Su familia quería que él fuera sacerdote. Su niñez estuvo dibujada con pinceladas religiosas que después se reflejarían en su poesía habitada por un vocabulario bíblico y litúrgico. Nacido el 16 de marzo de 1892 en Santiago de Chuco, Perú, César Vallejo fue el menor de once hermanos, y parte de una familia conformada por un abuelo sacerdote gallegony, quien estaba casado con una india mestiza.
Considerado como uno de los grandes poetas que ha dado Latinoamérica, empezó en las letras bajo el cobijo del movimiento del Modernismo, que para 1918, era muy popular en la región. En esa fecha publicó su primer poemario Los heraldos negros, mientras vivía en Lima, donde conoció al círculo intelectual.
En la capital peruana se ganó la vida como profesor en dos colegios, pero en 1920, cuando su madre murió, regresó a Santiago de Chuco.

En 1920, el mundo apenas se recuperaba de la gripe española y la Primera Guerra Mundial. En ese entonces se creó la Unión Soviética y Mahatma Gandhi fue condenado a 6 años de prisión.
Vallejo corrió con la suerte de éste último, después del velorio de su madre. Fue acusado de participar en el incendio y saqueo de una vivienda, y terminó tras las rejas. Duró 112 días encarcelado y fue ahí donde escribiría sus poemas de Trilce, en los cuales se plasman la angustia y el desconcierto, ocasionadas por la ausencia de la madre, el amor y la cárcel, como en el Poema XXXI:
Esperanza plañe entre algodones.
Aristas roncas uniformadas
de amenazas tejidas de esporas magníficas
con porteros botones innatos.
¿Se luden seis de sol?
Natividad. Cállate, miedo.
Cristiano espero, espero siempre
de hinojos en la piedra circular que está
en las cien esquinas de esta suerte
tan vaga a donde asomo.
Y Dios sobresaltado nos oprime
el pulso, grave, mudo,
y como padre a su pequeña,
apenas,
pero apenas, entreabre los sangrientos algodones
y entre sus dedos toma a la esperanza.
Señor, lo quiero yo…
Y basta!
Trilce es una experiencia vanguardista, notoria por su fuerza y el desvío del lenguaje de sus caminos tradicionales. El Poema IX, refleja su ejercicio literario con el que secuestra a la ortografía:
Vusco volvvver de golpe el golpe.
Busco volvver de golpe el golpe.
Fallo bolver de golpe el golpe.

Después de ser liberado de la cárcel se fue en un barco de vapor a Europa. Partió el 17 de junio de 1923 y llegó a París el 13 de julio, es decir, el mismo día en que las letras de Hollywood aparecieron oficialmente en las montañas de Hollywood, Los Ángeles (originalmente se leía Hollywoodland, pero las cuatro últimas letras se retiraron tras su renovación en 1949). En México, siete días después de que Vallejo pisó tierras parisinas, en Parral, Chihuahua, el general Pancho fue asesinado a tiros.

En París, Vallejo se acomodó rápido. Fue redactor de Vanidades, Amauta, El Comercio y Mundial, y entonces se hizo patente el refrán de Dios los Crea y ellos se juntan. En la capital de Francia, le volvió a cambiar la vida tras conocer a los autores Juan Larrea, Vicente Huidobro, Pablo Neruda y Tristán Tzara.
Entre 1930 y 1932 recibió una beca para escritores en España y se afilió al Partido Comunista. Luego regresó a París, donde vivió apartado de los reflectores públicos. Cercano siempre a los movimientos políticos, al estallar la Guerra Civil española, apoyó la causa republicana. Eso se vio plasmado en su texto España, parte de mí este caliz (publicado después de su muerte):
Niños del mundo,
si cae España —digo, es un decir—
si cae
del cielo abajo su antebrazo que asen,
en cabestro, dos láminas terrestres;
niños, ¡qué edad la de las sienes cóncavas!
¡qué temprano en el sol lo que os decía!
¡qué pronto en vuestro pecho el ruido anciano!
qué viejo vuestro 2 en el cuaderno!
¡Niños del mundo, está
la madre España con su vientre a cuestas;
está nuestra maestra con sus férulas,
está madre y maestra,
cruz y madera, porque os dio la altura
vértigo y división y suma, niños;
está con ella, padres procesales!
Si cae —digo, es un decir— si cae
España, de la tierra para abajo,
niños ¡cómo vais a cesar de crecer!
¡cómo va a castigar el año al mes!
¡cómo van a quedarse en diez los dientes,
en palote el diptongo, la medalla en llanto!
¡Cómo va el corderillo a continuar
atado por la pata al gran tintero!
¡Cómo vais a bajar las gradas del alfabeto
hasta la letra en que nació la pena!
Niños,
hijos de los guerreros, entre tanto,
bajad la voz, que España está ahora mismo repartiendo
la energía entre el reino animal,
las florecillas, los cometas y los hombres.
¡Bajad la voz, que está
con su rigor, que es grande, sin saber
qué hacer, y está en su mano
la calavera hablando y habla y habla,
la calavera, aquélla de la trenza;
la calavera, aquélla de la vida!
¡Bajad la voz, os digo;
bajad la voz, el canto de las sílabas, el llanto
de la materia y el rumor menor de las pirámides, y aún
el de las sienes que andan con dos piedras!
¡Bajad el aliento, y si
el antebrazo baja,
si las férulas suenan, si es la noche,
si el cielo cabe en dos limbos terrestres,
si hay ruido en el sonido de las puertas,
si tardo,
si no veis a nadie, si os asustan
los lápices sin punta, si la madre
España cae —digo, es un decir—
salid, niños del mundo; id a buscarla!…
En 1934 conoció a Georgette Phillipart y cuatro años después falleció en un Viernes Santo, el 16 de abril de 1938.

Pareciera que sabría conocer la fecha de su muerte con uno de sus poemas, aunque le falló por un día:
Piedra negra sobre una piedra bianca
Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París – y no me corro –
tal vez un jueves, como es hoy de otoño.
Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y,
jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.
César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro
también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos…
Pietra nera su una pietra bianca
Morirò a Parigi nello scroscio
di un giorno che ho già vivo nel ricordo.
Morirò a Parigi – non m’inganno –
come oggi forse un giovedì d’autunno.
Di giovedì sarà. Oggi che proso
questi versi e gli omeri ho malmesso,
è giovedì e mai come oggi giunsi,
con tanta strada a rivedermi solo.
César Vallejo è morto, lo picchiavano
tutti senza che lui facesse nulla;
lo legnavano sodo e duramente
lo cinghiavano: sono testimoni
i giorni giovedì, l’ossa degli omeri,
la vita sola, la pioggia, le strade…