Mano era sin sangre la seda que borraba
la perfección que muere de rodillas
y en su celo se esconde y se divierte.
JOSÉ LEZAMA LIMA
Aunque uno me ha floreado más de cuarenta veces en el hipocampo, no son fáciles los narcisos. Solitarios, matan en abrazo de seis pétalos. En racimo de alcaloides, cada flor muestra su corona y sucede la guerra límbica por la tierra y el futuro. La reina conserva hundida su bulbosa existencia en lo que no se arranca ni perdiendo la memoria.
I
Mordí la flor hueca y llegó la primavera amarilla, amarilla y tenebrosa del amante. Era como uno de esos italianos atractivos que toman el sol en las escaleras de la Plaza de España, donde Caravaggio dio con el mancebo más espléndido para sembrar su naturaleza licorina en el agua. Era un guardia de la noche, licenciado en horas largas, justo del otro lado de la barra en una cantina. Era un ingeniero con proyectos de puentes, caminos, y nosotros hasta los huesos tomados de la mano. Era un amigo azul, el más morado, con el escapo quebradizo, demasiados estigmas y hojas acanaladas para el perfume de los juegos en que nos besamos. Fue –más no recuerdo quién era– un narciso que pisé en el campo. Cada brote motivó el viaje sobre el lomo de un carnero negro en la búsqueda de sal y pastos tiernos. Con cada uno sonaron las dianas de la flor trompeta, de tanto calor, naranja. Amé como avestruz: torpe, desarticulada. Frente al peligro no supe cómo reaccionar: a veces mellivora, a veces tarántula; a veces volé sobre la cama mientras todos buscaban las adormideras. Un día dije que los necesitaba. Tras la floración cada cual se fue. No regresó la primavera.
II
Las inflorescencias de narcisos, entre las calles, me despiertan muy adentro capullos para estampar en la ropa de hermanos y hermanas con voz de pato. Estas flores pato también son estacionales. Desde la inocencia del agua sé que la lluvia no le pertenece a nadie; pero la sangre, la sangre es un asunto individual por más pactos de lealtad y cordones umbilicales dispuestos. Repetir, hacer eco: nuestra sangre, tejido conectivo líquido, bien preciado, alimento. Insistir: sangre entre nuestras vísceras, todas amistosas, aunque la hiel y la galantamina produzcan arritmias, dañen la sangre. Caer: el disfraz escarlata es hierro oxidado en un mar translúcido de plasma. Mi sangre es lo único. Creo, con los ojos polinizados ante el estanque, que para permanecer todos los animales nos disfrazamos de flores y todas las flores eligen una máscara animal; pues es una astilla fatigosa hablar lo que se ve, recibir agradecimientos sin mayor retribución, hacer una ofrenda de retoños bajo la esperanza de tirar la tristeza sin atorarse en la mirada y saliva de los otros.
Es lo único: mi sangre y la ternura fratricida de las flores pato.
III
Narcisos en umbela, otros aislados, narcisos de copas, narcisos en taza, cíclicos, de flores dobles, un par de yonquis, varios narcissus poeticus, más flores espontáneas, híbridas con collares de oro, casi orquídeas. Todos ellos, ellas todas germinaron en torno al encanto de mis ojos. Les confié la soltura de un suelo tibio. Les lloré de vez en cuando para nutrir la cebolla de su corazón evitando los encharcamientos. Toda flor me percibió tocada por la luz y la penumbra haciéndole a la equilibrista.
Mi naturaleza expuesta, ofende. Por eso cultivé narcisos desde el viento en mi cuerpo; desde el ardor por resolver las preguntas que se expanden con miseria al amar: ¿Por qué no te quedas con mis palabras detrás? ¡No me olvides, no me quites la corona!
Pensé que me pertenecían.
Hice un ramo de flores hurañas, lo coloqué en un jarrón cerca de la ventana abierta durante una semana de lluvia constante. Ya había cortado a los narcisos, pero quise que se ahogaran. En la podredumbre sentí las articulaciones abultadas y supe que vendrían los encantos feroces del otoño.
¬Fui hecha para consumir la belleza.
El libro de las dudas
Creo en Dios omnívoro como en campos intemporales
de horas sin sueño, arremolinándose en mi alma
que
se arrastra.
Creo en Él desde niña
cuando buscaba en los ríos del viento
y su soplo apagaba las velas mientras le hablaba
en el vacío punzante, catecismo en mano,
para no extraviarle.
Soy animal de rituales,
guardo en un cofre la infancia;
su playa,
reloj de arena sin equilibrio;
mi voluntad de creer en este universo que se desploma
cuando Dios tiembla
y concluyo que los campos sin tiempo
son campos de hastío.
Pez astilla
Oscuras aguas rodean el juego de los peces.
Hora de la desolación, silenciosa vista del sol.
Es un ser extraño el alma en la tierra.
GEORG TRAKL
Vestido de blanco, el gentilhombre fuma aves en su pipa frente al acantilado como ante un remolino de insectos. Con un tronco de palmera por espina dorsal, casi impávido, contempla el acoso de las fragatas. Quizás aguarda a que uno de esos pájaros piratas caiga en picada sin control y se llene de agua. Tras el día, entra por la ventana negra de su casa.
A este gentilhombre se la ha extraviado un ojo en la costa, pero es tarde y no tiene tiempo para recuperarlo. Las manos le crecieron tanto que perdió el mando del barco. El humo de la pipa calcificó sus venas; a simple vista, son corales marchitos. Hoy se hunde en la habitación de las espadas, de cara a la ventana negra.
Hasta la tercera generación, a todos sus descendientes los distingue una espina de pez grande en la espalda.

Enna Osorio Montejo estudió la Licenciatura en Humanidades en la Universidad de las Américas, Puebla. Egresada del diplomado en Escritura Creativa con la Universidad Veracruzana y NOX Escuela de Escritura Creativa. Sus textos aparecen en antologías como Desde el fondo de la tierra, poetas jóvenes de Oaxaca (Praxis, 2012), Cartografía de la Literatura Oaxaqueña Actual II (Almadía, 2012), Asamblea de Cantera 25 años (Cantera Verde, 2014), XXXIV Selección Voces nuevas (Torremozas, 2021) y Escribir es lo desconocido (1450 Ediciones, 2022); también en diversas revistas y suplementos culturales. Fue becaria del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) en el Programa Jóvenes Creadores 2011-2012, en la disciplina de poesía. Beneficiaria de la Convocatoria CurArte es Guelaguetza con la propuesta Torceduras, bajo el Programa de Apoyo a las Instituciones Estatales de Cultura 2020. Autora ganadora en el XXXIV Concurso Voces Nuevas 2021, convocado por la editorial española Torremozas. Su libro, La edad terrible, fue seleccionado para su publicación por la Dirección de Editorial UAS en la I Convocatoria de Publicaciones 2021-2022. El poema en prosa La dificultad de cultivar narcisos pertenece a un proyecto en proceso. El libro de las dudas y Pez astilla forman parte del poemario La edad terrible (UAS, 2024).