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Burroughs, la mala puntería de sus adicciones en un país con mucha impunidad

La historia de cómo un buen escritor se libró de un crimen en México

Por Edgar Contreras | 16 diciembre, 2020

Varias botellas de vodka de la marca Oso Negro descansaban vacías sobre la mesa de centro en la habitación, donde apenas unos segundos antes un disparo había cimbrado el pequeño departamento, provocando que la mujer que sostenía un vaso con licor en la cabeza se desangrara en el suelo con un orificio en la frente. Ella, Joan Volmer, alcohólica y adicta a las anfetaminas; él, William Burroughs, adicto a la heroína y el alcohol. El resultado fatal llevó al autor de la novela “Yonqui” a la prisión mexicana de Lecumberri.

     Él era un amante de las armas y de la fiesta, y ella encontró en el poeta al compañero perfecto de farra. Se conocieron en Nueva York, pero sus vicios y desmanes los habían obligado a cambiar constantemente de lugar de residencia, hasta que terminaron en la Ciudad de México, donde la pareja encontró un paraíso para sus vicios. Hubiera sido distinta la historia si el homicidio hubiera ocurrido en otro lugar. Después que Borroughs acertara en la frente de su esposa con una bala calibre .38, fue detenido por la Policía y posteriormente llevado al penal de Lecumberri, de donde salió inexplicablemente tan sólo catorce días después. El  escritor era descendiente de una familia adinerada, su abuelo había inventado la calculadora y su padre se apresuró a mover el dinero y arreglar declaraciones, las cuales constan en el expediente del caso, en el que se asegura que el autor de “Queer”, había sacado el arma sólo para mostrarla y en un descuido se le escapó un disparo. También habla de la bondad de ellos con sus hijos, un par de niños que seguramente padecieron las parrandas de la pareja.

Era 1953 y el escritor Beat, amigo de Jack Kerouac y Allen Ginsberg, logró irse de México con una sentencia mínima y, dos años después, ocurrió el cierre definitivo del proceso. Pero la bala que metió en la cabeza de su mujer, las fiestas y su adicción, lo seguirían por varios años más. En esa ocasión una de las declaraciones que lo salvó fue la declaración ambigua de su amante Lewis Marker, quien dijo: “Estuvieron ingiriendo bebidas alcohólicas y en un momento dado sacó de su funda una pistola, jalándola el carro, produciéndose un disparo que ocasionó la muerte de la hoy occisa”.

 Burroughs murió en 1997 en Estados Unidos, sus obras “El almuerzo desnudo”, “Queer” y “La máquina blanda” entre otras, son vendidas con gran éxito en la actualidad, pero su figura de “poeta maldito” lo persiguió hasta el final de sus días, en los que declaró: “Mi pasado fue un río envenenado, del que tuve la fortuna de escapar y cuya amenaza aún siento años después”.

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