Filosofía
Todo empezó en la negación de los dioses,
en una lágrima sacra concebimos la unidad
y la lógica se erigió como analogía de la luz.
Olvidamos la literatura del cosmos
para nombrar el vacío en otra metáfora.
Aprendimos la ciencia del recuerdo,
se construyeron arquetipos
y tras la oscuridad del relato
jamás fuimos los de antes,
nació el ego
y buscaba libertad en la episteme.
Por eso encontramos el Ser
en su propio abismo.
Edipo en Colono
En la pupila de la esfinge encontré sentido a mi existencia,
extranjero en el silencio de un Tártaro interior,
conocí la angustia en el rayo y la palabra.
¿Qué ídolo escribió mi ruina?
No escuché el rumor presagio en la sombra de la noche,
entre anuncio de Erinias crecí,
sin saber que desde la voluntad en el cosmos
me rodeaba el estigma de un destino aterrador.
No puede un hombre enfrentarse a la fuerza ensimismada de prometeicos oráculos.
Esta odisea de mis ojos comenzó en la cuna,
¿bajo qué signo abismal me dio ser la lógica del trueno?
El caos concebí en la tersura de mi madre,
-derrumbe de su fe sobre la piel del hijo-,
y en el ojo de la Hélade,
ombligo profético, apolínea ruina,
sentí, sobre la soledad en mi sustancia,
el primer beso trágico como profecía de piedras.
Hoy, ciego y ancestral en mi sufrir,
ya no aguardo la epopeya en este drama;
preludio, en elevación heroica,
la muerte para subsanar mis hendiduras,
el destello ditirambo para perderme en el vacío.
Patética sustancia
No fui nunca más hombre de lo que soy ahora,
no caminé sobre la sombra de ningún cosmos
igual que esos grandes personajes de la historia
que impregnan su nombre en el recuerdo
como una certeza universal.
No soy ahora más hombre de lo que seré mañana,
no lamentará el silencio la ausencia de estas manos
y el lenguaje, alter ego de mi sombra,
será la misma palabrería sin mi patética sustancia.
Cantos para no dormir
Qué soledad tan larga cuando la vida nos empieza a oscurecer
qué delirio, qué sorpresa trágica
la de concebir en las estrellas un destino de fuego y abismo.
En mis madrugadas, cuando asomo a mi interior,
entre carne y silencio logro vislumbrar la música de este drama,
los cantos para no dormir o para rompernos en dos a media noche.
Discurso del ritmo
II
Estoy atado al ritmo,
soy un animal danzante en la alcoba.
La vida es un vals triste que transcurre a dos tiempos,
una canción sin fin ni principio,
un coro universal de voces ensimismadas y oscuras.
Soy el coreuta en mi propia interpretación de un drama antiguo.
Mi coreografía acontece en un tintineo de campanas fúnebres
y mis pies dibujan la nada sobre la sal del suelo.
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David Ortiz (Chetumal, Quintana Roo, 1992) es Licenciado en Humanidades con especialidad en Filosofía por la UQROO. Fue Becario del PECDA Quintana Roo en la edición 2018-2019 en la categoría de ensayo literario. Fue beneficiario, como parte del colectivo Gazapo, del Programa de Apoyo a las Culturas Municipales y Comunitarias (PACMYC) 2018 para la conformación de una Antología de Jóvenes Escritores de Quintana Roo publicada en noviembre del 2020. Fue ganador del concurso municipal de poesía “El mar y las costas de Quintana Roo” organizado en el 2019 por la Dirección de Cultura del H. Ayuntamiento de Othón P. Blanco, Quintana Roo.