Yo viví (o vivo, ya no sé) en un Mundo Anclado. Sobreviví (o sobrevivo, ya no sé) a un Mundo Anclado. Anclado a la tierra de la realidad que nos golpea la cara a diario o anclado al cielo de bonitas intenciones y sueños que nunca serán. ¿Anclado a qué?
A un pasado circular que se las arregla para deformar o devenir resorte y brotar de los cojines, colchones, camastros y hamacas menos esperados, como si cada sitio donde se pretende descansar tuviera mágicamente un mecanismo oculto que, por razones más allá de la razón, siempre demanda la presencia de un resorte incómodo que rebrota para picar costillas.
Como si uno de tus camaradas hubiese escrito una novela sobre tu juventud. No puedo decir nada sobre esta novela a cinco voces, 381 páginas (según la edición española), portada con detalle de El Bosco que no esté cruzado por la peculiar experiencia de haber vivido en la época y lugares que describe el texto y haber conocido de cerca, muy cerca, demasiado cerca a las personas amalgamadas en varios de sus personajes. A uno lo invade la sensación de haberse transformado en alguna clase de invención silábica que sólo cobra vida al recorrer con los ojos las letras que te contienen y engendran.
Anclados al mundo como botes que no se deciden a zarpar porque han olvidado que llevan puesto el peso muerto del olvido. De pronto estoy atrapado en un libro y vago entre sus párrafos que son mi pasado inmediato. Ser un personaje de novela y no cobrar regalías. Ser un personaje de novela y que tu cheque no tenga fondos. Ser un personaje de novela y ser, tan sólo, una parte de un personaje o de varios o de ninguno; atestiguarlos como si se fuera cada uno de ellos. Primeras Personas narrando y guiando y contraponiendo sus puntos de vista para relatar de principio a fin de cada fragmento del rompecabezas doloroso que es ese misterio que se cuenta. Cohabitar la memoria de un pasado vivido junto a una ficción que de tan cercana, duele. Verme retratado en parte, ver retratada mi juventud, mi paso por la universidad, a mis amigos, es algo confuso y fascinante. Por un momento recordar el ancla de una pregunta nunca resuelta: ¿qué nos ancló y qué nos ancla?
En aquella época, marineros de lo incierto, nos juntamos a contarnos historias, intercambiar impresiones, planificar formas de arreglar el mundo desde los mal comprendidos ideales de las revoluciones posibles que no vivimos y de las imposibles que soñamos. Habitantes recurrentes de los así llamados paraísos artificiales que de artificio tienen poco. Las manías de las almas que hieren, las manías de los espíritus heridos. Y cada persona presente en la cofradía de fantasmas quería escribir o escribía o se imaginaban escribiendo en el futuro, escribiendo algún futuro. Éramos, como cada generación que ha pisado ese bendecido edificio maldito, La 6+6+6 veces H. Facultad de Filosofía y Hierbas (sí, hierbas, pociones y brebajes), Filos, de cariño para los que se han cortado con sus lecciones, líderes de la supervivencia suprema de la ternura o la abyección de nuestros muy personales infiernos. Sobrevivientes de todo y nada: De La inocencia del mundo, De La estupidez funcional, De La incomprensión comprendida, De un cinismo amoroso y herido, De La pasión automatizada, De La siempre ambigua y ambiciosa impostación de la inteligencia formuláica, De La obsesión lingüística de nombrar lo que no puede ni quiere tener nombre, De La inutilidad de saber cosas rescatadas del olvido, De El bien supremo que es la inutilidad de las cosas, De Las artes como una de las más peligrosas sectas, De Las humanidades como una de las Bellas Estafas, Del Esquema piramidal de capital variable, de responsabilidad limitada, de incertidumbre asegurada que es la Academia.
¿Quién salta sobre la pila de los cadáveres agitando los puños ensangrentados creyéndose campeón de la vida? ¿Quién dice y desdice y hace y deshace entre las sombras? ¿Quién escribe la historia con h minúscula? Casi nunca importa, pues su palabra será usada en su contra ¿Quién corrige la historia? Quien sobrevive a la guerra de guerras consigo, contigo, con el mundo. Lo muerto, muerto está. Hasta que se exhuma de la memoria y por un instante cobra, de nuevo, vida. Nuestro pasado ya pasó y aún así tiene de presente lo que de él nos queda.
Quisimos, hicimos, tratamos, pudimos. Nos perdimos, no más. ¿A dónde fueron a dar nuestros fantasmas?
La diferencia entre la locura y el arte está en la obra. Y nuestra locura no ha podido obrar demasiado. Pero queda en Mundo anclado un Diccionario de piedras, una guitarra vieja, una tesis sin terminar, una vida cegada y la otra también, mucha confusión y rabia y desencuentro. Un plan fallido, una bomba que nunca pudo estallar. Sin obra no hay paraíso ni infierno ni purgatorio, pero sí olvido e indiferencia. Muchos han quedado en el camino. Y he aquí que, contra todo pronóstico, alguien ha contado nuestra historia y le ha dado cuerpo a nuestras vidas y nos ha dado voz, a esos que fuimos. Con obra materializada la locura no se extingue pero nos queda saber que un breve momento sostiene el testimonio de esto que fue y que sigue siendo en otros rostros, y otros cuerpos y destinos. Damnificados por el error de saberse deseosos de cualquier mundo que no sea este. Jóvenes (Ya no tanto) Sobreviviendo al Futuro A.C. Queda la memoria falible y el testimonio a modo, queda seguir en este camino, queda algo con que nivelar las patas de la mesa donde se bebe, brindado a la salud de ya se me olvidó qué cosa.
Anclado estoy. Anclados estamos a este mundo, espejo y forma de nuestro deforme reflejo. Sea pues leído, comentado y difundido para la incomprensión de quienes han perdido el rumbo y para la salvación de quienes afirman haberlo encontrado.
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Mundo anclado, Alejandro Espinosa Fuentes. Novela. Coedición entre Nitro/Press (México) y Ediciones Contrabando (España), con prólogo de Enrique Vila-Matas. México, 2024. Para ver información más detallada y páginas de muestra: https://nitro-press.com/9786078805419