Poema cuántico
De tanto ir y venir y no ser yo mismo.
Ese despertar hacia los días sin número.
Esta ilusión de ser otro yo multiplicado
en esta farsa de tiempo,
en esta falta de espacio.
Esa dimensión donde yo soy otro, feliz y ecuánime.
Ese otro con hijos dotados de hermosura y una esposa
y un castillo hecho con las piedras que recogen.
Aquel hombre dichoso mira a través de la ventana del jardín.
Obvio, un hombre que muere y renace,
y vuelve con los mismos errores,
merece un poco de clemencia porque es y no él mismo.
Un soplo y ya es otro el que mira
y camina en dirección contraria a su destino.
Alguien que es él mismo y diferente,
es otro igual pero distinto.
Atravesar el tiempo, irse de pronto
Atravesar el tiempo, irse de pronto.
Ser agua, sombra, rayo o nada.
Ser partícula cuántica e incontable,
reproducción en serie y sin sentido.
Ser yo en múltiples universos paralelos.
Ser todos los caminos existentes hacia Roma,
ser el azar y todas las oportunidades al alza.
Hallar el amor en la bolsa de valores,
ser ingeniero constructor de anarquías.
Ser Ícaro y sus alas,
ser la cera blanca y el minotauro,
perderme en laberintos.
Atravesar el umbral del tiempo convertido
en asesino serial de pececitos financieros
o laureado mitómano en ciernes
que termina mintiéndose a uno mismo.
Ser cavernícola,
amar la cueva donde habito,
mirar desde la cueva la sombra de las cosas
y hablar siempre en subjuntivo.
Ser presidente de Wall Street,
viajero espacial por diez minutos en la órbita.
Ser el arcángel luchador de los domingos,
querubín de la Confederación Galáctica,
ser Dios mismo.
Ser partícula cuántica e incontable
y atravesar el tiempo y encontrarte.
Poema del corazón
a Óscar Wong, in memoriam
I
He escrito el bosque,
verde inclemente dictadura,
rojos frutos, manzanilla, trampa,
humedad, tierra, y bosque siempre.
He escrito el bosque
y dije planta, verso, hojas de otoño.
Nombré patria, maleza, mala hierba.
Escribí donde mi fe alcanza del ave la estatura
de flor, el aire suspendido,
zafra ardiente, festín y viandas
de clorofila y savia y agua dura.
He escrito el bosque,
la curvatura perfecta de las hojas.
He escrito el verso que liba los martirios,
planta arvense deviene en escritura.
He escrito el bosque
y este dolor no calla ni se amengua,
al contrario, brota como agua
que nace y recorre los caminos de la tierra.
Un manantial agraz he escrito y nada.
(De Vierte, corazón, tu pena)
Tres
De mi lenguaje puedo decir que extraño
los modismos y, a veces, secretamente
nombro objetos sin querer y violo reglamentos.
No hay una regulación que nos impida mirarnos
a los ojos y reconocer abismos.
No hay una ley, un tratado,
un artículo que diga que no podemos hablar,
soñar para uno mismo.
Por eso callo, por eso escribo,
por eso he decido decir lo indispensable:
Sí, señor, sí señor, sí sargento.
Pero qué tonto, lo he olvidado, señor.
No debo hablar Kurdish, perdón, español,
si alguien se siente incómodo.
Desde este día sólo escribiré en mi idioma versos libres,
traduciré objetos en idiomas prohibidos para otros
y caerán las palabras como hojas de los árboles secos
y llenarán las calles con su crujir de lengua
incomprensible para ellos.
No podrán detenerme, estoy determinado.
Debo decir país, pueblo,
un Estado sin tierra para plantar sus versos.
Debo decir aliento, corazón, miedo.
Voy a decir compasión, paz,
diré mi nombre
y el nombre de millones de versos muertos.
Matando el tiempo en una estación de Frankfurt
Este es el juego:
un soldado ha tomado el mando de la mesa.
Tres hombres observan las bolas esparcirse
en el fieltro de un verde deslucido.
Hay que esperar un turno.
En el juego de billar
las cosas parecen más sencillas desde afuera,
uno puede adivinar el siguiente movimiento,
casi con certeza un hombre empuña un palo de billar
y da en el punto.
Como en la vida, hay una bola negra
esperando salvarte cada vez que azotas contra el piso.
Hay una bola blanca.
Hay otras de colores diversos
sirviendo de relleno para seguir el juego.
Todas a su debido momento reclaman importancia.
Los hombres-soldado juegan a golpear una bola
y ésta a las otras y todas danzan golpeándose y huyendo.
Unas a otras se azotan hasta cruzar el túnel.
Yo no sé jugar billar, no me interesa.
Camino en dirección contraria de la regla
y cruzo los túneles que quiero.
No necesito bolas para irme.
Afuera la temperatura es un grado menos cero.
He bebido cerveza.
(De Cuaderno de apuntes para Leyla Zana)
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Estrella del Valle es una poeta mexicana-estadounidense. Ha recibido el Premio de Poesía Memoración a García Lorca 1998 organizado por la SOGEM y el XXVI Festival Internacional Cervantino. Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta 2000 por Fábula para los cuervos. Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde, Zacatecas, 2000 por La cortesana de Danann. Premio Latinoamericano de Poesía Benemérito de América, Oaxaca 2003 por El desierto; dolores. Mención honorífica en el VI Premio Latinoamericano de Poesía Ciudad de Medellín 2007 por Vuelo México-Los Ángeles, puerta 23. En el 2009 recibió el Premio Internacional Caza de Poesía “Morada al sur” en Los Ángeles, California su libro La Cortesana de Danann. Su poesía ha sido traducida al Inglés.
Obra publicada:
Poesía: Bajo la luna de Aholiba, CONACULTA, Tierra Adentro, 1998. || Fábula para los
cuervos, La Rana/IEC, Guanajuato, 2001. || La cortesana de Dannan, IVEC/UAZ, La Rosa
Náutica, 2002. || El desierto; dolores, UABJO, 2003. || Vuelo México-Los Ángeles puerta 23,
Praxis,2007. || La Selva Afuera, Antología Personal UPAV 2015. || Calima, Municipalidad de Lima, 2020 || Gente Grande, Sauvage Atelier, 2024.