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Soy cebra

Soy muchas cosas en la calle, en mis sueños…

Por Iván Mata / 26 de octubre de 2020

Soy muchas cosas en la calle, en mis sueños,

en el camión, pero nadie me quita que Soy Cebra

y temí tanto porque los animales

NO HABLAN

escondí mi piel hasta saturarme de filtros

dramático cálido

            busqué el arrullo de fosas clandestinas

globos que inflar en fiestas infantiles

como atracción, un mete y saca,

como poner la cola al burro

Cebra feliz en el tributo diario

porque fui hermafrodita

            madre

                       hermano

                                   hijo que regresó de la cárcel

protagonicé La Patrulla

había Hombres Vaca, Hombres Caballo,

pero nunca un YO CEBRA

y me alimentaron de nombres que regresaban

una y otra vez bajo el alumbrado

público

pero quería una experiencia sobrenatural

un prado abierto donde trotar como unicornia

coser plumas y creerme Pegaso, ninfa,

una banqueta perdida en la calle

escapé de la noche para buscar algo impersonal

un reflejo inmediato y difuso que dibujara

mis contornos sin cerrar las fosas nasales

repulsión de mí

y terminé

feo, viejo, era la ausencia que no se bebe

me amputaron las patas

TENÍA LEPRA

la noche echada a perder

me resguardó atrás de una ventana

sin paisaje

yo era un hombre sin huellas dactilares

en una cabina ausente de luz

pero

nadie quita que Soy Cebra

en mi cabeza decapitada que cuelga,

ahora y for rever and ever,

en una carnicería de Aurrera.

—————————–

No me digas que no te ha reclamado nada

Tú y yo susurrándonos a la oreja, cerquita,

calientitos, lo hermosa y fresca que la luna se ve

incrustada en el oscuro papel de fomi donde yace

todas las noches,

como en ésta donde permanecemos, tú y yo

alejados de la mirada de tu esposa:

ella

la que planchó esta camisa, la camisa a cuadros

que él convierte en almohada mientras me tiendo

con las piernas abiertas y mi pene diminuto

en el asiento trasero del bocho;

recién lavado como a él le gusta,

como seguramente a ella le disgusta que

él llegue a casa después de las 6 a.m.

los fines de semana, borracho, con lágrimas en los ojos,

oliendo a perra, disculpándose de no sé qué

-menos de nosotros-, directo a dormir

con los zapatos aún calzados,

indiferente y sin beso de buenos días

en la mejilla izquierda,

la maldita y saludable mejilla izquierda que tú ves

con repulsión al despertar. Pero, prometo

no hablar mal de ella en los siguientes minutos,

y pienso cumplir.

Te lo juro. Por dedito.

Además,

nunca ha sido mi intención hacerle daño.

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