No se puede andar por la vida como si no pasara nada, esa señora no puede culparme de su desdicha, quién se cree, mañana me armo de valor y le digo lo que pienso de ella. Ahora ya es tarde, son casi las cuatro y no he comido, mejor veo qué preparo.
Pinche refri, está vacío, a ver acá en este cajón qué encuentro. ¡No es posible! Hace unos días hice despensa, compré verdura, no hay nada qué comer, tendré que echar andar mi plan de emergencia. Ya sé, la lata de chocos debe tener unas monedas, mmm, debo encontrarla, estas sardinas caducaron hace más de un año, ¿a qué me dedico? no reviso nada en este cuchitril, cada día está peor, se deteriora igual que mi alma.
¡Qué suerte!, estas verduras aún sirven, también las galletas saladas. La mayonesa caducó hace dos semanas, no creo que me haga daño. Hoy, comida de reyes. Pongo mantelito, eso me sube el ánimo, el agua del filtro aún se ve bien. Sin duda, no hay mejor comida que la que tienes en tu mesa, esto sabe bien, al final de cuentas.
Ay mi teléfono, nunca llaman y ahora, justo ahora qué disfruto este manjar. ¿quién osa interrumpir mis sagrados alimentos?, ay Güey, si no contesto rápido, no puedo regresar la llamada, no tengo crédito, sigo comiendo, si me llama nuevamente es que urge.
—Voy, voy, ¡cuánta insistencia! — seguro alguien que le debo y quiere cobrarme, ¿quién más podría ser?
—Hola, sí soy yo, ¿quién le dio mi número? No más para saber.
—No, yo nunca he comprado billetes de lotería señorita.
—Mmm, no tampoco entré a ningún sorteo, está equivocada, siento mucho no poder ayudarle.
—A ver dígame, sí, ¿qué requiere de mí? Acabo de comer, me agarra de buen humor, dígame pues, oiga, por cierto, si se corta, me vuelve a llamar, porque no tengo crédito, no puedo regresarle la llamada. Dicho lo anterior, le informo, soy “un prángana”, tengo menos siete mil pesos, vivo de prestado, no pago renta y mi beca no llega, y al parecer no llegará más, se me ha terminado el plazo que tenía para terminar estos estudios.
—Mj, Mj, sí señorita, la entiendo, pero ¿yo qué gano? A ver, no es que tenga menos de siete mil pesos, sino que los debo, ¿recuerda la ranita saltadora sobre una recta con números? A la derecha del cero, tiene objetos o dinero a su favor, pero a la izquierda, los debe, sencillo.
—Ay señorita, ¿dónde dice qué estudió? No sé si ya le quedó claro, no tengo tarjeta de crédito, ¡imposible!, no escucha que no tengo ni pal celular.
—Tampoco me darían una señorita, Mj, Ajá, ¿qué le digo? ¿Qué ingenuo o irresponsable me daría una tarjeta de crédito? Me financian y luego, ¿con qué pago?
—Eí, mire, qué más quisiera yo. Si no me dice qué quiere concretamente, tendré que colgar, mire que tengo que estudiar, aunque no tenga beca, debo terminar lo que empecé y, créame, no es fácil.
—¿Qué usted sabe de qué le hablo?, no le creo, pero a estas alturas, tampoco importa lo que yo crea. Deje, voy a tomar un poco de agua y me sentaré, sí en este cajón con tela que algún día fue un sillón.
—Ya, ya estoy cómodo, tengo pila para dos horas y no puedo salir, pero tengo que estudiar, así que le dedicaré 20 minutos, ¿con eso es suficiente?
—No me asuste, es en serio, no voy a comprar nada. No señorita, tampoco leo mi horóscopo, y para serle sincero, ni siquiera sé cuál soy y en mi descargo, le diré que no es por ignorancia, sino porque no me interesa.
—¡Qué usted es géminis!, ¿y a mí de qué me sirve saberlo? No sé cuántos horóscopos hay, pero ¿qué le digo? Hay veces que no sé ni mi nombre completo. Mire, mejor, escuche, le voy a explicar. En la vida uno tiene que tomar decisiones, y yo elegí estudiar, aunque con muy poco dinero. Ya me debo poner a trabajar para sobrevivir, escuchó usted bien, encontraré un trabajo para so-bre-vivir, no, para comprar lo que no necesito, le digo que no me alcanza, ya le hablé de mi deuda. …
—¡¿Qué no es mucho?!, habla usted, ¡la experta en finanzas personales! Ahora me va a decir, cuánto es poco o cuánto es mucho. Explíqueme, igual me convence de que no soy miserable.
—Ya la escuché, lo que me dice, me suena que usted se aplicó en el curso de entrenamiento que tomó, seguro, aguantó y tomó nota de todo lo que le decía la persona que le dio indicaciones, de cómo actuar ante clientes difíciles, pero no aplica, porque yo, ni su cliente soy.
—Mire, bueno, escuche, a decir verdad, es muy bueno saber que uno siempre tiene una oportunidad, para qué me voy a quejar, pero una cosa, es tener, de vez en cuando oportunidades y otra, otra muy distinta es ser un “suertudo”, créame, ese no es mi caso.
—¿Rifas?, ¡jamás!, ¿sorteos?, ni de chiste, volados, sólo con monedas con dos caras iguales y que yo sepa cuál trae. En fin, nada de jueguitos, en los que no demuestre realmente mis habilidades, ¡qué las tengo! Eh, no se crea, las tengo. No le voy a decir ahora que soy un dechado de virtudes, pero habilidades y otras herramientas para defenderme en la vida, sí que las he adquirido, ¿cómo cree usted que conseguí una beca?, y sin hacer trampa, porque eso es feo ¿no le parece?, copiarle al de junto, con el riesgo de que sepa menos que uno, es un riesgo muy imbécil, incluso, si se tiene la certeza que el de lado sí es muy bueno, pero puede llenar opciones de respuesta para timarlo y al final, ya cuando va a entregar el examen, las cambia, y los “listillos”, caen en su trampa.
—Está bien, la escucho.
—Mmm, cuatro minutos sin interrumpirla, pero la mera verdad, espero no ofenderla, pero su discurso es de manual, sí señorita, de manual del vendedor A1, es decir de meros principiantes, usted ni me conoce, sólo mi voz y parte de mi nombre, ¿qué más tiene en su base de datos?
—¡A chingá!, ya me asustó, sabe más de mí que yo mismo. Datos y fechas que no recordaba, tanta información que, para mí, es irrelevante, pero no deja de asustarme, porque por muy irrelevante que sea, pues soy yo y es mi vida, valiosa, aunque a veces ni yo lo crea. Pero, vamos cotejando. Déjeme traer papel y lápiz, porque no puedo hablar y escribir en mi teléfono al mismo tiempo. Ve que le dije que es muy limitado, pero me sirve eh, me es útil.
—En efecto, estudié la primaria donde dice y terminé en el 2002, pero lo del nombre de mi maestra de 5° grado se lo debo, no me acuerdo, tal vez, no le di importancia, pero el profe de 6° sí está bien, seguro, el prof. Lauro Vega Arteaga, un excelente profesor, por cierto, me impulsó para que participara en la Olimpiada del Conocimiento. ¿Cómo podría olvidarlo? Mmmm, me enfermé de varicela en la secundaria, ahora lo recuerdo, tengo dos cicatrices a un lado de la oreja izquierda, dejaron huella de ese periodo trágico, mi mamá tuvo que faltar al trabajo para cuidarme y eso la ponía de muy mal humor. Recuerdo bien, pero no me dio muy fuerte ¿sabe?, estaba vacunado, entonces si te da, es decir, sí te puedes contagiar de ese virus, pero la reacción es menor.
—Mmm, de eso no me acuerdo, déjeme ver. ¿Cuándo dice qué pasó?
—En verano de 2009, o sea, hace cinco años, sí en ese tiempo fui a muchas fiestas, tomaba alcohol algunas veces, acababa de iniciar la Universidad, pues todos fumábamos la juanita, qué le digo, todos o casi todos, ya sé que no todos, señorita, ¿acaso no sabe que es “una forma de hablar”?, es una expresión, como “me quiero morir”, o “su llanto me mató”, nadie se muere ni nadie mata, sólo así se dice. Pero en las fiestas el alcohol fluía, a grandes cantidades y, de calidades, qué le cuento, depende de cómo andábamos de fondos o de quién organizara. Mmm. Bueno ya está bien, ya me convenció que tiene información de mí, mucha, más de lo que sé yo mismo. En fin, le quedan cuatro minutos. Dígame, ¿le puedo ayudar en algo más?, , no perdón, ¿qué más quiere señorita?
—No me diga, eso me ofende, ya le digo, hago una maestría, becado, tengo la esperanza que, al terminar puede obtener un trabajo que me dé ingresos para sobrevivir y un poco más, si eso pasa, no dude que le llamaré, sólo tendrá que esperar un año al menos, con los trámites, mmm no, mejor piense en dos años. Desde hoy, podemos hacer un trato, sí un trato. Cuando eso pase, yo la busco y si me quiere vender algo que me interese, seguro podremos hacer trato, por ejemplo, el seguro para mi coche, porque sin duda tendré coche, también podrá ofrecerme hechura fina de trajes a la medida, porque en el puesto que obtendré con esta maestría, me exigirá ir de camisa, traje y corbata.
—¿Zapatos?, si señorita, podrá ofrecerme zapatos, pero bonitos, de buena calidad, que, en ese momento, estén acorde al cargo que tendré en la administración pública. Pero ahora, señorita, pues ahora de plano, no. Contundente, como dicen en mi pueblo, “no tengo ni en qué caerme muerto”.
—No señorita, no es que me vaya a morir, tampoco tengo una enfermedad terminal, nuevamente, es, una, ex -pre- sión, un minuto y cuelgo. Créame, ni un segundo más.
…
….
—¡No!, no, no puede ser, no, ¿qué me dice? No señorita, con eso no se juega. Lo de señorita, es claro una formalidad, “señora”, no puede ser, por ahí hubiera empezado. Le repito, ¡no puede ser!
—Pues ¿qué le digo?, ¿río o lloro?
—Sí, sí quiero conocer a su hijo, o bueno, a nuestro supuesto hijo, pero antes, dígame, ¿quién es usted?
Noviembre de 2019
Del libro: Camino y no me veo, corro y no me alcanzo
Camino y no me veo, corro y no me alcanzo
Textos de Gloria Canedo Castro
Ciudad de México, año de 2020, en tiempos del Corona virus-Covid-19.
CIDPAE EDICIONES