VALERIA MELCHIORRE
Valeria Melchiorre (Buenos Aires, 1970). Es doctora en Letras por la Universidad de París 8. Tuvo a su cargo la edición y el prólogo de Poesía completa de Amelia Biagioni (Adriana Hidalgo, 2009). Es autora de los libros de ensayoAmelia Biagioni: la “ex -centricidad” como trayecto (Corregidor, 2014) y La suerte del poema (Audisea-Reflet de Lettres, 2017). Ha traducido poesía del inglés y del francés. En poesía publicó, entre otros, Trilogía del temblor (Urania, 2019), Fuego Amigo (Editorial Lisboa, 2020) y Carne Molida (Urania, 2021). Ha escrito numerosos prólogos y participado en la confección de antologías. Dirige desde 2019 una página web/ revista cultural Zancada (www.zancada.com.ar), destinada a difundir obra y a tejer redes entre prácticas diversas y artistas de variadas disciplinas.
I am interested in anger.
I clamber along to find the source.
Anne Carson
-I-
Cuando la caza de brujas comienza
se tensan los arcos sus torcidas
intenciones la pica de incongruencias
consta en cada baluarte una balada
de injurias
remates puntudos
hay una pantalla de encendido abrupto
y un botón de pausa
una delgada línea en esto
de tirar al blanco
son elásticos los matices
uno el flanco una la ponzoña
somos incendiarios
reciclamos cada flecha para no sentirnos solos
forjamos una herencia de bastiones
lo nuestro no es el escarmiento
hacemos de esta escena un retorno eterno
en loop una historia de cada prurito
un escupitajo
hoy compré a mi hija
un manual de cetrería precoz
-II-
esta es época de litigios
le dije
conserva tu aversión intacta
respira con la calma de quien carga
su pólvora añejada
penas volubles de achacar a otros
que no se te escape
al azar
un rasguño
hija
maneja tu rencor a quemarropa
tenlo entre los dientes
como a un facón en la manga define
su punta rasura el filo de vez en cuando
el tiempo quizá te traiga
agallas
precisión
certezas
la puntería es una costumbre
que se entrena y no se aprende
de improviso sin esmero
cuesta hacerse de ciertas posesiones
no sueltes la rabia a tontas y a locas
atiende su impaciencia
pela cada gajo de esta naranja que repele
acepta su cítrica tristeza
perder reputación saciar el ego
gritar más alto que quien solo canta
son una ganancia escueta
el botín promete
verás pasar a tu enemigo con la cabeza gacha
no hay mejor tiro que el que se da por atrás
-III-
sobresale su altura en los pajonales
dorada la cola del tigre
sus goznes oscuros las rayas
dice el proverbio el tamaño
si es nimio lo que se ve se intuye
blande su cola sinuosa nuestro animal
su torso
demorado en la espesura
casi inhabitable de invisible
aguanta la misión de ocultarse
cómo tolerar lo que se vapulea
esa felpa hamacándose enhiesta
el ser desconocido que subyace
y nosotras erráticas
sin estrategia
no hay que aterrarse hija
nuestra casa es una jungla igual de espesa
(de Fuego Amigo, 2020)
****
de los tajos a los tumbos tiemblan los agricultores calan hondas inmundicias los estragos de las plagas catapultan una raza de apestadas zanahorias de bananas rectilíneas de sandías ovaladas son redondos los tomates sus mentiras y sus huestes y hay ejércitos de geómetras labrando los secretos de una fila de duraznos destinados a ser pulcros a ser mansos botanistas encargados del verdor de los hinojos
tiemblan los monstruos voraces
residentes
vitalicios de las manchas del zapallo y hay un tráfico de agentes sigilosos que vigila la salud de los repollos despelleja de machuques a los ajos
y los médicos se quejan de la falla en cielorrasos de la falla en las camillas del zumbido de las balas en las tardes otoñales de caníbales que muerden los tobillos de sus muertos son vampiros que renuevan sus osadas ambiciones o caranchos
(de Trilogía del Temblor, 2019)
ARS GAÉTICA
ojo por ojo
liebre por liebre
puja este pinche destino
garra asesina métele al cuello
sáltale a la vena hinchada
ve degüella
luego pisa
esta ratonera
carne molida sácale de provecho
teje de a bufandas con sus tripas
cuando hierva tu paladar ataca
nuevamente
sé al descuello
lo que el dedo es a la llaga
llega siempre más profundo
elimina esos tapujos
de achacosa lora o dama
lacónica y atildada
pon acentos en el plato
date de a porrazos en la nata
no le hagas asco a la crema
de la crema sé lo espeso
si se asienta
párate a esperar en la vereda
relojeando el ápice
con el rabillo
posa de calandria
de vieja comadreja
verás del rival un arsenal
de jugarretas tapa
tu matufia con algún trapo
removiendo el avispero
haz que le pique
el spleen de la calaña
su pusilánime pócima
hasta que encuentre
un molde
una secta acorde
o un destierro
trunca deja la retórica apocada
agárrate fuerte de tus agallas
no vale ser módico el precio
es adiposo
hay que creer o reventar
(de Carne Molida, 2022)
****
BRUNO DI BENEDETTO
Bruno Di Benedetto (Avellaneda, provincia de Buenos Aires, 1955). Desde 1979 reside en Puerto Madryn, Provincia del Chubut. Ha publicado “Vengan juntos” (relatos) y los poemarios “Palabra irregular” (Premio Convocatoria Escritores Inéditos, Chubut, 1987); “Complicidad de los náufragos”; “Dormir es un oficio inseguro” (premio Fondo Editorial Chubut, 2003); “Country” (Ed. El surí porfiado, 2009); “Crónicas de muertes dudosas” (Premio de Poesía Casa de las Américas 2010, publicado en Cuba y en Buenos Aires, 2011, Ediciones en Danza); “Nada”, (Editorial Ruinas Circulares, 2014, Buenos Aires); “Crítica de la espera” (Ediciones de la Eterna, Tucumán, 2015) y “Cámara de niebla” (DelValleBajo Ediciones, Viedma, 2015). Sus textos integran antologías publicadas en Argentina, Colombia, Chile, España, Alemania e Inglaterra.
De “Cámara de niebla” (DelValleBajo Ediciones, 2015)
Materia
El nervio enjoyado de la materia es arte de orfebrería estelar:
un hilo radiante que cose carne con carne y plomo con plomo;
(bienaventurados los que creen en el orden de los elementos,
y no mezclan carne y metal hasta ser lloro y crujir de dientes:
el dolor es una equivocación, una cuerda de hélice retorcida
que nos ata como perros a la muerte). Somos el polvo crudo
de un estallido: las estrías de luz llegan hasta el extremo del
árbol de la sangre, y más allá no sabemos ver. El alma no es
más que otra ramificación: yema verde y agria por no saber
que su sed más dulce nace de agua que no es de este mundo.
Antimateria
La temperatura de fisión se alcanza en la superficie del espejo:
la espina dorsal del ojo se vuelve bífida, pero el dolor viene
de saber que lo igual es enemigo de sí mismo. La cargazón
eléctrica reparte puntual su discordia: a cada palabra le nace
una antipalabra; la infección de luz sube de átomo en átomo
y no hay antídoto para lo que no se puede decir. Los cuerpos
generan sus anticuerpos y estallan, de placer o de antiplacer,
da igual: en esa milésima de encuentro antes de la explosión
cada uno dice su nombre verdadero, el de morir y el de matar:
un secreto que queda cimbrando en la nada, que es sordomuda.
Materia oscura
Lo crédulo del ojo flota en la pura tensión superficial:
como un mosquito que camina en el agua, la mirada
no entiende ni la profundidad ni la fórmula del mundo:
una parte de luz diluida en noventa y nueve de sombra.
El ojo es flor carnívora que creció equivocada: muerde
lo que no hay, y su dentellada engorda el ojo del amo.
Encandilados por esta fracción de luz, vamos de tumbo
en tumba, pero es lo oscuro, su hambre gravitatoria,
su vocación de grumo, lo que dice cómo y dónde caer.
Ceguera, ceguera, ceguera. El resto es lo que somos.
Escribir el bosque (Inédito)
¿Se podrá escribir un bosque? No contar el bosque, sino
construir el bosque con palabras: tallarlo con la lengua
en ese bloque oscuro que es una precipitación de mil voces
en el vaso químico del tiempo: el reverbero de mil gargantas
muertas en una garganta viva, el fino espesor de mil bautismos.
El problema es que los bosques crecen desde abajo, y el poema
crece desde arriba: habrá que empezar a edificar en el aire:
necesitamos un pájaro que nos defina eso que llamamos cielo
que ni es cielo ni es azul, lo sé, pero pasa una bandurria
con su pico egipcio y su grito estridente y no hay lugar para dudas:
eso es el cielo, que es cielo y es azul en el corral de la montaña.
La montaña es fácil de hacer: empujar durante un millón de años
el basalto sobre el basalto, confiar en el fuego central del planeta.
Lo difícil es el bosque, su ciencia húmeda y oscura, su frescor:
el escalofrío que da tocar la piel de un arrayán en pleno verano,
la sentencia del ciprés, el grito rojo de la lenga en el otoño,
la amistad del coihue con el agua, poner en palabras el amor
al coihue, sus filigranas al sol, el sol colándose apenas entre las hojas
el arroyo mínimo que te da de beber, el plano inclinado de tu deseo
de ser bosque, de ser árbol, la sombra que te ata a la tierra negra,
la tierra negra hecha de millones de cadáveres de pequeños bichos,
de hojas amarillas, de troncos podridos, de gusanos, de mariposas,
de gentes marrones, rojas, amarillas, blancas: gente igualada
por el reclamo del humus, juez implacable que no perdona
pero consuela: de lo negro vienes, a lo negro vas:
el cielo de los árboles empieza por abajo
y ahí nace el bosque.
A Miguel Ángel Morelli, a su querida memoria
ACERCA DE UN AUTORRETRATO DE ANDRÉ BRETON (Inédito)
La tinta asciende
por la acción capilar
de la gravedad
y se concentra
en una zona de sobreescritura:
ya no distingo palabras de rostros
escribo sobre el cuerpo negro
de la lengua
todo gesto es escritura automática.
Nunca la realidad es más real
que en su perpetua disolución:
el cuerpo se desvanece hacia los márgenes.
Soy el pez soluble.
Vivo en contradicción con mi propio elemento
muerdo el anzuelo sólo para escupirlo
sobre mi propio rostro
qué queda de nosotros
salvo el rostro
qué queda del rostro salvo la mirada:
todo lo demás se pudre o se momifica.
Me persigue el rostro de Antonin Artaud
su pómulo de hueso
su facción tallada por las horas de los manicomios
me persigue la mirada de Antonin Artaud
su amor por la calcinación.
Soy el pez soluble:
dentro de mil años habrá una gota de mí
en cada gota de los siete océanos,
que en realidad es uno solo
salvo para la ceguera de los mapas.
Amigo,
escribo esta carta
con los ojos bien abiertos
hacia el sueño
que no nos deja dormir.
A Leopoldo «Teuco» Castilla
****
MARIO CASTELLS
Mario Castells. Nació en Rosario en 1975, hijo de exiliados políticos paraguayos. Escritor, crítico literario y traductor. Forma parte del Grupo de Estudios Sociales sobre Paraguay (GESP-UBA). Publicó Rafael Barrett, el humanismo libertario en el Paraguay de la era liberal, en 2010; Fiscal de sangre, en 2011; El mosto y la queresa, en 2012; Trópico de Villa Diego, en 2014; Lenguajes, poesía en idiomas indígenas americanos (con Liliana Ancalao, Juan Chico y Lecko Zamora) en 2016; Aparatchikis, en 2017; Bala pombero, en 2018; Diario de un albañil, en 2021; La selva migrante. Carlos Martínez Gamba y el exilio de la lengua guaraní, en 2022. Poemas suyos han sido antologados en varios libros; el más reciente Ruge el bosque, de 2023. Ha publicado sus artículos de crítica en diversas revistas académicas argentinas y del extranjero. Se especializa en el campo de la literatura latinoamericana, en especial de la literatura paraguaya y sobre todo la de expresión guaraní. Fue también editor de dos sellos editoriales La Pulga Renga y Cachorro de Luna.
Mbáire reñói ypykue rehegua ñemboyke
¿Y fue por este río de sueñera y de barro
que las proas vinieron a fundarme la patria?
Jorge Luis Borges
Káso tovamokõi del imaginario kurepi:
la fundación mítica de Buenos Aires.
Ndaipóri peteĩ paraguájo
tavamopu’āypýpe ñemombe’u.
Ramojepe ore pypore oparupiete oī.
Borges ohupiva’ekue heta tembihai hekombo’ē.
Ojuhupeve peteĩ vole’u Leopoldo Lugones
ha Virginia Wolf mbohai hare.
Peteĩ mombe’upuku añomínte ohaiva’ekue:
ijypykuéra rembiasa.
Che ningo aipo’ose mba’ejepigua’ŷva
ore rekovekuégui ojehe’íva.
La razón medular no fue el mandato
real, el dictamen de Hernandarias ni la voluntad de Garay.
Tampoco fueron sumacas las arribeñas
ni jinetes bravíos.
Grandes caminadores, los hijos del tovajáto
bajaron del neolítico con mucho avío.
El rio, de ningún modo azulejo ni pariente del mar,
era rojo en verdad, estimados.
Del color mangaisy con que se pintaban los guerreros
en los convites del avaporu.
Con el tiempo y tanto muerto no vengado
se hizo marrón.
Oguãhe jave ñande rógape la verda
-pykasu térã mboijaguáicha ojejahoíramo jepe-
tekotevē ñamoguãhe chupe py’agusupe.
Ahayhuetégui ko táva, ko tetã.
Chemba’e aveínteko.
Che ndaha’éi pytagua ouramoitéva.
Py’ýinte chembohovái he’i jave kurepikuéra
ko tetã ndajéko yvy mombytaha.
¿Mávape reimo’ã remombyta, losamigokuéra?
¿Tebas tetãgua omopu’ãva’ekue?
¿Umi pejuka ha pemokañyseva’ekue yvyape’árigui?
Cuando se miren al espejo, intenten llegar
a lo profundo de los ojos.
Las palabras no son gratuitas. Parecen nomás.
Cuando ustedes tuvieron conciencia
nosotros ya estábamos aquí.
Antes de su propiedad privada y después.
Ahechaukase peēme
mamópa opyta ore rogakue rapytaita,
Ore kokuere, ore rekoha.
Tavaguasu puru’āicharamo rojohechauka
oúguive ore retãyguáva ko’ãpe.
Quitemos las traducciones que le metieron encima.
Mostremos el adobe escondido bajo las capas de cal.
Upéva hína ore rembiapo ko’ãga guive.
Térã upe ñembohasa Mbáire avañe’ēme,
che irunguéra, chera’a.
Refutación del origen mítico del Mbáire
¿Ko y kerana puku ha tuju rupive
ou umi ygahenondeguáva omopyenda haĝua che retã?
Jorge Luis Borges
Caso “dos caras” del imaginario argentino:
la fundación mítica de Buenos Aires.
No hay ni siquiera un paraguayo
en los relatos ficcionales de su fundación.
Y sin embargo nuestras huellas están por todas partes.
Borges levantó varios programas escriturarios
hasta que halló uno nuevo, el de su maestro
Leopoldo Lugones mezclado con el de Virginia Woolf.
Y escribió una sola novela:
el de las aventuras de su gente,
su propia saga familiar.
Yo quiero despojarle todo lo extraordinario a nuestra historia.
La razón medular no fue el mandato
real, el dictamen de Hernandarias ni la voluntad de Garay.
Tampoco fueron solo sumacas las arribeñas
ni jinetes bravíos.
Grandes caminadores, los hijos del cuñadazgo
bajaron del neolítico con mucho avío.
El rio de ningún modo azulejo ni pariente del mar,
era rojo en verdad, estimados.
Del color mangaisy con que se pintaban los guerreros
en los convites del avaporu.
Con el tiempo y tanto muerto no vengado
se hizo marrón.
Cuando la verdad llega a nuestra casa
-vestida de paloma o acaso de dragón-
es preciso hospedarla con valor.
Amo esta ciudad, este país.
Son míos también.
Yo no soy un extranjero recién llegado.
Los kurepas a cada tanto me dicen remarcándome mi extranjería
este país es tierra de acogida.
¿A quienes se creen estar acogiendo, amigos?
¿Al pueblo de Tebas que la levantó?
¿Al mismo que quisieron exterminar y borrar de la faz de la tierra?
Cuando se miren al espejo, intenten llegar
a lo profundo de los ojos.
Las palabras no son gratuitas. Parecen nomás.
Cuando ustedes tuvieron conciencia
nosotros ya estábamos aquí.
Antes de su propiedad privada y después.
Quisiera mostrarles
donde están las bases de nuestras casas,
Nuestras viejas chacras. Nuestras comunidades.
Estamos visibles en la cicatriz del ombligo
desde que vinieron nuestros paisanos.
Quitemos las traducciones que le metieron encima.
Mostremos nosotros el adobe escondido bajo las capas de cal.
Ese es nuestro trabajo ahora,
O a lo mejor sea traducir Buenos Aires al guaraní,
amigos, compañeros.
Pólka jahe’o
La soledad donde ya empieza a gusanear el hombre
Rafael Barrett
Mbáirepe ñembyasy ndopytu’ũiva.
Peteĩ ko’ẽme ajevyvove che rogamíme
atopa kuñanguéra ohóva
tavaguasu okahare
imembykuérandie asfalto he’õ ári.
Ápe ha pépe oñemyaña carrito.
Ápe ha pépe oñemono’õ kartõ.
Pykasu karéicha ojeroky popo hikuái.
Ojeja’o, oñoturuñe’ē ha ojepyvoi
jaguapirurevíre.
Vare’a osambyhy chupekuéra
ha mitãme omyasēsoro.
Yty, tuguy ha tujuaty ochororo
tapeykére.
Albañilka’úkuérante ojupi koleytívope.
Ijayvu ha oporoñorairõse.
He’i ojupe mba’e vaiete.
Sino’ŷro otalla ojuehe hikuái.
Oĩ oporomoketeaséva añetete
ha avei ho’ukaséva apysarapo.
Joratívo mbaretémante
omopohanõva’erã chupekuéra.
Quién sabe si volverán a sus casas,
me polemiza otra voz
desde el fondo.
Cheakãraku, añemyrõ.
Jepy’apy tekaka okuru che py’ãpe.
Oisu’u che paciencia.
Koleytívo oguata mbeguemíme.
Añeme’ẽ en cuenta ndachedeprovechoiha avavépe;
aiko aikore’iha ha che kane’õma.
Hay que seguir un trecho más.
Tres paradas, dice la aplicación.
Mba’e piko arremediáta, he’iháicha
PérePeralta pólka jahe’o:
Kebránto mante oike che retepýpe;
úraicha ojogapo.
Polca lamento
La soledad donde ya empieza a gusanear el hombre
Rafael Barrett
En Buenos Aires la tristeza no descansa.
Al amanecer, de regreso a casa,
veo mujeres del conurbano
con sus hijos caminando por el asfalto húmedo.
Parecen palomas rengas yendo a los saltitos,
empujando el carrito de acá para allá, juntando cartón.
Las veo gritarse, silbarse, darse pataditas.
El hambre las mueve y hace llorar a los niños.
La ciudad está repleta de basura, sangre y pudrición
chorreando por las veredas.
Albañiles suben al colectivo, borrachos.
Hablan a los gritos y buscan pelea.
Se dicen cosas horribles entre ellos mismos.
Unos quieren pegar, otros quieren comerse un soco;
buscan un yorativo fuerte que les remedie el pedo.
Quién sabe si volverán a sus casas,
me polemiza otra voz
desde el fondo.
Argelado estoy, retumban
en mi cabeza las chicanas.
¡Esta asquerosa ansiedad me agita el ánimo!
Se chupa mi paciencia.
El colectivo camina lerdo.
Y ahí me doy cuenta de que nunca hice nada
por nadie en verdad.
Ando de balde. Y (me) canso.
Hay que seguir un trecho más.
Tres paradas, dice la aplicación.
Qué puedo remediar, dicen
Pérez-Peralta en su polca lamento:
La tristeza ha entrado a mi cuerpo.
Como ura construye allí su casa.
De Buenos Aires, Mbairy Mbáire (inédito)
Hijo de Hipnos
A Raúl Zurita, prójimo en la nostalgia
Cette guerre se prolongera au-delà des armistices platoniques. L’implantation des concepts politiques se poursuivra contradictoirement, dans les convulsions, et sous le couvert d’une hypocrisie sûre de ses droits. Ne souriez pas. Ecartez le scepticisme et la résignation et préparez votre âme mortelle en vue d’affronter intra-muros des démons glacés analogues aux génies microbiens.
RENÉ CHAR
Prevalece el derrotero del sueño
en este reflujo de vigilia; ‘alochando’ activamente por el rancho insatisfecho,
por los renovales de un nuevo frente de escaramuzas.
Es “a buen tiempo” que recibimos en la comuna de la ‘redota’
el saludo tutelar del traducido.
Ni se apea aún, gritando el “buenos días” al bajar del carro,
René Char me exige, a boca de jarro, tome postura
por los que amo, que no son dos.
Y por la poesía, además, que no es una sola.
En la memoria porta, como en el cinturón ancho,
en las botas y sobrepuestos, más que balas
y pertrechos, registro de zonas anegadas
que hay que vadear para seguir con vida.
Poeta del paisajismo de la voz culturada
zigzagueante entre sabanas de vegetación palustre
y un cuaderno de largo derramadero.
Saldremos juntos luego, azada al hombro,
a ‘cochesar’ municiones. Nuestros
fusiles a la espalda y el afán cuatrero.
Caso techado en un epigrama marcial:
La poesía no truena más fuerte que el cañón, digo.
Pero sí el grito de los que orbitaron el sueño
y pecharon las balas del III Reich.
Sin lienzos de nube, la metralla del maquis, responde,
no hubiera esparcido tanto plomo, no sería
tan nutrido el osario en el humedal del Sorgue.
Oiríamos “La Varsoviana” sin estremecernos,
en lengua bonapartista, al gusto de De Gaulle.
Las musas callan, es verdad, pero los disciplinados
combatientes antifascistas no creen en ellas.
No les manden sicarios a los que requieren
una muerte ígnea; entregan lo más preciado,
su huella de vida, a la humanidad entera.
No sea letra escrita en el agua ni grafo
en la arena de la claudicación, el socialismo-surreal.
Debo estar muriéndome porque veo
los árboles floridos más bellos del mundo.
Es mi tierra, señor, y mi sueño…
Apenas me escucha y sigue batiendo:
Le voy a confesar una barbaridad, creo
que ocupar tierras para talar montes es una acción condenable.
Pido disculpas. Prefiero cazar.
Mi chacra es vieja, señor. Mi técnica,
la agricultura en roza… ¿no huele acaso el quemado rico?
Me estremezco de solo pensar
que estoy tan lejos, tan muerto.
Ahí tengo las maletas para juntar las municiones.
Pasaremos revista
a las lazadas, a las trampas. Hace años
que no almuerzo.
…
Hay que pelear por la vida, compañero;
ya habrá tiempo de recomponer la industria.
Solo eso tengo para decirle. Estos bichos
pesan más que el cielo.
Caminemos hacia el campamento
y no me descanse más en sus traducciones.
En nuestra cerrazón hay todavía un sitio para la Belleza.
Del libro Cuadernos del largo derramadero (en prensa)