Cualquier persona que en algún momento de su vida realice un trabajo artístico, sueña que su obra impacte al mundo y se conozca en todas partes para convertirse en un “gran artista”. Esto es mucho más complicado de lo que parece, en el camino hay infinidad de “peros” que le impedirán llegar siquiera a rozar la fama.
En Poetripiados te contamos acerca de Stieg Larsson, un escritor sueco al que la fama le llegó demasiado tarde.
Stieg Larsson, nacido en 1954, trabajó los últimos años de su vida como periodista en una revista cuatrimestral que él mismo fundó llamada Expo, pero fue hasta cumplir los 47 que decidió lanzarse de lleno a escribir la historia que rondaba su cabeza mucho tiempo atrás. Durante tres años se dedicó a escribir las primeras tres novelas de una saga de diez que tenía planeadas. Durante el día trabajaba en su revista y por las noches contaba la historia de dos investigadores, el periodista Mikael Blomkvist y la hacker Lisbeth Salander, quienes son los personajes principales de su trilogía denominada “Millenium”.
No fueron los mejores años de su vida, hablando económicamente, mientras escribía “Los hombres que no amaban a las mujeres”, “La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina” y “La reina en el palacio de las corrientes de aire”, vivía con su esposa en un departamento que ella misma reconoce como su única pertenencia. Larsson confiaba en que sus libros serían un éxito y que de lo recaudado con ellos vivirían muy bien y podría inyectar dinero a su revista. Esto tenía en mente cuando entregó su trilogía a una editorial sueca, cuando rondaba los 50 años y no tenía ni idea del éxito que tendrían sus libros a nivel mundial.
Se calcula que la trilogía de Larsson ha vendido más de seis millones de ejemplares, lo que coloca su nombre junto al título de bestseller y nos hace suponer que el éxito vino acompañado de la vida holgada que el periodista buscaba para su familia y su labor periodística, pero no es así. Durante mucho tiempo el escritor nacido en Estocolmo tuvo problemas casi irreconciliables con su padre, distanciándolo de él y su hermano, y uniéndolo aún más con su esposa, que en un futuro muy cercano a la muerte del autor fue clave para que esto no sucediera.
Pero la vida tiene al narrador más cruel y la familia Larsson lo sigue padeciendo. Una mañana en la que Stieg llegó a las oficinas de Expo ubicadas en un séptimo piso, los cuales tuvo que subir por las escaleras al estar averiado el elevador, el autor pudo llegar a su oficina, sentarse en su escritorio, pero lo que siguió fue un infarto fulminante que acabó con su vida una semana antes que el primero de sus libros saliera publicado. Y ahí no termina la historia, ya que su compañera de vida no pudo recibir nada de las regalías de Larsson, debido a que nunca se casaron y las leyes de Suecia privilegian las relaciones de sangre, entregando todas las ganancias por las ventas de la trilogía al padre y al hermano del autor, probando que la realidad siempre tendrá las historias más inverosímiles.