La madrugada del miércoles millones de españoles se despertaron para lavar su ropa, pues apenas se alza el sol, el precio que deben pagar por la puesta en marcha de los electrodomésticos se duplica. Desde hace varios meses, han debido cambiar sus hábitos cotidianos, tratando de consumir menos electricidad en el uso de refrigeradores, lavadoras, televisores, computadoras y el sin fin de aparatos ligados a la vida diaria. Los altos costos de la energía eléctrica han provocado el cierre de negocios, incluyendo fábricas completas.
¿Pues qué ha sucedido? Muy pocos lo explican cabalmente y más pocos aún pueden escuchar en medio del ensordecedor ruido provocado por los voceros de los partidos derechistas y de las compañías involucradas en el colosal negocio de la venta de electricidad. De por sí, el sistema instaurado desde los inicios del siglo, es tan complejo que pronto se hizo popular el chiste: “Si dices que ya entendiste el funcionamiento del sistema eléctrico español es porque no te lo han explicado”.
Una publicación especializada en energía sintetiza:
“La composición actual del mercado eléctrico español lo deja muy expuesto a los cambios meteorológicos y ya hemos visto que las energías renovables variables no siempre están disponibles. Es entonces cuando se tienen que utilizar otras tecnologías más caras pero predecibles y fiables. ¿Cómo se podría solucionar este problema? Almacenando a gran escala energía eléctrica proveniente de energía renovable cuando haya exceso … para así poder utilizarla cuando se requiera … Esta opción todavía no es posible tecnológicamente y por ello supone uno de los mayores retos energéticos para el siglo XXI”.
Es decir, el suelo español carece de yacimientos petrolíferos que proporcionan los combustibles llamados fósiles y la energía eléctrica no puede almacenarse sino en pequeñas cantidades. De esta suerte, las dos fuentes a las cuales se ha priorizado, la eólica y la solar, son incapaces de satisfacer la demanda puesto que son intermitentes, es decir no pueden generar energía de manera continua. Mientras tanto ha aumentado el precio del gas, por hoy el principal aportador de energía eléctrica, que España debe comprar en el exterior.
En resumen: el país depende drásticamente de los envíos de afuera. Si Argelia y Marruecos o Rusia deciden cerrar sus llaves o vender más caro, provocan de inmediato la crisis.
Este es el problema. ¿Y cómo se ha tratado de resolver? ¡Entregando la generación, transporte y distribución a empresas privadas! Principalmente a dos gigantes: ENDESA e IBERDROLA. El gobierno español hoy se retuerce y toma medidas desesperadas para enfrentar las protestas de los consumidores. Ha decretado un impuesto a las que festivamente llaman “ganancias caídas del cielo”, obtenidas por las empresas porque, no obstante las subastas y que se privilegian en el despacho diario a las ofertas más baratas, al final se paga a todas las compañías por igual, es decir al precio más alto de los ofrecidos. Ni eso ha podido pasar, pues se ha topado con un muro de artilugios jurídicos infranqueable, desde los recursos equivalentes al amparo mexicano, hasta las quejas elevadas ante los organismos internacionales. Nada ni nadie, puede afectar “los derechos de propiedad”, como le escuché el otro día a Leo Zukerman en el programa de Tercer Grado en el cual participó la secretaría de energía del gobierno mexicano Rocío Nahle.
La angustiada ama de casa que mira como se le va su sueldo en pagar el recibo de luz, no lo sabe a ciencia cierta pero lo sospecha o intuye: los de arriba están engordando los bolsillos en el negocio de la electricidad. En el capitalismo todo se convierte o puede convertirse en mercancía y fuente de ganancias. Todo, hasta donde la colectividad lo permita. Cada recurso natural que se privatiza, ha de comprarse con el alto costo que le impone la utilidad del propietario. Y no solo eso, su producción y sobre todo su indispensable uso se subordina al interés del dueño y a lo que conviene al negocio. Se pueden tocar los extremos: provocar la muerte de las personas y también poner en riesgo la seguridad nacional.
Debo agregar que el estado español se quedó sin una entidad u organismo propio que controlara la producción y administración general de la energía eléctrica. Lo cautivaron los cantos de las sirenas que ensalzaban las virtudes del libre mercado absoluto. Lo mismo que le sucedió a Argentina cuando el gobierno de Menem coincidiendo con el de Salinas de Gortari en México, convocó a una venta de garage, para malbaratar el patrimonio público. Me tocó escuchar en Buenos Aires las maldiciones a las empresas que incumplieron con todo y dejaron sin energía eléctrica a la población cuando más falta hacía.
En España, las débiles regulaciones oficiales, nada pueden contra la propiedad de los empresarios. Por esta razón es que distintas voces, de académicos, asociaciones, partidos de izquierda, comunidades, están proponiendo la creación de un organismo similar a la mexicana Comisión Federal de Electricidad. Quizá ignoran que en México, los mismos que implantaron su sofisticado e infame sistema eléctrico, están luchando con todo para desmantelar a la CFE y a la postre desaparecerla. Casi lo lograron en 2013, cuando en México se copió el modelo ibérico y alcanzarán su objetivo si fracasa la iniciativa de la reforma eléctrica promovida por el gobierno de la República.
Si eso sucede, nos pasará lo que a un cura de Lérida o Lleida, quien pidió ayuda a sus feligreses porque de repente se encontró con un adeudo de dos mil euros en la factura de electricidad, a pesar que “…casi ni prendo el aire acondicionado…”
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El doctor Víctor Orozco es profesor investigador de la UACJ, miembro del Sistema Nacional de Investigadores, representante en Chihuahua de la Academia Mexicana de Historia, ganador de la presea «Gawí Tonara» en 2019, homenajeado por el Congreso de Chihuahua con la medalla «Víctor Hugo Rascón Banda» en 2012.
Es maestro Emérito de la Universidad Autónoma de Chihuahua, maestro Emérito de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, creador Emérito del estado de Chihuahua, fundador y director de la revista Cuadernos Fronterizos, fue catedrático de la UNAM, de la Universidad Autónoma Chapingo, de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, de la Escuela Nacional de Antropología e Historia y catedrático de UTEP y autor de una veintena libros.