En un memorable combate literario, Enna Osorio Montejo y Brenda Ríos, ambas poetas especialistas en ganchos al hígado, golpes cruzados, volados y crochets, se enfrentan en nuestro primer Mano a Mano de la temporada.
Enna estudió la Licenciatura en Humanidades en la Universidad de las Américas, Puebla. Egresada del diplomado en Escritura Creativa con la Universidad Veracruzana y NOX Escuela de Escritura Creativa. Sus textos aparecen en varias antologías. Fue becaria del FONCA y es autora de algunos libros.
Brenda es egresada de la UNAM, escribe y no es vegetariana. Nació en Acapulco, Guerrero, en 1975. Imparte talleres de escritura creativa en distintos espacios del país. Miembro del Sistema Nacional de Creadores 2019-2022, ha ganado premios estatales y nacionales de poesía. También es autora de varios libros.
En esta esquina… ¡Enna Osorio!
El libro de las dudas
Creo en Dios omnívoro como en campos intemporales
de horas sin sueño, arremolinándose en mi alma
que
se arrastra.
Creo en Él desde niña
cuando buscaba en los ríos del viento
y su soplo apagaba las velas mientras le hablaba
en el vacío punzante, catecismo en mano,
para no extraviarle.
Soy animal de rituales,
guardo en un cofre la infancia;
su playa,
reloj de arena sin equilibrio;
mi voluntad de creer en este universo que se desploma
cuando Dios tiembla
y concluyo que los campos sin tiempo
son campos de hastío.
Pez astilla
Oscuras aguas rodean el juego de los peces.
Hora de la desolación, silenciosa vista del sol.
Es un ser extraño el alma en la tierra.
GEORG TRAKL
Vestido de blanco, el gentilhombre fuma aves en su pipa frente al acantilado como ante un remolino de insectos. Con un tronco de palmera por espina dorsal, casi impávido, contempla el acoso de las fragatas. Quizás aguarda a que uno de esos pájaros piratas caiga en picada sin control y se llene de agua. Tras el día, entra por la ventana negra de su casa.
A este gentilhombre se la ha extraviado un ojo en la costa, pero es tarde y no tiene tiempo para recuperarlo. Las manos le crecieron tanto que perdió el mando del barco. El humo de la pipa calcificó sus venas; a simple vista, son corales marchitos. Hoy se hunde en la habitación de las espadas, de cara a la ventana negra.
Hasta la tercera generación, a todos sus descendientes los distingue una espina de pez grande en la espalda.
En esta otra esquina… ¡Brenda Ríos!
Tenía todo el amor pero cuando salí no había nadie.
Un pequeño espacio es la habitación de aquellos que no saben recibir. No hay sentido de la proporción.
Caminar a ciegas por los corredores soleados incapaces de lograr ningún
[destino.
***
Este tiempo de hidra.
Los coyotes dejaron los huesos desnudos. Han saciado el hambre por hoy.
Corren juntos, cantan juntos, una horda de ebrios alegres. Se protegen, se lamen las espaldas.
Enseñan los dientes ante la amenaza.
La angustia no es miedo. Es una antelación del instante vacío que sigue.
***
Culpable no he de ser pero en mí despierta
un río,
arrasa todo lo que bebe.