquido
a veces. A pesar del caos todo termina en su sitio: los caminos
confunden los diseños
y no van a ninguna ciudad
escrita. No van a Elsinor ni a Buenos Aires. La intemperie
es una luz de pecera, una luz
de páginas de libro
viejo. Los abejorros golpean contra las ventanas
y los peces nunca creen en el anzuelo,
por eso caen. En el televisor habla algún presidente
en ráfagas,
para que todo siga igual. A ella no le importa
piensa en Hamlet. (Le han contado su historia
para ella). Es extraño: lo que nunca ha vivido
el viento de un día
que jamás
existió. Un cambio de guardia y un fantasma
en la explanada del castillo
de Elsinor. A la Niña no le importa que caiga blanda
la lluvia sobre la ropa por secar. No le importa la voz del presidente
ni la perplejidad de no estar
estando en la propia infancia. Entender que es la jaula del mundo,
sus juguetes desparramados en el piso. No es posible tocar la cara de Hamlet
tan fantasma como su padre. Como el Padre.
Como Dios.
Nunca se sabe, ni antes ni después, lo que uno ha visto,
el miedo nos vuelve idiotas
o demasiado lúcidos. La muerte será más tarde
una ingeniería
precisa. Por ahora no. Por ahora hay azoteas
como explanadas donde se cambia la guardia,
hay fantasmas. (Como el padre de Hamlet, como el Padre, como Dios)
Que parezca eso.
Que parezca así.
Hay palabras para nombrar la ausencia.
Y palabras que faltan para nombrar
lo que existe. Es Hamlet y es la infancia,
es la oscuridad de las flores
que viven
sólo un día.
Luego el trapo
limpiará con desgano la tristeza y la obscenidad de los días
viejos
y los por venir.
(Del libro “Hamlet en la azotea”, Baltasara Editora, Rosario, 2019)
Si el niño despertara
A la hora en que las cosas
languidecen,
así como viene la lluvia o la nieve
sin aviso,
cayó el tercer toro desde arriba
y la mujer se lo quedó mirando
como si estuviera en puro pensamiento:
que del estrépito tal vez el niño despertara
y le crecieran flores en los labios abiertos, en la nariz
y en la tierra de adentro
de los ojos. Ya había guardado
los sueños del hijo en el cajón de las herramientas
inútiles, pero quien sabe
si en el cajón nacería el bosque
o si los animales
en estampida
se llevarían
la muerte.
Los perros ladraban como soñando:
ningún paisaje es cierto,
quién sabe si salen lunas o estrellas
de algún techo
volado
de Guernica.
(Del libro “Guernica”, Huso, Madrid, 2020)
Lejos
Así que prohibido,
lo que se mantiene lejos,
lo desterrado. Y usted lo mantiene lejos,
usted, quién es usted,
qué pretende insinuar,
decir,
gritar,
callar,
De qué le sirve este invento,
por qué escribe contra usted,
por qué junta fotos como alegorías
o las esconde debajo de la cama. Usted que
sabe que es un monstruo, eso que hay que
mostrar, los monstruos no se inventan
son lo único que es. Lo extraño vive
adentro: es un monstruo
una cosa
excesiva,
un tesoro
soñado, el sendero clandestino
hacia
ninguna
parte. Usted sale al bosque de casas
para buscar un matiz de aquello,
lo prohibido: uno es lo que no recuerda,
lo que no se permite recordar: lo que se
mantiene
lejos,
usted toca la zarpa debajo de la mesa
lo imposible de concebir
y mira al agujero de adentro
eso que no se puede tolerar
ni consentir,
pero siempre es uno el que no tolera,
no aguanta.
Eso que no hay que pensar
y menos aún
escribir.
Le avisé con lujo de detalles:
Mantenga silencio.
(Del libro “Lo prohibido”, Ruinas Circulares, Buenos Aires, 2023)

Liliana Díaz Mindurry (CABA, 1953). Vive en Buenos Aires y en Madrid. Abogada (UBA). Poeta, novelista, cuentista, ensayista y dramaturga. Tiene treinta libros publicados en Argentina y en otros países, y ediciones bilingües. Recibió incontables premios como: Primer Premio Municipal de Buenos Aires en cuentos editados Bienio 90-91, Primer Premio Municipal de Córdoba, el Primer Premio Fondo Nacional de las Artes 1993 (novela), Premio Centro Cultural de México en cuento 1993, Premio El Espectador de Bogotá en cuento 1994 (concurso Juan Rulfo de París), Primer Premio Jiménez Campaña de Granada. Varios premios oficiales en poesía. Obtuvo el Premio Planeta 1998 por Pequeña música nocturna. Su obra fue traducida al alemán, portugués, italiano, inglés y francés.
GUSTAVO TISOCCO
He tenido una madre alta
una madre baja
una que daba a luz
que la tarea diaria
vender empanadas
peinar a las vecinas
curar animales.
Alta como el cielo de mi pueblo
-que es el más alto que conocí-
intensa y blanca
lluvia fresca en las tardes de enero
pan recién horneado.
Una madre que se fue haciendo pequeña
que la tarea diaria
que los hijos a la escuela
que lavar la ropa
limpiar la casa.
Esa mujer alta con el tiempo es bajita
con los huesos dolidos cansados
con los pasos quietos
manos temblorosas
voz lejana.
Yo tuve una madre alta
que ahora es pequeña
que no quiere decir frágil
que no quiere decir tristeza.
***
Me gustaba esconderme bajo la mesa
transitar ese universo de cuatro patas
donde era posible cualquier hechizo.
Ser barco en ese mar de cemento
o calandria bajo el cielo de madera
quizás león en esa jaula.
Todo el abrigo estaba ahí
todo el espacio que necesitaba.
Me gustaba acurrucarme debajo de la mesa
y ser libre en esa casa dentro de otra casa
-la otra casa de los seres amados,
de los que se fueron-me gustaba esa edad, ese tiempo,
esa lejana aventura.
De Perla del Sur
***
Si amas a un gorrión
en cualquier momento la muerte vendrá por ti.
Si amas al jazmín
vendrá la muerte seguramente
como cuando amas a un hombre
a un paisaje
a un barco viejo.
Si no amas serás inmortal.
La eternidad será sólo tristeza.
***
Llorábamos al muerto
por lo no dicho
por lo vivido
y no
por los secretos
los aromas que pronto olvidaríamos
por la música.
Llorábamos al muerto
a cada muerto cada muerta
y rezábamos
a un Dios que no entendíamos
prendíamos velas
entre gladiolos y claveles
y llorábamos.
Al final quedamos solos.
¿Llorábamos al muerto?
***
Que el mar era mentira
el viento
y las mañanas
que no existía eso de la luz
ni las fieras en los bosques.
Que el cosmos era mentira.
Pero a lo lejos
el galope de un caballo
me hizo temblar.
De El Solo
***
Unos buscan el placer
de cualquier manera
buscan el placer
para poder vivir.
Otros para poder vivir
se especializan
en dar placer
para poder vivir.
***
No hacen el amor
no creen en el amor
o se resignaron
solo toman de la bestia
el duro goce
el néctar salino y espeso
del éxtasis y el embrujo
que da la juventud.
La bestia
también toma de ellos
y sacia así su hambre
la sed.
***
Cuando se fue
me abrazó
como pidiendo perdón.
Lo abracé también
como pidiendo perdón.
De Boca Grande

Gustavo Tisocco (Mocoretá, pcía. de Corrientes, 1969). Reside en CABA desde 1995. Poeta y Gestor cultural, médico obstetra (UBA). Tiene publicados quince poemarios, los últimos: “Hectáreas” (libro publicado en Madrid, España) “Perla del Sur, “Entre ventanas”, “Nueve poemas” , “El Solo“ y Boca Grande”; así como los Cd “Huellas”, “Intersecciones”, “Corazón de níspero” y “Terrestre”. Participó de diversas antologías tanto en Argentina como en diferentes partes del mundo. Asiste a encuentros nacionales y asistió a festivales internacionales en México, Perú y Nueva York como invitado. Recibió algunos premios y reconocimientos por su obra. Creador y director del sitio MISPOETASCONTEMPORÁNEOS desde el año 2006, espacio federal de difusión de poetas.
Instagram @gustavotisocco69
Email gustavotisocco@gmail.com
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PATRICIO EMILIO TORNE
QUIERO DECIR
Quiero decir
-es necesario precisarlo-,
no es que un clavo saque a otro.
Más de una vez
la yema de los dedos,
la palabra suave como el terciopelo,
o el modo en que te invaden
con el desprejuicio,
funcionan como una mano precisa
corriendo esas nubes que impedían
filtrar la luz.
Más que un golpe de martillo,
una musiquita
sonando que te inunda.
Levantarse todos los días,
manteniendo la certeza
de que alguien te reclama,
no es tarea fácil.
Siempre es posible convertirte
en un cero a la izquierda
para los que aman sólo de palabras
sin saber que un beso
es parte de la estrategia.
Pero tener certeza de que alguien
predica tu nombre en soledad,
que ese alguien llama
para que lo asistas en su necesidad de vos,
hace que valga la pena vivir en la vigilia.
Hay pesos que, lejos de cargarlo,
se vuelven un ancla
para que puedas flotar
sin perderte en la inmensidad
del universo, igual que una cometa
remontada por las manos amorosas
de un niño que te extraña.
Basta con saber que hay
un corazón preguntando
cómo has estado, para que todo cambie.
Ya no importa qué tragedia
estuvo asolando el mundo.
Si es por la culpa que habremos de sobrellevar,
me gusta,
y quiero estar,
con todo mi egoísmo,
de este lado de la circunstancia.
***
MÍSTICA
Todos los rituales fueron hechos
dentro de la casa
en el jardín repitiendo fervorosamente
el mantra que un ser superior tomaría para sí
antes de bendecirnos
con su gesto salvador; tomados de la mano
cuando el atardecer
y el parque parece más íntimo;
bajo el parpadeo gris de la luna
cuando el frío duele sobre los huesos.
Todos los rituales con intención
de poner algo de luz, aunque más no sea
un aura piadosa próxima
a la mentira, pero posible.
De espaldas de rodillas de frente
poniéndole ritmo acompasando
las palabras o ensimismándonos
hasta quedar atorados de silencios
y empezar de nuevo.
Los árboles siempre dibujan
la esperanza en el horizonte por eso
sentimos que caminar descalzos
sobre la escarcha era aliviarse de la sed.
Pero también afilamos los cuchillos
y como en una misa
mezclamos la sangre
con el pan de cada día.
Alimentamos como se pudo
la pequeña certeza de una existencia en paz
aun sabiendo que marchar hacia el trabajo
atados cada uno a sus propias imposibilidades
era estar más próximo a la derrota
que a la tranquilidad del espíritu.
Con los nervios a la miseria
dejábamos que la televisión haga
su tarea criminal mientras
terminábamos el día.
Todos los rituales
todos fueron hechos con la intención
de salvarnos de esta sombra
este peso que ahora cae sobre nosotros
diciendo que de nada sirvió
la mística el sahumerio las oraciones
ni la fe por la fe misma.
Sale el sol igual que siempre
pero no calienta
ni sombra que nos hace.
Sobre él también hubo un sortilegio
cuyos resultados es probable
que nunca podamos interpretar
cuando se hace imposible recuperar la fe.
***
LA CABEZA
Nuestra cabeza es redonda para permitir al pensamiento cambiar de dirección.
Francis Picabia
Hay que escuchar a la cabeza, pero dejar hablar al corazón.
Marguerite Yourcenar
Como estar de la cabeza. Como un discurso exacerbado, polifónico, en el que se la nombra como un sujeto excluyente y en el que se reivindican o analizan las distintas fenomenologías de la misma, en tanto humana, dirigente, operativa. La cabeza como emblema social y particular de los notarios y notables. La cabeza de Goliat. Lo que de ella se acredita y lo que espanta. La cabeza de Cristo como un oxímoron del Vaticano. La cabeza del sabio, la del criminal. La cabeza que está hueca y la creativa. La cabeza de Diana. La del conservador y la del revolucionario. La cabeza del que explota y la del esclavo. La cabeza como emblema del hombre a través de la historia. La cabeza de Salomé y en la bandeja la de Juan el Bautista. La que cuelga del mástil del barco o se ensarta en la lanza de los cruzados y siendo como es, la cabeza de un turco, es culpable de todos los males. La cabeza del religioso la del ateo la del sofista el dialéctico la racional o totalmente lírica. La cabeza que rueda después de la insurgencia y la del partisano que la perdió sin ver el triunfo. La cabeza reducida por los jíbaros y expuesta en los rincones de la jungla para recordar que no hay civilización que valga. La cabeza del estado de Israel igual que una ojiva y la cabeza rota, mil veces rota, de Gaza. La cabeza de todos y cada uno de los desaparecidos de mi Patria. La cabeza ósea que se articula con la primera vértebra del raquis, el atlas, mediante el occipital. La cabeza que no miramos. La que miro y admiro. La cabeza única y que me sabe ideal. La que contemplo. La que por ser lo que es no ha de ser otra. Ni perfecta, ni bella, pero la más cercana para que hable el corazón. La que, en última instancia, desde el descalabro emocional, puedo sentir como la suma de las partes que hacen a la cabeza del mundo y me alivia. ¡Juro que me alivia!
De “Frenesí” (La gran Nilson- Bs As 2017)
***
EL ARTE DE BORDAR
Joan Cleeford bordó los 30 manteles
que se usaron en el casamiento de su hija Nancy.
Blanco sobre blanco la textura encantaría a los invitados,
después, los mismos se usarían en la película
El Gran Gatsby de Jack Clayton en 1974.
Por estos días de diciembre del 2014,
la artista y diseñadora argentina Jazmín Berakha,
después de encontrar las telas que quería
en una tienda de Tokio, y bordar durante todo un año,
presenta su muestra “Encantamientos”.
Dice ella que “más allá del encantamiento instantáneo
con el material lo que fascina es la entrega
de trabajar con el bordado, una técnica poco inmediata
que requiere de muchísimas horas diarias
para poder generar una sola forma”.
Mi mamá se crio trabajando para las familias inglesas
que tenían la administración de la Forestal
en el chaco santafesino, allí conoció los preciosos manteles
de hilos bordados con los que se cubrían las mesas
donde comían sus patrones.
Ella misma aprendió a bordar, y las grandes bolsas
de azúcar que trasladaban en los trenes de la forestal
eran los manteles de mi casa.
Dos bolsas unidas, bastaban para la mesa grande.
Sobre su madera, por dos veces
podía leerse en letras azules:
ZUGAR – The Forestal Land, Timber
anda Railways Company Limited-
y a su alrededor, flores de intensas tonalidades,
o una extraña fauna que nos miraba y se dejaba mirar
sin que sepamos nunca de donde aparecían
esas cebras lilas y naranjas, o las jirafas de cuello corto
y manchas azules sobre fondo rojo,
para que los dedos y los hilos de colores de mi madre
los copiaran como quien dice voy a dibujar
las vacas o las gallinas del corral.
Uno comía, sin saber en aquellos años,
que ya tenía para sí, la idea de lo exótico,
ya éramos hijos del encantamiento.
Cuando la oración, a la luz del sol de noche,
mamá embellecía aquellas arpilleras blancas
que los ingleses desechaban, mientras mis hermanos
hacían la tarea bajo la tierna vigilancia de esa mujer bruta.
Sin saber -no podía saberlo-,
ella ponía ante nosotros, más que un arte,
la dignidad con la que nos irían educando.
-de “Frenesí” (La gran Nilson- Bs As 2017)
***
EN LOS ALREDEDORES DEL CENTRAL PARK
Los fríos más intensos ya pasaron, pero el clima de faena está en nosotros. La
ciudad es un cerdo camino al matadero que chilla con cada ambulancia atravesando
sus calles. Preparen el agua hirviendo, espanten las moscas y agiten las ramas del
romero. Debajo de los mismos árboles donde ayer tendíamos manteles, hoy se
vuelcan los menesterosos cuyas familias agradecen desconocer. Las más fabulosas
tonalidades de verdes no alcanzan para desviar la urgencia. Desde el más alto cielo
los drones muestran los techos de lonas blancas como manchones de una nieve
que perdura. Igual a oropeles en el cuello de un caballo muerto, los sachets con
sueros despliegan su minúscula hermosura ante los ojos de los infectados. De un
día para el otro hay quienes se enteran que comieron vidrio molido, los poetas
quedan frente a sus peceras de aguas estancadas pidiendo por una descarga de
220 que las agite. Antes que nadie, los ecuménicos y los expulsados de sus
cátedras, anunciaron como el Congreso terminaría trayendo el campo de batalla al
patio de sus casas, pero ya sería muy tarde para intentar nuevas estrategias. Al
Madison entran diez fantasmas cada dos enfermeras llevando bolsas de plasmas.
Todos se ajustan a una precisa coreografía y en la cima de la pista, donde antes
fluían las tablas de los skaters, el pibe que rapea termina con un verso más triste
que rabioso: Si muero que sea con mis Nike Air puestas. Todo se vuelve inútil como
llorar bajo la lluvia
De “Rachas” (El andamio ediciones – San Juan 2023)

Patricio Emilio Torne (Helvecia, pcía. de Santa Fe, 1956). Desde el año 1985, reside en Villa Mercedes, y desde entonces coordina Talleres de Escritura (durante 35 años lo hizo desde la UNSL y ahora e modo independiente).
Desde el año 2010 Coordina el Ciclo PRETEXTO, donde poetas de todo el país, la región y locales se dan cita para desarrollar lecturas y compartir experiencias creativas.
Textos suyos han aparecido en publicaciones del país y el extranjero.
Ejercita la plástica como una de sus pasiones, la militancia social y en DDHH, y el periodismo cultural.
Editó: Orbita de Endriago (Editorial Filofalsía – Buenos Aires 1988), Helvecia y Otros Tópicos (Editorial “Todos Bailan” -Buenos Aires 1989), Donde Muere la Lógica (Editorial “Último- Reino” – Buenos Aires 1990), Anacrónica (Ediciones de la nada – Santa Fe 1992), Perros (Editorial Revistas Callejeras – San Luis 2010), Materialismo Dialéctico (Editorial Deacá – Villa Mercedes 2013), Perros y más perros (Editorial Deacá – Villa Mercedes 2015), Frenesí (La Gran Nilson – Buenos Aires 2017), Capital Simbólico (GatoGrille Editores – Rosario 2017), Antes de la caída (La Gran Nilson – Buenos Aires 2019), Antología 55.65 (Hilos editora 2019), Todo lo que deba ser transparente será transparente (Edit. Palabrava – Santa Fe 2020), Rachas (El andamio ediciones – San Juan2023).