Tras el giro ideológico que significó el Romanticismo en el siglo XIX en el arte y la poesía, se dejaron del lado los temas clásicos para volver la cara hacia el entorno de cada creador, así Wagner prefirió componer una obra musical basada en una leyenda alemana (El anillo de los Nibelungos) a cantarle al dios cristiano como lo hiciera Bach. Es decir, se valoraba lo alternativo en oposición a lo establecido.
Ese nuevo paradigma no se quedó estancando en Alemania, al contrario, siguió influyendo muchas obras posteriores, más allá del tiempo y el espacio en que fue creado. En este sentido las vanguardias literarias pueden considerarse una continuación exacerbada del Romanticismo. Por ejemplo, una corriente surrealista profesada por la pintura española Remedios Varo llamada “logofobia”, es una exacerbación del espíritu romanticista que se oponía a la razón para privilegiar el yo y sus proyecciones emocionales sobre los hechos o las cosas.
En ese orden de ideas México no quedó exento de la influencia del Romanticismo y las vanguardias. En 1969, instalado en su pequeña habitación del Londres, un poeta mexicano escribiría un poema cuyo personaje central era Batman. Sería el primer poema inspirado en un cómic escrito por un mexicano y acaso por un autor latinoamericano. Con esta apuesta José Carlos Becerra continuaba los postulados del Romanticismo iniciados allá en el siglo XIX en Alemania, ya pasados por el tamiz de las vanguardias europeas, al escoger un personaje alternativo para desarrollar su poema, en vez de cantarle a Dios, la mujer o la naturaleza.
Dicho poema, junto a otros textos, quedó inédito tras la muerte del autor de Fotografía junto a un tulipán, pues éste murió accidentado en su Volkswagen en un pueblito de Italia el 27 de mayo de 1970. Tras su sorpresiva partida Octavio Paz y José Emilio Pacheco reunirían su obra en un libro fundamental para la poesía mexicana: El otoño recorre las islas, donde se incluía este curioso poema donde El caballero de la noche era el personaje principal.
BATMAN (Fragmento)
Recomenzando siempre el mismo discurso,
el escurrimiento sesgado del discurso, el lenguaje para
distraer al silencio;
la persecución,, la prosecución y el desenlace esperado
por todos.
Aguardando siempre la misma señal,
el aviso del amor, de peligro, de como quieran llamarle.
(Quiero decir ese gran reflector encendido de pronto…)
La noche enrojeciendo, la situación previa y el pacto
previo enrojeciendo,
durante la sospecha de la gran visita, mientras las
costras sagradas se desprenden
del cuerpo antiquísimo de la resurrección.
Quiero decir
el gran experimento,
buscándole a Dios en las costillas la teoría de la costilla
faltante,
y perdiendo siempre la cuenta de esos huesos
porque las luces eternamente se apagan de pronto,
mientras volvemos a insistir en hablar a través de ese
corto circuito,
de esa saliva interrumpida a lo largo de aquello que
llamamos el cuerpo de Dios, el deseo de luz
encendida.
22
Llamando, llamando, llamando.
Llamando desde el radio portátil oculto en cualquier
parte,
llamando al sueño con métodos ciertamente sofocantes,
con artificios inútilmente reales,
con sentimientos cuidadosa y desesperadamente
elegidos,
con argumentos despellejados por el acometimiento
que no se produce.
Palabras enchufadas con la corriente eléctrica del vacío,
con el cable de alta tensión del delirio.
(Acertijos empañados por el aliento de ciertas frases,
de ciertos discursos acerca del infinito.)
Aquí puedes leer el poema completo:
Y aquí puedes ver una serie de ilustraciones hechas por el artista Roque Artemio Gallegos: