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Cinco errores de cálculo

Me cuento las trazas de tus manos en mi piel,
los segundos suspendidos…

Por Angélica Quiñones | 6 septiembre, 2020

Error de cálculo

El tiempo lejos de vos también es una cifra relativa.

Me cuento las trazas de tus manos en mi piel,

los segundos suspendidos cuando tus ojos viajaban

sobre mi breve naturaleza planetaria.

Recuento los días cuando era más fácil ignorar el sol,

porque los días son solo eso.

Los días, con los ojos despiertos tuyos,

transcurrían a razón de pentámetros,

de palabras precisas y espirales ultramarinos.

El pasado es solo lo que espero de vuelta,

como cuando vos dijiste que solo podrías amarme hasta romperme.


Si no será la soledad

Dame el tiempo

suspendido en un hilo dimensional,

la breve posibilidad

para tejerle una alforza

a lo infinito y verdadero.

Inmersa en tus espirales ultramarinos,

añoro las costas donde descubra

tus arenas doradas,

tus paraísos jamás tocados.

Espío tu reflejo en el agua,

el horizonte que desdibujás,

tu aliento floreciéndome en el pecho.

Hay tanto de vos en todo lo que me toca,

tanto de tus ojos en el sol.

Guardaste tu memoria

en el lunar de mi pecho,

y esta noche es tu voz

la que me conjura la música

de otras constelaciones,

tu única sinfonía de luz y lluvia,

la distancia disuelta en lágrimas.

Ocúltame, entonces,

en una hora o en todas las eras aún no escritas.

Que tu luna me encuentre

enredada en tu nombre

—que origina todos los versos—,

en tu beso

—que retrasa todas las muertes.


Calabria

Quizá quiero pensar que habrá más diciembres helados

y calles concurridas para esperar junto a la reja.

Habrá tantos parques y paredes garabateadas,

signos de neón apenas vocales

y rutas ocultas para volverme sobre tus pasos.

Sentada a media luz, repaso los títulos en esas

novelas viejas que ha cobijado el polvo.

Acaricio el poema mientras ellos me espían

con sus gestos cansados

con sus ojos congelados en sepia y tinta.

Acaricio la posibilidad de una hora distinta.

Pienso en el tiempo contenido en botellas,

en los secretos que abrazan los helechos

para derruir las paredes.

Pienso en sombras azules y espejos partidos.

Pienso en las orquídeas porque te parecés a ellas.

Solo espero mientras el té se disuelve en minutos

y la trina del bolerista ensucia la tarde

con vibraciones absurdas.

Repaso con los labios los verbos más bellos que he pronunciado

para formarlos silenciosamente sobre tu boca,

Mis manos adivinan tus huellas bajo la mesa,

la astilla que suspende las memorias de otros viernes,

la mancha de tu piel en todo lo que me toca.

Vendrás cuando el cielo se sonroje y el farola azul

descubra el punto discreto

en que mi mejilla oculta algo acaso tuyo.

Perfumaremos la cornisa con secretos nuevos y memorias inconfesables.

Y tal vez será hoy cuando

juguemos a versar promesas y deshojar lirios infinitos

para no tejernos silencios, no empaparnos de suspiros.

El tiempo podrá reencontrarme,

pero no podré despedirme

sin que un beso me suspenda del balcón

y me reproche por qué cuando te vas

tan solo digo «mañana».


Absolutos

Una obertura apenas audible corre en el viento —¿oís?—

Quiero inventarle una letra a la música

que nos toca los secretos,

y cantarte, quizás, como lo haría el sol cada madrugada

en un celaje de rosas imposibles,

si es que pudiera conocer tus ojos.

Te desearía el polvo de cada estrella hasta donde ves.

Y así estarías vos impreso en las nubes,

insinuado en las cuerdas y los latidos de cuanto espera.

Pero yo podría esconderte en el poema que nunca escribo,

pensar que me habitás como un sueño indecible.

Serías casi un secreto

porque tu soledad me adorna el pelo

y tu beso perfuma mi cuello de escalofríos.

Podría inventarte un océano, un mito,

una luna o un balcón colonial.

Hoy podría rozar tu mano para destejer la realidad,

y reírme de lo absurdas que son las promesas y los pretéritos.

Sé decirte que a veces es mejor mentir

para que hoy sea siempre.


Granada

Entonces escondeme,

porque mi boca no cabe en tu aliento

y sobra muy poco por decir.

Cortame y mirame sangrar rosas.

Robate el sol y once minutos que aún puedan importar:

imaginame atrincherada en tu pecho aniquilando tus fantasmas.

Esta guerra permanece sin temor y sin fe

—sin sueño.

Mi piel se funde con la metralla

y tiemblo, aún a kilómetros de su onda expansiva,

aún cuando el cielo arde sobre mí en plata y azul.

Desvestime y poneme otro nombre.

Un día te dije que no tengo pasado, ¿te acordás?

pero quiero acordarme del llanto porque talvez era real.

Tocame.

Tomá de mi pecho los fractales de inocencia.

Tu boca me dará otras cicatrices cuando tus manos lo arranquen todo,

cuando me quede sin piedad, ni gloria, ni espejismos.

Mentime con gracia

y deseame hasta destruirme,

quereme sin mirar.

Soltame sobre el risco para que tampoco me encontrés.

Cerrá los ojos

y dormí, mi amor.

Dormí.

————————————————————————————-

Angélica Quiñonez (1990) es una escritora, editora, analista digital y comediante guatemalteca. Publicó su primer poemario Teoría de Cuerdas en 2019 y la antología de poesía y narrativa El atentado del cuaderno negro en 2020. Fue becaria para una certificación de edición literaria y científica del Centro Cultural de España en Cartagena en 2016. Presentemente colabora con una serie de sitios culturales latinoamericanos, incluyendo (Casi) literal, Liberoamérica y Te Prometo Anarquía. También figura como conductora del web-show La Ciudad de los Libros e integrante del colectivo centroamericano Comedia con Banquito.

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