El arte es una buena medicina contra la depresión, quizá mejor que el Prozac o las psicoterapias tradicionales. Diversos especialistas han tratado enfermedades emocionales mediante el ejercicio de la pintura y la poesía.
El caso de Anne Sexton, ganadora del Pulitzer en 1967, es un ejemplo de cómo el arte puede influir de cierto modo como un paliativo, al menos de forma temporal.
La historia de esta autora estadounidense, nacida el 9 de noviembre de 1928, en Massachusetts, es muy interesante porque fue precisamente el médico que la atendía, quien la impulsó a sus 29 años a entrar a un taller de poesía como remedio a su depresión y a un intento de suicidio.
El verdadero nombre de Sexton era Anne Gray Harvey, y creció en una familia adinerada, pues su padre era un exitoso fabrincante de lanas. Sus primeros años vivió en lujosos fraccionamientos de Boston y después radicó en los alrededores de esa ciudad, además de San Francisco y Baltimore.
En 1945, el año de las declaraciones de guerra en todo el mundo, entró a estudiar a un colegio de Lowell y tres años después dejó los estudios, cuando se casó con Alfred Muller, con quien vivió hasta su divorcio en 1973. Este matrimonio tuvo dos hijas, una de ellas fue Linda Gray Sexton, quien se convertiría en novelista.
Su relación con la depresión inició en 1954, cuando tenía 26 años. Fue dianosticada con depresión postparto. De acuerdo con el Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (DSM-V), este problema se manifiesta por síntomas depresivos como son ánimo bajo, anhedonia, disminución de la energía y alteración de ciclos vitales como son el apetito y el sueño, siendo una enfermedad que requiere tratamiento, a diferencia del Baby Blues, en el que existen reacciones anímicas relacionadas con el parto y los cambios hormonales fisiológicos asociados a este.
En 1954 fue hospitalizada por primera vez, y en 1955, después del nacimiento de su segunda hija, Sexton padeció otra crisis y terminó en un hospital.
Debido a los problemas de salud de Anne, sus hijas tuvieron que ser enviadas a vivir con sus abuelos. El 9 de noviembre de 1955, es decir, en su cumpleaños, tuvo su primer intento de suicidio.
Según el libro The Poet’s Story (Howard Moss, ed. (1973), dos años después, en 1957, su médico identificado como Martin Orne, les recomendó entrar a un taller de poesía animada, en ese taller conoció a Maxine Kumin ( 1925-2014), una escritora estadounidense que, entre otros premios, recibió el Premio Pulitzer de Poesía en 1973.
Esta autora jugo un papel determinante, pues escribió con ella cuatro libros infantiles, entre 1963 y 1975.
La poesía fue el instrumento de la reconciliación entre lo consciente y lo inconsciente, entre lo finito y lo infinito, aunque la medicina literaria no pudo al final con su estado emocional. Anne empezó a escribir sobre drogas, aborto y menstruación, temas que hasta ese entonces eran un tabú en la sociedad estadounidense. Su poesía confesional la puso en la lupa de la crítica literaria, que le reconoció su trabajo y eso se vio reflejado con muchos premios.
Cuando todo se suponía que iba bien, Anne fue a almorzar con Maxine el 4 de octubre de 1974. Revisaron el borrador de lo que sería el libro The Awful Rowing Toward God (El horrible remar hacia Dios). Tomaron café y se rieron de la vida.
Sexton regresó a su casa después de la hora de la comida, pensando quizá en su nueva obra que vería la luz en marzo de 1975. Una vez que había aprobado el manuscrito, se puso el abrigo de su madre, se sirvió un vodka y escuchó a los demonios de la depresión que no dejaban de pelear en su cabeza. Luego fue al garage, encendió el motor de su auto y mientras se tomaba su bebida, cerró los ojos para encontrarse con la nada. Falleció por intoxicación por monóxido de carbono.
A continuación Poetripiados te comparte algunos de sus poemas
DESEANDO MORIR
Ahora que lo preguntas, la mayor parte de los días no puedo recordar.
Camino vestida, sin marcas de ese viaje.
Luego la casi innombrable lascivia regresa.
Ni siquiera entonces tengo nada contra la vida.
Conozco bien las hojas de hierba que mencionas,
los muebles que has puesto al sol.
Pero los suicidas poseen un lenguaje especial.
Al igual que carpinteros, quieren saber con qué herramientas.
Nunca preguntan por qué construir.
En dos ocasiones me he expresado con tanta sencillez,
he poseído al enemigo, comido al enemigo,
he aceptado su destreza, su magia.
De este modo, grave y pensativa,
más tibia que el aceite o el agua,
he descansado, babeando por el agujero de mi boca.
No se me ocurrió exponer mi cuerpo a la aguja.
Hasta la córnea y la orina sobrante se perdieron.
Los suicidas ya han traicionado el cuerpo.
Nacidos sin vida, no siempre mueren,
pero deslumbrados, no pueden olvidar una droga tan dulce
que hasta los niños mirarían con una sonrisa.
¡Empujar toda esa vida bajo tu lengua!
que, por sí misma, se convierte en pasión.
La muerte es un hueso triste, lleno de golpes, dirías,
y a pesar de todo ella me espera, año tras año,
para reparar delicadamente una vieja herida,
para liberar mi aliento de su dañina prisión.
Balanceándose allí, a veces se encuentran los suicidas,
rabiosos ante el fruto, una luna inflada,
Dejando el pan que confundieron con un beso
Dejando la página del libro abierto descuidadamente
Algo sin decir, el teléfono descolgado
Y el amor, cualquiera que haya sido, una infección.
LA BALADA DE LA MASTURBADORA SOLITARIA
Al final del asunto siempre es la muerte.
Ella es mi taller. Ojo resbaladizo,
fuera de la tribu de mí misma mi aliento
te echa en falta. Espanto
a los que están presentes. Estoy saciada.
De noche, sola, me caso con la cama.
Dedo a dedo, ahora es mía.
No está tan lejos. Es mi encuentro.
La taño como a una campana. Me detengo
en la glorieta donde solías montarla.
Me hiciste tuya sobre el edredón floreado.
De noche, sola, me caso con la cama.
Toma, por ejemplo, esta noche, amor mío,
en la que cada pareja mezcla
con un revolcón conjunto, debajo, arriba,
el abundante par espuma y pluma,
hincándose y empujando, cabeza contra cabeza.
De noche, sola, me caso con la cama.
De esta forma escapo de mi cuerpo,
un milagro molesto, ¿Podría poner
en exhibición el mercado de los sueños?
Me despliego. Crucifico.
Mi pequeña ciruela, la llamabas.
De noche, sola, me caso con la cama.
Entonces llegó mi rival de ojos oscuros.
La dama acuática, irguiéndos en la playa,
en la yema de los dedos un piano, vergüenza
en los labios y una voz de flauta.
Entretanto, yo pasé a ser la escoba usada.
De noche, sola, me caso con la cama.
Ella te agarró como una mujer agarra
un vestido de saldo de un estante
y yo me rompí como se rompen las piedras.
Te devuelvo tus libros y tu caña de pescar.
El periódico de hoy dice que os habéis casado.
De noche, sola, me caso con la cama.
Muchachos y muchachas son uno esta noche.
Se desabotonan blusas. Se bajan cremalleras.
Se quitan zapatos. Apagan la luz.
Las criaturas destellantes están llenas de mentiras.
Se comen mutuamente. Están más que saciadas.
De noche, sola, me caso con la cama.
DESCALZA
Amarme sin zapatos
significa amar mis piernas largas y bronceadas,
queridas mías, buenas como cucharas;
y mis pies, estos dos chicos
que se escaparon a jugar desnudos. Intrincados nudos,
mis dedos. Libres ya de sujeción.
Y todavía más, miren las uñas y
cada una de las diez etapas, tubérculo a tubérculo.
Vehementes y alocados, todos ellos, este cerdito
fue al mercado y este otro se
quedó. Largas piernas bronceadas, y largos y bronceados dedos.
Más arriba, cariño, la mujer
confiesa sus secretos, pequeñas casas
y pequeñas lenguas que te lo cuentan todo.
No hay nadie más que tú y yo
en esta casa de la península.
El mar lleva un cencerro en el ombligo
y yo soy tu sirvienta descalza
por una semana entera. ¿Quieres un poco de salame?
No. ¿Quieres un whisky, a lo mejor?
Tampoco. Tú no eres de beber. Tú
me bebes a mí. Las gaviotas persiguen a los peces
gritando como chicos de tres años.
Las olas son narcóticas, me llaman
Yo soy, yo soy, yo soy
toda la noche. Descalza
te camino por la espalda.
A la mañana corro por la cabaña,
de una puerta a otra, jugando a perseguirnos.
Ahora me agarras por los tobillos.
Ahora vas trepando por mis piernas
hasta que atraviesas la marca de mi anhelo.
AMAS DE CASA
Algunas mujeres se casan con casas.
Es otra especie de piel; tiene un corazón,
una boca, un hígado y movimiento de intestinos.
Las paredes son estables y rosadas.
Mirad cómo se pasa el día hincada de rodillas,
lavándose fielmente.
Los hombres penetran a la fuerza, retrocediendo como Jonás
dentro de sus gordas madres.
Una mujer es su madre.
Eso es lo más importante.