JUDITH FILC
Algas
Una manta verde interminable descansa
en el fondo del océano.
La manta es útero y matriz.
En el fondo del océano
una manta encierra el universo.
Protesta por las muertes de Tim Rice, Freddie Gray y Eric Garner:
“Las madres siguen marchando”
El color de la piel amartilla el revólver.
Un nudo espera un cuello.
Los ojos ven en un juguete
una máquina asesina.
Suena la sirena.
El auto azul lleva un cadáver.
Ellas marchan con un féretro en el cuerpo.
El silencio es un grito.
Velar es poner un nombre.
Beacon y Mineápolis
En la terraza, un perro juega con un hueso.
Los colmillos lo muerden insistentes.
El hueso golpea las tablas.
Los ruidos coinciden con disparos de fusil
quejas
gritos.
Un cuerpo golpea el cemento.
En la terraza, un perro juega con un hueso.
Telar
Entra una luz suave por la ventana.
Los dedos acarician hebras:
entrelazan, entretejen, trenzan.
La trama crece y abriga.
Extranjería
El barco se desliza con fluidez
hasta encontrar un mar inmóvil.
No se divisan orillas.
No sopla el viento.
El mar es infinito.
Tongass
Las copas se aglutinan en un solo dosel. Una cascada de hielo se precipita lenta. Las raíces penetran en una sucesión de bóvedas. Rozan huesos desperdigados; líneas doradas; piedras opacas. La niebla desdibuja picos montañosos. Salmones nadan por el agua quieta. Rastros de osos. Sol.
Judith Filc nació en Buenos Aires en 1962 y vive en Estados Unidos. Es poeta, ensayista y traductora. Publicó los poemarios Lagos, Vida en la tierra, Resquicios, El otro lado y Transducciones, entre otros. Desde 2012 hasta 2018, administró el blog Word Creation/Crear con palabras, donde publicó sus traducciones al inglés de poesía latinoamericana. Sus traducciones Ghost Opera, de Mercedes Roffé, y A Certain Roughness in Their Skin, de Jorge Aulicino fueron impresos por co im press y Tupelo Press, respectivamente.
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SANTIAGO SYLVESTER
De “Tal vez llegue caminando”, Barnacle, 2024.
(también los plazos hacen lo que pueden)
Todo trabaja con un plazo: las manos,
el asombro, incluso el pelo
o la insistencia.
Cuando llega
se lleva lo que encuentra, como un tren de carga,
pero tiene demoras:
estaba por llover
y no llovía,
alguien llegaba, y no podía llegar;
alguien que moría no lograba morir;
alguien viajaba, pero el viaje no empezaba;
un avión que venía no terminaba de llegar.
Lo que debe ocurrir
hace planes y espera su momento; pero si hablamos de plazos
también los plazos tienen que esperar.
(nadie se salva de la estadística)
¿Le gustan las perplejidades? ¿no le gustan?
Cualquiera sea su caso,
llegarán.
Las macetas que regaba su madre, el rincón para esconderse
o la fiesta del domingo,
ya no existen o han perdido convicción.
Los recuerdos llegan con llovizna,
y su manera evocativa de mirar el mar ha perdido porvenir.
Amores y amistades que se fueron, no pregunte a dónde.
Y por si acaso, aprenda a darse cuerda usted mismo como
aconseja Diderot.
Tal como viene, este mundo existe
pero cada uno tiene que saber por qué.
(palabras con vida propia)
Hace años que no entro a un galpón,
pero la palabra galpón tiene olor a campo en la noche,
ropa de trabajo colgada de un clavo,
un pico y una pala que cavan como idea fija,
conversaciones sobre mangas de langostas.
De estas cosas
vienen silencios a la charla, viejos cuentos
ocultos en la palabra galpón:
la historia
del que quiso despedirse al saber que se moría
y sus amigos oyeron que una guitarra tocaba una zamba,
la “7 de Abril”.
Creencia sin pruebas,
eso es la fe,
y un relincho que crece más allá del alambrado,
desentendido de la ley de gravedad.
La palabra galpón
tiene vida propia;
como la palabra perro, que cuando aparece
no hace falta que se ponga a ladrar.
(estatua en la lluvia)
El grito de esa mujer es lo único que se oye,
y no acaba porque no se sabe qué grita
ni por qué.
Se lo oye en la lluvia
y no se extinguirá mientras esa boca siga abierta.
Tiene
grabado el espanto, y crece
y sigue creciendo, y el agua no consigue calmarlo, ni lo tapan los
truenos, ni el relámpago lo amaina:
es lo que oímos y
seguiremos oyendo
mientras la mujer no pueda terminar su grito
y no vuelva el mármol a ser mármol.
Santiago Sylvester (Salta, 1942). Vivió veinte años en Madrid y hoy vive en Buenos Aires. Publicó más de treinta libros en Argentina y España: poesía, cuento, ensayo y antologías; entre otras: “Poesía del Noroeste Argentino”; de Manuel J. Castilla, Néstor Groppa, Juan Carlos Dávalos y “Los que se fueron” (poetas argentinos en el exterior).
Sus últimos libros de poesía: “La conversación”, Visor 2017; “Llaman a la puerta”, Ed. del Dock 2019; “Ciudad”, Pre-Textos 2020; “Letanías”, el Suri Porfiado, 2023; y “Tal vez llegue caminando”, 2024. De ensayo: “Sobre la forma poética”, EUDEBA 2019 y “Estar de paso”, Visor 2022. Algunos premios: de la Provincia de Salta, Fondo Nacional de las Artes, 3º Nacional de Poesía, Internacional Jorge Luis Borges, Municipal de la Ciudad de Buenos Aires, Fundación Argentina para la Poesía. En España, Ignacio Aldecoa y Jaime Gil de Biedma.
Dirigió veinte años la colección de poesía de Ediciones del Dock. Es miembro de la Academia Argentina de Letras y correspondiente de la Real Academia Española.
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CLARA MUSCHIETTI
En el día que de golpe se nubla
hay traición, no podés confiar en nada,
te hacés un té y aunque no creés, pedís por un milagro
a un santo desconocido que alguien
te nombró en una cena de trabajo.
El domingo viste a tu madre, hablaba
en una lengua rara, movía los brazos
y llorar era la única defensa personal permitida.
Comer en familia puede ser un viaje
hacia las formas más primarias.
Aceptaste el plato, el reproche, el postre, el beso,
te abrazaste a tu hermano como si fuera
la última cantimplora en el desierto.
Terminaste el día a oscuras
en la falda tenías una revista dominical
habías leído tu horóscopo, antes
habías preguntado en voz muy baja
si ibas a ser feliz
o no.
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1
Ese caballo fracturado en el medio del campo, rodeado de otros caballos que perciben la imposibilidad de movimiento, pero no pueden hacer nada.
2
Un árbol que de tan grande no permite ver que hay detrás. Una imaginación demasiado poderosa.
3
Alguien que me consuele todo el tiempo, por lo que pasó, por lo que pudo pasar y por lo que va a pasar. Que me sostenga, lo más literalmente posible.
4
Un animal doméstico muy enojado me mostró los dientes, no le había hecho nada. Menos mal que no tengo cuatro años y sé, dentro de todo, separar las cosas.
5
El último paseo familiar, con la familia ya quebrada, una mancha enorme, en todo lo que implique algo de cariño.
6
Un puente que separa lo mejor de la vida de lo peor. Cruzarlo sin sentir nada. Una anestesia generalizada en cada vena.
7
El caballo ya no puede arrastrarse, está tranquilo, los otros caballos no comen y fingen dormir.
8
Una madre a veces, una madre a veces, una madre a veces.
9
La casa en obra. El baño y la cocina sin artefactos, sin pisos. Dos agujeros grises. Hay personas que no nacimos para ver el proceso de las cosas.
10
La nostalgia puede ser eso que no sabías que necesitabas. También el monstruo del lago Ness.
11
Un cajón que no se abre es un cajón que no se abre. El resto corre por mi cuenta.
12
Van a tirar la casa abajo Van a tirar la casa abajo Van a tirar la casa abajo. Nosotros quedamos.
13
Adonde estaba la casa va a haber un edificio con muchos departamentos chiquitos. Mucha gente que no va a tener nada que ver entre sí. Como una familia disfuncional.
14
Cuando algo importante se cae, se vuelve a caer todo lo importante que se cayó en el pasado
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De Karateca / La canción que cantás, Ed. Nebliplateada, 2020
Pensé en no salir nunca más del mar, pero los otros desde afuera me hacían demasiados gestos.
¿Cómo hiciste esa mañana
para flotar en la pileta
con los rayos? Todos corrían
y yo trataba de entender,
¿cómo hice antes para resistir
qué tenía, poderes,
o era estar y no preguntarse,
y seguir la corriente?
¿Y ahora? El clima no mejora, las condiciones no mejoran,
los enfermos no mejoran, ¿vos pensás que yo
podría repetir esas frases que dicen
que todo pasa y no hay mal que por bien
no venga?
No lo creo, ¿viste lo que hice
con mi cara, qué cosa para lograr
ese gesto tan antiguo?
¿Qué era lo que sostenía
la respiración, qué cosas nos mantenían
en pie con el pelo limpio?
Clara Muschietti (Buenos Aires, 1978). Es fotógrafa y poeta. Publicó los libros La campeona de nado (ganador de la convocatoria de la editorial iROJO, 2007), Karateka (El fin de la noche, 2010), Podría llevar cierto tiempo (Bajo la luna, 2015), No sé qué creíste (ediciones Aguadulce, Puerto Rico, 2016), Karateca/La canción que cantás (Ediciones Nebliplateada, 2020), Podría llevar cierto tiempo (Caleta Olivia 2020), La vida normal (seleccionado en la convocatoria de narrativa de Ediciones Overol, Chile, 2021) y Thiscould takesome time (Eulalia Books, EE UU, 2022) . El Fondo Nacional de las Artes le otorgó una beca a la creación en el área de Letras en 2013. En 2015 el Fondo Metropolitano de la Cultura, las Artes y las Ciencias le otorgó un subsidio a la creación para la primera edición de Podría llevar cierto tiempo. En 2021 el Fondo Nacional de las Artes le otorga por segunda vez una beca para la escritura del libro de poesía La paciente. Desde 2009 dicta talleres de poesía.