Armando Alanís Canales es uno de los más destacados minificcionistas en México. Nació en Coahuila el 26 de agosto de 1956. Licenciado en Comunicación Social por la Universidad Anáhuac, realizó estudios de posgrado en Filología hispánica en la Universidad Complutense de Madrid, España.
– Para empezar, quisiera que nos contaras sobre tu estadía en Dublín siendo muy joven. ¿Qué te llevó a ese lugar?
Estuve en Dublín a los 16 años, estudiando inglés en una academia. Yo sabía que Irlanda era la tierra natal de escritores tan importantes como Oscar Wilde, Jonathan Swift y George Bernard Shaw, pero ignoraba que también eran oriundos de ese país escritores fundamentales de la literatura del siglo XX como James Joyce y Samuel Beckett, a quienes no leí sino años después. Por cierto, cuando mi hija Susy estuvo en Dublín, un día me llamó para preguntarme quién era ese tal James Joyce: se topaba por todas partes con la estatua de Joyce, el jardín James Joyce, la avenida James Joyce y todos los libros de este autor a la venta en las librerías. Joyce es actualmente un héroe nacional en Irlanda. No sé si tengan otro. Por último, te cuento que en la sala de la casa donde estaba hospedado, me topé con un ejemplar de El extranjero, de Camus, y me lo llevé a mi cuarto. Fue la primera novela importante que leí en mi vida.
– Hablando de narrativa, ¿cuál crees que es el aporte más importante de la literatura mexicana al mundo?
No pretenderé ser original: Pedro Páramo es la mayor aportación de nuestra narrativa al mundo. La academia sueca que otorga el Nobel la consideró una de las cien obras literarias más importantes. Suscribo lo que le oí decir a Juan Tovar: Pedro Páramo es la mejor novela que se ha escrito en México… y que se escribirá. Te comento que a Rulfo lo descubrí por mi cuenta en un rincón de la biblioteca del Tec de Monterrey. Yo tenía 18 años y hasta entonces nunca había oído hablar de este autor. Solicité en préstamo El Llano en llamas y me leí todos los cuentos mientras mi compañero de cuarto oía canciones norteñas. Así es que leí Luvina al ritmo de Prisionero de tus brazos. Ya en la Ciudad de México, le entré a Pedro Páramo y me quedé estupefacto cuando me enteré en las primeras páginas que Pedro Páramo había muerto hacía muchos años. Al seguir con la lectura, advertí que no sólo él sino todos o casi todos los personajes estaban muertos. He leído unas nueve o diez veces esta novela, siempre con renovado asombro. Y estoy de acuerdo con Lauro Zavala: es una novela escrita a base de minificciones.
– Sobre las nuevas aplicaciones de la Inteligencia Artificial, ¿cuál es tu opinión? ¿Es válido para un escritor utilizarlas? ¿Perjudican la ética y la moral de los escritores si lo hacen?
Poco sé de la Inteligencia Artificial, tal es el tamaño de mi ignorancia. Mi hija Susy me comenta que es una herramienta capaz de hacer maravillas. No sé si sea capaz de escribir una novela completa o un cuento o un poema. Lo que sí te digo es que el escritor puede echar mano de las herramientas que considere apropiadas sin dejar por ello de ser original. Nadie piensa que esté mal que consultes otros libros, que te documentes para tu novela, o que acudas, inclusive, a la famosa Wikipedia, siempre y cuando no dejes de lado otras fuentes de información. Antes se usaban las enciclopedias editadas en papel, que ahora nos parecen tan viejas como las pinturas rupestres. A riesgo de equivocarme, no creo que esta nueva herramienta, la Inteligencia Artificial, perjudique ni le ética ni la moral de ningún escritor que eche mano de ella, siempre y cuando en sus cuentos y novelas siga estando presente él mismo con sus temas, sus obsesiones y su estilo.
– ¿Cómo ves el futuro de la literatura en México? ¿Qué y cómo se está escribiendo?
Se están escribiendo a lo largo y ancho del país, no nada más en la Ciudad de México, cuentos y novelas de calidad, que abordan todo tipo de temas, algunos de ellos de palpitante actualidad, como el narco, el crimen organizado o los feminicidios. Pero también se escribe sobre el hombre y la mujer de todos los días. Otros autores, escriben narrativa policiaca o fantástica, de terror y de ciencia ficción. O narrativa erótica o autobiográfica. Así es que soy optimista y pienso que ya están ahí los narradores y poetas que sustituirán, en estos años y en los venideros, a los grandes escritores de nuestro pasado inmediato como Rulfo, Inés Arredondo, Amparo Dávila, Rosario Castellanos, Garro, Arreola, Ibargüengoitia, Paz, Torri, Elizondo, Tario…. ¡Caray, qué herencia tan rica nos dejaron esos autores! Y qué difícil es emularlos.
Armando escribió la novela histórica Las lágrimas del Centauro, novela que desvela aspectos contrastantes de la vida pública y privada del Centauro del Norte, Francisco Villa. Alabada por la crítica y reconocida por los historiadores, Alanís expone la vida común de uno de los personajes mexicanos más famosos en el mundo y escribe la ficción más entrañable sobre este protagonista de la Revolución Mexicana.
– ¿Crees que haya elitismo en la literatura mexicana en general?
No lo creo. Tenemos escritores provenientes de estratos socioeconómicos modestos que han destacado. También hay becas y premios, que se otorgan sin tomar en cuenta la situación económica de los escritores premiados. El dinero abre puertas, no vamos a negarlo, y las palancas levantan piedras, pero pienso que un escritor no debe quejarse si su situación no es tan solvente, o no está tan bien posicionada como la de otros colegas. Un escritor debe ponerse a trabajar en su obra y nada más. Faulkner dijo que él no sabía que se hubiera escrito nada importante como consecuencia de recibir dinero regalado.
– ¿Qué opinión tienes de la actual administración cultural en México?
Están haciendo su trabajo. Me llevo bien con ellos. Actualmente imparto un Taller de Minificción en el Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia, y he podido comprobar que en ese lugar hay actividades literarias interesantes prácticamente todos los días. También en Bellas Artes o en la Casa del Poeta hay actividades interesantes. Ahora bien, el espectro que cubre la administración cultural es mucho más amplio que dos o tres de sus recintos y siempre habrá quien se queje, quien piense que no se está haciendo lo suficiente o que se podrían hacer las cosas de otro modo. Retomo la respuesta de la pregunta anterior, en lo que se refiere a los escritores: que cada autor se ponga a hacer su trabajo y que procure hacerlo de la mejor manera posible. Las instituciones culturales están para apoyar y promover la creación artística, y a mi parecer lo están haciendo. Yo no tengo de qué quejarme.
– ¿Cómo es un día ordinario en la vida de Armando Alanís?
Llevo casi dieciocho años dando clases en la UACM, y estoy cerca de jubilarme. Entro a una nueva etapa de mi vida. Quiero pensar que no es la última, sino la penúltima. Aparte de atender las urgencias de la vida cotidiana, como pagar la luz para no quedarme a oscuras en mi casa, siempre tengo en la cabeza no sólo lo que en ese momento estoy escribiendo, o lo que me propongo escribir en el futuro inmediato, sino también las novelas y cuentos que estoy leyendo. O viejas lecturas que regresan a mi memoria. Releer es uno de mis grandes placeres. Mi vida cotidiana es una lucha constante por hallar tiempo libre para escribir y leer. Antes también jugaba ajedrez, pero hace rato que le pasé los trebejos a mi hijo Daniel, que es mejor ajedrecista que yo, más osado. Tengo la suerte de tener a mi lado una mujer, Susana, que me comprende o cuando menos me tolera, lo que ya es bastante.
– ¿Crees que la publicación inmediata en redes sociales haya mermado o causado una baja importante en la calidad de la escritura en general?
Cada quien habla de la feria según le va en ella: en mi caso, utilizo las redes sociales, el Feis en particular, como un campo de experimentación literaria. Desde luego, lo que escribo en el Feis o en Twitter muchas veces son ocurrencias o reflexiones o apuntes del momento. Sustituyen, en mi caso, a lo que antes era el cuaderno de notas. (Son famosos los cuadernos de notas de Chéjov, por ejemplo.) Las redes sociales me mantienen en actividad constante: escribiendo siempre algo, sea lo que sea, y eso es importante. Claro, no todo pasará luego al libro en papel o al libro digital, o pasará sólo después de haberlo trabajado, pulido. Las redes sociales son una herramienta valiosa, pero nada nos libra de lo que Alfonso Reyes llamó “la corrigenda”.
– En lo personal, ¿para qué o por qué escribes? Y, de no ser escritor, ¿a qué te hubieras dedicado?
En mi niñez, y todavía en mi temprana adolescencia, pensaba en convertirme en ingeniero agrónomo y ganadero o en misionero. Lo de ingeniero agrónomo y ganadero era porque me encantaba visitar la granja de mi abuelo, y lo de misionero porque soñaba con visitar tierras remotas y correr las aventuras. Es decir, no sabía lo que quería. A los 18 o 19, luego de leer a Rulfo, descubrí que quería ser escritor y desde entonces no he tenido ninguna duda al respecto. ¿Por qué y para qué escribo? Es la pregunta que siempre se hace a los escritores y la más difícil de contestar. Yo nunca me lo he preguntado a mí mismo, o si me lo he pregunto no doy nunca con respuesta que me deje satisfecho. Otra vez cito a Faulkner. Un escritor no sabe por qué escribe: está siempre demasiado ocupado como para preguntárselo. Yo al principio quería contar historias por escrito, ese era todo mi afán. Sigue siéndolo.
– ¿Qué estás escribiendo actualmente?
Acabo de ponerle el punto final a una novela autobiográfica, de la que no quiero hablar mucho antes de que se publique. Y estoy ahora escribiendo una novela corta, que también podría ser considerada un ensayo narrativo, un texto que está a medio camino entre el ensayo y la narrativa. Otra vez está presente lo autobiográfico. Hace muchos años, un amigo me dijo que yo no podía escribir sino sobre mí mismo. Tenía razón. O para ser más preciso: casi tenía razón. Hay que considerar que no hay escritor más mentiroso que el autor de una narración que se presenta como autobiográfica. La ficción está siempre ahí, lo adviertan o no los lectores. Un novelista puede alterar los hechos tomados de la vida real como lo considere, o hacer los ajustes pertinentes, o de plano inventar como le plazca, a favor de su novela. Confieso, y no me da vergüenza confesarlo, que yo no soy más que un mentiroso de tiempo completo.

Ha publicado los libros Coitus interruptus (Saltillo, Coahuila: La Terquedad), Sirenas urbanas (Monterrey, Nuevo León: Universidad Autónoma de Nuevo León / Posdata (La Hormiga Iracunda) y De rojo me gustas más (Ciudad de México: Nirvana Editorial), entre muchos otros títulos.