I
El pasado 18 de febrero se cumplieron 48 años de que el mundo de la cultura se cimbró como consecuencia de una conspiración internacional que amenazó con hacer cenizas todos los libros existentes. Bibliotecas de Londres, París y Roma desaparecieron. Inmediatamente después fueron incendiadas las de Moscú y Tokio.
Fue primero el escritor italiano Alberto Moravia, quien mostrándose consternado afirmó que se trataba de “una conjura fascista, pero imposible de saber quién la dirigía”.
Luego fue Julio Cortázar, el autor de Rayuela, quien advirtió que al principio los editores bailaban de gusto, ya que veían un gran negocio en la reedición de libros, “pero el gozo se les fue al pozo cuando recibieron anónimos amenazadores: morirían en caso de querer sustituir las ediciones quemadas”.
Desde México, Octavio Paz reveló que “ya no se encuentra un solo ejemplar de Fuentes, Yáñez, Rulfo y Arreola” y en tono sumamente alarmado denunció que un grupo de desconocidos había intentado incendiar su casa.
Finalmente, la escritora estadounidense Susan Sontag, desde la cama de un hospital, dijo haber sido víctima de un atentado al no hacer caso a los anónimos que le prohibían publicar reportajes condenando la ola de terrorismo cultural.
Lo anterior formó parte del No. 201 de la historieta mexicana “Fantomas, La Amenaza Elegante”, con argumento de Gonzalo Martré, publicada por la editorial Novaro en febrero de 1975. En el citado cómic, titulado “La Inteligencia en Llamas”, aparecen, con nombre y apellidos, los rostros dibujados de Moravia, Cortázar, Paz y Sontag.
La historieta, como ya se ha dicho, aborda de manera fantástica el tema de una organización criminal que a través de poderosa tecnología destruye bibliotecas y amenaza a los escritores de todo el mundo, motivo por el cual los intelectuales acuden a Fantomas, superhéroe reinventado en México a partir de un folletín francés surgido a principios del siglo pasado, quien después de realizar una investigación minuciosa de los hechos logra conjurar la amenaza.
Es importante señalar que, en su versión mexicana, Fantomas es un héroe muy peculiar. Dice César Castañón, especialista en cómics, cine y televisión: “Fantomas les roba a los ricos o a otros criminales, respeta la vida y sobre todo apoya las causas sociales (…) es millonario y disfruta de la buena vida, critica al sistema aprovechándose de él”. Es adinerado y elegante, con amplio conocimiento del arte y literatura, lo que le permite socializar de manera cercana con personajes como Hitchcock y García Márquez, así como sostener intensos idilios con actrices famosas como Jane Fonda, Brooke Shields o Bo Derek.
II
Entrevistado por la televisión española, Cortázar explicó la forma en que se relacionó con Fantomas: “Me llegó de México un cómic, me lo enviaba un amigo, diciéndome: mira, cuando un escritor entra como personaje en un cómic, eso ya es la celebridad mundial. Me lo decía como un chiste, pero entonces yo empecé a mirar el cómic que se publicaba en México, las Aventuras de Fantomas, que originalmente es un personaje de Francia, pero lo han aztequizado, si se puede decir, lo han vuelto mexicano, y entonces Fantomas en esa historieta se enfrenta con un loco que, armado de una especie de rayo láser, ha decidido destruir la cultura, quema las bibliotecas. Los escritores desesperados ante ese genocidio cultural, se dirigen a Fantomas porque es el único superhombre que puede luchar contra un superasesino, en el cómic se veía a Octavio Paz telefoneando a Fantomas diciéndole tienes que hacer algo, tienes que salvarnos; se le veía a Alberto Moravia; se la veía a Susan Sontag, y se me veía a mí que le telefoneaba diciendo: Fantomas confiamos en ti; entonces Fantomas sacaba pecho, se lanzaba volando, porque Fantomas vuela, y finalmente descubría a este maniático y lo liquidaba como en todo buen cómic. Me llegó eso y me hizo mucha gracia verme como personaje de un cómic. Pero en ese momento pensé un poco más, y dije: si esta gente me ha utilizado como personaje de un cómic sin pedirme permiso, ¿por qué yo no voy a utilizar una parte de este cómic sin pedirles permiso a ellos? Creo que tengo ganado el derecho moral”.
III
Como consecuencia de lo anterior, Cortázar retomó partes del comic y reescribió la historia para dar paso a Fantomas contra los vampiros multinacionales, una versión sumamente politizada en la que se combate al imperialismo estadounidense, que en América Latina, dice Cortázar: “Hace todo lo que puede para asimilarnos a su estilo de vida, a su manera de pensar y en última instancia a su American Way of Life, a su manera de entender el mundo que es un sistema capitalista, imperialista, que no es mi sistema ideal, ni la vía que yo pienso que tiene que ser para América Latina”.
El interés de Cortázar hacia Fantomas estaba directamente relacionado con la actividad en defensa de los derechos humanos que desarrollaba al interior del Tribunal Bertrand Rusell, que en aquel momento cuestionaba los problemas la violencia por parte de los regímenes de extrema derecha de América Latina, apoyados en alianza con el gobierno estadounidense. Recientemente el tribunal había emitido una sentencia que condenaba la tortura ejercida por los gobiernos de Brasil, Chile y Uruguay. Sin embargo, explicaba Cortázar: “…el bloqueo informativo en América Latina, perfectamente manipulado, hizo que inmensas masas de la población no tuvieran menor noticia de lo que el tribunal había hecho, lo cual el tribunal no podía impedir porque no tiene medios, no puede luchar contra el pentágono ni contra los dólares, entonces se tenía que limitar a la distribución más eficaz posible pero muy limitada”. Es decir que había la necesidad de dar a conocer al mundo la sentencia condenatoria.
Con el apoyo de Julio Scherer y la editorial de Excélsior, Fantomas contra los vampiros multinacionales logró publicarse en forma de novela gráfica en junio de 1975. En lugar de venderse en librerías, como tradicionalmente se hace, se vendió en los quioscos. Como resultado, 60 mil personas leyeron en el breve periodo de dos meses la historieta, paralelamente a la sentencia del Tribunal Rusell, la cual aparecía como apéndice. De esta manera, el cómic se convirtió, en palabras del propio Cortázar, en un vehículo sumamente útil para la difusión de ideas.